domingo, noviembre 26, 2006

La huella de Pep Guardiola

La semana pasada se confirmó una noticia que prácticamente ya era un hecho pero que no por ello deja de merecer un modesto post como este: Pep Guardiola, a sus 35 años, se retira del fútbol como jugador.

Si Johan Cruyff revolucionó el fútbol y convirtió al FC Barcelona es un equipo ganador pero, sobre todo, en un equipo estimulante y orgulloso de serlo, es justo reconocer que lo hizo de la mano de Pep. El holandés llega al club en el verano de 1988, y de inmediato modificó toda la estructura deportiva. Desde el primer equipo hasta el último alevín, a jugar con un 3-4-3. En ese sistema, basado en la posesión del balón, en la construcción del juego mediante apoyos en rombo y salida por las bandas, uno de los vértices fundamentales era el '4', el mediocentro que, desde una posición por delante de la defensa, era el encargado de sacar la pelota jugada con sencillez y claridad. En sus primeras dos temporadas, Cruyff confió en Luis Milla y en Guillermo Amor, ambos productos de La Masía pero curiosamente no catalanes (aragonés y valenciano respectivamente). Pronto Milla empezó a tener problemas con el club por la renovación de su contrato y Cruyff, responsable también de la política salarial de los jugadores, prescindió progresivamente de él y fichó por el Real Madrid.

Mientras tanto, en el filial, en el por entonces llamado Barcelona Atlético que jugaba en segunda división A, un chaval de Santpedor de 18 años ya era el objeto de la atención de los técnicos y de la curiosidad de los aficionados. Era muy delgado, y no tenía ni mucha fuerza, ni velocidad, ni juego de cabeza. Eso sí, tenía una virtud esencial en el fútbol: comprendía el juego, antes de recibir el balón ya sabía a quien se lo iba a enviar con la fuerza y velocidad adecuadas, y además tenía carácter para mandar sobre la cancha y dirigir a sus compañeros. Cuando era un crío, Pep pasó las tardes de los domingos como recogepelotas en el Camp Nou, y se enamoró del juego de Bernd Schuster y del coraje de Víctor Muñoz. También pudo admirar y rendirse ante la Juventus de aquella época que mantuvo duelos encarnizados con aquel Barça de Terry Venables, dirigida por su gran ídolo, Michel Platini. Lo tenía claro, él quería jugar justo ahí.

Cruyff ya le había elegido, por eso no le importó no ceder a las exigencias económicas de Milla (que fuera del Barcelona no volvió a jugar a un nivel de élite) y reubicar a Amor como interior.

Comenzó a alternar el filial con el primer equipo. Debutó en diciembre de 1990 ante el Cádiz y, tras unas semanas, Cruyff, en una de sus ejemplarizantes decisiones ante los futbolistas, le dijo que le exigía más, que no estaba contento, que ese fin de semana lo degradaba al filial a jugar contra el Sabadell y que tenía que marcar un gol; el equipo ganó 4-0 y Guardiola hizo un golazo casi desde el centro del campo del Miniestadi. Jamás volvió a jugar en el B.

Su impacto en el equipo fue inmediato. Con un desparpajo insultante, y digiriendo bien las cosas de Cruyff como por ejemplo tener que marcar a Butragueño en el Bernabéu (octubre de 1991, declarando tras el partido que no le había impresionado mucho el ambiente), en poco tiempo todo el juego de aquel Barcelona lleno de estrellas giraba a su son. A la gent blaugrana le hechizó su juego y por otro lado disfrutaba viendo a ese jugador, de casa, las caras, los gestos, el brillo en los ojos, notando lo que ese chaval disfrutaba al poder jugar con esa camiseta. Se notaba.

Campeón de Europa en Wembley con apenas 21 años, en pocos meses se había ganado el respeto por su calidad de gente como Koeman, Laudrup, Bakero, Stoichkov, Zubizarreta...y Cruyff. Evidentemente jugar rodeado de estos cracks fue inmejorable para su desarrollo como futbolista; le arroparon, sí, pero él también les hizo mejores con sus pases. Cuatro Ligas, la Copa de Europa y decenas de grandes partidos llevan en buena medida la marca de Pep.

