domingo, diciembre 17, 2006

Vuelven los resultadistas

Es un buen momento, tras la dolorosa derrota del FC Barcelona en Tokyo, citar este artículo de Julio César Iglesias aparecido hoy en El País.

Vuelven los resultadistas

El retorno de Fabio Capello ha provocado la reaparición de los llamados resultadistas, una cofradía de simpatizantes cuyo lema es el siguiente: en la alta competición sólo importa el fondo, es decir, el resultado final. Las formas son una entelequia o, en el mejor de los casos, un efecto secundario del que se apropian sistemáticamente los cursis y los cuentistas.

Aunque nunca se han tomado la molestia de explicar sus teorías, conviene reconocer que tienen un punto de razón. Es cierto que perder es fracasar y que en la victoria y la derrota caben emociones cuyo valor se registra en el estado de ánimo. Hay que concederles, además, otro beneficio: si bien algunos equipos, precisamente los más débiles, sólo miden su rendimiento en el marcador, nadie puede reprocharles que acepten cualquier camino y justifiquen cualquier procedimiento para alcanzarlo. Aprovechar alguna ventajilla ocasional, ya sea una jugada de laboratorio o un golpe de suerte, es el derecho indiscutible de quienes carecen de los recursos del campeón. Sin embargo, los resultadistas no consideran la cicatería una exigencia del estado de necesidad, sino una herramienta de trabajo. Ocultan además las pruebas que consideran contradictorias; ignoran, por ejemplo, que un equipo, el Barcelona, ha ganado la Liga española y la Liga de Campeones, dos de las competiciones más acreditadas del mundo, apoderándose de la pelota, llevando la iniciativa, ocupando el campo contrario y, por añadidura, divirtiendo a los espectadores. En uno de esos ejercicios de estilo que hacen verdaderamente grande a un club, ha reunido un elenco de futbolistas cuyo distintivo es la brillantez y, en vez de imponer que se limiten a cumplir órdenes, les ha permitido que improvisen y ofrezcan lo mejor de su repertorio. De esta manera convierten el trabajo en una aventura, y cada día ponen a prueba sus propios límites: llenan el Camp Nou, dejan para el archivo media docena de jugadas del año, logran la más alta diferencia de goles y, mientras Valdés consigue el Premio Ricardo Zamora, Eto'o se lleva de tacón el Trofeo Pichichi. Encabezan todas las clasificaciones y merecen todos los elogios de la crítica internacional. Para los resultadistas, el Barcelona es, mal que nos pese, el equipo que nunca existió. En cuanto el chusquero de moda engancha tres victorias consecutivas, se reafirman, nos venden el encanto de bostezar y vuelven a insistir en que sólo hay dos tipos de juego: uno feo, pero práctico, y otro vistoso, pero inútil. Olvidan que el deporte de alta competición es únicamente un espectáculo, y que un espectáculo puede ser cualquier cosa, salvo aburrido. Pensándolo bien, quizá merezcan que se lo entreguemos sin condiciones. El aburrimiento, para el que lo trabaja

lunes, diciembre 11, 2006

Los buitres de la Premier

La idea del post era simplemente transcribir el artículo de John Carlin publicado hoy en El País sobre los nuevos propietarios extranjeros de varios clubes de la Premier League inglesa.

Pero antes de ello comentaré brevemente la noticia, de esta misma tarde, del despido de Allan Pardew como manager del histórico West Ham United. Uno de los equipos más queridos de Inglaterra, que con un presupuesto siempre modesto llevaba años jugando un gran fútbol, con un estilo ofensivo encabezado por jugadores jóvenes y técnicos como Reo-Cocker, Mullins, Etherington o Anton Ferdinand. El año pasado jugó la final de la FA Cup ante el Liverpool y perdió de mala manera en los penalties tras ser mejor que el equipo de Benítez. Cantera inagotable, de donde últimamente salieron futbolistas como Lampard o Joe Cole, el devenir de los Hammers era feliz hasta que hace pocos meses un multimillonario sueco, Eggert Magnusson, se hacía con el control del club y fichaba, en una oscura operación, a Tévez y Mascherano. Desde entonces, todo ha ido mal en Upton Park. El trabajo de Pardew durante años no ha merecido ningún respeto (la semana pasada Magnusson declaró que si el equipo no ganaba le cortaría la cabeza al entrenador) hasta el despido final de hoy. La situación deportiva del equipo es mala, en la cola de la clasificación, pero rara vez en Inglaterra ocurren cosas como ésta, entrenadores a la calle en diciembre. En su artículo Carlin describe cómo el poder de la Premier League se incrementará con el capital inversor extranjero. Puede ser. Pero, una vez más, el dinero no siempre es la respuesta para todo, ¿verdad sufrido seguidor hammer?



