Ilusión y fe. Éstos eran los dos sentimientos más perceptibles en la fría mañana barcelonesa entre los cientos de aficionados azulgranas que nos disponiamos a embarcar rumbo a Londres desde El Prat este pasado miércoles. Todos estábamos convencidos de que no podría repetirse la historia del año pasado. Por la diferencia horaria le ganamos sesenta minutos al reloj y, tras meternos un poco más si cabe en el partido leyendo la prensa, aterrizamos en Gatwick sobre las 11 hora local. Tras hacer acopio de un puñado de libras, nos trasladamos al centro de Londres, sesenta kilómetros en autobús.
Nos informan de que a las 17 horas será el traslado hacia el campo, desde Hyde Park, tiempo libre hasta entonces. Aprovechamos para hacer turismo. Hace frío y a ratos cae una ligera llovizna, pero no nos importa. Te encuentras barcelonistas casi a cada paso. Sabíamos que ya casi es tradición una reunión de las penyes y aficionados culés en Trafalgar Square, y hacia allí nos dirigimos. Por esperado no deja de ser emocionante. Varios centenares de aficionados tiñen con los colores del Barça y de Catalunya la plaza, presidida por el obelisco al Almirante Nelson. Cerquita de allí, Picadilly Circus. Un Times Square neoyorquino con la mayor concentración de anuncios de neón de la ciudad, iniciando la entrada al barrio del Soho, con su multitud de teatros, restaurantes y pubs. Una pinta de guinness despierta el apetito y renueva los ánimos. Londres no parece tan animosa como Dublin, pero su encanto es innegable. Tras unos minutos de descanso nos dicen que estamos al lado del Big Ben y de Buckingham Palace, no podemos dejar de acercarnos a fotografiarlos. La hora de la salida hacia el estadio del Chelsea se aproxima, pero algunos rebeldes no queremos meternos ya en un autobús, y avisamos a los guías de que iremos por nuestra cuenta, adquiriendo eso sí el compromiso de que a las 19 horas en punto nos vemos en la entrada asignada del campo para acceder todos juntos. Desde Leicester Square empieza Fulham Road, la calle de Standford Bridge, y nos apetece recorrerla a pie.
Nos informan de que a las 17 horas será el traslado hacia el campo, desde Hyde Park, tiempo libre hasta entonces. Aprovechamos para hacer turismo. Hace frío y a ratos cae una ligera llovizna, pero no nos importa. Te encuentras barcelonistas casi a cada paso. Sabíamos que ya casi es tradición una reunión de las penyes y aficionados culés en Trafalgar Square, y hacia allí nos dirigimos. Por esperado no deja de ser emocionante. Varios centenares de aficionados tiñen con los colores del Barça y de Catalunya la plaza, presidida por el obelisco al Almirante Nelson. Cerquita de allí, Picadilly Circus. Un Times Square neoyorquino con la mayor concentración de anuncios de neón de la ciudad, iniciando la entrada al barrio del Soho, con su multitud de teatros, restaurantes y pubs. Una pinta de guinness despierta el apetito y renueva los ánimos. Londres no parece tan animosa como Dublin, pero su encanto es innegable. Tras unos minutos de descanso nos dicen que estamos al lado del Big Ben y de Buckingham Palace, no podemos dejar de acercarnos a fotografiarlos. La hora de la salida hacia el estadio del Chelsea se aproxima, pero algunos rebeldes no queremos meternos ya en un autobús, y avisamos a los guías de que iremos por nuestra cuenta, adquiriendo eso sí el compromiso de que a las 19 horas en punto nos vemos en la entrada asignada del campo para acceder todos juntos. Desde Leicester Square empieza Fulham Road, la calle de Standford Bridge, y nos apetece recorrerla a pie.
Fulham parece un barrio entrañable y muy orgulloso: muchos comercios, bibliotecas y todo tipo de edificios dedicados al sector de los servicios llevan el nombre de la zona. Las calles, repletas de casitas viejas y tradicionales, son encantadoras. Sólo llevo unas horas aquí pero sé que podría acostumbrarme...Media hora andando o, mejor dicho, disfrutando, y ya estamos cerca. Paramos para comer. En Churchill Arm´s. En Kengsington Church Street. Típico pub decorado con cientos de objetos y recuerdos relacionados con Winston Churchill. Aparte de las típicas fish and chips, con sorprenden con algún plato de comida tailandesa. Estamos a gusto y desconectamos un rato del fútbol.
