miércoles, junio 28, 2006

España o cómo ahogarse en la orilla

Otra vez, como cada dos años si lo que se juega es la Eurocopa o cada cuatro si es un Mundial, la selección española de fútbol volvió a perder a las primeras de cambio, en esta ocasión ante la Francia de Zidane.

El equipo ha ido de más a menos desde el debut ante Ucrania (4-0). Como en este país no tenemos término medio, esa victoria ya daba pie a pensar en que podíamos ganar el Mundial.
El entorno de la selección, medios de comunicación quiero decir, ha estado como nunca a favor de la hazaña. En cuatro años hemos pasado de ver con dificultad los partidos de España y poco más por tv, a horas y horas de información ininterrumpida con dos cadenas de reciente aparición, Cuatro y la Sexta, peleando por el pastel de las audiencias y la publicidad. Tampoco ha funcionado.

Este año no había dudas respecto al entrenador; pese a que la actuación de Aragonés no mejora a Camacho ni a Clemente, el apoyo que ha recibido ha sido incondicional. Se ha equivocado en los cambios partido tras partido, y ha dado tumbos en cuanto a cómo quería jugar, pero su labor no ha sido cuestionada. Los jugadores convocados no son esta vez objeto de debate. Todos estábamos de acuerdo en un noventa por ciento en los convocados. Buena mezcla de juventud y veteranía, creíamos. Empezamos con goleada y se dispara la euforia. No es tan difícil ver que en ese partido los goles vienen de un penalty inexistente y de dos goles afortunados a balón parado. Contra Túnez el nivel baja ya de manera considerable, hasta el punto de que se coquetea con no ganar el partido. Y los suplentes se las vieron y desearon para marcarle un gol a Arabia Saudí.
Llega el partido ante Francia y al diario Marca no se le ocurre otra cosa que titular "Vamos a jubilar a Zidane". Ayer el 10 de Francia reconocía su cabreo por esa portada, lo que a efectos deportivos supone un extra de motivación en su juego. Adjunto varias de las portadas de este periódico, el más vendido de España, no lo olvidemos, que se descalifican por sí mismas.

España, en el primer partido serio que afrontaba en la Copa del Mundo, exhibió una notable fragilidad defensiva (en muchisimas jugadas Francia superó de manera sencilla una línea de cuatro que nunca fue tal) y en ataque Fabian Barthez no tuvo que intervenir con las manos ni una sola vez en noventa minutos. Aragonés se equivocó poniendo a Raúl y se precipitó con los cambios. A España le faltó juego, sin más. Como le falta siempre. No creo que valga el tópico de que los jugadores españoles no saben competir. Que le pregunten a los jugadores del Arsenal si Cesc (¡cómo lloraba al final del partido!) sabe competir o no. Yo garantizo que Xavi, Puyol e Iniesta saben competir, lo han demostrado este año sobre todo los dos últimos. Los madridistas saben que Salgado, Casillas, Ramos o Raúl saben competir. Y así hasta los 23 seleccionados. El problema es el de siempre. Falta juego, falta estilo. Cada dos años se cambia. Y se observa sobre todo en las fases de clasificación. En los grupos que dan acceso a las grandes competiciones, durante año y medio, ante rivales no muy difíciles, el problema permanente es que España juega mal, y no olvidemos que venimos de dos repescas consecutivas. No ganarle a Macedonia o a Eslovenia no es problema de competitividad, sino de falta de calidad global como equipo. Pero siempre se buscan excusas o enemigos invisibles que impiden una verdadera autocrítica.

No obstante, las perspectivas deben ser optimistas. Hay gente joven que querrá desquitarse de esta derrota, pero en mi opinión la juventud en el campo ha de acompañarse también con juventud en el banquillo. Aragonés, con su verborrea habitual, ha vociferado estos días que si España no llegaba a semifinales dejaría el cargo. Que no dé marcha atrás ahora como apuntaba ayer y que lo cumpla. La selección merece otra cosa, otra persona con mejores modales y más acorde a los tiempos actuales.

Aparte del análisis exclusivamente futbolístico, también quería comentar otros aspectos relacionados con la actuación española en el Mundial.
Desde que comenzó el torneo llevo recopilando artículos y momentos de radio que llevan a varias reflexiones.
En muchos medios se está diciendo que esta vez ha sido la competición en la que "la selección ha unido más que nunca a todo un país". Desde luego. De manera absolutamente inducida. Como bien dice Enric Banyeres, ha existido un montaje en torno a la selección española, cortejada obscenamente por dos cadenas de televisión que han convocado a esta orgía de fútbol lo que no era sino una guerra de intereses. Y con un trasfondo de manipulación sentimental, porque tras la movilización de adhesión a un equipo, había el deseo inconfesado de vertebrar un país alrededor de un balón.
Ante el el inminente peligro de desmembración de la Patria gritado desde muchos foros, tenemos a la selección. Tengo el titular principal de la portada de El Mundo del pasado 15: "La goleada de la selección dispara las expresiones de patriotismo en España". Y de subtítulo: "El PSOE esgrime la España plural y el PP habla del legítimo orgullo de la nación más antigua de Europa”. Me parece una broma ridícula que haya quienes digan que hablando de estas cosas estamos politizando el deporte. Tanto la valoración de la importancia de la noticia como el contenido de la portada periodística que acabo de citar –hay muchas más– demuestran más que de sobra que el campeonato de fútbol de Alemania ha sido utilizado políticamente desde el primer momento por los defensores de la España eterna e indisoluble para hacer caja política. A nadie puede extrañar, y espero que se respete, que otros nos opongamos a ello. Ejemplos como el de Míchel "Si algunos no disfrutan con la selección mejor, más para nosotros", el de ayer de Poli Rincón "El que no sienta este himno que se muera" o varios más escuchados estos días no sé muy bien qué son, pero desde luego lo que no son comentarios de deporte. Son intolerantes y muestran un enorme desprecio por el que piensa diferente.



