miércoles, febrero 28, 2007

El cuadrilátero inglés

Teddy Sheringham tiene 41 años, los dientes torcidos de pegarse con centrales de todo el mundo y uno de los historiales más brillantes de la Premier. Nada de eso ha matado su capacidad de sorpresa. "¿Es eso lo mejor que puedes hacer?", le escupió a un niño que le acababa de pegar un puñetazo tras un Aston Villa-Arsenal. El agresor, de 19 años, era Cesc Fabregas, que se quedó mudo. Callado. Justo lo contrario que la prensa inglesa. Desde aquel puñetazo, el puñetazito le llaman, los periódicos ingleses disparan titulares entre la alabanza y la crítica: "Cesc tiene que enfriarse para maximizar su talento caliente", por ejemplo. Y sacan una lista: Cesc peleándose con Sheringham, Cesc encarándose al entrenador del Blackburn, Cesc enfrentándose el domingo con Lampard en la final de la Carling Cup (la Copa de la Liga). Cesc, que en más de 100 partidos con el Arsenal nunca ha sido expulsado, es víctima de su éxito. De la Premier. Y de un plan que ocupa al Liverpool, el Chelsea y el Arsenal: convertir a jóvenes medios españoles en tipos duros. En ello andan Fran Mérida (17 años, Arsenal), Sergio Tejera (17, Chelsea) y Francis Durán (18, Liverpool). Todos, centrocampistas. Todos, jóvenes. Todos, tras la exitosa estela de Cesc, Xabi Alonso (Liverpool) y Arteta (Everton), los cuatros españoles que triunfan en la Premier.

"La Premier ya no es sólo choque y contacto, aunque todavía le falta un poco de calidad. Nosotros la tenemos. La idea es adaptar a los jugadores españoles, inculcarles el tema del sacrificio y de la llegada", explica Domingo Fernández, representante de Tejera, canterano del Chelsea. "El objetivo es que Sergio coja más fuerza física y más llegada y que mantenga el toque". Puestos a buscar una guía de adaptación, el resumen lo pone Arteta: "Esto es Inglaterra. Aquí se permite mucho. Aquí te comen. Aprendes a usar el plantillazo". Y el modelo, por joven y exitoso, es Cesc. "Medios como él, en el Barça, ha habido muchos", dice Fernández, "pero en el Arsenal le han enseñado a jugar con menos toque, más llegada y un fútbol más vertical".

Parece mentira, pero el origen de la teoría que está revolucionando la Premier en el siglo XXI está en la readaptación del cuatro del Barça allá en los tiempos de Cruyff. "Su filosofía de que el pivote fuera creativo y no netamente defensivo ha influido mucho. Creó una escuela", reconoce Francis Cagigao, ojeador del Arsenal en España y responsable de que Cesc y Mérida llegaran a los gunners (cañoneros). "No es que busquemos medios. Es que España los produce en cantidad y calidad. Unos producen pescados, otros chorizo... España, todo eso y, además, medios centro".

"Antes de la llegada de Cesc", dice Cagigao, "la adaptación de los españoles a la Premier era una incógnita. Pero él es muy agresivo, tiene carácter, capacidad defensiva y siempre mete la pierna. Con él se dieron cuenta de que un joven español puede adaptarse perfectamente porque la Premier no es tan directa como antes y tiene calidad". Es el efecto Cesc.

Aunque bien pudiera ser el efecto Alonso: los cuatro españoles son referencia en la Liga inglesa. Los hay muy creativos, como Cesc. De corte inglés, como Iván Campo, del Bolton. Tapados por sus vecinos, como Arteta, del Everton. Y líderes de equipos con escudo y presente brillante, como Xabi Alonso, del Liverpool. Por detrás, los españoles que esperan en la cantera.

"Fran [Mérida] es similar a Cesc, si bien es zurdo. Es creativo, tiene mucho gol y puede jugar de pivote", dice Cagigao; "crea fútbol desde el medio centro, aunque tiene más disparo de larga distancia que Cesc. Su situación, dentro de que también mete la pierna, es distinta porque tiene gente por delante mientras que Cesc se encontró con que Vieira y Edu estaban lesionados y lo aprovechó. Juega en los reservas". Iguales halagos dedica Fernández a Tejera, que para eso es su agente: "De los de su edad, es uno de los diez mejores del mundo. Es un poco inconstante, pero tiene toques diferentes".

