ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 26-09-2005
"Todo lo que sé de la vida lo he aprendido gracias al fútbol". Albert Camus.
Conocí a Pep Guardiola por azar poético. Y no es una metáfora lírica.
Carga con esa maldición en el mundo del fútbol que es encontrarle
placer a la lectura. No en vano hace poco leí una entrevista con un
futbolista y a la pregunta "¿último libro leído?" contestaba
"ninguno". Con un par. Bueno, pues Pep se sumó a unas lecturas, junto
a Lluis Llach y Ariadna Gil, del poeta Miquel Martí Pol, que desde
entonces lo adoptaría como lector predilecto, y allí nos conocimos. Y
como siempre pasa, Pep quería hablar de libros y películas, y los
literatos y peliculeros lo único que queríamos era hablar de fútbol.
La amistad instantánea consiste en conocer a alguien, charlar con él y
saber inmediatamente que aquel tipo se va a convertir en
imprescindible en tu vida. Eso nos pasó.
Poco tiempo después Pep sufrió la más grave lesión de su carrera, esa
lesión que los médicos no acertaban a definir, que le impedía golpear
el balón y que le mantuvo inactivo durante un año. Año en el que
muchas lenguas especularon con sus gustos sexuales, aficiones
psicotrópicas, enfermedades incurables y demás patrañas, en lugar de
preocuparse por si había un tío sufriendo que necesitara un gesto de
apoyo.
Un futbolista que no juega es una persona infeliz. Como amigo yo traté
de llenarle los ratos sociales con libros, películas, gente nueva,
mientras él ocupaba los ratos privados en ensayos con su novia
Cristina para fabricar a su hija que llegaría definitivamente a tres
días del cambio de siglo. Pero quién me iba a decir a mí que el annus
horribilis de Pep se iba a convertir en un lujo para mí. Vi sentado
junto a él en la tribuna del Nou Camp, a ras de césped, algunos
partidos que jugaron sus compañeros. Y entonces supe que de fútbol se
podía saber, no sólo especular con teorías vacuas y fanatismos
desatados, sino que tenía un lenguaje sencillo, como el de todos los
oficios, pero que sólo los muy profesionales saben descodificar.
Yo escuchaba a Pep decir cosas como: "Cruyff me dijo que si me hacían
faltas era culpa mía, por tener el balón demasiado rato. Hay que
soltarlo antes", "El balón corre más que cualquier persona, es él
quien debe correr", "Ese tipo es un 'cartero' entrega el balón después
de darle la mano a su compañero, en lugar de lanzárselo", "La primera
patada y el primer tiro a puerta siempre tiene que ser de tu equipo,
así juegan los italianos", "Mira ese de ahí, se esconde, tus
compañeros lo que necesitan es saber que estás disponible siempre",
"Antes de que te pasen el balón debes saber dónde lo vas a mandar, si
no está claro, mejor guárdalo, dáselo a tu portero, nunca lo regales",
"Te sonará a gilipollez, pero al fútbol se juega con un balón", "Con
Romario sabías que no podías contar, pero que si le ponías un buen
balón él iba a meter el gol, y el gol era lo único que necesitabas de
él", "Cuanto mejor es el rival y más temible el campo, mejor juegas",
"El público suele aplaudir al jugador populista, que regatea
inútilmente, que corre a salvar un saque de banda estúpido, que
abronca a los compañeros cuando se pierde y que pide la pelota cuando
se gana, esto es así", "El fútbol es el juego más sencillo del mundo,
basta que tu pie obedezca a tu cabeza".
Pep no es nada profesoral, pero será un gran profesor de futbolistas.
Es un producto de entrenadores adecuados en la edad adecuada, es
seguidor a ultranza del equipo en el que juega, del equipo en el que
soñó jugar, privilegio que le está permitido a muy pocos. Posee varias
peculiaridades como futbolista que lo engrandecen: respeta a los
mitos, escucha a los que saben más que él, ambiciona el partido
perfecto, se reconoce pieza de un circo mediático y social
incontrolable, del mismo modo que a ratos se ve como un gran impostor,
es buen compañero, le divierte jugar y tiene curiosidad por todo.
Pep es como los personajes de las películas de Howard Hawks, hace las
cosas en el campo no esperando que le feliciten, sino porque considera
que hacerlo bien es su trabajo. Además, suele afirmar que llegará el
día en que nadie sepa quién es. Yo lo dudo.
David Trueba
La Liga arranca en medio de una imparable globalización del fútbol. La mayoría de los clubes han dedicado el verano a largas giras por los países de Extremo Oriente, en busca de recursos en los nuevos mercados. No hay sitio ni dinero para todos, pero la idea de un Eldorado asiático tiene fascinados a los equipos europeos. Cada vez hay menos fronteras en un deporte que durante décadas se movió entre Europa y Suramérica. Ahora su ámbito es decididamente planetario. Una vez más, el fútbol es un símbolo de su tiempo. Su capacidad de adaptación al entorno social, económico y tecnológico resulta asombrosa. Convertido en el gran fenómeno de ocio de nuestra época, el fútbol es una gigantesca industria que aprovecha todos los recursos que le permiten los avances contemporáneos.No son pocos los que pronostican un fútbol de dos velocidades. En el papel que les toca como máximos representantes del negocio, los grandes clubes estarían abocados a crear una selecta Liga europea, donde dirimirían sus rivalidades en el campo de juego y en el mercado. A las competiciones nacionales les quedaría un papel menor, interpretado por aquellos que no pueden acercarse a los colosales presupuestos de los principales equipos europeos. Estos campeonatos locales serían un vestigio de otra época, de otro fútbol, de otro tipo de sociedad. Sin embargo, al fútbol no sólo le define el negocio. Desde sus inicios siempre ha mantenido un complejo equilibrio entre el valor de la tradición y el efecto de lo novedoso. En este sentido, resultará muy difícil desplazar a la Liga como la competición preferida de los aficionados.
Después de un periodo que ha visto cinco ganadores en diez años (Barcelona, Real Madrid, Valencia, Deportivo y Atlético de Madrid), la Liga parece que vuelve a la vieja bipolaridad entre el Barça y el Madrid. La crisis económica ayuda a esta idea. Los clubes han invertido 150 millones de euros en fichajes, con el Madrid como principal protagonista que ha contratado a los brasileños Robinho y Baptista para atacar el título que defiende un Barça que se beneficiará de la recuperación de varios lesionados y la irrupción del joven Messi, destinado a consagrarse como estrella. Será de nuevo un campeonato donde se apreciarán casi todos los estilos del fútbol: la escuela holandesa del Barça, la apuesta brasileña del Madrid, el interesante proyecto de corte argentino del Villarreal, la querencia inglesa del Athletic. Y también será una Liga de incertidumbres. El Valencia y el Deportivo comienzan una difícil transición, el Atlético de Madrid pretende regresar con Bianchi a sus mejores tiempos y el Betis tratará de oficiar de tapado. Como siempre, es tiempo de cábalas. Comienza la Liga.