martes, junio 27, 2006

Una pena para el fútbol

Así resumía el seleccionador holandés, Marco Van Basten, lo ocurrido ayer en el partido Holanda - Portugal de octavos de final del Mundial: "Es una pena para el fútbol, una pena. Cada minuto, una falta. Los portugueses llenaron el campo de trampas. Tardaban mucho en levantarse. Perdían tiempo... La gente acabó desquiciada". Lo decía con serenidad y elegancia pese a la derrota. Conserva el perfil juvenil a sus 41 años. Los brazos bronceados sin un solo pelo. La afición oranje le había saludado con una gran ovación antes del partido. Es un técnico querido. Al menos, hasta anoche.

Van Basten tenía sobre todo quejas para el capitán portugués, Figo, a quien acusó de teatralidad en la expulsión de Boulahrouz: "Nuestro defensa le tocó ligeramente, pero no era suficiente para que se cayera así".
El seleccionador holandés insistió en que su equipo había jugado bien en la primera parte, pero no tuvo continuidad en la segunda por las triquiñuelas de los lusos.

Un impecable resumen del partido, el del maestro Martí Perarnau en su blog:

"Dieciséis tarjetas, cuatro expulsados y sobre todo la sensación de pelea entre bandas callejeras. Jugadores con escaso cerebro y exceso de testosterona. Futbolistas de mucho talento y ninguna deportividad. Si quieren bronca y bofetadas, que se vayan de los estadios, que se reúnan en una esquina oscura, que se partan las piernas a gusto. Pero que no presuman de futbolistas, de deportistas. Que digan que prefieren las trampas, los golpes bajos, el teatro y la mentira, los piscinazos y el mamporro.
Holanda y Portugal poseen demasiada historia, demasiado talento a sus espaldas como para haber protagonizado una de las páginas más tristes de la historia de los Mundiales. Tangana digna de aquellos lejanos amistosos de verano. El partido de la vergüenza. Demasiado necio elevado a la categoría de mediático. El antifútbol".

domingo, junio 25, 2006

La fe de Wayne Rooney














Ha llegado al Mundial muy justito de forma, por una fractura en el pie que se produjo en el último partido de la Premier League entre su equipo, el Manchester United, frente al Chelsea. Se ha recuperado en apenas seis semanas, pero el orgullo que emana de Wayne Rooney, 21 años, cada vez que se pone la camiseta inglesa le ha llevado a jugar ya hoy, en la victoria ante Ecuador que les clasifica para cuartos de final, los noventa minutos del partido bajo un asfixiante calor en el estadio de Sttugart.

Cerca del minuto setenta, ha protagonizado un feroz sprint buscando un saque de su portero hacia el córner rival, ha controlado el balón, se ha deshecho con un caño de su marcador y ha dejado un balón perfecto que su compañero Gerrard ha enviado a las nubes.

Muy significativo. Rooney siente a Inglaterra como cualquier hooligan, pero bajo ese aspecto de boxeador se esconde un gran jugador de fútbol. Es rápido, potente, razonablemente hábil, nada egoísta y conoce el juego. Es la gran esperanza, junto a las llegadas de los centrocampistas, para que Inglaterra juegue una final de la Copa del Mundo cuarenta años más tarde. Incluso Eriksson ya apuesta por ello, dejando a Crouch en el banquillo y poniendo a un centrocampista más, el fino Carrick, que libere y permita los remates de Gerrard y Lampard. Ambos tuvieron opciones de marcar ante Ecuador. Fallaron, pero remataron. Aún sin brillantez, creo que England ha encontrado su camino, guiados por la luz de Rooney.

México y la eterna falta de gol

La selección de México se despidió anoche del Mundial sin haber jugado peor (de hecho, jugando significativamente mejor) que los dos últimos equipos que la han derrotado: Portugal que le arrebató el liderato del grupo previo y Argentina que la facturó a casa.

El equipo de Lavolpe practica un juego dinámico, incisivo, ocupa bien los espacios y llega de manera frecuente al área rival. Sin embargo, aprovecha quizá una de cada ocho ocasiones de gol que crea; así no se puede ganar a Argentina.

