domingo, diciembre 17, 2006

Vuelven los resultadistas

Es un buen momento, tras la dolorosa derrota del FC Barcelona en Tokyo, citar este artículo de Julio César Iglesias aparecido hoy en El País.

Vuelven los resultadistas

El retorno de Fabio Capello ha provocado la reaparición de los llamados resultadistas, una cofradía de simpatizantes cuyo lema es el siguiente: en la alta competición sólo importa el fondo, es decir, el resultado final. Las formas son una entelequia o, en el mejor de los casos, un efecto secundario del que se apropian sistemáticamente los cursis y los cuentistas.

Aunque nunca se han tomado la molestia de explicar sus teorías, conviene reconocer que tienen un punto de razón. Es cierto que perder es fracasar y que en la victoria y la derrota caben emociones cuyo valor se registra en el estado de ánimo. Hay que concederles, además, otro beneficio: si bien algunos equipos, precisamente los más débiles, sólo miden su rendimiento en el marcador, nadie puede reprocharles que acepten cualquier camino y justifiquen cualquier procedimiento para alcanzarlo. Aprovechar alguna ventajilla ocasional, ya sea una jugada de laboratorio o un golpe de suerte, es el derecho indiscutible de quienes carecen de los recursos del campeón. Sin embargo, los resultadistas no consideran la cicatería una exigencia del estado de necesidad, sino una herramienta de trabajo. Ocultan además las pruebas que consideran contradictorias; ignoran, por ejemplo, que un equipo, el Barcelona, ha ganado la Liga española y la Liga de Campeones, dos de las competiciones más acreditadas del mundo, apoderándose de la pelota, llevando la iniciativa, ocupando el campo contrario y, por añadidura, divirtiendo a los espectadores. En uno de esos ejercicios de estilo que hacen verdaderamente grande a un club, ha reunido un elenco de futbolistas cuyo distintivo es la brillantez y, en vez de imponer que se limiten a cumplir órdenes, les ha permitido que improvisen y ofrezcan lo mejor de su repertorio. De esta manera convierten el trabajo en una aventura, y cada día ponen a prueba sus propios límites: llenan el Camp Nou, dejan para el archivo media docena de jugadas del año, logran la más alta diferencia de goles y, mientras Valdés consigue el Premio Ricardo Zamora, Eto'o se lleva de tacón el Trofeo Pichichi. Encabezan todas las clasificaciones y merecen todos los elogios de la crítica internacional. Para los resultadistas, el Barcelona es, mal que nos pese, el equipo que nunca existió. En cuanto el chusquero de moda engancha tres victorias consecutivas, se reafirman, nos venden el encanto de bostezar y vuelven a insistir en que sólo hay dos tipos de juego: uno feo, pero práctico, y otro vistoso, pero inútil. Olvidan que el deporte de alta competición es únicamente un espectáculo, y que un espectáculo puede ser cualquier cosa, salvo aburrido. Pensándolo bien, quizá merezcan que se lo entreguemos sin condiciones. El aburrimiento, para el que lo trabaja

lunes, diciembre 11, 2006

Los buitres de la Premier

La idea del post era simplemente transcribir el artículo de John Carlin publicado hoy en El País sobre los nuevos propietarios extranjeros de varios clubes de la Premier League inglesa.

Pero antes de ello comentaré brevemente la noticia, de esta misma tarde, del despido de Allan Pardew como manager del histórico West Ham United. Uno de los equipos más queridos de Inglaterra, que con un presupuesto siempre modesto llevaba años jugando un gran fútbol, con un estilo ofensivo encabezado por jugadores jóvenes y técnicos como Reo-Cocker, Mullins, Etherington o Anton Ferdinand. El año pasado jugó la final de la FA Cup ante el Liverpool y perdió de mala manera en los penalties tras ser mejor que el equipo de Benítez. Cantera inagotable, de donde últimamente salieron futbolistas como Lampard o Joe Cole, el devenir de los Hammers era feliz hasta que hace pocos meses un multimillonario sueco, Eggert Magnusson, se hacía con el control del club y fichaba, en una oscura operación, a Tévez y Mascherano. Desde entonces, todo ha ido mal en Upton Park. El trabajo de Pardew durante años no ha merecido ningún respeto (la semana pasada Magnusson declaró que si el equipo no ganaba le cortaría la cabeza al entrenador) hasta el despido final de hoy. La situación deportiva del equipo es mala, en la cola de la clasificación, pero rara vez en Inglaterra ocurren cosas como ésta, entrenadores a la calle en diciembre. En su artículo Carlin describe cómo el poder de la Premier League se incrementará con el capital inversor extranjero. Puede ser. Pero, una vez más, el dinero no siempre es la respuesta para todo, ¿verdad sufrido seguidor hammer?



Los buitres de la Premier

John Carlin - El País

Nos gusta decir en España que nuestra Liga es la mejor del mundo. Habrá quien discrepe, pero los resultados en la competición europea de los últimos años tienden a darnos la razón. Lo que nadie discute es que la española es una de las tres Ligas más fuertes, junto a la inglesa y la italiana. Sin embargo, los acontecimientos en Inglaterra de esta semana hacen pensar que la relativa paridad del trío puede estar a punto de ser historia. Hay motivos para creer que en un futuro cercano la Liga inglesa se disparará y volverá a ejercer, como en los muy viejos tiempos, una clara hegemonía sobre todas las demás; que llegará el día en el que afirmar que la Liga española es la mejor será una ridiculez.

Esto no tiene nada que ver con los resultados en la primera fase de la Liga de Campeones, aunque es verdad que la inglesa es la única Liga con cuatro equipos clasificados para los octavos de final. El Chelsea, el Liverpool, el Arsenal y el Manchester United acabaron además los primeros en sus grupos. Pero este dato no deja de ser meramente coyuntural. Si hay un error en el que caemos todos los que pretendemos analizar el fútbol es el de basar nuestros juicios en el último partido. Lo más significativo que se detecta en la Premier League es la tendencia al enriquecimiento de sus clubes, al océano de diferencia que parece que habrá entre los ingresos medios de un club inglés y uno español; por no hablar de los italianos, cuya tendencia es hacia el derrumbe en todos los frentes. La noticia de la semana en Inglaterra -bueno, en el ámbito del fútbol, que, al fin y al cabo, es el que genera noticias de mayor repercusión- ha sido que un hombre más rico que el ruso Roman Abramovich, el dueño del Chelsea, está a punto de comprar el club más español de Inglaterra, el Liverpool. Se trata del jeque Mohamed Bin Rashid al Maktoum, autoridad máxima del emirato de Dubai y dueño de Dubai International Capital, macroempresa cuyos contables empezaron a analizar las finanzas del Liverpool el martes pasado. En teoría, el nuevo Liverpool tendría acceso a cantidades de dinero incluso mayores que el Chelski. Podría fichar a quien quisiera y pagar lo que pidieran. El Liverpool, un gigante medio dormido, es el más apetecible, el más carismático, de los clubes ingleses que todavía no están en manos de magnates extranjeros. Los que ya han caído son el Manchester, el Aston Villa, el Fulham, el Portsmouth, el West Ham y el Chelsea. Pero resulta que hay por lo menos cinco clubes más que están en las miras de buitres multimillonarios. Empresas surcoreanas, árabes, rusas y norteamericanas, cuyos dueños en todos los casos son nuevos superricos, están olfateando la posibilidad de adquirir el Newcastle, el Manchester City, el Everton, el Tottenham e incluso el recién ascendido Reading. ¿Por qué tanto interés por los clubes ingleses? Primero, porque, siendo empresas con accionistas, están todos teóricamente en venta. Un jeque árabe puede acercarse cuando quiera a algún accionista mayoritario de un club inglés y hacerle una oferta que no pueda rechazar. Segundo, porque, a diferencia de muchos clubes del resto de Europa, tienden a estar bien administrados y ser rentables. Los estadios cobran caras las entradas, pero están todos llenos, y los ingresos medios por derechos televisivos son los más altos que hay. Tercero, porque la Liga inglesa posee -por historia- una mística que atrae a más gente en más países que cualquier otra. Este fenómeno lo refleja, y lo alimenta, el hecho de que el fútbol inglés es el que más telespectadores globales tiene. Lo que terminará ocurriendo es que sólo el Real Madrid, el Barcelona, los dos clubes de Milán y la Juventus podrán competir con los seis clubes ingleses más ricos a la hora de fichar los mejores jugadores. Y después habrá seis clubes ingleses más que competirán al mismo nivel que el Bayern Múnich, pero estarán muy por encima de cualquier otro club europeo. La experiencia española lo demuestra: el Madrid y el Barça siempre han dominado el fútbol español porque siempre han sido los más ricos. La lógica indica que ahora pasará lo mismo con los clubes ingleses respecto a los demás. La Liga española, tan presumida ella hoy, parece estar condenada a ser la prima pobre de la inglesa."¿De dónde eres?". "Londinense, pero soy del Liverpool?". "Bueno, hijo mío... ¿Qué se siente al estar en el cielo?". Bill Shankly, antiguo entrenador del Liverpool, a un aficionado



miércoles, diciembre 06, 2006

La seda y el pragmatismo

Viaje relámpago desde Madrid. Aunque estamos a primeros de diciembre, el Barcelona ya tenía un partido decisivo y los días festivos permiten el desplazamiento.
Desde ayer lunes, se han enviado sms y correos electrónicos desde el club a los socios para asegurar un ambientazo en la grada que intimide al Werder Bremen. La asistencia espectacular, más de 95000 espectadores, pero el exceso de megafonía y el speaker en el césped desde una hora y pico antes del inicio resulta antinatural y forzado. El Camp Nou ha vivido noches espectaculares ante Goteborg, Juventus, Dynamo Kiev, Chelsea o Milan y la grada siempre ha respondido sin que se lo pidan hasta en la sopa. El culé sabe perfectamente cuándo su equipo le necesita.