De tanto oír aquello de que se puede ir de Stamford Bridge a Craven Cottage andando, decidimos hacer la travesía. Craven Cottage es el estadio de otro de los muchos equipos de fútbol sitos en Londres, el Fulham Ahtletic, cuya propietaria es la familia Al Fayed. Tardamos unos veinte minutos. Dos estadios tan cercanos geográficamente pero tan lejanos en su esencia. El del Chelsea es el edificio más moderno y lujoso del distrito. Sus paredes sugieren riqueza y glamour, aunque los colores de la fachada sorprenden un poco. El estadio se inauguró en 1877 y resiste bien el tiempo. Muy acorde con la imagen que proyecta el club de Abrahamovic. En cambio, los aledaños del campo del Fulham despiertan un aire mucho más romántico. Situado al final de un parque precioso en el que los niños juegan a fútbol y las parejas pasean a orillas del Támesis, Craven Cottage representa el fútbol inglés más tradicional. Sus paredes antiguas son una reliquia, con aquella terraza que da nombre al estadio y que constituye probablemente la grada más particular de la Premier. La tienda del estadio estaba cerrada y no había nadie más visitando el campo. Me fui con un convencimiento: creo que si hubiese nacido en Fulham, sería mucho más cottager que blue.
La hora ha llegado. Aprovechamos los últimos minutos para entrar en el Megastore del Chelsea; tiene dos plantas y se puede comprar cualquier tipo de objeto: de caramelos a cd's musicales con las canciones favoritas de cada jugador. Un vistazo y salimos para entrar en el estadio. La policia va indicando a todo aquel vestido o identificado como barcelonista por donde entrar. Corre el rumor de que Mourinho quiso que nos situaran en un fondo y abajo, detrás de una portería. No importa, el estadio es pequeño, aunque aún está casi vacío. Por suerte accedemos justo por la mitad, y mientras nos llevan hacia nuestra zona podemos recorrerlo casi entero a tres metros del césped. Efectivamente, no existe tal cosa. El terreno es una mezcla de arena y barro, indigno de la Liga de Campeones, pero no importa, nada nos va a estropear el partido. Al rato sale Etoo y nos saluda ya en el fondo..luego nos dijeron que por allí andaba su mujer y su hijo, pero no les vimos. En pocos minutos nuestros oídos nos avisan de que el campo ya no está vacío. En apenas media hora se ha llenado y los hinchas locales calientan sus pulmones...hasta los siguientes cien minutos. Todo lo que se cuente del ambiente en un campo de fútbol británico de queda corto. Espectacular. Stamford Bridge es pequeño y ellos consiguen que encoja para el rival aún más.
Por fin comienza el match. Los primeros minutos son extraños. Delante nuestro Víctor calienta para no enfriarse. Sabe que tarde o temprano llegarán. Ambos equipos se tienen mucho respeto y el sucedáneo de césped no permite grandes riesgos...hasta que aparece el 30 de los azulgranas disfrazados de amarillo chillón. No es otra cosa que un niño, imberbe y aspecto de adolescente.
Sin embargo, cuando recibe el balón es otra cosa. Los jugadores del Chelsea se olvidan de Ronaldinho y van a por él. Del Horno le lanza una patada perversa con los tacos en la rodilla que el árbitro ignora. Cualquier otro se hubiera arrugado, a fin de cuentas eran otros quienes debían llevar el peso del equipo. Pero no fue así. Minutos más tarde vuelve a arrancar por la banda derecha. De nuevo Del Horno le lanza la patada, sin el éxito esperado. Robben le gana la carrera pero se confía. El pibe la recupera y Del Horno, harto y desquiciado, olvida el balón y le arrolla...expulsión del vizcaíno, ganada a pulso. Llegamos al descanso y las perspectivas son buenas. El Barça debe ser ambicioso y buscar un gol. Ha jugado mejor y tiene un jugador más. Mourinho ya apostaba en las previas por un 0-0, esperando seguro algún error o algún balón parado para ganar por la mínima. Sin embargo, la salida de Drogba y la calidad de Robben suponen un buen inicio del Chelsea en la segunda parte. Lampard lanza una falta lateral y entre Motta y Valdés hacen el 1-0. Inevitable recordar el pasado. Sin embargo fue lo que necesitaba el Barça. No podía ir con 1-0 a la vuelta, sería un suicidio. Rijkaard mete a Larsson y el efecto es inmediato. En otra falta lateral, ésta sacada por Ronaldinho, el gran John Terry en su intento por despejar roza el balón con la coronilla. 1-1. El fondo culé estalla. El equipo es ambicioso y durante veinte minutos borda el fútbol. Messi se inventa un remate increíble...al larguero. Terry arrolla a Messi en el área, penalty...no pitado. Las emociones son contradictorias. El Barça está bailando al Chelsea en su campo pero no marca. Nos acordamos del palo de Iniesta del año pasado antes del definitivo 4-2 que nos eliminó...pero en el fondo sabemos que dos veces no va a pasar. Este FCB ya no es el club perdedor y victimista de hace treinta años. El Chelsea se estira y por una vez somos nosotros quienes contragolpeamos. Larsson cede a Márquez, éste pone un gran centro con la zurda y Etoo machaca el gol. Delirio. Samuel quiere celebrarlo con nosotros pero los stewars no le dejan. Da igual. Olés coreamos a cada toque, ¡hasta parece que ahora el césped está mejor! Es un tópico, pero la venganza está servida. Me acuerdo de algunos amigos, barcelonistas y no, que se alegraron del sorteo y que estaban convencidos de que el Barça se clasificaría..