En la tempestuosa primavera de 1996 Cruyff abandona el Barcelona, su amigo hasta entonces Charly Rexach ocupa el banquillo hasta el final de temporada. Con el club convulso, en muchos partidos Pep parece ya el segundo de Rexach, el entrenador en el campo. Como anécdota, en el último partido de esa Liga en el Camp Nou ante el Celta (el día en que la grada despidió a Jordi Cruyff con una de las mayores ovaciones que se recuerdan), Guardiola marcó un gol de falta y corrió al banquillo a agradecer a Rexach la indicación de cómo tenía que tirarla...

Pep jamás renunció al estilo de juego que aprendió con Cruyff. Cuando llegaron Robson y Mourinho, fue leal con ellos, pero nunca olvidó sus orígenes. Dotó a a quel equipo, que jugaba con un doble pivote formado por él mismo y Gica Popescu, del gusto, por ejemplo, de abrir el campo con extremos...por aquella época nació su amistad con Luis Figo. Robson le dio la capitanía al rumano, pero todo el mundo sabía quien era el jefe de ese equipo. Sin los Bakero, Koeman y cía, Guardiola se convirtió en símbolo absoluto del barcelonismo. Su catalanismo y sus inquietudes culturales agrandaron aún más esa imagen.

Pese a que seguramente no cumplió las expectativas que generó su llegada, con el fichaje de Louis Van Gaal Pep volvió a ilusionarse con una idea de fútbol, la del Ajax de toda la vida. Con el tiempo confesó que no se fue de Barcelona en 1996 por la llegada de su admirado Van Gaal, creador de un Ajax que en 1995 elevó al juego del fútbol a unas dimensiones difícilmente mejorables.
Otras dos Ligas conquistadas. Lástima de varias lesiones de isquiotibiales que en esas temporadas le impidieron jugar todo lo que hubiera deseado. Eso sí, el capitán del FC Barcelona en el Centenari del club no fue otro que Pep Guardiola, senyera al brazo izquierdo. Como él soñó.

En 2001, cansado de llevar sobre sus hombros el peso del club y molesto tras no recibir una oferta de renovación acorde a su trayectoria, Guardiola, en una rueda de prensa en solitario, sin ninguna compañia institucional, anuncia con tristeza que abandona el club de su vida tras más de quince años. Se declaró orgulloso de su pertenencia al club desde 1984, y aseguró haber disfrutado todos y cada uno de los días, "por encima de las victorias o las derrotas".
Su último partido fue una semifinal copera en el Camp Nou. Nunca quiso homenajes ni aplausos, sus compañeros Sergi, Luis Enrique y Cocu casi tuvieron que obligarle para poderle sacar a hombros del campo. Con el estadio vacío ya por la noche ese mismo día, sí que pudieron verse imagénes de Pep paseando y mirando con una incipiente nostalgia su estadio, su casa, vacía y silenciosa.

A partir de ese momento comenzaba la búsqueda de una decisión, difícil e ilusionante a la vez: ¿dónde jugaría Pep tras salir del Barça? Obviamente no en España.
Se habló de muchas ofertas, pero Guardiola sólo quería jugar en un equipo: la Juventus de en tiempos su admirado Michel Platini.
En la prensa se dijo aquellos días que el interés de la Vecchia Signora por Pep era recíproco, pero no llegó a concretarse. Pep esperó y esperó y se encontró en octubre sin equipo. Entonces recibió la llamada de un modesto del calcio, el Brescia, entrenado por Carlo Mazzone, venerable técnico con extrovertido carácter y gusto por el buen fútbol. Guardiola quería conocer el fútbol italiano y era su oportunidad. Debido a su buena campaña con este club la Roma decidió ficharlo, aunque no jugó demasiado debido a que Fabio Capello no contó con él. Luego, volvió a Brescia donde fue eje del equipo, junto con Roberto Baggio, y pieza fundamental para que el Brescia no perdiese la categoría. Después de un partido contra el Piacenza, el 21 de noviembre de 2001, dio positivo en un test de nandrolona, motivo por el cual fue castigado con cuatro meses de suspensión por dopaje, una multa de 2.000 euros y sentenciado a 7 meses de prisión. A pesar de no tener que cumplir finalmente con la pena de prisión, Guardiola y su abogado intentaron demostrar la inocencia del jugador. Entre las pruebas aportadas figuraron informes elaborados por expertos como Jordi Segura que explicaban que el cuerpo de Guardiola producía más nandrolona de lo normal. Aún así, la Fiscalía Italiana no le dio la razón al jugador, a pesar de contar tan sólo con la prueba del laboratorio de Roma y contando con la presencia de un juez honorario, en lugar de un juez de carrera, hecho muy raro en sentencias de prisión. El caso sigue en los tribunales y Guardiola insiste en que no parará hasta que sea reconocida su inocencia.