Comienza el partido y, efectivamente, el Werder, líder de la Bundesliga y uno de los equipos más ofensivos y goleadores de Europa, resulta intimidado. Por el ambiente pero sobre todo por el juego con el que arranca el Barça. El viejo John Stein, cuando era seleccionador de Escocia, dijo una vez: "Tenemos la mejor hinchada del mundo, pero nunca he visto a un hincha marcar un gol".
Pues eso. El inicio, la primera media hora de fútbol del vigente Campeón de Europa es espectacular. Cualquier aficionado del mundo puede enterarse de los grandes momentos futbolísticos de este equipo. Pero no es lo mismo verlo por tv que en directo en el Estadi. Cuando enganchan el toque, con el mediocampo girando alrededor de esa confirmación de crack llamada Andrés Iniesta, el fútbol se convierte en una delicia, es como hilar con suavidad el mejor tejido posible, como construir una escultura con el máximo esmero. Eso ocurrió en ese inicio de partido, coronado con una genialidad de jugada de Eidur Gudjohnsen que incomprensiblemente Ludo Giuly envió fuera. Una pena, porque la presencia y velocidad del francés fue clave para desarbolar al equipo alemán. Por cosas de la venta de entradas por internet, a mi lado compartí butaca con dos aficionados alemanes, ilusionados en ver a su equipo clasificarse. Apasionados pero educados. Bien, pues, por gestos y en un básico inglés, no dejaron de hacerme ver su asombro y perplejidad por la velocidad y buen toque del FCB, no podían creérselo. El primer gol, nueva genialidad de Ronaldinho, cuyo repertorio novedoso no parece agotarse, y el segundo, típico gol azulgrana de jugada, primer toque y desmarques cuya habitualidad no debería hacer olvidar lo dificil que es de hacer.

La segunda parte fue otra cosa. Difícil es saber si el Barça se fue atrás por indicación de Rijkaard (la entrada de Thuram así pareció mostrarlo) para aprovechar a la contra los pases de Ronaldinho al espacio, o por la ambición alemana. Seguramente una mezcla de ambas. Lo cierto es que el Werder, de manera sorprendente sin abusar del balón de áereo, no se dio por vencido, y sin imponer un ritmo excesivo de juego, intentó apropiarse del balón y, con Diego al mando (partidazo del brasileño que exigió el máximo a su marcador, Motta, sustituido por agotamiento y por una merecida tarjeta amarilla), apurar sus opciones de clasificación. Dejó una cierta impresión contradictoria y de indefinición el grupo de Thomas Schaaf pese a su pinta de buen equipo.

Y el disfraz del Milan de Rijkaard que se puso el Barcelona en ese segundo tiempo pues bueno, no es lo habitual desde luego pero no es la primera vez que en grandes choques europeos, con marcador a favor ya sea en el mismo partido o proveniente del de ida en una eliminatoria a doble enfrentamiento, el Barça aprovecha la velocidad de sus puntas y se repliega ligeramente. Pese a la posesión alemana en casi toda la segunda parte, no hubo demasiados apuros, y Zambrotta (por fin), Márquez y sobre todo un infranqueable Puyol sostuvieron los ataques. Decía el propio Carles hoy en El País que "Ahora leemos mejor los partidos cuando es necesario"; quizá esa sea la clave de lo visto en la segunda mitad.

Finalmente, fiesta contenida en las gradas porque realmente lo conseguido es sólo el pase a octavos de final (en el grupo, con diferencia, más dificil de toda la competición) pero supone la tranquilidad hasta primavera, con la espera ya más relajada del regreso de Etoo y Messi y la ilusión del inminente viaje a Japón en busca del Mundialito / Copa Intercontinental, único título ausente en las vitrinas del Museu desde la infausta madrugada (en Europa) de diciembre de 1992 en que un joven Rai y su gran Sao Paulo derrotó al Barça de Cruyff en Tokyo.

Lo más emocionante del tramo final, la tremenda ovación a Andrés Iniesta de la grada barcelonista al ser sustituido por un esguince de tobillo. Andresín ya es una realidad, y el público lo sabe. Sólo hay que verle jugar sin prejucios para valorarlo. Hace sencilla una de las cosas más difíciles del fútbol, mover a un equipo y saber cuándo tocar hacia el compañero libre y cuándo arriesgar y buscar el corazón del rival. Para los incrédulos, Iniesta ya ha llegado a la cumbre y, dada su calidad, ha llegado para quedarse.

lunes, noviembre 27, 2006

El hombre que cambió la historia de un club


Ya era una realidad, pero el gol de Ronaldinho el sábado ante el Villarreal es un gran pretexto para escribir este post.

Lazly Kubala tuvo tal impacto en el FC Barcelona que el club tuvo que mudarse de estadio, abandonar Les Corts y construir el Camp Nou. Johan Cruyff en 1973 llevó a Barcelona de nuevo el Balón de Oro, la Liga tras casi veinte años, un 0-5 en el Bernabéu que seguramente fue la puntilla a la salud del dictador Franco y la exhibición pública de senyeras en toda la ciudad. De nuevo Cruyff, quince años más tarde y esta vez como entrenador, recuperó para el Barça el fútbol en toda su dimensión, la Copa de Europa, un estilo que aún hoy perdura y el orgullo de ser barcelonista. Ronaldinho ha llegado para cerrar el círculo. Luis Suárez fichó por el Inter demasiado pronto, y Diego Maradona, lastrado por las lesiones, enfermedades y su propia juventud, no pudieron dar ese impulso al club pese a que reunían todas las cualidades; el Gaúcho sí lo ha logrado.

Ronaldinho aterriza en Barcelona el verano de 2003 en un club arruinado, abandonado por su público, huérfano de fútbol y de títulos, y empequeñecido por las estrellas del Real Madrid. Arriesgó, desoyendo ofertas incluso del propio Florentino Pérez, y, siguiendo la estela de Romario y Rivaldo, apostó por el FCB. Seguramente pasarán décadas hasta que sepamos si realmente el fichaje fue un poco casualidad tras el no de David Beckham o si se concretó, en feroz competencia con el Manchester United, por la habilidad y maquineísmo de Sandro Rosell.

El caso es que llegó, y ya en septiembre, en la segunda jornada de Liga, en su debut en el Camp Nou, fue capaz de arrastrar a cien mil personas a un partido de fútbol un martes laborable a las 00.05 horas de la madrugada, y marcar un golazo cuya celebración en el Estadi provocó un estruendo que registraron los sismógrafos de Barcelona. Desde aquel día, con su permanente sonrisa, cientos de jugadas increíbles, goles decisivos a Milan, Chelsea o Real Madrid, ausencia de problemas extradeportivos y discretas renovaciones pero, por encima de todo, un compromiso con el club (lágrimas al recoger y exhibir su Balón de Oro, fíjense todavía hoy cómo celebra los goles), constantes agradecimientos a directivos, compañeros y afición...en definitiva una humildad a la que no nos tienen acostumbrados las grandes estrellas brasileñas.

No es exagerado decir que Ronaldinho reflotó al club en uno de sus peores momentos de su historia reciente. Laporta por supuesto, Rosell, Rijkaard, Deco, Puyol, los más de 130.000 socios también han tenido su importancia, pero él, con su magia de PortoAlegre, puso toda la máquina a funcionar. Aunque se marchara hoy mismo, creo que nadie podría reprocharle nada en absoluto; todo lo contrario, deseando eso sí que nos acompañe durante mucho tiempo más.

domingo, noviembre 26, 2006

La huella de Pep Guardiola

La semana pasada se confirmó una noticia que prácticamente ya era un hecho pero que no por ello deja de merecer un modesto post como este: Pep Guardiola, a sus 35 años, se retira del fútbol como jugador.