Como Durán, el último en llegar, Tejera y Mérida tienen en quien fijarse: en el modelo del Barça. La clave la sigue guardando Cruyff. Y eso, como casi todo en la Premier, es motivo de pelea: "¿Jugaste para el Barça?", le preguntó Cesc a Mark Hughes, el entrenador del Blackburn más defensivo que recuerdan los seguidores del Arsenal. "Sí, hace mucho tiempo. ¿Es un problema?", le contestó el viejo delantero. "No. Pero el Barça no juega así".

Juan José Mateo - El País

lunes, febrero 26, 2007

Etoo regresa

Los barcelonistas vivimos días de gloria con taquicardia. El campeón de Europa tiene una herida más proclive a infectarse que a sanar. La Liga parece al alcance de la mano, algo menos histórico que repetir en la Champions.
Cruyff ha ejercido con pericia de profeta, anticipando los malos resultados con la teoría de que los ciclos ganadores duran como mucho tres o cuatro años. ¿Entramos al invierno de nuestro descontento?
Hace una semana coincidí en el vuelo México-Madrid con Jorge Valdano. Como siempre, repasamos los equipos que nos preocupan por razones inversas: "Algo me queda claro", opinó Valdano: "el Barça nos ganó la batalla ideológica". En la travesía sobre el Atlántico me pregunté si el Barcelona no estaría en camino de ganar solo la batalla ideológica, olvidando una realidad que hay que pacificar con goles.
El momento psicológico del club alcanza un nivel que rebasa las atribuciones de la terapia convencional y amerita a un psíquico de la dimensión desconocida. El astro en torno al cual giran las preocupaciones es, por supuesto, Ronaldinho. Que un portugués se ponga triste es una prueba de carácter. En este caso, la melancolía aqueja a un brasileño que hasta hace poco nos hacía creer que su inconsciente era una escuela de samba. Ningún crack prospera sin apetito de triunfo y el emblemático 10 ya cosechó en el Barça todo lo que podía. Tal vez también gravita en su ánimo haber jugado de incógnito en el Mundial. Si se desanimó en la justa máxima, ¿por qué habría de sentir ambición ante los titanes menores del Liverpool? Lo cierto es que el pasado miércoles los culés nos atrevimos a un acto de desmitificación: Ronaldinho se quitó la camiseta y notamos que el semidiós tiene barriga.
Vi el partido en el palco donde Laporta derrochaba un optimismo rebelde. A tres butacas de la mía, Etoo gritaba como si estuviera en el campo y alzaba un brazo donde solo un detalle sugería a un atleta inactivo: un reloj del tamaño de una galleta con la bandera de Camerún. El entusiasmo del presidente y la furia del goleador revelan a un club con sangre en las venas. El problema está en hacer una transfusión del palco a la cancha.
Recordar a los Beatles fue por primera vez motivo de insomnio. Los cuatro de Liverpool cantaron en nuestra mente La noche de un día difícil y la táctica de Rijkaard nos llevó al insomnio: Ronaldinho avanza por la izquierda y se dirige al centro, Messi se mueve en cualquier zona y busca el centro y Saviola ¡ya está en el centro! El temple conciliador de Rijkaard ha creado una política de centro. No sólo urgen extremos sino extremistas. Por desgracia, Giuly no parece animado a la lucha de barricadas. Todos los ojos se dirigen al herido Etoo.
Coincidí con él en Alemania 2006, en un programa donde ambos éramos comentaristas. Lo que más me impresionó fue su renuncia a verse fuera del partido. Para desconcierto de mis paisanos, opinó mientras México zozobraba: "Me gustaría jugar en este equipo porque es el que necesita más ayuda". La frase lo define: quiere estar donde resulta urgente.
El Barça es un lugar a su medida.
Ayer, ante el Athletic, Etoo forzó el autogol que abrió el marcador, dio el pase del segundo gol y marcó el tercero. Además sus desmarques dieron lógica a los movimientos del equipo entero. Y sobre todo, fue un estímulo para Ronaldinho, que casi cuaja un gol para guardar en un museo.
El juego de conjunto es milagroso: con Etoo en la cancha, Ronaldinho está delgado.

Juan Villoro, escritor.
El Periódico de Catalunya.

viernes, febrero 23, 2007

El Barcelona ha perdido el plan

Centenares de seguidores de Liverpool abarrotaban durante todo el día todos los puntos neurálgicos de la ciudad de Barcelona, sobre todo los más cercanos al Camp Nou. Lo de que el club de Anfield nunca camina sólo no es un tópico ni una frase hecha, es la realidad. Finalmente casi cinco mil aficionados británicos presenciaron el partido en directo en el Estadi, y desde luego que se hicieron notar. En muchos momentos sólo se les escuchaba a ellos y a sus canciones, dentro del repleto pero silencioso recinto azulgrana durante casi todo el encuentro. La batalla de la grada parecía perdida. No era el ambiente de las grandes noches europeas en Can Barça. Quizá todo la cháchara del caso Eto’o de los últimos días había contribuido a una cierta desconfianza del soci de cara al partido.