La historia del fútbol, y más de los Mundiales por la característica de campeonato rápido de k.o. que tiene la Copa del Mundo, está repleta de equipos que han desarrollado un buen juego pero que no han avanzado muchas eliminatorias por el hecho de no disponer de especialistas que depositaran, aunque fuera con el trasero, la pelota en la red rival.
Valga este apunte como recordatorio para todos esos equipos que se despiden del Mundial con orgullo, sin renunciar a su estilo, y que merecen no ser olvidados sin más. En este caso concreto, es para México.

jueves, junio 22, 2006

Italia más de lo mismo, pero candidata

En el día en que Juve, Milan, Lazio y Fiorentina han sido formalmente acusados de fraude deportivo, la selección azzurra ha conseguido su clasificación para octavos de final como primera de grupo ante la República Checa.

Lo cierto es que los dos equipos empezaron el partido con un sólo delantero. Chequia, que necesitaba ganar, limitadísima por las lesiones, sobre todo de Jan Koller. Italia sin embargo, fue fiel a sí misma y, sabiendo que le bastaba el empate al menos para clasificarse como segunda de grupo, compareció con Gilardino sólo en la punta. Se supone que debía acompañarle unos metros por detrás Francesco Totti, pero el capitán romanista, bien por la fractura de peroné que le ha traído corto de preparación al Mundial, bien porque su rendimiento con la selección nunca ha estado a la altura de las expectativas. El caso es que Italia actuó con su cicatería habitual. Se fue lesionado Nesta en los primeros minutos tras un par de patadas intimidatorias y entró el defensa quizá más violento de Europa, Materazzi. Cosas de la vida, falta lateral y golazo de cabeza del central del Inter. Poco más hizo Italia en la primera parte, y poco más en la segunda, sólo aprovechar un par de contras con la desesperada defensa checa. En una de ellas, Inzaghi, junto con otro compañero, los dos contra el portero, consiguió marcar pese a las dudas que su habilidad despertó en todo el estadio. 2-0 e Italia, como tantas y tantas veces, primera de grupo y a la siguiente ronda.

Además, en este caso, las perspectivas son, a priori, bastante favorables para que Italia, sin hacer nada extraordinario, se presenten en semifinales. Puede cruzarse con Australia y Suiza. Y una vez allí quien sabe.
Quizá si Lippi, como otros seleccionadores que han pasado por ese banquillo, no fueran tan comodones y arriesgaran un poco más, y la prensa y tiffosi no fueran tan complacientes históricamente, aceptando como bueno el juego de una selección que con los jugadores que tiene podría exhibir muchísimo más, Italia dependería de algo más que el azar o un rebote de Pippo Inzaghi para poder ser, de nuevo, Campeona del Mundo.

miércoles, junio 21, 2006

Patria y selección, por Santiago Segurola

Por su interés, y debido a las tentaciones de muchos, reproducimos este interesante texto de Santiago Segurola.

España celebró con entusiasmo la victoria de la selección en Leipzig. El mérito corresponde a los jugadores y al entrenador que les dirige. Sin duda, son conscientes de lo que representan. Saben que defienden su categoría como jugadores y, por extensión, el prestigio del fútbol español. También saben que sobre ellos se proyecta una simbología que traspasa claramente la frontera deportiva. Representan a su país en la competición más importante del fútbol. La Copa del Mundo significa un retorno a lo concreto, a la identidad nacional en los tiempos globales, a la pretensión de sentirse diferentes detrás de una bandera y su equipo. Es inevitable la transferencia patriótica de cada país a su selección. Si el fútbol es un depósito de sentimientos, el orgullo nacional no puede quedar al margen. Otra cosa son los excesos y los oportunismos. Bastante peso soportan los jugadores como para añadirles una carga desastrosa: su identificación con una idea política de España. La que sea.

El sectarismo y los excesos son males habituales en España. En los últimos tiempos, más. Cualquier coartada sirve para obtener beneficios partidistas. Valen menos las ideas que la demagogia. Vale casi todo lo que huela a oportunismo. España ganó un partido de fútbol, nada más y nada menos. No es fácil en un Mundial. La gente se sintió feliz y orgullosa. A la satisfacción de la victoria se añadió el ejemplar comportamiento de los aficionados en Leipzig. Ni un solo incidente, ninguna provocación, ninguna grosería. En un ámbito como el del fútbol, donde los episodios de intolerancia y violencia son frecuentes, el civismo de la hinchada española merece resaltarse. Lo que no tiene un pase son las lecturas torcidas de la victoria. Ganó la selección española, pero no venció ningún tipo de país. Si acaso triunfó un equipo que tiene un rasgo diferente a la mayoría de los demás. Su propuesta, que remite sustancialmente al modelo que ha impuesto el Barça durante los últimos años, conviene inscribirla en el territorio futbolístico. Un paso más allá comienza la tentación manipuladora. La selección es patrimonio de todos. Tampoco nadie tiene la bandera del patriotismo. Convertir a la selección en un instrumento sectario va más allá del error. Es una señal de manipulación y falta de escrúpulos. Desde su origen, el fútbol español responde en muchos aspectos a las peculiaridades de la nación. Se trata de un fútbol decididamente tribal que se ha visto mejor representado por sus clubes que por la selección. Las pequeñas o grandes singularidades de sus equipos más potentes han alimentado, en muchas ocasiones, rasgos sectarios. Pero también es cierto que el fútbol ha sido un elemento de cohesión y convivencia.