Si Johan Cruyff revolucionó el fútbol y convirtió al FC Barcelona es un equipo ganador pero, sobre todo, en un equipo estimulante y orgulloso de serlo, es justo reconocer que lo hizo de la mano de Pep. El holandés llega al club en el verano de 1988, y de inmediato modificó toda la estructura deportiva. Desde el primer equipo hasta el último alevín, a jugar con un 3-4-3. En ese sistema, basado en la posesión del balón, en la construcción del juego mediante apoyos en rombo y salida por las bandas, uno de los vértices fundamentales era el '4', el mediocentro que, desde una posición por delante de la defensa, era el encargado de sacar la pelota jugada con sencillez y claridad. En sus primeras dos temporadas, Cruyff confió en Luis Milla y en Guillermo Amor, ambos productos de La Masía pero curiosamente no catalanes (aragonés y valenciano respectivamente). Pronto Milla empezó a tener problemas con el club por la renovación de su contrato y Cruyff, responsable también de la política salarial de los jugadores, prescindió progresivamente de él y fichó por el Real Madrid.

Mientras tanto, en el filial, en el por entonces llamado Barcelona Atlético que jugaba en segunda división A, un chaval de Santpedor de 18 años ya era el objeto de la atención de los técnicos y de la curiosidad de los aficionados. Era muy delgado, y no tenía ni mucha fuerza, ni velocidad, ni juego de cabeza. Eso sí, tenía una virtud esencial en el fútbol: comprendía el juego, antes de recibir el balón ya sabía a quien se lo iba a enviar con la fuerza y velocidad adecuadas, y además tenía carácter para mandar sobre la cancha y dirigir a sus compañeros. Cuando era un crío, Pep pasó las tardes de los domingos como recogepelotas en el Camp Nou, y se enamoró del juego de Bernd Schuster y del coraje de Víctor Muñoz. También pudo admirar y rendirse ante la Juventus de aquella época que mantuvo duelos encarnizados con aquel Barça de Terry Venables, dirigida por su gran ídolo, Michel Platini. Lo tenía claro, él quería jugar justo ahí.

Cruyff ya le había elegido, por eso no le importó no ceder a las exigencias económicas de Milla (que fuera del Barcelona no volvió a jugar a un nivel de élite) y reubicar a Amor como interior.

Comenzó a alternar el filial con el primer equipo. Debutó en diciembre de 1990 ante el Cádiz y, tras unas semanas, Cruyff, en una de sus ejemplarizantes decisiones ante los futbolistas, le dijo que le exigía más, que no estaba contento, que ese fin de semana lo degradaba al filial a jugar contra el Sabadell y que tenía que marcar un gol; el equipo ganó 4-0 y Guardiola hizo un golazo casi desde el centro del campo del Miniestadi. Jamás volvió a jugar en el B.

Su impacto en el equipo fue inmediato. Con un desparpajo insultante, y digiriendo bien las cosas de Cruyff como por ejemplo tener que marcar a Butragueño en el Bernabéu (octubre de 1991, declarando tras el partido que no le había impresionado mucho el ambiente), en poco tiempo todo el juego de aquel Barcelona lleno de estrellas giraba a su son. A la gent blaugrana le hechizó su juego y por otro lado disfrutaba viendo a ese jugador, de casa, las caras, los gestos, el brillo en los ojos, notando lo que ese chaval disfrutaba al poder jugar con esa camiseta. Se notaba.

Campeón de Europa en Wembley con apenas 21 años, en pocos meses se había ganado el respeto por su calidad de gente como Koeman, Laudrup, Bakero, Stoichkov, Zubizarreta...y Cruyff. Evidentemente jugar rodeado de estos cracks fue inmejorable para su desarrollo como futbolista; le arroparon, sí, pero él también les hizo mejores con sus pases. Cuatro Ligas, la Copa de Europa y decenas de grandes partidos llevan en buena medida la marca de Pep.

En la tempestuosa primavera de 1996 Cruyff abandona el Barcelona, su amigo hasta entonces Charly Rexach ocupa el banquillo hasta el final de temporada. Con el club convulso, en muchos partidos Pep parece ya el segundo de Rexach, el entrenador en el campo. Como anécdota, en el último partido de esa Liga en el Camp Nou ante el Celta (el día en que la grada despidió a Jordi Cruyff con una de las mayores ovaciones que se recuerdan), Guardiola marcó un gol de falta y corrió al banquillo a agradecer a Rexach la indicación de cómo tenía que tirarla...

Pep jamás renunció al estilo de juego que aprendió con Cruyff. Cuando llegaron Robson y Mourinho, fue leal con ellos, pero nunca olvidó sus orígenes. Dotó a a quel equipo, que jugaba con un doble pivote formado por él mismo y Gica Popescu, del gusto, por ejemplo, de abrir el campo con extremos...por aquella época nació su amistad con Luis Figo. Robson le dio la capitanía al rumano, pero todo el mundo sabía quien era el jefe de ese equipo. Sin los Bakero, Koeman y cía, Guardiola se convirtió en símbolo absoluto del barcelonismo. Su catalanismo y sus inquietudes culturales agrandaron aún más esa imagen.

Pese a que seguramente no cumplió las expectativas que generó su llegada, con el fichaje de Louis Van Gaal Pep volvió a ilusionarse con una idea de fútbol, la del Ajax de toda la vida. Con el tiempo confesó que no se fue de Barcelona en 1996 por la llegada de su admirado Van Gaal, creador de un Ajax que en 1995 elevó al juego del fútbol a unas dimensiones difícilmente mejorables.
Otras dos Ligas conquistadas. Lástima de varias lesiones de isquiotibiales que en esas temporadas le impidieron jugar todo lo que hubiera deseado. Eso sí, el capitán del FC Barcelona en el Centenari del club no fue otro que Pep Guardiola, senyera al brazo izquierdo. Como él soñó.

En 2001, cansado de llevar sobre sus hombros el peso del club y molesto tras no recibir una oferta de renovación acorde a su trayectoria, Guardiola, en una rueda de prensa en solitario, sin ninguna compañia institucional, anuncia con tristeza que abandona el club de su vida tras más de quince años. Se declaró orgulloso de su pertenencia al club desde 1984, y aseguró haber disfrutado todos y cada uno de los días, "por encima de las victorias o las derrotas".
Su último partido fue una semifinal copera en el Camp Nou. Nunca quiso homenajes ni aplausos, sus compañeros Sergi, Luis Enrique y Cocu casi tuvieron que obligarle para poderle sacar a hombros del campo. Con el estadio vacío ya por la noche ese mismo día, sí que pudieron verse imagénes de Pep paseando y mirando con una incipiente nostalgia su estadio, su casa, vacía y silenciosa.

A partir de ese momento comenzaba la búsqueda de una decisión, difícil e ilusionante a la vez: ¿dónde jugaría Pep tras salir del Barça? Obviamente no en España.
Se habló de muchas ofertas, pero Guardiola sólo quería jugar en un equipo: la Juventus de en tiempos su admirado Michel Platini.
En la prensa se dijo aquellos días que el interés de la Vecchia Signora por Pep era recíproco, pero no llegó a concretarse. Pep esperó y esperó y se encontró en octubre sin equipo. Entonces recibió la llamada de un modesto del calcio, el Brescia, entrenado por Carlo Mazzone, venerable técnico con extrovertido carácter y gusto por el buen fútbol. Guardiola quería conocer el fútbol italiano y era su oportunidad. Debido a su buena campaña con este club la Roma decidió ficharlo, aunque no jugó demasiado debido a que Fabio Capello no contó con él. Luego, volvió a Brescia donde fue eje del equipo, junto con Roberto Baggio, y pieza fundamental para que el Brescia no perdiese la categoría. Después de un partido contra el Piacenza, el 21 de noviembre de 2001, dio positivo en un test de nandrolona, motivo por el cual fue castigado con cuatro meses de suspensión por dopaje, una multa de 2.000 euros y sentenciado a 7 meses de prisión. A pesar de no tener que cumplir finalmente con la pena de prisión, Guardiola y su abogado intentaron demostrar la inocencia del jugador. Entre las pruebas aportadas figuraron informes elaborados por expertos como Jordi Segura que explicaban que el cuerpo de Guardiola producía más nandrolona de lo normal. Aún así, la Fiscalía Italiana no le dio la razón al jugador, a pesar de contar tan sólo con la prueba del laboratorio de Roma y contando con la presencia de un juez honorario, en lugar de un juez de carrera, hecho muy raro en sentencias de prisión. El caso sigue en los tribunales y Guardiola insiste en que no parará hasta que sea reconocida su inocencia.

En 2003 fue contratado por el Al Ahly, de la liga de Qatar. Sus dos años allí le sirvieron para conocer otra cultura, compartir el torneo con Gabriel Batistuta, Claudio Caniggia y Fernando Hierro y ser elegido mejor jugador extranjero en su primer año.
Tras la aventura asiática, inició el curso de entrenador en España. Cuando parecía que dejaría el fútbol, y tras rechazar ofertas de Manchester City y Wigan, fichó en diciembre de 2005 por el Dorados de Sinaloa, club mexicano entrenado por su amigo Juanma Lillo.
Posteriormente, volvió a Madrid a finalizar su curso de entrenador. Desde julio de 2006 es oficialmente entrenador de fútbol. Recientemente, al respecto de su futuro como entrenador, ha declarado que quiere entrenar a niños, que las cosas han de seguir su evolución lógica y que no tiene prisa. El futuro dirá si podrá llegar a ser un buen técnico.