Sin embargo, el Barça empezó bastante bien. El Liverpool arrancó con cinco defensas, tres centrales con la sorpresa de Arbeloa por la izquierda, Finnan y Riise por las bandas, Sissoko y Xabi Alonso en el medio, Gerrard con libertad y Kuyt-Bellamy en la punta. El inicio del Barcelona obligó a Benítez a cambiar el plan, recuperando rápido el 4-4-2 habitual. Pero ni por esas. Un puñado de acercamientos del Barcelona y un golazo de Deco tras un gran centro de Zambrotta ponía el 1-0 en el marcador. Es cierto que en casi toda la primera parte el equipo azulgrana borró al Liverpool del campo. En esas, casi por sopresa, un error de Valdés casi llegando al descanso posibilita el empate y cambia el decorado. En seguida, y ya en la segunda parte, llegan las urgencias y todas las dudas que lleva arrastrando el Barcelona durante esta temporada.

Los nervios se apoderan del banquillo, y Rijkaard no encuentra la paciencia para ver con perspectiva la eliminatoria, compuesta obviamente por dos partidos, y se toma el encuentro como una final, no hay mañana.

Sale Iniesta por Motta para ocupar el mediocentro, pero el manchego apenas interviene y otra vez, como en Valencia, el mediocampo se diluye ante el cuarteto del rival. El Liverpool caza su segundo gol en otro error flagrante de la defensa azulgrana (el fenomenal rendimiento individual de Zambrotta y, sobre todo, Puyol, sorprendentemente no consigue dar solidez global a los cuatro de atrás). Rijkaard elimina el mediocampo quitando a Xavi y metiendo a Giuly. Deja al equipo casi con un 4-2-4, con un impotente Ronaldinho en el centro, y no sólo no consigue encerrar al Liverpool y crear peligro, sino que deja una imagen de desfondamiento físico e impotencia muy perjudicial para el equipo. El 1-2, viendo todo el partido, se queda incluso corto para los reds.


El partido, por su importancia, y por suponer con muchas posibilidades el adiós a la Champions del vigente Campeón en octavos de final, debe traer bastantes conclusiones. El Barcelona arrastra una pesada (y bendita) carga desde 1988, cuando Johan Cruyff aterriza en el banquillo azulgrana. Apuesta por buen juego, toque, preminencia del juego ofensivo, casi desprecio por la defensa o el balón parado. Todos los barcelonistas, la gran mayoría, se sienten orgullosos de ese estilo, de esa identificación con un estilo que cualquier aficionado al fútbol puede hacer cuando se habla del club culé. Ha dado espectáculo, orgullo, ocho Ligas y dos Copas de Europa desde entonces, con la continuidad, en mayor o menor medida, de Van Gaal o Rijkaard. Pero esto también exige peajes. Y en muchas ocasiones caros. Obliga a tener una elevada posesión de balón, presión al rival para recuperar el balón rápido, no sufrir en defensa, y rapidez y desborde de los puntas. Pero si estas premisas no se cumplen, el rival, con un 4-4-2 de toda la vida medianamente trabajado, desactiva rápidamente este juego y deja al Barcelona en un equipo simple, lento, que toca y toca sin profundidad y que en casi cada ataque del contrario recibe ocasiones de peligro.

El último Barça existoso antes de la revolución holandesa, fue el de Terry Venables, un equipo compacto, luchador pero con buenas gotas de calidad como Schuster, Carrasco o Archibald, y logró una Liga y un subcampeonato europeo. Evidentemente eran otros tiempos. Ver cómo el equipo bordea el setenta por ciento de posesión en los partidos, para acabar perdiendo casi siempre de la misma manera, es frustante. Desde luego que este equipo, su entrenador y su estilo merece crédito por lo conseguido las últimas tres temporadas, pero ahora mismo no es competitivo como era la temporada pasada. El equipo carece de presencia en el mediocampo, la posesión tan elevada de la que hablaba antes es de los centrales, no de los centrocampistas. Y además, está el debate del mediocentro defensivo. Unos días Motta, Edmilson, otros Márquez, Xavi. Iniesta titular o no. Rijkaard no encuentra el plan, se han perdido los automatismos adquiridos en los últimos tres años. Están bien los cambios puntuales por descanso, y demás en las alineaciones, pero no hay casi ningún puesto en el equipo cuyo titular esté claramente definido.