En 2003 fue contratado por el Al Ahly, de la liga de Qatar. Sus dos años allí le sirvieron para conocer otra cultura, compartir el torneo con Gabriel Batistuta, Claudio Caniggia y Fernando Hierro y ser elegido mejor jugador extranjero en su primer año.
Tras la aventura asiática, inició el curso de entrenador en España. Cuando parecía que dejaría el fútbol, y tras rechazar ofertas de Manchester City y Wigan, fichó en diciembre de 2005 por el Dorados de Sinaloa, club mexicano entrenado por su amigo Juanma Lillo.
Posteriormente, volvió a Madrid a finalizar su curso de entrenador. Desde julio de 2006 es oficialmente entrenador de fútbol. Recientemente, al respecto de su futuro como entrenador, ha declarado que quiere entrenar a niños, que las cosas han de seguir su evolución lógica y que no tiene prisa. El futuro dirá si podrá llegar a ser un buen técnico.

De lo que no hay duda es de que se va un jugador único, un tipo de futbolista que ayudó a situar el centro del campo en la memoria de los espectadores.
Oriol Tort, el profesor ya desaparecido, el creador de La Masía, el hombre que conocía mejor el fútbol base del Barça, descubrió a Guardiola. Y fue quién mejor lo definió: "Ese chico es un sabio del fútbol". Contaba Tort que le entrenó en los infantiles y se veía que era diferente. "Con los niños siempre ocurre lo mismo: todos quieren tener el balón, retenerlo, no pasarlo nunca, hacer mil y un regates. Con Pep, no sucedía eso. Desde muy pequeñito, siempre soltaba rápido la pelota, al primer toque, con mucha velocidad. Eso es dificilísimo. Siempre he considerado que es una especie a extinguir por algo: posiblemente, es el único jugador de los últimos años que no ha necesitado de corpulencia física para jugar a fútbol. Tiene una cualidad única: la mayoría ve sólo una parte del campo pero él el fútbol en cinemascope. Recuerdo que cuando se supo que Milla iba a dejar el Barça, yo le dije a Cruyff: Tenemos a un chico en el fútbol base que quizá es el mejor de todos. Y Cruyff se fue a verlo al B, y Pep no jugó; al C, y tampoco y en los juveniles, lo mismo. ¿Y este es tío tan bueno y no juega nunca?, me preguntó extrañado Cruyff. No lo alineaban en Segunda por su fragilidad física y en las demás categorías. Vamos a esperar a que crezca, a que se forme, a que esté más hecho, decían los técnicos por la misma razón. Cruyff ordenó que jugara ya tres partidos en Segunda y lo ascendió a Primera”.

Ahora, mientras medita su futuro cerca de los banquillos, nos quedan sus artículos en prensa, su senbilidad hacia las raices, la mitología y la esencia del fútbol, y su figura reflejada en futbolistas como Arteta, Fábregas, Xavi e Iniesta que nos demuestran que otro fútbol es posible: esa es la huella de Pep Guardiola.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran artículo sobre Pep. Hasta siempre Pep Guardiola!!!. Por suerte nos quedará su huella, su paradigma.

Dejo blog sobre Josep Guardiola: "Paradigma Guardiola" http://paradigmaguardiola.blogspot.com

Unknown dijo...

excelente nota
y muy buen blog
te invitoa que te des una vuelya por el mio

Anónimo dijo...

Muy bueno tu blog, Daniel.

McObo dijo...

¡Sí, señor!

Siempre Guardiola

Anónimo dijo...

Tuve la suerte de conocer a Tort y
a la familia Guardiola.Imposible estar mas de acuerdo.Felicidades.
Guardiola sabio del fútbol y me atreveria a decir,tambien de la vida.Heredero de Luisito Suarez,otro sabio que se fué prematuramente del Barsa-Me encanta
tu blog,Daniel y pienso seguirte.Salud.

 
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