De lo que no hay duda es de que se va un jugador único, un tipo de futbolista que ayudó a situar el centro del campo en la memoria de los espectadores.
Oriol Tort, el profesor ya desaparecido, el creador de La Masía, el hombre que conocía mejor el fútbol base del Barça, descubrió a Guardiola. Y fue quién mejor lo definió: "Ese chico es un sabio del fútbol". Contaba Tort que le entrenó en los infantiles y se veía que era diferente. "Con los niños siempre ocurre lo mismo: todos quieren tener el balón, retenerlo, no pasarlo nunca, hacer mil y un regates. Con Pep, no sucedía eso. Desde muy pequeñito, siempre soltaba rápido la pelota, al primer toque, con mucha velocidad. Eso es dificilísimo. Siempre he considerado que es una especie a extinguir por algo: posiblemente, es el único jugador de los últimos años que no ha necesitado de corpulencia física para jugar a fútbol. Tiene una cualidad única: la mayoría ve sólo una parte del campo pero él el fútbol en cinemascope. Recuerdo que cuando se supo que Milla iba a dejar el Barça, yo le dije a Cruyff: Tenemos a un chico en el fútbol base que quizá es el mejor de todos. Y Cruyff se fue a verlo al B, y Pep no jugó; al C, y tampoco y en los juveniles, lo mismo. ¿Y este es tío tan bueno y no juega nunca?, me preguntó extrañado Cruyff. No lo alineaban en Segunda por su fragilidad física y en las demás categorías. Vamos a esperar a que crezca, a que se forme, a que esté más hecho, decían los técnicos por la misma razón. Cruyff ordenó que jugara ya tres partidos en Segunda y lo ascendió a Primera”.

Ahora, mientras medita su futuro cerca de los banquillos, nos quedan sus artículos en prensa, su senbilidad hacia las raices, la mitología y la esencia del fútbol, y su figura reflejada en futbolistas como Arteta, Fábregas, Xavi e Iniesta que nos demuestran que otro fútbol es posible: esa es la huella de Pep Guardiola.

domingo, noviembre 05, 2006

Llegó la hora de que Ronaldinho abandone la banda

Empate en Riazor. Sólo en los últimos veinte minutos el Barcelona realmente ha parecido querer ganar el partido y dedicárselo a su capitán, Carles Puyol. Hasta entonces, juego lento y falto de mordiente, con la excepción del hilo de seda de Andrés Iniesta, que aparte de mostrar una vez más su clase y de firmar las dos mejores jugadas del partido, se cansó de robar y recuperar balones en el mediocampo.

Lo que sí deja el partido, aparte de una reafirmación en las dudas sobre Zambrotta y Thuram (Oleguer en veinte minutos, con el partido en pleno ida y vuelta y su defensa más desprotegida, pareció mucho más firme que el francés), es un curioso análisis del juego de Ronaldinho.
En la primera parte, el crack apenas intervino en el juego, partiendo desde la izquierda como siempre, salvo para dar una fea patada con la que rozó la expulsión y para marcar el penalty.
En la segunda, jugando de media punta clásico, se acercó bastante a su mejor versión, tanto en sus arrancadas demoledoras como en esos pases al borde del área que dejan sólo al compañero mejor situado.
Rijkaard se lo debería pensar. Es cierto que Ronaldinho ha triunfado iniciando en esa banda izquierda y por supuesto con libertad de acción. Sin embargo, si por el Mundial, la gira veraniega, la falta de entreno o por la luna llena, su condición física no es la mejor, el cambio se hace imprescindible. Jugando por detrás del delantero centro ya no tendría que recibir siempre de espaldas como en la banda, ni se vería obligado a realizar un gran esfuerzo físico siempre encarando al lateral. Además, ahora el lateral derecho de cada rival se está encontrando una auténtica autopista libre hasta Gio o Sylvinho porque Ronnie no puede taparla. La duda sería, ¿y cómo acoplamos el sistema para este cambio?
Desde este humilde blog propongo la siguiente fórmula: el trío de mediocampistas habitual con Ronaldinho por delante, Gudjohnsen de punta y Messi en la izquierda, dejando la banda derecha para Belletti, que debería volver a ser titular habitual...¿qué pensarán Rijkaard, Neeskens, Eusebio y compañía al respecto?

sábado, noviembre 04, 2006

Tras seis batallas la guerra continúa

El pasado martes se vivió en el Camp Nou el sexto capítulo de la serie que mantiene en vilo al fútbol europeo durante las últimas tres temporadas: el Barça vs. Chelsea.

El partido fue duro, trabado, interrumpido en exceso para el juego del Barcelona y también para los estándares del fútbol inglés. Mucha tensión, diez tarjetas y como siempre ironías en la rueda de prensa por parte de los protagonistas. Sin embargo, fue un auténtico partidazo. Lo bueno de esta rivalidad, es que cada enfrentamiento obliga a los dos equipos a dar lo mejor de sí. Sólo el Chelsea ha conseguido que aparezca este año el Barça agresivo, implicado y presionante de los últimos años. Asimismo, el FCB obliga al Chelsky a algo que normalmente no necesita en Inglaterra: jugar bien el balón y combinar en ataque.
Mourinho sabe que el Barça es la horma de su zapato. El portugués, tan buen entrenador como zafio ante los micrófonos, celebró el gol a lo grande, cuando en realidad sólo ganaba un punto casi irrelevante de cara a su segura clasificación. Por contra, lo único que ha descompuesto a Rijkaard desde su llegada a Barcelona ha sido ver a su equipo fallar once ocasiones de gol en Lisboa y las visitas de Mourinho al Estadi.

Ambos conjuntos quedan separados cinco puntos en el grupo, distancia irreal pero que obliga al Barça a ganar los dos partidos que le quedan, uno de ellos ante el inquietante y goleador Werder Bremen.
Podrían enfrentarse de nuevo a partir de los octavos de final, pero esta rivalidad que está ennobleciendo aún más a la Champions League, quizá no haya otra manera de zanjarla que en una final...¿será este próximo mes de mayo en Atenas?

lunes, octubre 30, 2006

Futbolia, Filosofía para la hinchada

Uno puede decir que el fútbol son muchas cosas, las que le venga en gana: que son once contra once en calzoncillos; que no es más que un juego; que es el opio del pueblo; que fútbol es fútbol; o que lo hemos convertido en un negocio disparatado, de interés general y beneficios muy particulares… Y, probablemente, así sea —al menos en parte—. Pero eso no puede ser todo, es imposible. No es suficiente.

Éste es un libro sobre filosofía y fútbol. La filosofía busca la verdad del ser humano. Creemos que, en cierta medida, el fútbol también participa de esa búsqueda. Y este libro muestra los caminos trazados en los dos ámbitos. Y sus paralelismos.
Los once mejores futbolistas contra los once filósofos más brillantes.
La filosofía busca la verdad del Hombre. El fútbol a veces la encuentra.

Libro de José Machado y Manuel Valera, Editorial Kailas

lunes, octubre 23, 2006

El crédito de un equipo

Son numerosos los análisis pesimistas que se están realizando sobre el futuro en la presente temporada del FC Barcelona, tras las dos derrotas esta semana ante Chelsea y Real Madrid.
Desde el anuncio del cambio de un ciclo, hasta el presunto declive de jugadores que no pasan de 27-28 años, pasando por la de repente aparecida nulidad táctica del entrenador.
Negar que el Barça tiene problemas sería de necios, pero discutir las posibilidades y la vigencia de este equipo tras dos Ligas, una Copa de Europa y, lo que es más importante, un proyecto serio y consolidado, es de más necedad aún.
En el inicio de la pasada temporada, de los primeros 7 partidos de Liga, el Barcelona sólo fue capaz de ganar uno. Después, encadenó una racha de casi 20 victorias seguidas y ya se sabe el final.
Es normal que se genere agitación mediática y críticas tras dos derrotas ante los dos rivales actualmente más encarnizados del club blaugrana, Chelsea y Madrid.
Pero no se debe olvidar que anoche en casi toda la primera parte el FCB zarandeó (de nuevo, como en las últimas temporadas desde que llegó Rijkaard) al Madrid en el Bernabéu y el miércoles tuteó al Chelsea en Stamford Bridge. Aún así son dos campos en los que se puede perder. ¿Eso es razón para hablar de la decadencia de un equipo? La temporada es larga y el tiempo pondrá pronto a cada equipo en su lugar.