¿Por qué? ¿Qué ha cambiado desde el mes de mayo pasado?

El juego por las bandas ha desaparecido. Los extremos, salvo Giuly a ratos, parten desde la banda, pero siempre van hacia el centro, no hay jugadas por sorpresa ni desmarques, la búsqueda del gol se convierte en una búsqueda estéril de paredes imposibles al borde del área.

Individualizando, es cierto que de los tres cracks del equipo, Etoo y Messi están volviendo de duras lesiones y que Ronaldinho es una auténtica sombra del jugador que enamoró al barcelonismo. Basta coger un vídeo de cualquier partido de los últimos dos años y comparar con todos los de esta temporada. Ha perdido su velocidad y su desborde, y su nula presencia defensiva deja siempre vendido al lateral izquierdo. Hoy, la delantera formada por Giuly, Messi y Saviola, lamentablemente no intimida a casi ningún rival ni tiene el menor atisbo real de gol.

La cruda realidad es que, a primeros de marzo, el Barcelona seguramente habrá perdido la Copa del Rey y la Champions League, más la Intercontinental y la Supercopa Europea. No se ha ganado esta temporada ni a Chelsea, Sevilla, Real Madrid, Valencia ni a Liverpool, y se sobrevive en la Liga más mediocre de los últimos años a base de goles a balón parado. La derrota hoy, más bien la forma, puede ser más o menos casual, pero la trayectoria del equipo no. ¿Hay solución? ¿Se impone una relativa revolución en verano? ¿Se ha acabado el ciclo ganador de este equipo? La solución, en un par de meses.

A los que no les importan los ciclos son a los aficionados del Liverpool. El canto del “You´ll never walk alone” al final del partido, en el Camp Nou, ha sido sencillamente espectacular. Cómo será en Anfield dentro de dos semanas, con The Kop en pleno… sana envidia.

Publicado originalmente en Notas de Fútbol

martes, febrero 20, 2007

The Boot Room

En vísperas del duelo de Champions League que enfrentará a los dos últimos Campeones, el FC Barcelona y el Liverpool FC, recuerdo para uno de los aspectos más hermosos del club inglés.

The Boot Room era el minúsculo cuarto de las botas que cimentó la leyenda de Anfield. Allí se reunieron durante años los miembros del equipo técnico que formó Bill Shankly y que llevaron al Liverpool a conquistar cuatro Copas de Europa. El Boot Room era un pequeño cuarto con botas, cerveza, café, té... donde Bill Shankly, Joe Fagan, Bob Paisley, Ronie Moran y Roy Evans hablaban de fútbol. Pero todo era muy simple. No había ninguna clase de disfraz. Los protagonistas siempre hablaban de sencillez y simplicidad, sólo fútbol.

Bob Paisley era alguien que conocía muy bien a los jugadores y un detector de talentos fabuloso. Joe Fagan, que estuvo 30 años en el club, era un hombre rocoso que ejercía gran influencia. Se hacía lo que él decía. Ronie Moran era el sargento malo. Y Evans era el policía bueno. Si alguien necesitaba un brazo alrededor del hombro, ahí estaba él. Los que recuerdan a Shankly, manager desde 1959 a 1974, le definen como un tipo al que no le gustaba entrenar. Pero era un entusiasta. Hacía que cada día fuera un gran día. Hacía que la gente se sintiera capaz de afrontarlo todo. Podía ser duro, pero no levantaba la voz. Y, como mánager, si tenía que tomar una medida se la comunicaba a Paisley para que la ejecutara: 'Bob, este chico está jugando mal; hay que hacer algo'. No era un hombre de grandes discursos. Más bien, de sentencias cortas. Era genuino, simple. Y fue en base a esa simplicidad que construyó el Liverpool competitivo y exitoso que guardamos en la memoria. Aquella frase suya de 'pásale la pelota a la camiseta roja que tengas más cerca' puede parecer una tontería, pero habla de la simplicidad esencial de este juego.