En el inconsciente de los ciudadanos, la Liga tiene un papel vertebrador en un país con problemas de concordia. Desde 1929, equipos de todos los rincones de España compiten lealmente por el título nacional. La misma lealtad que los jugadores de los clubes han demostrado en la selección.
Cuando se habla de los mitos del fútbol español hay que referirse a Pichichi, Belauste, Lángara, Zarra, Gainza, Iribar o Zubizarreta -el jugador que más partidos ha vestido la camiseta nacional-. Todos, vascos. Marcelino y Amancio eran gallegos. Hierro, andaluz. Butragueño, Michel y Raúl, madrileños. Ramallets, Samitier y Guardiola, catalanes del Barça. No nos preguntamos cuáles eran sus ideas. Sabemos que defendieron al fútbol español con honor, como lo hicieron ayer Senna y Pernía, brasileño y argentino de nacimiento, emigrantes por decirlo de alguna manera. Eso es el fútbol español y su selección. No conviene reducirla a una cosa simplona y oportunista. No conviene hacer guerras banderizas con el equipo de todos. De los jugadores y de los ciudadanos. No de los demagogos y los ventajistas.

martes, junio 20, 2006

Los riesgos de Zidane















No se discutirá en este blog la grandeza como futbolista de Zinedine Zidane. Aparte de cantidad de detalles, sus dos mejores momentos, los dos goles a Brasil y su Campeonato del Mundo y la volea al Bayer Leverkusen en la final europea de Glasgow forman ya parte de la historia de este deporte.

Sin embargo, también existen matices sobre el jugador francés que merecen comentarios en este momento. La decisión de anunciar su retirada profesional antes de jugar el Mundial le ha acarreado una presión extra innecesaria. Francia, tras la Copa del Mundo de 1998 y la Eurocopa 2000, viene de fracasar en las grandes competiciones de selecciones de 2002 y 2004. Una selección envejecida pero con notable exigencia. En mi opinión a Zidane le alcanza para ser llevando el 10 de los bleus. Pero sabiendo que se retira al final de este campeonato le obliga a mucho, y eso se está notando. No tenía necesidad de anunciarlo tan pronto, pese a su mala temporada en el Madrid. Quizá pensaba que Francia iba a jugar mejor. Las constantes discusiones en el césped de Zizou con sus viejos compañeros de batallas como Thuram o Viera indican que la cosa no funciona en ese vestuario, y él se siente obligado a hacerlo todo. Además, esa ansiedad también desemboca en otro riesgo que a lo largo de su carrera Zidane tampoco ha gestionado bien, las patadas feas. De todos los grandes de la historia reciente, es triste pero hay que reconocer que el francés ha sido el de peor comportamiento en el césped. Nunca fue capaz de controlar su temperamento igual que hacía con el balón. Ya en el Mundial de Francia se perdió dos partidos por un pisotón a un rival, y sin ir más lejos ayer deja otra entrada ante un jugador coreano que le impide jugar el tercer partido de la fase de grupos y que le supone el riesgo de haber finalizado su carrera sustituido, con su equipo contra las cuerdas y tirando el brazalete de capitán.
Si Francia no gana a Togo no volveremos a ver a Zidane en un partido oficial del fútbol. Mal final sería.

viernes, junio 16, 2006

Argentina se apunta al "passing game"















Veinticinco toques de balón consecutivos, durante más de un minuto, para que Esteban Cambiasso culminara para Argentina ante Serbia el mejor gol de lo que llevamos de Copa del Mundo.

Un ejemplo de lo que debe ser el fútbol combinativo, tocar primero para distraer al rival y luego para atacarle con velocidad. Por sus jugadores, Argentina reúne todo eso. Tiene futbolistas que tocan rápido y con seguridad, como Cambiasso y Mascherano. Después, Riquelme envuelve la pelota en su ritmo y en su calidad para que las balas que tienen como mediapuntas definan. Saviola, Maxi Rodríguez y los por fin aparecidos Apache Tévez y Leo Messi interpretan ese juego como nadie. Y por si hay que cazar un gol como sea, por ahí andará Crespo. Atrás, pocos equipos pueden presumir de contar con defensas de la seguridad de Ayala o Heinze.

Argentina tiene plantilla con una gran adaptación. Pueden jugar llevando la iniciativa del juego o la contra. Y eso, en un torneo de siete partidos como máximo, tiene un gran valor.

En el primer partido ante Costa de Marfil, Pékerman pareció un poco miedoso, tanto en los cambios como en lo que trasnmitió a sus futbolistas. Si Argentina apuesta sin dudas por este estilo, tenemos el primer candidato serio al título.