Dicho todo esto, el vigente Campeón de Liga y Europa tiene problemas. La lesión de Etoo es la peor baja que se podía tener. No sólo son sus goles, sino su espíritu, su ambición, su esfuerzo en cada partido. Es fútbol ficción, pero con él en el Bernabéu seguramente el Barça no se hubiera quedado a cero y el resultado...
Más. Hay jugadores que están lejos de su nivel. Paradigma de ello, Deco y Ronaldinho. Al menos, ambos estuvieron bien en la rueda de prensa posterior al partido de ayer (desde luego mucho mejor que en el césped), prometiendo mucho trabajo de entrenamiento y pocas palabras. En el caso del brasileño, es imprescindible: según Martí Perarnau, treinta entrenamientos en ochenta días.
Los fichajes no están aportando lo esperado. Fracasaron con estrépito Zambrotta (otra vez), Thuram, (habría que añadir a Cannavaro y Emerson en el otro bando, lo dejamos para otro post que analice la diferencia de jugar en Italia rodeado de ocho defensas más a no hacerlo), y Gudjohnsen evidenció que es un buen futbolista pero no delantero centro estático.

Otra consecuencia son las críticas a Rijkaard. El holandés, según muchos dicen influenciado por su ayudante Eusebio Sacristán, está pecando de, para algunos, excesivamente audaz. Dudo que en el Camp Nou nunca se le recrimine eso, pero en Londres dejó al equipo con 3 defensas rápidamente y anoche en Madrid arriesgó dejando ligero el mediocampo. De inicio además prescindió de su habitual pivote defensivo, y alineó a los tres pequeños: Iniesta, Deco y Xavi.
Pese a ser criticado, con ellos el Barça encerró al Madrid en su área durante casi toda la primera parte. No acertó con el gol, bueno, otro día será. Lo triste de esto será que los que abogan por situar a ese tercer central se verán cargados de razón y alimentarán ese estéril debate que debió quedar zanjado el año pasado tras los partidos de Champions en Lisboa y Milán.

El equipo debe perseverar en su fidelidad al proyecto que se inició en el verano de 2003 y abstraerse de la cháchara fácil de la prensa. Y los jugadores deben ser profesionales y agradecidos al club que les renovó hasta 2010 y les blindó su futuro para que sólo tengan que preocuparse de lo que, la mayoría de ellos hacen mejor que nadie en Europa a día de hoy: jugar bien al fútbol.

domingo, octubre 22, 2006

Un ejemplo de rivalidad

A unas horas de la disputa de un nuevo clásico entre Real Madrid y Barça, gracias a Diarios de Fútbol y a El País disfrutamos recordando un artículo de Javier Marías, que a su vez evocaba a su amigo Manuel Vázquez Montalbán. Se cumple el tercer aniversario de la muerte del escritor catalán, y él y Marías nos mostraban antes de cada derby cómo puede ser una rivalidad bien entendida.

Diarios de Fútbol

Estos días se cumple el tercer aniversario de la muerte de Manuel Vázquez Montalbán. Escritor poliédrico, que tan pronto se introducía de la mano de su inolvidable Pepe Carvalho en los bajos fondos del Raval como escribía un estupendo panfleto sobre el bacalao o diseccionaba sin piedad las entrañas de los Borgia, fue en particular conocido en el ámbito futbolístico por ser quizá la persona que mejor entendió y asumió la esencia del barcelonismo, y supo explicarlo. Ahí están sus cientos de artículos sobre el particular, su libro “Fútbol, una religión en busca de un Dios”, o sus míticos duelos dialécticos con Javier Marías en las páginas de El País en vísperas de los clásicos.

Evocando estos últimos, y con los dos grandes ya velando armas para el combate de mañana, recuperamos el homenaje que el madridista, emocionado, tributó a su rival y amigo. Y es que, para los que hemos crecido con los libros de Manolo, un Madrid-Barça no es lo mismo sin él.

En persona estuvimos juntos sólo una vez, hace ya muchos años. El mismo chófer nos recogía en el aeropuerto de Asturias (él llegaba de Barcelona; yo, de Madrid) para trasladarnos a Verines a una reunión de escritores. Nada más subir al coche sacó un auricular y se lo colocó en un oído. “Es para seguir el fútbol”, fue toda su explicación. Debía de ser un miércoles y se disputaban partidos de Copa, poco importantes aún. “Ah, ¿y cómo va el Madrid?”, aproveché para averiguar. “Pierde 1-0 con el Sporting”. Me fue imposible no preguntarme si le caía mal. No tenía motivos para pensarlo, aunque tampoco -desde luego- que le cayera bien, y de hecho no puedo evitar preguntarme ahora si le habría hecho la menor gracia que yo escribiera nada sobre él en un día como hoy, en contra de lo que ha creído El Paí. Futbolero como soy, respeté su casi total mudez de hora y pico de viaje, no me empeñé en darle conversación. Al fin y al cabo, pensé, yo haría lo mismo, seguir los partidos si tuviera valor. Así que aquel trayecto transcurrió en un silencio que, sin embargo, no me fue embarazoso. Y quise creer que quizá mal no le caía, a la postre, cuando al cabo de un buen rato me dirigió la palabra de nuevo para comunicarme algo que a él no le alegraría, pero a mí sí. “Ha empatado el Madrid”, me dijo.

Muchas veces coincidimos, en cambio, en las páginas deportivas de este periódico, y además, formando pareja de contrarios. Él, como representante literario o incluso “ideológico” del Barça; yo, del Madrid, cada vez que nuestros respectivos equipos se enfrentaban a muerte. Creo que en la última ocasión falté yo a la cita, y ahora sé que en las próximas quien faltará seguro será él. Hoy somos muchos los escritores que nos atrevemos a hablar de fútbol sin temer nuestro desprestigio por ello, pero no cabe duda de que Vázquez Montalbán fue el gran pionero y el más audaz, así como el primero en señalar lo que luego tantos hemos repetido: que así como uno cambia de gustos, de pareja, de convicciones, de ideas y aun de ideologías, de lo que nunca cambia es de equipo favorito de fútbol. Curioso que las lealtades mayores sean las que parecen menores. O no tanto: supongo que él sabía, desde su fuerte conciencia política, la importancia que algo tan desdeñado como el fútbol puede tener en la cotidianidad de las personas que poco tienen. Sabía que si tu equipo gana, los problemas reales no desaparecen ni se padecen menos las injusticias. Pero también que si tu equipo pierde, los problemas se aparecen más graves e irresolubles al día siguiente y uno se resiente más de las injusticias. Conocía y aceptaba la dimensión simbólica, y aun supersticiosa, porque ayuda a ir de día en día.

Fue a menudo un culé desesperado, ante la ineptitud de los dirigentes o el mal juego del Barça. Pero, pese a sus ocasionales amenazas de dejar de seguir al equipo, o hacerlo sólo de lejos, imagino que sabía que eso no es nunca posible del todo. Como también sabía que el rival más acérrimo, en su caso el Real Madrid, es tan necesario como el aire, en el juego como en la vida, para temerlo, envidiarlo, odiarlo, admirarlo y derrotarlo. Hoy yo sé que perder a un antagonista entristece tanto como perder a un aliado. Quizá más. Me alegro de que Manuel Vázquez Montalbán viera al menos una vez a su equipo campeón de Europa. Y la próxima vez que eso suceda, estoy seguro de que me acordaré de él y pensaré lo que también pienso y digo ahora en su honor: Visca el Barça.

Artículo de Javier Marías publicado en El País el día 19 de Octubre de 2003.

domingo, octubre 15, 2006

Diez años de Wenger

La pasada semana se cumplieron diez años de la llegada al Arsenal como manager de Arséne Wenger.
Se cuenta por Londres que, el por entonces y durante muchas temporadas capitán del equipo, Tony Adams, reaccionó al enterarse de la noticia con un sonoro "¿Un francés? Vamos, no me jodas".
Diez años más tarde, el Arsenal juega en un nuevo estadio (proyecto muy impulsado por Wenger) pese al cariñoso recuerdo al viejo Highbury, y viene de jugar la final de la Liga de Campeones con el equipo de media de edad más baja de toda la competición.
Históricamente, los gunners siempre habían sido un equipo aburrido. Reconocido hasta por sus propios hinchas. Existe un libro delicioso, recomendable para todos los aficionados al fútbol, el célebre Fever on the the pitch (Fiebre en las gradas) del reconocido Nick Hornby (fan del Arsenal y empedernido aficionado a la música, autor de Alta Fidelidad, por ejemplo). En él, aparte de narrar en clave de humor irónico la historia de un supporter del Arsenal que antepone prácticamente su club al resto de su vida, Hornby describe bien la imagen que durante muchas décadas tuvo el Arsenal: la del equipo tostón del 1-0.