lunes, febrero 19, 2007

Evangelista de una religión que dura 90 minutos















Juan Villoro
(México, 1956) recibirá mañana el Premio Manuel Vázquez Montalbán de periodismo deportivo. Novelista y ensayista reconocido, Villoro también practica la crónica futbolística en sus variantes reflexivas, evocativas y militantes, recogidas en las recopilaciones de ensayos y artículos Once de la tribu (Aguilar, 1995) y (Anagrama, 2006). Su peculiar visión del fútbol, que combina la erudición, el sentido del humor, el buen gusto literario y la entrevista sin prisas, ha convencido a un jurado que, en el acta del fallo, destacó Dios es redondo"su excepcional ingenio y originalidad en combinar diferentes géneros y aspectos de la cultura popular, así como su gran capacidad de seducción". Seducido por tantos cumplidos, Villoro regresa a Barcelona, la ciudad en la que nació su padre y en la que descubrió el potencial mitológico del Barça, tan presente en la obra de Manuel Vázquez Montalbán al que, con fraternal respecto, Villoro acierta a calificar de culé ejemplar. Al recibir el premio, Villoro leerá un texto titulado El mar interrumpido que incluye esta sincera declaración de intenciones: "Escoger un equipo es una forma de decidir el destino. Hay estoicos que deben su temple a apoyar a un club impredecible y masoquistas que se quejan de que los suyos no pierdan lo suficiente".

Pregunta. Vázquez Montalbán consideraba el fútbol como una religión laica. En su discurso de aceptación, usted se refiere a los escritores como evangelistas de este mundo.

Respuesta. Son los evangelistas de una religión que dura 90 minutos. El fútbol depende de milagros y de tener fe contra la evidencia, pero carece de noción del más allá: su cielo y su infierno se cumplen en la cancha. Vázquez Montalbán apunta en esa dirección con su título Una religión en busca de un Dios. Ese dios transitorio y simple es la pelota. Por eso mi libro se llama Dios es redondo.

P. ¿Qué sensación le produce recibir un premio en la ciudad en la que nació su padre, dedicado al periodismo deportivo?

R. Es algo muy especial. Tengo la sensación de llegar de lejos para jugar de local en Barcelona. ¿Hay mejor forma de definir la hospitalidad?

P. Existen diferentes maneras de interpretar el fútbol: al ataque, al contrataque, defensivamente, anárquicamente. ¿Se pueden aplicar estos modelos a quienes escriben sobre fútbol?

R. En cierta forma. Los periodistas deportivos deben estar muy atentos a los datos y las condiciones técnicas del juego. En ese sentido se acercan a un equipo de alto rendimiento, que busca resultados. Pasolini dijo que el Brasil de 1970 jugaba fútbol de poesía y me parece que esta opinión es reversible: los poetas que se ocupan del juego son como cracks brasileños que buscan lo imposible. En lo que a mí toca, quiero mantener viva mi condición de aficionado. No soy un especialista sino un narrador que explora las emociones de los otros y las suyas.

P. Escribió que los formatos literarios breves describen mejor el fútbol que las novelas y que el fútbol incluye, en una sola representación, elementos de épica, de tragedia y de comedia. ¿Sigue ocurriendo lo mismo?

R. El fútbol contiene sus propias tragedias y mitologías: un derby Real Madrid-Barcelona llega narrado por todo lo que ha sucedido antes. Por eso creo que el fútbol se presta más para recrear lo ya sucedido a través de la crónica o para encontrarle misterios marginales en el cuento. Hay buenas novelas de fútbol, pero es difícil que un clásico renueve el género porque el novelista tiene poco que inventarle a ese mundo. Es complicado escribir En busca del tiempo perdido y al mismo tiempo seguir la cronología de una liga.

P. Históricamente, la misión del relato futbolístico fue monopolio de las radios y de las crónicas escritas. Con la televisión, el papel de los dos medios menos hegemónicos tuvo que adaptarse a las nuevas circunstancias visuales del espectáculo. ¿Cuál es el papel del escritor?

R. El escritor cuenta la vida privada de los goles. Cuando la pelota llega a la red, se desatan emociones que no siempre tienen que ver con la cancha. Un gol cae en favor de un equipo y en contra de otro, pero puede afectar un destino individual de muchos modos: vengar una afrenta, comprobar una superstición, compensar una desgracia. Llegar a la parte secreta de la pasión es una especificidad literaria que no puede ser captada por la televisión.

P. En Once de la tribu hablaba usted, tomando como referencia una canción de Lucio Dalla, del papel de la radio y de la capacidad del aficionado para idear los partidos. ¿No cree que, pese a la evidencia televisiva, el aficionado sigue necesitando esa interpretación añadida?

R. En cualquier tertulia, los momentos misteriosos que ocurrieron en la cancha exigen horas y horas de palabras. Es la fascinación que ejerce la última jugada de Zidane. Para acabar de confundirnos, nos regaló un gesto inexplicable, que podemos contar de mil modos sin descifrarlo. El gol fantasma de Wembley cautivó de la misma forma. Científicos de Oxford quisieron demostrar que sí había entrado a la portería y una toma rescatada por la televisión alemana mostraba que no. Lo mejor para la imaginación es que se mantenga como un gol suspendido.