Sin embargo, cuando recibe el balón es otra cosa. Los jugadores del Chelsea se olvidan de Ronaldinho y van a por él. Del Horno le lanza una patada perversa con los tacos en la rodilla que el árbitro ignora. Cualquier otro se hubiera arrugado, a fin de cuentas eran otros quienes debían llevar el peso del equipo. Pero no fue así. Minutos más tarde vuelve a arrancar por la banda derecha. De nuevo Del Horno le lanza la patada, sin el éxito esperado. Robben le gana la carrera pero se confía. El pibe la recupera y Del Horno, harto y desquiciado, olvida el balón y le arrolla...expulsión del vizcaíno, ganada a pulso. Llegamos al descanso y las perspectivas son buenas. El Barça debe ser ambicioso y buscar un gol. Ha jugado mejor y tiene un jugador más. Mourinho ya apostaba en las previas por un 0-0, esperando seguro algún error o algún balón parado para ganar por la mínima. Sin embargo, la salida de Drogba y la calidad de Robben suponen un buen inicio del Chelsea en la segunda parte. Lampard lanza una falta lateral y entre Motta y Valdés hacen el 1-0. Inevitable recordar el pasado. Sin embargo fue lo que necesitaba el Barça. No podía ir con 1-0 a la vuelta, sería un suicidio. Rijkaard mete a Larsson y el efecto es inmediato. En otra falta lateral, ésta sacada por Ronaldinho, el gran John Terry en su intento por despejar roza el balón con la coronilla. 1-1. El fondo culé estalla. El equipo es ambicioso y durante veinte minutos borda el fútbol. Messi se inventa un remate increíble...al larguero. Terry arrolla a Messi en el área, penalty...no pitado. Las emociones son contradictorias. El Barça está bailando al Chelsea en su campo pero no marca. Nos acordamos del palo de Iniesta del año pasado antes del definitivo 4-2 que nos eliminó...pero en el fondo sabemos que dos veces no va a pasar. Este FCB ya no es el club perdedor y victimista de hace treinta años. El Chelsea se estira y por una vez somos nosotros quienes contragolpeamos. Larsson cede a Márquez, éste pone un gran centro con la zurda y Etoo machaca el gol. Delirio. Samuel quiere celebrarlo con nosotros pero los stewars no le dejan. Da igual. Olés coreamos a cada toque, ¡hasta parece que ahora el césped está mejor! Es un tópico, pero la venganza está servida. Me acuerdo de algunos amigos, barcelonistas y no, que se alegraron del sorteo y que estaban convencidos de que el Barça se clasificaría..
Se acabó. Sabemos que tenemos que esperar a que se vacíe el campo para salir, pero no importa. Nos vamos relajando, contemplando el estadio vacío y conquistado.
En el aeropuerto coincidimos con los jugadores, casi todos con sus ipod´s y sus móviles pero sonriendo y saludando a nuestros aplausos.
Luego nos enteramos de que Mourinho, entrenador brillante pero siempre por detrás del personaje que se ha construido, soberbio en la victoria y patético en la derrota, había dicho en rueda de prensa que lo de Messi era "teatro del bueno". Efectivamente, Messi pareció recitar a Shakespeare mientras su equipo interpretó un burdo folletín.
Dedicado a Sergio Torres
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