El sectarismo y los excesos son males habituales en España. En los últimos tiempos, más. Cualquier coartada sirve para obtener beneficios partidistas. Valen menos las ideas que la demagogia. Vale casi todo lo que huela a oportunismo. España ganó un partido de fútbol, nada más y nada menos. No es fácil en un Mundial. La gente se sintió feliz y orgullosa. A la satisfacción de la victoria se añadió el ejemplar comportamiento de los aficionados en Leipzig. Ni un solo incidente, ninguna provocación, ninguna grosería. En un ámbito como el del fútbol, donde los episodios de intolerancia y violencia son frecuentes, el civismo de la hinchada española merece resaltarse. Lo que no tiene un pase son las lecturas torcidas de la victoria. Ganó la selección española, pero no venció ningún tipo de país. Si acaso triunfó un equipo que tiene un rasgo diferente a la mayoría de los demás. Su propuesta, que remite sustancialmente al modelo que ha impuesto el Barça durante los últimos años, conviene inscribirla en el territorio futbolístico. Un paso más allá comienza la tentación manipuladora. La selección es patrimonio de todos. Tampoco nadie tiene la bandera del patriotismo. Convertir a la selección en un instrumento sectario va más allá del error. Es una señal de manipulación y falta de escrúpulos. Desde su origen, el fútbol español responde en muchos aspectos a las peculiaridades de la nación. Se trata de un fútbol decididamente tribal que se ha visto mejor representado por sus clubes que por la selección. Las pequeñas o grandes singularidades de sus equipos más potentes han alimentado, en muchas ocasiones, rasgos sectarios. Pero también es cierto que el fútbol ha sido un elemento de cohesión y convivencia.
En el inconsciente de los ciudadanos, la Liga tiene un papel vertebrador en un país con problemas de concordia. Desde 1929, equipos de todos los rincones de España compiten lealmente por el título nacional. La misma lealtad que los jugadores de los clubes han demostrado en la selección. Cuando se habla de los mitos del fútbol español hay que referirse a Pichichi, Belauste, Lángara, Zarra, Gainza, Iribar o Zubizarreta -el jugador que más partidos ha vestido la camiseta nacional-. Todos, vascos. Marcelino y Amancio eran gallegos. Hierro, andaluz. Butragueño, Michel y Raúl, madrileños. Ramallets, Samitier y Guardiola, catalanes del Barça. No nos preguntamos cuáles eran sus ideas. Sabemos que defendieron al fútbol español con honor, como lo hicieron ayer Senna y Pernía, brasileño y argentino de nacimiento, emigrantes por decirlo de alguna manera. Eso es el fútbol español y su selección. No conviene reducirla a una cosa simplona y oportunista. No conviene hacer guerras banderizas con el equipo de todos. De los jugadores y de los ciudadanos. No de los demagogos y los ventajistas.
En el inconsciente de los ciudadanos, la Liga tiene un papel vertebrador en un país con problemas de concordia. Desde 1929, equipos de todos los rincones de España compiten lealmente por el título nacional. La misma lealtad que los jugadores de los clubes han demostrado en la selección. Cuando se habla de los mitos del fútbol español hay que referirse a Pichichi, Belauste, Lángara, Zarra, Gainza, Iribar o Zubizarreta -el jugador que más partidos ha vestido la camiseta nacional-. Todos, vascos. Marcelino y Amancio eran gallegos. Hierro, andaluz. Butragueño, Michel y Raúl, madrileños. Ramallets, Samitier y Guardiola, catalanes del Barça. No nos preguntamos cuáles eran sus ideas. Sabemos que defendieron al fútbol español con honor, como lo hicieron ayer Senna y Pernía, brasileño y argentino de nacimiento, emigrantes por decirlo de alguna manera. Eso es el fútbol español y su selección. No conviene reducirla a una cosa simplona y oportunista. No conviene hacer guerras banderizas con el equipo de todos. De los jugadores y de los ciudadanos. No de los demagogos y los ventajistas.
1 comentarios:
los clubs españoles son integradores de lo de afuera. Así que concuerdo con que hay que ser cauteloso al alabar a "la españa", pues hay que respetar que el éxito de sus clubes, en este caso del Barcelona se debe en gran parte a sus integrantes extranjeros.
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