Sergi Pamies - El País

domingo, febrero 18, 2007

Un gesto de grandeza

A la cólera de Eto'o, puesto en pie el martes entre un grupo de niños espantados y apuntando con el dedo a cuantos enemigos se escondían detrás de la maleza, respondió ayer Rijkaard con un discurso meloso, por no decir musical o poético, hasta cierto punto relajante, silenciosamente disuasorio. La palabra del entrenador no admitía repreguntas por definitiva frente al grito del ariete que se repite cada partido en que la pelota se niega a entrar en la portería contraria.
En un club esquizofrénico, donde es fácil prender la mecha, como se ha constatado durante la semana cuando la desgarradora denuncia de Eto'o se ha utilizado para chequear a los distintos estamentos del Barça, el mejor antídoto es la serenidad del entrenador, la persona que disimuladamente exteriorizó el conflicto con la denuncia de que Eto'o se había negado a salir al campo y el mismo que ha cerrado el contencioso con el anuncio de que ha decidido seguir la próxima temporada.

Rijkaard nunca hace las cosas porque sí, e incluso se dirá que Eto'o ha sido utilizado por unos y otros, para airear el vestuario, motivar al equipo y dibujar el futuro a corto plazo. Ya ocurrió de alguna manera con la salida de Rosell. El proceder de Rijkaard admite distintas interpretaciones. La mayoría, sin embargo, coinciden en que actúa por el bien de la entidad y no por interés personal. Ayer se constató de nuevo que tiene sentido de equipo y de club. Así que al Barça parece convenirle Rijkaard, o al menos es un valor que no debería perder, por más vulnerable que le vean sus detractores en el campo, escenario, al fin y al cabo, en que ningún entrenador puede exhibir un certificado de garantía.

La noticia de que continúa Rijkaard llega en el momento más oportuno ante el exigente calendario que le aguarda al Barça y frente al desgaste institucional que ha sufrido la figura del presidente. Rijkaard no se olvida que Laporta fue su único valedor en los momentos de duda, nada más llegar al Camp Nou, de manera que ahora le devuelve el favor, o expresa al menos su gratitud, con un gesto de grandeza que reafirma a la máxima autoridad. Aunque se podrá discutir sobre la necesidad de renovar la plantilla, resulta indiscutible que se mantiene el proyecto de Laporta.

Justo cuando podía tomar las de Villadiego porque pintan bastos, el entrenador expresa su disposición a dirigir el cambio de ciclo, sin traumas ni políticas apocalípticas, sino a partir de su extraordinaria personalidad y credibilidad. Rijkaaard se ha ganado a los directivos y a los futbolistas porque ha sido respetuoso con la jerarquía del club y del vestuario. Aunque nunca presumió de armar un equipo de autor, el Barça juega al fútbol desde hace un tiempo de manera singular y única, tan moderna como respetuosa con la tradición azulgrana, esclava del buen gusto.

Independientemente de las figuras que vayan y vengan, el Barça se asegura de momento la continudad del estilo Rijkaard. Frente al parque automovilístico que reúnen los mejores futbolistas del mundo, como Eto'o, se impone la elegancia y suavidad de un Rollys Royce: Frank Rijkaard.

Ramón Besa - El País

sábado, febrero 17, 2007

Oleguer, un rebelde con gancho

La furgoneta azul dio varias vueltas por la calle Muntaner, de Barcelona, hasta que, por fin, encontró aparcamiento. Faltaban pocos minutos para las 21.00 horas. Era viernes, 26 de enero, y la gente empezaba a agolparse frente a la Sala Muntaner, que tenía en cartel la obra Crónica Sentimental de España, de Xavier Albertí, que, a través del texto del mismo nombre de Manuel Vázquez Montalbán, hacía un repaso mordiente e irónico de cómo la dictadura de Franco utilizó a las folclóricas, Raphael y otros artistas en beneficio del régimen. La furgoneta, al final, encontró aparcamiento y del asiento del conductor descendió Oleguer acompañado de un grupo de seis amigos, algunos apuntados a última hora porque quedaban pocos días para que la obra se retirara de cartel. El defensa del Barça se rió a carcajada limpia.