El mediocampo de Inglaterra no mezcla


Duras críticas de la prensa inglesa hoy a su selección pese a estar ya clasificada para los octavos de final del Mundial. La casi agónica victoria ante la modesta Trinidad y Tobago, unida al mal partido inaugural ante Paraguay, ha desatado la desazón de la implacable prensa británica.


Los dos aspectos más discutidos son el mediocampo y la excesiva dependencia de Peter Crouch.
Un equipo que puede presumir de un cuarteto de centrocampistas como Gerrard, Beckham, Cole y Lampard no debería sufrir estos debates. Individualmente son cracks, pero los cuatro juntos parece que no mezclan bien. Lampard y Gerrard son llegadores demoledores, pero en la selección no tienen a nadie por detrás y les cuesta llegar al área; el capitán del Liverpool es el encargado de actuar más o menos por delante de los centrales y eso limita sus mejores virtudes, Beckham en muchos momentos parece lateral derecho por exigencias de Eriksson, y sólo Joe Cole muestra algo de habilidad para el juego en corto y en profundidad. Estas limitaciones desembocan en un abuso del juego en largo hacia el poste Crouch, quien pese a su altura, tampoco domina excesivamente ese aspecto. Poca creatividad y frustración.

Quizá una opción para Eriksson sería poner a Heargraves o el prometedor Michael Carrick por delante de la defensa, liberar así a sus llegadores, y prescindir de uno de los defensas o de un delantero. Con Lampard y Gerrard llegando permanentemente en segunda línea al borde del área con los balones de Beckham a lo mejor no necesitan dos delanteros más o menos estáticos.

Es de esperar que, ante rivales que quieran jugar un poco más abiertos y no acumulen nueve jugadores delante del portero como Paraguay y Trinidad, Inglaterra mejore y no tenga que manejar tanto balón. Además, Wayne Rooney está de vuelta. Aún en baja forma física, el genio de Old Trafford parece poder aportar mucho más que el alicaído Michael Owen.

jueves, junio 15, 2006

¿Realmente ha cambiado España de estilo?















Gran debut de la Roja en el Mundial. El mejor de la historia. Despojado aparentemente de todas las dudas de la fase de clasificación, y liderada por Xavi Hernández, elegido mpv del partido, despachó a Ucrania con facilidad.

Aragonés finalmente apostó por un mediocampo de toque, incluído Senna que pese a ser considerado un jugador defensivo no deja de tener el gen futbolístico brasileño, y por la velocidad y la juventud arriba en ataque.
La titularidad de Xabi Alonso en lugar de Albelda y la de Luis García por Raúl, y más ante el presuntamente rival más difícil del grupo, es desde luego una valiente declaración de intenciones.

Si el para algunos prometedor debut de la Italia de Lippi se ha asociado a la influencia del Milan de Pirlo como el inicio del cambio, es indudable que en España ayer se notó el éxito reciente del Barcelona. En jugadores (de los 23, 6 jugadores son criados en la Masía) pero sobre todo en el sistema de juego y en el estilo. La presencia de Xavi, pese a su terrible lesión de ligamentos de esta temporada y a su probable falta de fondo físico, ya marca la manera de jugar de un equipo. Lo condiciona positivamente. España, sin el dramatismo de otras veces, dominó el partido y ganó bien, con la naturalidad que tantas veces se añora en esta selección.

Ahora bien, ¿son justificadas portadas como la Marca hoy? No caigamos en viejos errores. Pese al buen partido de España, hizo dos goles a balón parado y otro con un penalty inexistente, y sus mejores minutos llegaron con Ucrania jugando con diez hombres.

España debería mantener esta forma de jugar y avanzar partido a partido, sin falsas euforias. Debe confiar y resaltar su mejor talento, el de sus centrocampistas, y demostrar que Luis Aragonés no sólo ha rejuvenecido la convocatoria de la selección si no también el equipo, que no es lo mismo, y sobre todo el estilo caduco de la furia que tanto ha obstaculizado la evolución de este equipo.

miércoles, junio 14, 2006

Demasiadas expectativas















Debutó por fin Brasil en el Mundial, con ambiente de carnaval y de Copacabana en las gradas del estadio de Berlín, pero se dejó el jogo bonito en el vestuario, tras rezar a la orden de Cafú el Padre Nuestro de cada día.

La canarinha decepcionó. Por caprichos del calendario, Brasil compareció en el Campeonato cinco días más tarde de su inicio, y pese a que ya hemos podido ver a Alemania, Chequia, Argentina, Holanda, Inglaterra e Italia, eso son muchos días. Se anhelaba ver jugar a un equipo con Ze Roberto, Kaká, Ronaldinho, Adriano y Ronaldo. Un equipo de tal magnitud que su entrenador, Parreira, se pudo permitir el lujo de anunciar la alineación casi dos meses antes del partido. Sin embargo esta vez la realidad no superó a la ficción, ni siquiera se acercó. Sólo un disparo con la zurda de Kaká repleto de calidad técnica y precisión pudo con los croatas, que en la globalidad del partido mereció mejor suerte.