Los buitres de la Premier

John Carlin - El País

Nos gusta decir en España que nuestra Liga es la mejor del mundo. Habrá quien discrepe, pero los resultados en la competición europea de los últimos años tienden a darnos la razón. Lo que nadie discute es que la española es una de las tres Ligas más fuertes, junto a la inglesa y la italiana. Sin embargo, los acontecimientos en Inglaterra de esta semana hacen pensar que la relativa paridad del trío puede estar a punto de ser historia. Hay motivos para creer que en un futuro cercano la Liga inglesa se disparará y volverá a ejercer, como en los muy viejos tiempos, una clara hegemonía sobre todas las demás; que llegará el día en el que afirmar que la Liga española es la mejor será una ridiculez.

Esto no tiene nada que ver con los resultados en la primera fase de la Liga de Campeones, aunque es verdad que la inglesa es la única Liga con cuatro equipos clasificados para los octavos de final. El Chelsea, el Liverpool, el Arsenal y el Manchester United acabaron además los primeros en sus grupos. Pero este dato no deja de ser meramente coyuntural. Si hay un error en el que caemos todos los que pretendemos analizar el fútbol es el de basar nuestros juicios en el último partido. Lo más significativo que se detecta en la Premier League es la tendencia al enriquecimiento de sus clubes, al océano de diferencia que parece que habrá entre los ingresos medios de un club inglés y uno español; por no hablar de los italianos, cuya tendencia es hacia el derrumbe en todos los frentes. La noticia de la semana en Inglaterra -bueno, en el ámbito del fútbol, que, al fin y al cabo, es el que genera noticias de mayor repercusión- ha sido que un hombre más rico que el ruso Roman Abramovich, el dueño del Chelsea, está a punto de comprar el club más español de Inglaterra, el Liverpool. Se trata del jeque Mohamed Bin Rashid al Maktoum, autoridad máxima del emirato de Dubai y dueño de Dubai International Capital, macroempresa cuyos contables empezaron a analizar las finanzas del Liverpool el martes pasado. En teoría, el nuevo Liverpool tendría acceso a cantidades de dinero incluso mayores que el Chelski. Podría fichar a quien quisiera y pagar lo que pidieran. El Liverpool, un gigante medio dormido, es el más apetecible, el más carismático, de los clubes ingleses que todavía no están en manos de magnates extranjeros. Los que ya han caído son el Manchester, el Aston Villa, el Fulham, el Portsmouth, el West Ham y el Chelsea. Pero resulta que hay por lo menos cinco clubes más que están en las miras de buitres multimillonarios. Empresas surcoreanas, árabes, rusas y norteamericanas, cuyos dueños en todos los casos son nuevos superricos, están olfateando la posibilidad de adquirir el Newcastle, el Manchester City, el Everton, el Tottenham e incluso el recién ascendido Reading. ¿Por qué tanto interés por los clubes ingleses? Primero, porque, siendo empresas con accionistas, están todos teóricamente en venta. Un jeque árabe puede acercarse cuando quiera a algún accionista mayoritario de un club inglés y hacerle una oferta que no pueda rechazar. Segundo, porque, a diferencia de muchos clubes del resto de Europa, tienden a estar bien administrados y ser rentables. Los estadios cobran caras las entradas, pero están todos llenos, y los ingresos medios por derechos televisivos son los más altos que hay. Tercero, porque la Liga inglesa posee -por historia- una mística que atrae a más gente en más países que cualquier otra. Este fenómeno lo refleja, y lo alimenta, el hecho de que el fútbol inglés es el que más telespectadores globales tiene. Lo que terminará ocurriendo es que sólo el Real Madrid, el Barcelona, los dos clubes de Milán y la Juventus podrán competir con los seis clubes ingleses más ricos a la hora de fichar los mejores jugadores. Y después habrá seis clubes ingleses más que competirán al mismo nivel que el Bayern Múnich, pero estarán muy por encima de cualquier otro club europeo. La experiencia española lo demuestra: el Madrid y el Barça siempre han dominado el fútbol español porque siempre han sido los más ricos. La lógica indica que ahora pasará lo mismo con los clubes ingleses respecto a los demás. La Liga española, tan presumida ella hoy, parece estar condenada a ser la prima pobre de la inglesa."¿De dónde eres?". "Londinense, pero soy del Liverpool?". "Bueno, hijo mío... ¿Qué se siente al estar en el cielo?". Bill Shankly, antiguo entrenador del Liverpool, a un aficionado



miércoles, diciembre 06, 2006

La seda y el pragmatismo

Viaje relámpago desde Madrid. Aunque estamos a primeros de diciembre, el Barcelona ya tenía un partido decisivo y los días festivos permiten el desplazamiento.
Desde ayer lunes, se han enviado sms y correos electrónicos desde el club a los socios para asegurar un ambientazo en la grada que intimide al Werder Bremen. La asistencia espectacular, más de 95000 espectadores, pero el exceso de megafonía y el speaker en el césped desde una hora y pico antes del inicio resulta antinatural y forzado. El Camp Nou ha vivido noches espectaculares ante Goteborg, Juventus, Dynamo Kiev, Chelsea o Milan y la grada siempre ha respondido sin que se lo pidan hasta en la sopa. El culé sabe perfectamente cuándo su equipo le necesita.