Dicen los críticos de teatro que para entender las claves de aquella función tenían que tenerse 50 o 60 años, pero ése no fue el caso de Oleguer Presas (Sabadell, Barcelona; 1980), un tipo culto, instruido, devorador de las obras de Vázquez Montalbán, que ha compaginado y aprobado sin problemas la carrera de Económicas con ser jugador del Barça y que ahora es feliz estudiando Humanidades. Pocas veces han visto en la Sala Muntaner, que huye de lo comercial, a deportistas de élite, pero en Oleguer caben dos mundos que a veces, como en el caso del artículo sobre De Juana Chaos, en el que cuestiona la actuación del poder judicial, provocan un estrepitoso choque de trenes: Kelme le ha retirado el patrocinio y el presidente Laporta le tiró de las orejas por hablar de política en el estadio.

Comprometido con el movimiento okupa, independentista y de izquierdas, Oleguer es un tipo de lo más normal en la calle, pero también una especie de marciano en un vestuario que es una lujosa torre de Babel, muy alejada del pulso político y ciudadano. Quizá por eso pierde ese rictus de tensión y se le ilumina el rostro fuera del Camp Nou, como cuando, por ejemplo, pasea o come un bocadillo bebiendo una cerveza con limón por cualquier lugar del Raval, donde muchos de sus compañeros no habrán puesto nunca los pies. No debe de ser fácil vivir con el freno puesto. Muchas veces se muerde la lengua y baja el listón cuando habla ante los periodistas para pasar inadvertido. Y no hay nada peor que entrevistar a un tipo que se hace pasar por ausente.
Pero tiene un dilema porque, cuando se muestra tal y como es, no para de sufrir problemas.

Nacido en Sabadell, sobrino de Toni Batllori, dibujante de La Vanguardia, y acostumbrado a pasar muchos ratos de la infancia en una masía de Olost, cerca de Vic, en la Cataluña interior, Oleguer empezó a destacar con un balón en sus pies, acabó en la Gramanet y recaló en el Barça. Pero eso no le impidió continuar con sus mismos amigos, compartiendo el piso con ellos y haciendo las mismas cosas. Por eso sufría un shock cuando alguien le pedía un autógrafo, ya que en su mundo no está muy bien visto la veneración a los futbolistas. En 2003 fue detenido en Sabadell por una trifulca tras el cierre de un bar y tras marcar un gol en Málaga, en 2005, se lo dedicó a un niño de 14 años detenido por la policía de Sabadell por pegar un adhesivo en contra de la gestión del alcalde Bustos.

Colaborador de la revista Urdint la trama, publicó un artículo en contra del sí en el referéndum de la Constitución europea y acaparó los focos cuando se enroló en una campaña en favor de las selecciones catalanas poco antes de acudir a una cita previa al Mundial con España. Con buena sintonía con Thuram, que responde a diario en el Camp Nou a preguntas sobre las elecciones francesas, Oleguer, que domina el inglés, no pierde el tiempo. Hace meses publicó un libro, Camí d'Itaca, presentado en una casa okupada en Barcelona y en el que, aprovechando el pretexto de la caravana del Barça tras la primera Liga de Rijkaard, hace un repaso sobre la dictadura, la transición, la guerra de Irak y otros temas.

Tras cinco partidos como titular, ayer sólo jugó los últimos cinco minutos -"fue una decisión táctica", argumentó Rijkaard-. En las gradas se vieron cuatro pancartas de solidaridad y alguna pidiendo el boicoteo a Kelme. 18.000 personas han secundado una campaña en contra de esa firma y en defensa del jugador. Pero él no cambiará. Le gustaría vivir en un mundo mejor y, como Vázquez Montalbán, cree necesario, según decía en su libro, el compromiso: "Hay que mojarse porque la indiferencia equivale a rendirse. Hemos de soñar, cueste lo que cueste, para acercarnos a la utopía. Ítaca no queda tan lejos".

Ángels Piñols - El País

miércoles, febrero 07, 2007

¿Una buena compañía?

"Cuando camines en medio de la tormenta, mantén la cabeza alta. Y no le tengas miedo a la oscuridad. (...) Sigue caminando, sigue caminando con esperanza en el corazón. Y nunca caminarás solo, nunca caminarás solo"
Deprisa y corriendo, George Gillett y Tom Hicks habrán tenido que aprenderse el You'll never walk alone. Igual se pasaron el vuelo desde Estados Unidos a Liverpool tarareándolo mientras hacían cuentas y más cuentas. O igual no. Igual ni siquiera han hecho ese esfuerzo. ¿Para qué? Total, es una cancioncilla.