No apareció el juego ofensivo, la samba. Adriano y Ronaldo justificaron sus respectivas tristes temporadas en Inter y Real Madrid. Cierto que no tuvieron ni muchos balones ni oportunidades de rematar a gol, pero tampoco las buscaron. Parecieron, sobre todo el madridista, fuera de forma y superados por la exigencia que supone el debut en una Copa del Mundo de una selección pentacampeona. En el caso de Ronaldo, con toda su experienca, es difícil de creer, pero así fue. De hecho, acabó sustituido por Robinho en la segunda mitad.
Respecto a los otros dos vértices del llamado cuadrado mágico de Parreira, Kaká dejó su gol y los mejores detalles de la noche, y Ronaldinho, desde la banda izquierda, fue depositario por parte de sus compañeros de todo el peso del juego de ataque. El Gaúcho desde luego lo intentó, reiteradamente, participó y no se escondió nunca, pero fue sometido hasta a marcajes triples por parte de los abnegados croatas y no tuvo su día más inspirado.
Lo mejor de Brasil, el trabajo de los centrales, Lucio y Juan. Desde luego mala señal para el equipo. Tuvieron mucho trabajo y se emplearon a fondo, sin recibir apenas ayuda de su mediocampo.

Como bien dice mi amigo Ángel Méndez (al que dicho sea de paso seguimos esperando por este blog), el Mundial acaba de comenzar pero no será un paseo amarillo.




lunes, junio 12, 2006

Robben, el último extremo















Cada cuatro años, durante el Mundial correspondiente, se puede apreciar la evolución del fútbol con respecto al anterior. Quizá una de las cosas que declinan en esa evolución es una de las claves de este deporte: el uno contra uno. Jugadores que, con la pelota pegada al pie, encaren y eliminen rivales por habilidad o velocidad buscando ventajas numéricas para su equipo. El mejor ejemplo de esta cualidad siempre ha sido representada por el extremo. Desde Garrincha, siempre ha existido ese tipo de jugador rápido, vertical, habilidoso, individualista, genial. Siempre pegado a la cal de la líneas de banda del césped. Paradigmas de esta especie, Gento, Ressembrink, Keegan, Giggs, Ginola, Lentini, Figo u Overmars por citar sólo algunos.

Sin embargo, el auge de los mal llamados carrileros ha arrinconado la figura del extremo puro hasta un nivel casi residual. No en Holanda. No en la escuela del Ajax, inasequible al desaliento y positivamente dogmática en su irrenunciable 4-3-3, con dos jugadores pegados a las bandas. Arjen Robben pertenece a la cantera del PSV Eindhoven, donde debutó para la élite futbolística, pero siente el fútbol igual que en Amsterdam. Mourinho se enamoró de él y, adelantándose al Barcelona, le fichó y le llevó a Londres. Ésta recién terminada no ha sido su mejor temporada, varias lesiones incluidas, pero da la sensación de que en la selección orange se siente en su salsa. Ante Serbia fué sin duda el hombre del partido. Se mostró imparable, valiente para encarar a los duros defensas serbios e incluso muy implicado con el partido, tratando de animar en cada córner a la ya de por sí efervescente y siempre fiel afición naranja. Pese a su incipiente alopecia, Robben sólo tiene 22 años, pero lleva sobre sus espaldas las esperanzas de su seleccionador Van Basten y el saber que su juego supone casi casi el último reducto de una especie en extinción: el extremo.

domingo, junio 11, 2006

Eriksson echa el freno a Inglaterra

Bien haría el seleccionador inglés, Sven Goran Eriksson, en ver el dvd del partido que ayer, al igual que Inglaterra, jugó en el Mundial la selección de su país natal, Suecia. Los escandinavos, pese a no ganar el partido ante Trinidad y Tobago, mostraron todas las virtudes del denominado estilo británico, en lo que al fútbol se refiere. Juego rápido, directo, con balones cruzados y máximo número de llegadas al área. Finalmente ni Larsson, Ibrahimovic ni Ljunberg fueron capaces de marcar, pese a las casi decenas de oportunidades que tuvieron, pero el ritmo sueco fue altísimo durante casi todo el partido.


Sin embargo, la selección matriz, la verdadera Inglaterra, jugó ante Paraguay con el freno de mano echado. Se encontraron con el autogol de Gamarra en los primeros minutos, y a vivir. Muchos supporters están convencidos de que su equipo estaría más a gusto, les haría más felices y tendrían más posibilidades de ganar el Mundial cuarenta años más tarde si England jugara como los equipos de Islas, y como lo hizo Suecia. A eso se le uniría la calidad técnica superior de sus jugadores para formar la combinación perfecta. Muchos de esos seguidores (y periodistas) creen que una mayor intensidad, velocidad e incluso tensión emocional en el juego beneficia a gente con tanta llegada como Gerrard, Lampard, Cole o Bechkam. El de la grada trasladado al césped. Come on guys. Para decepción de todos ellos, Eriksson ha convertido a un purasangre de hipódromo de Liverpool en un percherón que sólo trota. Quizá la solución sería jugar con un mediocentro definido por delante de los cuatro defensas que libere a los centrocampistas llegadores y éstos puedan mostrar su mejor versión mientras llega el esperado Rooney. Si no, a este ritmo cansino, Inglaterra, al igual que en la Eurocopa 2004, caerá eliminada pronto y lo que es peor y más doloroso, no siendo fiel ni a su estilo ni a la gran generación de jugadores que disfruta actualmente.