Comienza el partido y, efectivamente, el Werder, líder de la Bundesliga y uno de los equipos más ofensivos y goleadores de Europa, resulta intimidado. Por el ambiente pero sobre todo por el juego con el que arranca el Barça. El viejo John Stein, cuando era seleccionador de Escocia, dijo una vez: "Tenemos la mejor hinchada del mundo, pero nunca he visto a un hincha marcar un gol".
Pues eso. El inicio, la primera media hora de fútbol del vigente Campeón de Europa es espectacular. Cualquier aficionado del mundo puede enterarse de los grandes momentos futbolísticos de este equipo. Pero no es lo mismo verlo por tv que en directo en el Estadi. Cuando enganchan el toque, con el mediocampo girando alrededor de esa confirmación de crack llamada Andrés Iniesta, el fútbol se convierte en una delicia, es como hilar con suavidad el mejor tejido posible, como construir una escultura con el máximo esmero. Eso ocurrió en ese inicio de partido, coronado con una genialidad de jugada de Eidur Gudjohnsen que incomprensiblemente Ludo Giuly envió fuera. Una pena, porque la presencia y velocidad del francés fue clave para desarbolar al equipo alemán. Por cosas de la venta de entradas por internet, a mi lado compartí butaca con dos aficionados alemanes, ilusionados en ver a su equipo clasificarse. Apasionados pero educados. Bien, pues, por gestos y en un básico inglés, no dejaron de hacerme ver su asombro y perplejidad por la velocidad y buen toque del FCB, no podían creérselo. El primer gol, nueva genialidad de Ronaldinho, cuyo repertorio novedoso no parece agotarse, y el segundo, típico gol azulgrana de jugada, primer toque y desmarques cuya habitualidad no debería hacer olvidar lo dificil que es de hacer.

La segunda parte fue otra cosa. Difícil es saber si el Barça se fue atrás por indicación de Rijkaard (la entrada de Thuram así pareció mostrarlo) para aprovechar a la contra los pases de Ronaldinho al espacio, o por la ambición alemana. Seguramente una mezcla de ambas. Lo cierto es que el Werder, de manera sorprendente sin abusar del balón de áereo, no se dio por vencido, y sin imponer un ritmo excesivo de juego, intentó apropiarse del balón y, con Diego al mando (partidazo del brasileño que exigió el máximo a su marcador, Motta, sustituido por agotamiento y por una merecida tarjeta amarilla), apurar sus opciones de clasificación. Dejó una cierta impresión contradictoria y de indefinición el grupo de Thomas Schaaf pese a su pinta de buen equipo.

Y el disfraz del Milan de Rijkaard que se puso el Barcelona en ese segundo tiempo pues bueno, no es lo habitual desde luego pero no es la primera vez que en grandes choques europeos, con marcador a favor ya sea en el mismo partido o proveniente del de ida en una eliminatoria a doble enfrentamiento, el Barça aprovecha la velocidad de sus puntas y se repliega ligeramente. Pese a la posesión alemana en casi toda la segunda parte, no hubo demasiados apuros, y Zambrotta (por fin), Márquez y sobre todo un infranqueable Puyol sostuvieron los ataques. Decía el propio Carles hoy en El País que "Ahora leemos mejor los partidos cuando es necesario"; quizá esa sea la clave de lo visto en la segunda mitad.

Finalmente, fiesta contenida en las gradas porque realmente lo conseguido es sólo el pase a octavos de final (en el grupo, con diferencia, más dificil de toda la competición) pero supone la tranquilidad hasta primavera, con la espera ya más relajada del regreso de Etoo y Messi y la ilusión del inminente viaje a Japón en busca del Mundialito / Copa Intercontinental, único título ausente en las vitrinas del Museu desde la infausta madrugada (en Europa) de diciembre de 1992 en que un joven Rai y su gran Sao Paulo derrotó al Barça de Cruyff en Tokyo.

Lo más emocionante del tramo final, la tremenda ovación a Andrés Iniesta de la grada barcelonista al ser sustituido por un esguince de tobillo. Andresín ya es una realidad, y el público lo sabe. Sólo hay que verle jugar sin prejucios para valorarlo. Hace sencilla una de las cosas más difíciles del fútbol, mover a un equipo y saber cuándo tocar hacia el compañero libre y cuándo arriesgar y buscar el corazón del rival. Para los incrédulos, Iniesta ya ha llegado a la cumbre y, dada su calidad, ha llegado para quedarse.
 
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