Es más fácil conseguir que dos delanteros de primer nivel y el mejor jugador del mundo se coordinen y obtengan rendimiento del juego de un equipo, que construir todo un engranaje colectivo cuyos fundamentos sean sostenibles en el tiempo, durante varias temporadas. Lo que no significa que lo primero esté exento de mérito. El Barça de Luis Enrique definitivamente ha optado por ese camino. Tras la derrota en Anoeta, el XI inicial se repite con más frecuencia que antes, entre otros en los dos partidos de Copa jugados en una semana frente al Atlético. Y sus virtudes asociadas, también.
El gol inicial
de Torres, fruto de un acierto local, además evidenció las consecuencias
de un defectuoso pase largo, sobre todo por la retrasada posición en la
que quedó Mascherano, lejos de poder recuperar terreno para el achique y
el fuera de juego. Sin embargo, pese a la recompensa, el Atlético no
recurrió al repliegue intensivo que tan malos resultados le reportó en
los partidos precedentes. Presión adelantada para impedir salida rival y
al tiempo poder mantener amenaza ofensiva. No funcionó. Centrales
adelantados y mediocentros llegando tarde. Espacios para el disfrute
azulgrana.
El plan de Luis Enrique, bien
por convicción bien por obligación, ha evolucionado hacia las bandas.
Pero no como recurso posicional, sino más bien como punto de partida. Ya
no son los laterales los encargados de ocupar ese espacio, ni se trata
de jugar con extremos clásicos sobre la cal. La idea es provocar dudas
en los laterales rivales y, con ellas, extender el desorden al resto de
los defensas. Godín, Miranda, Giménez. Todos ellos han sufrido más
teniendo a Messi y Neymar lejos de las zonas centrales que lidiando con
ellos directamente en el cuerpo a cuerpo. El argentino, retrasándose
todo lo necesario para combinar uno contra uno más pase; el brasileño,
quedándose a menudo en zonas clásicas de interior, aquello del callejón del 10,
para ocupar ese pasillo tan difícil de atender cuando sabes que un
ariete clásico como Suárez espera para ls segunda jugada. La mezcla ha
prendido en un cóctel cinco estrellas, con la solidaridad recíproca
entre tres futbolistas que tendrían razones potenciales para no
concederla de forma tan generosa.
El 1-1 como ejemplo de lo
anterior. Tres combinaciones, de la máxima dificultad cada una de ellas.
En general, el equipo salió jugando en largo, con el impecable toque de
Ter Stegen o los defensas, o a través del trío protagonista. Los
centrocampistas han quedado para otros menesteres. Busquets acompaña a
los centrales, Rakitic vigila la espalda de Alves y se descuelga con
lentitud, e Iniesta ve el balón por encima de su cabeza tan a menudo que
cuando lo tiene en los pies lo extraña. Sorprende, pero es una
consecuencia lógica. La estructura del equipo se parece más a la de
Eto'o / Henry que a la de Pedro / Villa. Pero siempre con Messi de
lujoso complemento. La clave no era que participara menos, como intentó
Martino la temporada pasada ante el mismo rival, sino que lo hiciera
desde otra posición. Ni siquiera son los centrocampistas los que
proyectan las contras, sino él.
Acompañando a Messi, Neymar. "Leo es mi ídolo", dejó dicho el brasileño
la semana pasada. Lo que comenzó pareciendo un discurso premeditado y
oportunamente sumiso de un recién llegado, ha devenido en un respeto
leal y futbolístico. La complicidad entre ambos es evidente y
continuada. 23 jugadas entre ellos en Elche. Messi a menudo como
lanzador y Neymar consiguiendo transformar su barroquismo en eficacia y
gol. Los dos recibieron patadas y se levantaron. Diferencia: mientras
Leo no necesita ni abrir la boca, Neymar no rehúye el cara a cara
posterior a la refriega. 72 faltas y 16 tarjetas provocadas en la
primera vuelta de la Liga. Cuando en un partido nadie es inocente,
tampoco sirve la equidistancia entre las palabras o los gestos y las
patadas. O las botas voladoras.
Agarrado a sus nuevos poderes, relegado el juego de posición a una alternativa más en lugar de ser un sostenido leitmotiv,
el Barça no necesitó jugar en el Calderón para competir y pasar la
eliminatoria. De nuevo desde campo propio, Messi cimentó el 2-3 tras una
carrera en la que solo podía pasar a Suárez, Neymar y, en segunda
oleada, Alba, que fue quien recibió, Muy distinto escenario al de los
partidos de diciembre, en los que Leo por momentos jugaba solo con tres
compañeros por detrás y un confuso conglomerado por delante. Toda una
novedad que deberá confirmarse a largo plazo, sobre todo cuando regresen
las defensas cerradas y los espacios reducidos.
El Barça ha conseguido en dos partidos y medio lo que no consiguió
en siete durante el curso pasado: desnaturalizar al campeón Atlético,
hacerle dudar y conseguir que traspase esa línea roja en la que un
equipo imponente se caricaturiza a base de malos modos. Repliegue
intensísimo en el partido de Liga, intenciones a medio camino en la ida
copera y exceso de riesgo hoy con marcador a favor. Cambios en el
partido a partido. El sistema y el colectivo de momento no han podido
con la complicidad de los solistas. En el Barça, el paradigma es
distinto, sí. ¿Pero será mejor?
Foto: Alberto Martín - EFE