El otro foco de discusión en Inglaterra es Peter Crouch. A continuación os dejo dos visiones de este tema y del partido en general (quizá sorprendentemente distintas), de Santiago Segurola y de Pep Guardiola.

Referencias:

El vicio inglés

Todos iguales

sábado, junio 10, 2006

Alemania muestra su pegada


Nunca será Alemania el equipo que mejor juegue al fútbol. Nunca lo fué. Durante los últimos años tampoco ha sido ese equipo casado con la eficacia y con la victoria, haciendo honor a la genial frase de Gary Lineker pronunciada hace más de veinte años: "El fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania". Desde la victoria germana en el Mundial de 1990, sólo en el pasado campeonato de Corea y Japón se asomaron por la élite. En el resto de grandes citas, decepciones y polémicas.

Sin embargo, este año juegan en casa, y eso obliga, y más cuando tu ídolo Franz Beckenbauer preside el comité organizador, y más aún cuando en el último Mundial jugado en casa (en 1974) el equipo salió campeón. Por eso, hoy, en el siempre difícil y atenazante partido inaugural, el anfitrión ejerció como tal. Cierto es que, el rival, Costa Rica, no será ni de lejos el más duro que se encontrarán los bávaros, pero la victoria 4-2 de Alemania invita a su gente al optimismo. Superada la polémica de la suplencia de Oliver Kahn, con los problemas físicos de Ballack y la personalidad a veces equívoca de su seleccionador Jurgen Klinsmann (parece más joven y delgado en el banquillo casi que cuando jugaba), los tricampeones mundiales se presentaron en el espectacular Allianz Arena de Munich con valentía, con la defensa casi en el círculo central, y con todos los viejos valores del fútbol alemán: empuje, tiros lejanos y pegada. Cinco llegadas, cuatro goles, con su delantero centro, Klose en este caso, definiendo eficazmente, llegadas de los laterales (golazo de Lahm) y un puñado de centrocampistas que mezclan frescura y juventud con trabajo infatigable propio e implícito para todo aquel que se pone esa camiseta: Borowski, Frings o Schweinsteiger. Los próximos partidos servirán para saber si el estilo alegre del Werder Bremen ha calado en la selección o si aún Alemania no ha encontrado los sucesores de las generaciones de 1974 y la más reciente de Matthaus, Kohler, Hassler, Brehme, Voller o el propio Klinsmann.

viernes, junio 09, 2006

El peso de la camiseta

A todos nos gustaría saber quiénes son los favoritos, pero no podemos porque desconocemos cómo están las selecciones y sus futbolistas y, sobre todo, cómo vienen jugando.

Suponemos muchas cosas; sabemos pocas. Hay algo, sin embargo, que no es una suposición, sino una certeza, y se la llama el peso de la camiseta. Ponerse la de Brasil, la del organizador, la italiana, la de Maradona, obliga. Obliga a ganar. Por su historia; por sus antepasados. El asunto es llevar o no una de esas zamarras. Así de simple. La que obliga aquí es la del Barça; la del Madrid. Así de simple. Por Pelé y Garrincha: por lo bien que jugó y lloró el equipo del 82; por la sonrisa de Ronaldinho y los goles de Ronaldo, en la tierra y, por si hay vida, en todos los planetas, nadie le niega la Copa a Brasil. A Alemania e Italia, tampoco porque también han ganado mucho. Una es la anfitriona y siempre se ha dicho que “al fútbol... gana Alemania”. Y ya se sabe también que cuando Italia compite con problemas como ahora (Moggi, los árbitros...) es mucho más equipo que sin ellos. (¡Tengo muchas ganas de verte Luca Toni!).

Después está Argentina. En el país de Maradona, la gente —hombres y mujeres— nacen con la camiseta puesta y no se la sacan jamás. ¡Cómo se puede querer tanto a la casaca azul y blanca! Aunque no van de campeones, si se cuenta a los que se alinean a partir de Riquelme, son muchos y buenos.

Y luego están los demás con Francia e Inglaterra al mando. La francesa es una selección ciclotímica: necesita empezar bien, sentirse segura y fuerte en la defensa. Si lo consigue y, además, Henry y Trezeguet conectan y las enchufan, cuidado. Me falta Paul Scholes —le echaré de menos—, pero en todo el Mundial no hay centrocampistas como los ingleses. Una duda: si en su Liga el entusiasmo y su come on guys puede a la táctica—con permiso de Wenger, Benítez y Mourinho—, ¿qué camino elegirá Eriksson?: Que estén organizados o desorganizados?
A veces, desorganizarse ayuda.