A su llegada, Wenger se encontró con un vestuario difícil. Grandes jugadores pero con diversas adicciones como el propio Adams, Ray Parlour o Paul Merson, o también ídolos de la grada con endemoniado carácter como Ian Wright.
No tenía mucho currículo, de hecho venía de entrenar en Japón, pero una década después, es un entrenador deseado por grandes clubes como el Real Madrid e idolatrado por su afición.
Ha ganado varios títulos de la Premier League y de la FA Cup rompiendo la tiranía del Manchester United, y ha jugado finales europeas. Pero quizá, con ser ésto importante, lo mejor es que ha modernizado y cambiado el estilo. El Arsenal bajo su mando siempre ha tratado bien el balón, y resulta un equipo atractivo de ver, cosa muy importante, entre otros motivos, para poder afrontar la construcción de un nuevo estadio y vender el 100% de los abonos.
Más méritos, la confianza en jugadores que fracasaban en sus equipos como Bergkamp, Viera o Henry, o el espectacular trabajo con los jóvenes, tanto de búsqueda como de posterior formación y aprendizaje: Cesc, Touré, Senderos, Eboué, Flamini, Van Persie, Walcott. Seguramente todos ellos no estaban llamados a tener un papel protagonista en el equipo tan pronto, pero la plaga de lesiones sufrida la pasada temporada aceleró el proceso.
¿Deméritos? Quizá la poca presencia de jugadores británicos en el equipo sea de las pocas cosas que se le pueden objetar. Con la marcha de Ashley Cole al Chelsea este verano, en la mayoría de los partidos el once inicial del Arsenal no contiene jugadores nacidos en las Islas.

Es indudable que para poder llevar a cabo un proyecto así se necesita un tiempo que sólo se concede en la Premier League. ¿Hace cuánto que no llega un entrenador a los diez años en un mismo club en España o Italia? No hay comparación entre el nivel de los directivos. Allí en Inglaterra los presidentes no traspasan sus urgencias e inseguridades a los banquillos, y también se juegan su propio dinero. Wenger, Alex Ferguson son los casos paradigmáticos, pero hay decenas de casos de entrenadores que han permanecido cinco, seis, siete años en un mismo equipo, y casi siempre cuando hay cambios son a final de temporada o por fin de contrato, pocas veces hay despidos.
Esta forma lógica de trabajar acaba dando sus frutos, y lo que todos desean, títulos. En nuestra Liga deberían mirarse más en este espejo.

Las sonrisas vergonzantes

Seguramente no hay que tomarse el fútbol tan en serio, pero lo ocurrido anoche en el estadio Vicente Calderón en el partido Atlético de Madrid - Recreativo de Huelva debe hacernos reflexionar.

Es cierto que el árbitro Pérez Lima se equivocó en todas y cada una de las decisiones importantes que tuvo que tomar: penalties, goles ilegales, jugadores expulsados que pasan desapercibidos...
Sin embargo, a mi entender ésto no fue lo peor de todo. Si el árbitro se equivocó tanto fue porque los jugadores se empeñaron en engañarle. Si Viqueira, Galletti o Agüero no hubieran simulado jugadas y faltado al respeto a sus compañeros y a su profesión, el árbitro nada pintaría.
Muy dolidos eso sí debieron quedar los seguidores del Recre al ver al colegiado abandonar el campo sonriendo tras su actuación. Pensemos que el hombre confiaba en haber acertado. Aún así, a quien esto escribe le parece más grave la sonrisa y abrazo entre Fernando Torres y Maniche, complacidos por el gol con la mano de su compañero Agüero.
Desde el lamentable calificativo de la mano de Dios que algún exagerado comentarista argentino dedicó al gol con la mano de Maradona a Inglaterra en México '86 no se veía nada igual.
El seleccionador inglés de aquella época, Bobby Robson, declaró tras aquella jugada "me duele en el alma quitar de la lista de mis jugadores favoritos a Diego, pero esta jugada es indignante".
Todavía hoy, veinte años más tarde, se sigue riendo aquella gracia, y también hoy en varios medios escritos y tv se compara al Kun con Maradona...
Engañar al árbitro es particularmente celebrado en países como Argentina e Italia, con la excusa tópica esa que dice que el fútbol es para pillos.

Si los jugadores no son leales y dignos en su comportamiento, ¿cón qué ética se les pueden pedir responsabilidades a los árbitros?

viernes, octubre 06, 2006

Guti o la supervivencia del talento






















En el pasado derby madrileño, Aguirre y los jugadores atléticos lo tenían muy claro: la clave del partido era parar a Guti. El resto prácticamente no importaba.

El 14 madridista puede representar fielmente el paradigma de jugador talentoso pero eternamente discutido.
Así ha ocurrido desde que debutó en el Madrid, en 1995 de la mano de Jorge Valdano.
Su rendimiento siempre ha sido alto. Ha jugado de mediocentro, de mediapunta y hasta de ariete, y siempre satisfactoriamente (15 goles en 2001 jugando de delantero centro).

De nuevo, esta temporada, comenzó en el banquillo. Como cada verano durante las últimas temporadas, el club ha fichado jugadores en su puesto: Gravesen, Pablo García, Emerson, Diarra, y se ha interesado por algunos más, como Cesc, Ballack o Kaká. Incluso en la pasada pretemporada pareció cercana su salida del club.

Maltratado por gran parte de la afición por motivos extradeportivos difíciles de entender, viviendo entre el aplauso y el silbido, Guti siempre se ha sobrepuesto, acabando las temporadas de titular y jugando a buen nivel.
Su compromiso además con el Madrid ha resultado indudable. Madrileño y canterano, entiende los valores del club como nadie.

Ahora, con el equipo jugando a un nivel mediocre, hasta Capello, abanderado como declaró hace poco de eliminar el ex-fútbol (el toque), le ve, como la grada del Bernabéu, como el único capaz de crear fútbol en el desierto de los mediocentros defensivos y de los pivotes. El propio Diarra, que lleva entrenando con él menos de dos meses, ya ha declarado que le encantaría formar pareja con él.

Sólo el miedo de entrenadores o la terquedad de los seleccionadores como Aragonés están impidiendo la verdadera explosión del jugador con más calidad salido de la cantera blanca en los últimos diez años.

Tiene admiradores declarados en toda Europa, toda la cúpula deportiva del Milan, por ejemplo, desde que era un crío.
Guti lleva años sobreviviendo en el fútbol metalúrgico que sigue abriéndose camino en Europa. Afortunadamente, casi siempre el talento, como el aceite, acaba por encima de todo y emergiendo a la superficie.

domingo, octubre 01, 2006

Bill Shankly

El Ejército Rojo, la afición del Liverpool, conmemoró ayer el 25º aniversario de la muerte del legendario Bill Shankly. El homenaje de los seguidores reds a su mítico entrenador fue sencillo pero íntimo. Una simple pancarta alzada detrás de la figura de Shankly en las inmediaciones del estadio de Anfield rezaba “Bill Shankly 1913-1981. Hizo feliz a la gente”.

Los reunidos en el acto cantaron el “When the Saints Go Marching In”. Los barrotes de la verja en la puerta 'You'll Never Walk Alone' se vieron salpicados de ramos de flores y papeles en los que se recordaba aún, un cuarto de siglo después de su muerte, las proezas, la pasión y la emoción que ese hombre supo llevar a las gradas de Anfield y a los corazones de los que siguieron durante sus vidas al Liverpool. Por la noche se celebró una cena homenaje en la Shankly Suite, palco que se encuentra en la Tribuna Century de Anfield.

Y mientras el fiel ejército de seguidores del Liverpool conmemora la muerte de su mayor leyenda, un cuarto de siglo más tarde un hombre, Rafael Benítez, ha devuelto a la afición del Liverpool la misma emoción y esperanza y sobre todo felicidad que llevó Shankly en los mejores años de este centenario club.

Hay algo de Shankly en Benítez, algo que han reconocido los aficionados del Liverpool. Es la manera en la que trata a sus jugadores, motivándoles cuando les dice en sus mejores partidos que aún existe espacio para mejorar. El principal logro de Shankly fue el de convencer a sus jugadores de que eran 'supermanes'. Ahora Benítez hace lo mismo. Incluso en el espectacular gol de Peter Crouch frente al Galatasaray, el pasado miércoles, Benítez encontró una pequeña deficiencia técnica en la que trabajó con su delantero en el campo de entrenamiento de Melwood en los días posteriores al encuentro.

Pero quizás lo que vincula a los dos hombres completamente es su forma de vivir el fútbol, de manera total. La nieta de Shankly reconocía hace poco que su abuelo antepuso el fútbol a su familia y, aunque Benítez aunque habla de sus hijas en los actos del club, da la impresión aquí en Inglaterra de que fuera del balompié el técnico madrileño no existe, no tiene más vida, que no hay Benítez si no es para estar relacionado con algún aspecto del fútbol.

Estos días se habla de que el Liverpool abandonará la casa que Shankly construyó, el estadio de Anfield, para pasar a un nuevo super estadio. Quizás, quién sabe, dentro de 25 años se hable del estadio del Liverpool que se construyó en la era Benítez y su estatua de bronce pulido se levante delante de las puertas para la admiración de futuras generaciones del Ejército Rojo.


