
A unas horas de la disputa de un nuevo clásico entre Real Madrid y Barça, gracias a Diarios de Fútbol y a El País disfrutamos recordando un artículo de Javier Marías, que a su vez evocaba a su amigo Manuel Vázquez Montalbán. Se cumple el tercer aniversario de la muerte del escritor catalán, y él y Marías nos mostraban antes de cada derby cómo puede ser una rivalidad bien entendida.
Diarios de Fútbol
Estos días se cumple el tercer aniversario de la muerte de Manuel Vázquez Montalbán. Escritor poliédrico, que tan pronto se introducía de la mano de su inolvidable Pepe Carvalho en los bajos fondos del Raval como escribía un estupendo panfleto sobre el bacalao o diseccionaba sin piedad las entrañas de los Borgia, fue en particular conocido en el ámbito futbolístico por ser quizá la persona que mejor entendió y asumió la esencia del barcelonismo, y supo explicarlo. Ahí están sus cientos de artículos sobre el particular, su libro “Fútbol, una religión en busca de un Dios”, o sus míticos duelos dialécticos con Javier Marías en las páginas de El País en vísperas de los clásicos.
Evocando estos últimos, y con los dos grandes ya velando armas para el combate de mañana, recuperamos el homenaje que el madridista, emocionado, tributó a su rival y amigo. Y es que, para los que hemos crecido con los libros de Manolo, un Madrid-Barça no es lo mismo sin él.
“En persona estuvimos juntos sólo una vez, hace ya muchos años. El mismo chófer nos recogía en el aeropuerto de Asturias (él llegaba de Barcelona; yo, de Madrid) para trasladarnos a Verines a una reunión de escritores. Nada más subir al coche sacó un auricular y se lo colocó en un oído. “Es para seguir el fútbol”, fue toda su explicación. Debía de ser un miércoles y se disputaban partidos de Copa, poco importantes aún. “Ah, ¿y cómo va el Madrid?”, aproveché para averiguar. “Pierde 1-0 con el Sporting”. Me fue imposible no preguntarme si le caía mal. No tenía motivos para pensarlo, aunque tampoco -desde luego- que le cayera bien, y de hecho no puedo evitar preguntarme ahora si le habría hecho la menor gracia que yo escribiera nada sobre él en un día como hoy, en contra de lo que ha creído El Paí. Futbolero como soy, respeté su casi total mudez de hora y pico de viaje, no me empeñé en darle conversación. Al fin y al cabo, pensé, yo haría lo mismo, seguir los partidos si tuviera valor. Así que aquel trayecto transcurrió en un silencio que, sin embargo, no me fue embarazoso. Y quise creer que quizá mal no le caía, a la postre, cuando al cabo de un buen rato me dirigió la palabra de nuevo para comunicarme algo que a él no le alegraría, pero a mí sí. “Ha empatado el Madrid”, me dijo.
Muchas veces coincidimos, en cambio, en las páginas deportivas de este periódico, y además, formando pareja de contrarios. Él, como representante literario o incluso “ideológico” del Barça; yo, del Madrid, cada vez que nuestros respectivos equipos se enfrentaban a muerte. Creo que en la última ocasión falté yo a la cita, y ahora sé que en las próximas quien faltará seguro será él. Hoy somos muchos los escritores que nos atrevemos a hablar de fútbol sin temer nuestro desprestigio por ello, pero no cabe duda de que Vázquez Montalbán fue el gran pionero y el más audaz, así como el primero en señalar lo que luego tantos hemos repetido: que así como uno cambia de gustos, de pareja, de convicciones, de ideas y aun de ideologías, de lo que nunca cambia es de equipo favorito de fútbol. Curioso que las lealtades mayores sean las que parecen menores. O no tanto: supongo que él sabía, desde su fuerte conciencia política, la importancia que algo tan desdeñado como el fútbol puede tener en la cotidianidad de las personas que poco tienen. Sabía que si tu equipo gana, los problemas reales no desaparecen ni se padecen menos las injusticias. Pero también que si tu equipo pierde, los problemas se aparecen más graves e irresolubles al día siguiente y uno se resiente más de las injusticias. Conocía y aceptaba la dimensión simbólica, y aun supersticiosa, porque ayuda a ir de día en día.
Fue a menudo un culé desesperado, ante la ineptitud de los dirigentes o el mal juego del Barça. Pero, pese a sus ocasionales amenazas de dejar de seguir al equipo, o hacerlo sólo de lejos, imagino que sabía que eso no es nunca posible del todo. Como también sabía que el rival más acérrimo, en su caso el Real Madrid, es tan necesario como el aire, en el juego como en la vida, para temerlo, envidiarlo, odiarlo, admirarlo y derrotarlo. Hoy yo sé que perder a un antagonista entristece tanto como perder a un aliado. Quizá más. Me alegro de que Manuel Vázquez Montalbán viera al menos una vez a su equipo campeón de Europa. Y la próxima vez que eso suceda, estoy seguro de que me acordaré de él y pensaré lo que también pienso y digo ahora en su honor: Visca el Barça.
Artículo de Javier Marías publicado en El País el día 19 de Octubre de 2003.