Me apetece mucho ver a México porque estuve allí y le ví jugar. No hay nadie en el mundo hoy día que saque el balón tan bien jugado desde atrás. Nadie. Así que juegan bien; a veces, muy bien. Pero no sé si son fuertes cuando el juego se decide en las áreas. Me entristece que a veces, proponiendo tanto, recojan poco.

Interesan Portugal y Holanda por su alegría y por jugar bien. Portugal, por su talento; Holanda, porque la siento mucho. Juegan como a uno le enseñaron.

También quiero ver quién es el guapo que le hace una ocasión, una, a Paraguay o quién es capaz de romper el dinamismo japonés.

Espero que los demás me sorprendan; ahora sé poco o nada de ellos. A menudo, creyendo saber te equivocas; mejor esperar. Y personalmente me gustaría que se dieran algunas cosas. Aunque parezca ridículo, pediría a Blatter que ordenara regar todos los campos. Algunos futbolistas pueden hacer lo que hace Ronaldinho, pero sólo él puede hacerlo a
esa velocidad; mojen los campos y todos pareceran más veloces. Digo veloces, no ronaldinhos.

También me gustaría que a Brasil le atacaran. Sé que és difícil, porque son muy buenos y la camiseta pesa mucho; y Pelé pesa. Pero estaría bien que alguien les atacarapor donde vive Ronaldo, por donde vive Ronaldinho. Y aguardar a ver qué pasa. Me gustaría que, antes del minuto 10, en todos los partidos alguien marcara un gol. Y me gustaría que desde el minuto 1, en
todos los partidos, uno de los dos equipos saliera al campo atacando; aunque sólo sea para que el contraataque siga existiendo. Ya se sabe que, si no hay nadie que ataque, no hay contraataque.
Me gustaría que los equipos tuvieran miedo cuando los rivales les atacasen; siempre ha sido así. Pero que no lo tuvieran cuando son ellos los que atacan; por si la pierden, por si les contraatacan: ahora es así. Me gustaría que los grandes hicieran de grandes y estaría bien que los pequeños quisieran ser grandes. Pero, si no es posible, porque es muy difícil, al menos que los
grandes sigan haciendo de grandes. Y acabo con una sola cosa de España. Me gustaría que contra España los equipos atacaran mucho. Lo escribo pensando que soy Torres y Villa.

Feliz Mundial.

Pep Guardiola - Suplemento El País

domingo, junio 04, 2006

Amor por el juego


¿Por qué nos enamoramos del fútbol? ¿Qué pasa? En un nivel profundo, la razón por la cual este deporte nos atrapa es que el buen fútbol es bello, y difícil, y ambas cosas están relacionadas. Un equipo haciendo circular el balón, enviando un pase a un espacio vacío que de pronto se llena con un jugador que dos segundos antes no estaba allí y que ahora corre a toda máquina, y que sin mirar ni alterar su ritmo envía el balón a un tercer jugador a quien seguramente no ha podido ver y que, a su vez, también a toda velocidad y sin alterar el ritmo de su carrera, impulsa el balón a más de 90 kilómetros por hora a la cabeza de un cuarto jugador que ha corrido 70 metros para esar allí y que, también sin alterar su ritmo, salta y cabecea con una fuerza y una precisión increíbles hacia una esquina de la portería, que es exactamente donde el portero, tras ejecutar algún complejo cálculo de física sin intervención del pensamiento consciente y por puro reflejo, lo está esperando, para que después toda esa gracia, esa velocidad, esa fuerza muscular, esa forma física y esa precisión no aparezcan en ningún acta y caigan en el olvidoal día siguiente. Esa es la extraña fragilidad, la evanescencia del fútbol. Es difícil de describir y aún más de practicar, pero sin duda tiene una belleza profunda, una belleza difícil de contar con palabras y que todo el mundo que ve un partido descubre por sí mismo. Esa es la razón por la que el fútbol, que tiene tanta fealdad a su alrededor, sigue llegándonos tan adentro: porque es, porque puede ser, tan bello.

Ningún país intenta con tantas ganas y tanta perseverancia como Brasil jugar un fútbol bonito. Es algo ideológico. Por eso son tan queridos los jugadores brasileños. No en América del Sur, desde luego, donde tienen la categoría de superpotencia deportiva, sino prácticamente en todo el resto del mundo. De hecho, la selección brasileña de fútbol, la canarinha, es un ejemplo único de equipo fuerte que despierta la simpatía de todos. Los aficionados al deporte en general y al fútbol en particular suelen detestar a los más fuertes. Pero la selección de Brasil, la única que ha ganado cinco Copas del Mundo y la única que lo ha hecho fuera de su continente, es muy querida. Así, en este Mundial que nos llega en apenas cinco días, muchos aficionados son seguidores de dos selecciones nacionales: la suya y Brasil. Es el único favorito que además es el favorito.
 
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