Recomendación:

La cita de Benítez y Shankly

miércoles, septiembre 27, 2006

Los tópicos y las rotaciones

Empate en Bremen. Y gracias. El Barcelona dejó escapar anoche la posibilidad de prácticamente eliminar al Werder de la lucha por uno de los dos puestos clasificatorios del grupo de la Champions League.

La sensación que deja el partido es que el FCB no es tan superior al resto de los equipos como para dejar, en una plaza tan dificil como el Wesserstadium, en el banquillo a gente como Xavi o Messi. Rijkaard deberá andarse con cuidado y no hacer rotaciones aleatorias o sin necesidad. Si no, todos esos cambios dejarán de ser beneficiosos para el equipo, que a fin de cuentas es de lo que se trata. Mal empleado, este recurso se convierte en un tópico más fútbol.
En su primera liga, el holandés sólo pudo alinear un once fijo más Iniesta durante toda la temporada, y obtuvo el Campeonato y peleó de tú a tú con el Chelsea en Europa. Ejemplos como el de Puyol, declarando que él desea jugar todos los partidos, muestra lo que piensan algunos futbolistas sobre el tema.

Para colmo, el único jugador del FCB que parecía no verse afectado por las rotaciones, Etoo, ha quedado fuera de combate por una lesión de menisco. Estaba siendo su temporada, había cumplido el domingo ante el Valencia su partido 100 como barcelonista con la increíble cifra de 68 goles (menudo promedio, 0,68, por el cual se debería valorar a los delanteros más que por las cifras absolutas), y era firme candidato al Balón de Oro. Quizá su exhuberancia física le ha servido para que "sólo" sea menisco y no ligamentos...la pena es que se pierde seguro el durísimo mes de octubre que le espera al equipo, con partidos ante Ahtletic Bilbao, Sevilla, Real Madrid y Chelsea (dos). Finalmente parece que ha sido buena idea que Saviola no se haya marchado...

The Old Firm


El pasado fin de semana se disputó una edición más del Old Firm, el derby de Glasgow.

Todos los países tienen rasgos definitorios. A Escocia se le asocian varios símbolos: el whisky -que en muchos puntos del planeta se pide simplemente pronunciando su gentilicio-, el monstruo del Lago Ness, Braveheart y sus héroes con faldas... Pero, tópicos a un lado, otra característica distingue a esta nación británica: su dualidad.Cualquier observador atento encontrará ejemplos de la bipolaridad escocesa. La refinada capital, Edimburgo, se erige en némesis perfecta de la más populosa e industrial Glasgow. La austera soledad de las Highlands –tierras altas- presenta muy pocos rasgos en común con las regiones meridionales, más parecidas a las del norte de Inglaterra. La comunidad católica sufrió durante el siglo XIX y buena parte del XX un acoso permanente por parte de la mayoría presbiteriana y aún hoy pugna por una igualdad completa. La lengua gaélica se resiste a morir a manos del omnipresente idioma del vecino del sur. Y, en política, el laborismo de las grandes ciudades contrapesa el gusto por la tradición de las áreas rurales, al tiempo que la población divide su lealtad –en proporciones no muy desequilibradas- entre la Reina de Inglaterra y el viejo sueño de una patria libre.

Sobre los terrenos de juego, los dos rostros de Escocia encuentran su traducción literal en el enfrentamiento de la ciudad de Glasgow, el Celtic-Rangers. Ningún lugar del mundo se estremece tanto por hora y media de fútbol como las orillas del Clyde cuando el calendario señala la llegada de un nuevo derby. Esta urbe de casi un millón de habitantes constituye la capital balompédica del país. Desde 1985, todos los títulos de Liga se han celebrado en Ibrox o en Parkhead (el Aberdeen fue el último conjunto que rompió el duopolio en la campaña 1984-85). Glasgow late, pues, al ritmo que marcan las evoluciones de sus dos equipos. De acuerdo. Aceptemos que el fútbol lo inventaran los ingleses.
Pero fueron los escoceses quienes lo transformaron en un deporte capaz de atraer la atención de las masas al reformar la ley del fuera de juego, en un principio idéntica a la del rugby (ningún jugador podía situarse delante del balón). También escoceses fueron los pioneros del profesionalismo, futbolistas que ficharon por los poderososos clubs ingleses tras la I Guerra Mundial. Y en Escocia nacieron tres figuras míticas de los banquillos británicos: Sir Matt Busby (forjador del Manchester United de la década de los 50 y 60), Bill Shankly (cerebro del invencible Liverpool de los 70) y Sir Alex Ferguson, quien sigue batiendo marcas de longevidad al frente de los red devils. Así que a los escoceses les encanta el fútbol.

Pero el Celtic-Rangers va mucho más allá de eso. Como subraya el holandés Gio Van Bronckhorst (ex jugador ‘blue’), “Glasgow es una ciudad muy dividida. No es sólo un tema deportivo. [...] Es algo que afecta a la vida diaria”.
Para entenderlo, es preciso conocer el origen de ambos clubs y lo que representan en la actualidad.
El Glasgow Rangers nació en 1873 entre aficionados al remo, convirtiéndose rápidamente en el equipo preferido por los estibadores del puerto. 14 años después, el padre marista Walfrid Kerins diseñaba una institución que recaudara fondos en favor de un comedor infantil para inmigrantes irlandeses. No pudo dejar más patente su vocación de servicio a la comunidad gaélica: lo bautizó como Celtic Football Club. Protestantes vs. católicos. Desde su alumbramiento, el Celtic enarboló las esperanzas y el orgullo de la abundante colonia irlandesa, mayoritariamente católica. Algo más tarde, y como reacción a su cada vez más poderoso vecino verdiblanco, el Rangers se erigió en símbolo de la Escocia protestante. La rivalidad no tardó en brotar, espoleada por los enfrentamientos religiosos y políticos. Ambos conjuntos se ‘conocieron’ el 28 de mayo de 1888, en el partido que, además de la rivalidad, inauguraba la historia del Celtic: los bhoys batieron contundentemente al Rangers por 5-2. Dos décadas después se produjeron los primeros incidentes con un derby como telón de fondo. Las dos escuadras se toparon en la final de Copa de 1909, que finalizó igualada. Se convocó un encuentro de desempate para desnivelar la balanza. Más de 60.000 espectadores acudieron, una semana después, a Hampden Park: cuando la segunda final estaba a punto de finalizar de nuevo equilibrada, en las gradas se propagó el rumor de que las directivas habían acordado empatar para realizar un lucrativo tercer encuentro. Así que los seguidores bhoys y gers se unieron... para saltar al césped, quemar las taquillas y atacar a la policía. Resultado: la Copa de 1909 fue declarada desierta. Aquella final sirvió para bautizar los duelos entre Celtic y Rangers como los del Old Firm (la vieja empresa), reflejando la extendida opinión de que ambos conjuntos se benefician económicamente de la antipatía que se profesan.

Durante las primeras décadas de su existencia, el derby transcurrió por los cauces de una rivalidad deportiva encendida únicamente por la proximidad de los contendientes. Sin embargo, en una década, el escenario cambió radicalmente de decorado: en 1912, se instalaba en Glasgow Harland and Wolf, un astillero que tenía entre sus preceptos el no contratar a católicos. Aquella medida sacó a la luz el larvado enfrentamiento religioso escocés. Poco después, la situación política en Irlanda terminó de envenenar el ambiente del Old Firm: en 1921, el Estado Libre de Irlanda accedió a la independencia tras más de siete siglos de dominación británica. “Sin duda, aquel acontecimiento agravó el sectarismo de las aficiones”, concluye el periodista del Glasgow Herald, Keith Sinclair.

La época de entreguerras conoció agrias disputas entre los miembros de las dos confesiones, suavizadas tras la victoria aliada en la II Guerra Mundial. Pero al llegar la década de los 70, los odios de Irlanda del Norte cayeron en terreno abonado: el de una ciudad, Glasgow, asfixiada por la cruda recesión económica. El Rangers-Celtic adoptó maneras de selva sin reglas ni control. Las canciones entonadas por las hinchadas subieron de tono, incluyendo amenazas, vejaciones e insultos graves. Fue entonces cuando el derby de Glasgow se convirtió en lo que hoy sigue siendo: una válvula de escape para una sociedad dividida en dos bandos, y no sólo en lo futbolístico. De aquella época provienen las alusiones al IRA que realizan los seguidores del Celtic en sus lemas, mientras algunos sectores de Ibrox Park responden con la canción: “Estamos hundidos en sangre feniana [en alusión al Sinn Fein, partido nacionalista irlandés y rama política del IRA] hasta las rodillas, rendíos o moriréis”. Fútbol, política y religión constituyen los tres condimentos con los que se cuecen a fuego lento las fobias de Escocia. Muchos periodistas han calificado al Old Firm como el derby más caliente del mundo y, desde luego, la historia no escatima ejemplos que ilustren su opinión. Incluso luctuosos. En 1971, una avalancha en las gradas de Ibrox Park se saldó con 66 muertos, una de las mayores catástrofes deportivas de Gran Bretaña. No constituye el único mojón negativo en el camino de este derby: “El Celtic-Rangers más violento de los que recuerdo se produjo en 1980”, rememora Hugh Keevans, redactor del Daily Record. “La policía tuvo que intervenir montada a caballo. A consecuencia de aquella final, el Gobierno prohibió la venta de alcohol en los estadios escoceses”, evoca Keevans. Ciertamente, el odio se convierte en una sustancia inflamable cuando se mezcla con el alcohol. Por ello, desde hace una década, los cuatro Old Firm de liga -la Scottish Premiership tiene cuatro vueltas- se disputan durante los mediodías dominicales. “Se trata de evitar que el público acuda borracho”, revela el analista deportivo de la BBC Check Young.