El Liverpool nunca ha caminado solo, pero desde ayer tendrá a estos dos multimillonarios estadounidenses como acompañantes. Dos yankees que hasta hace cuatro días no tenían ni idea de quién era Bill Schankly --igual siguen sin saberlo--, ni sabían que antes de salir al campo los jugadores tocan con la mano un cuadro con el escudo del club y la leyenda This is Anfield, ni que The Kop es el nombre de una grada que recuerda a los soldados del Regimiento Liverpool que perdieron la vida en una montaña surafricana del mismo nombre durante la guerra de los boers... No sabían nada del juguete que se han comprado.
Por mucho que se presenten como los "guardianes de la historia del Liverpool", Gillett y Hicks no han aterrizado en Anfield para cantar ni para hablar de fútbol en el legendario Boot Room (el cuarto de las botas), no, han ido a hacer negocio o a utilizar esta puerta para meter las narices en Europa buscando ves a saber qué. Como Roman Abramovich, para quien el Chelsea no deja de ser un capricho, aunque a él no le importa perder dinero porque le sobra.

Y este es el peligro que viene. Inglaterra parece solo el primer paso. Siete de los 20 clubs de la Premier ya están en manos de magnates extranjeros. De momento, la liga española está más o menos a salvo --con la triste excepción de Piterman--, pero solo cuatro clubs, Barça, Madrid, Athletic y Osasuna, mantienen, con diferencias, las esencias de lo que era un club no hace tanto. De seguir este camino, los equipos acabarán convirtiéndose en clubs de millonarios y los estadios en enormes palcos inaccesibles para quienes creen que es mejor caminar solo que mal acompañado.

David Torras - El Periódico de Catalunya.

Capello, los 'ultras' y el teatro

Sostuvo Ramón Calderón en su inolvidable diatriba universitaria que la hinchada madridista acude a Chamartín como si fuera al teatro. Y así es. El público asiste a su espectáculo favorito y aplaude cuando la obra le emociona y abronca a los responsables si le resulta un bodrio. Justo lo que hizo el pasado domingo, cuando, con todo el derecho del mundo, le recriminó al presidente el desparrame total del equipo.
Sin duda, un escrutinio presencial de la gestión del máximo dirigente madridista, al que días antes los tribunales por fin habían fortalecido en su cargo. Puede que, de acuerdo a la justicia, el voto por correo del pasado verano estuviera corrompido, pero el veredicto de los socios ante el Levante fue espontáneo y sincero y dirigido al que por primera vez ya no sentían como su presidente provisional. Ésa es la verdadera ley del fútbol.
Con su pañuelo al viento, los aficionados quizá no pidieran la dimisión de Calderón, sino más bien que éste tomara medidas contra el banquillo. Puesto que Capello ya ha tomado las que le han venido en gana y el equipo sigue despeñado, a Calderón sólo cabía reclamarle que despidiera al técnico. Pero a este entrenador nada se le resiste. La directiva le ha mimado de tal forma que lo mismo arrincona a Helguera, margina a Beckham, castiga a Cassano, riñe a Salgado, azota a Diarra, se olvida de una lesión de Emerson, discute con Guti, hace una peineta a un sector de la grada y almuerza con sus amiguetes del Milan horas después de que éstos fichen a Ronaldo por la mitad de lo que ha costado Higuaín.

Capello tiene carta blanca para todo. Lo mismo da que el equipo no tenga resultados. Él es quien manda y, si en las tribunas hay manifestación en su contra, él encuentra consuelo en la peor falange posible: ni más ni menos que los ultras, a los que en la noche del domingo agradeció su ayuda. Apenas dos días después de que otro rebaño de radicales, en este caso sicilianos, acabara con la vida de un compatriota suyo, Capello se mostró agradecido con el fondo sur. Con un deplorable sector que no acude al fútbol precisamente como si fuera al teatro y que, lejos de sacar pañuelos, en tantas y tantas ocasiones ha hecho ondear banderas preconstitucionales y esvásticas. Para ellos tuvo un guiño amable Capello, el mismo que se ha gastado 100 millones de euros para tener al equipo con tres goles menos a favor que un recién ascendido como el Recreativo. El mismo al que Calderón y su consejero Mijatovic -el que se quedó mudo cuando escuchó denunciar que en el vestuario blanco olía a alcohol- mantuvieron ayer la alfombra. Si se empecinan en ello, no sólo sus puestos estarán en peligro. Será la institución la que se verá arrastrada de nuevo al fango. Y ningún técnico a lo largo de la historia se ha ganado el crédito suficiente como para que una entidad se arriesgue a ello. Por mucho que se llame Capello y le escolten los ultras.

José Sámano
El País
 
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