Si existe una figura que haya sufrido por partida doble los vicios de esta rivalidad entre vecinos, ése es Maurice Johnston. De origen irlandés, el delantero católico pasó del Celtic al Nantes, hasta que en julio de 1989 la directiva del Rangers aprobó su fichaje. Con él se ponía fin a una política segregacionista en el club del león (sólo protestantes), que no sólo afectaba a los jugadores sino a todo el personal de la entidad (“aún hay aficionados que no lo aprueban”, revela Sinclair). Johnston vivió su particular infierno en Glasgow: acosado por unos -que lo rechazaron por su pasado y sus raíces- y otros -que lo acusaban de traidor-, decidió mudarse a Edimburgo cuando vio peligrar su integridad personal. Finalmente, optó por exiliarse en los Estados Unidos. En la actualidad dirige desde el banquillo a los MetroStars, pero renuncia a recordar su paso por Ibrox.El Gobierno autónomo ha tomado cartas en el asunto y desde 2003 trata de rebajar la tensión que preside cada duelo. Según el primer ministro escocés, Jack McConell, “la intolerancia es la vergüenza de este país”. Una frase que adquiere todo su sentido a la luz del escándalo Finlay. En mayo de 1999, el vicepresidente ‘blue’ Donald Finlay celebró con los jugadores la victoria en un Old Firm en un karaoke. Coincidió que un equipo del Daily Record estaba allí para grabar cómo entonaba canciones sectarias mientras alzaba, una tras otra, varias jarras de cerveza. Coincidió también que, aquella misma noche, aficionados exaltados del Rangers apalizaron a tres jóvenes católicos. Uno murió. Ambos sucesos terminaron con el prestigio de “uno de los tres o cuatro mejores abogados de Escocia” (en palabras de un periodista de la BBC). Un profesional respetado, con un nivel cultural alto y una sólida reputación, arrastrado por la vorágine de la discriminación.

La globalización ha invadido el mundo del fútbol. El marketing, los derechos de televisión, los jugadores de países exóticos... ni siquiera la posibilidad de trasladar a Celtic y Rangers a la más jugosa Premier League inglesa ha conseguido suavizar un ápice el carácter extremo de su hostilidad. De cualquier modo, los habitantes de Glasgow saben que el Old Firm es así, caliente, visceral. Los componentes que lo convierten en un duelo primario y racial suponen al mismo tiempo el origen de su fuerza y su atractivo. Un derby con dos caras, paradójicas y opuestas. El colegiado escocés Hugh Dallas, se expresaba así en 1999 tras recibir un monedazo en un derby por parte del público del Celtic: “Tengo amigos en el mundo del arbitraje, como Collina, a los que les encantaría dirigir un Old Firm. Yo no lo dudaría: si tuviera que elegir entre arbitrar a las mejores estrellas del continente en la Champions League o un derby de Glasgow... me quedaría con nuestra propia batalla de gigantes”.


Fuente: Revista Don Balón.

jueves, septiembre 21, 2006

La codicia de los comisionistas

La Asociación de Fútbol Inglesa (FA) presentó ayer el resultado de varias investigaciones entre los clubs de la Premier League acusados de pagos fraudulentos. Las imputaciones contra tres entrenadores y cuatro agentes de jugadores fueron presentadas el martes en la emisión de Panorama, el programa de investigación más importante de la BBC.
Bajo el título de Undercover: Football's Dirty Secrets (Infiltrados: los secretos sucios del fútbol), el reportaje, filmado con cámaras y micrófonos ocultos, recogía las declaraciones de dos agentes quienes acusaban a Sam Allardyce (en la foto, atendiendo a la prensa), mánager del Bolton Wanderers, de haber recibido comisiones en el traspaso de tres jugadores. Ese dinero negro, que en el argot futbolístico inglés se conoce como bungs, habría llegado a Allardyce a través de su hijo Craig, que como su agente también se dedica a este tipo de operaciones.

Otro de los salpicados en el presunto escándalo, el entrenador adjunto del Newcastle United, Kevin Bond, anunció ayer que demandará a la televisión pública. Bond fue filmado secretamente durante una conversación con el agente futbolístico Peter Harrison en la que parecía dispuesto a considerar los pagos de una agencia nueva, para la que supuestamente trabajaba Harrison.
Otro de los acusados es Harry Redknapp, mánager del Portsmouth, al que se le reprocha el haberse interesado por un jugador sin poner al corriente a su club de origen, una práctica que está prohibida.
Todos los acusados proclamaban ayer su absoluta inocencia mientras la Federación Inglesa (FA) advertía: "Si encontramos pruebas de corrupción, actuaremos en consecuencia". El Middlesbrough piensa pedir cuentas a Harrison después de haber descubierto cómo este le propuso al Chelsea y al Liverpool fichar a una de sus jóvenes estrellas, un futbolista de solo 15 años. El Bolton también ha anunciado que iniciará una investigación interna para estudiar los últimos traspasos llevados a cabo por Allardyce.

El programa de la BBC llega pocas semanas antes de que el jefe de la policía metropolitana, Lord Stevens, difunda los resultados de una investigación sobre presuntos sobornos futbolísticos. La publicación del documento está prevista para el 2 de octubre. El Gobierno, sin embargo, no ha esperado a pedir un cambio en el sistema actual de traspasos.
"Estas acusaciones dañan la integridad del fútbol y necesitan ser estudiadas detenidamente. Todo esto refuerza lo que he estado tratando de hacer para lograr una mayor regulación en el mundo del fútbol", declaró ayer el secretario de Estado para el Deporte, Richard Caborn.

Expuestos los hechos, y suponiendo que todo lo denunciado es cierto, contra lo que pueda parecer lo ocurrido es una buena noticia para el fútbol, sobre todo el inglés. La FA y la Premier League acaban de solicitar a la BBC todo el material de que dispongan para realizar una profunda investigación. Los clubes con empleados implicados también.
Mientras hoy en Italia dimitía el comisario de la federación Guido Rossi por considerar que "no se dan las condiciones para el saneamiento del Calcio" (qué se habrá encontrado el hombre), en Inglaterra la cosa va en serio. Evidentemente no es agradable ver a profesionales poniendo el cazo, pero sería muy bueno para el fútbol que de una vez por todas se acabara el tráfico de futbolistas propiciado por la avaricia de los mal llamados representantes o últimamente agentes FIFA. Son seres codiciosos, que, amparados en la desgana, ignorancia o estupidez de los futbolistas, los mueven a su antojo de club en club lo antes posible: cada traspaso, 10% de comisión legal para ellos, y a otra cosa. Podríamos recordar casos sonados como las salidas de Figo y Ronaldo del Barcelona (los representantes de ambos han terminado en la cárcel), o asombrarnos con fichajes absurdos de muchos jugadores a precios realmente desorbitados.

El mercado de traspasos necesita una regulación urgente, lo que debería ir acompañado de un mejor marco legal que no convierta los contratos en papel mojado a los pocos meses de firmarse y también unido al establecimiento de un tope salarial que atenuara los movimientos de futbolistas propiciados únicamente por la búsqueda de comisiones de sus agentes que a veces parecen sus amos y dueños. Si un jugador está feliz en un club y su condición de estrella le permite cobrar el máximo salarial, jamás se irá a otro equipo seguramente a otro país para cobrar lo mismo, e igual no necesite ni representante.

Por último, el tristemente célebre Moggigate y lo ocurrido esta semana en la Premier deberia hacernos reflexionar sobre nuestro fútbol. Tenemos un presidente de Federación más de veinte años en el cargo con directivos acusados de corrupción, una selección española que no funciona, una Liga que es incapaz ni de establecer unos horarios homogéneos, mucho menos contar con árbitros profesionales o con medidas de seguridad efectivas en los estadios. Nuestro fútbol ha conocido personajes como Caneda, Lopera, Sanz, los Gil y Cerezo, Gaspart, Minguella, Vekic...¿de verdad alguien cree que en España no hay comisiones ilegales por fichajes? Si se reconocen abiertamente las primas a terceros...por ganar, claro...¿qué no se hará en los traspasos? ¿Cómo se pagan esas comisiones, se registran contablemente?

Por suerte y para tranquilidad de muchos aquí no existe la BBC y Mercedes Milá no sabe de fútbol.



 
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