
Centenares de seguidores de
Liverpool abarrotaban durante todo el día todos los puntos neurálgicos de la ciudad de Barcelona, sobre todo los más cercanos al
Camp Nou. Lo de que el club de
Anfield nunca camina sólo no es un tópico ni una frase hecha, es la realidad. Finalmente casi cinco mil aficionados británicos presenciaron el partido en directo en el Estadi, y desde luego que se hicieron notar. En muchos momentos sólo se les escuchaba a ellos y a sus canciones, dentro del repleto pero silencioso recinto azulgrana durante casi todo el encuentro. La batalla de la grada parecía perdida. No era el ambiente de las grandes noches europeas en Can Barça. Quizá todo la cháchara del caso Eto’o de los últimos días había contribuido a una cierta desconfianza del soci de cara al partido.
Sin embargo, el Barça empezó bastante bien. El Liverpool arrancó con cinco defensas, tres centrales con la sorpresa de Arbeloa por la izquierda, Finnan y Riise por las bandas, Sissoko y Xabi Alonso en el medio, Gerrard con libertad y Kuyt-Bellamy en la punta. El inicio del Barcelona obligó a Benítez a cambiar el plan, recuperando rápido el 4-4-2 habitual. Pero ni por esas. Un puñado de acercamientos del Barcelona y un golazo de Deco tras un gran centro de Zambrotta ponía el 1-0 en el marcador. Es cierto que en casi toda la primera parte el equipo azulgrana borró al Liverpool del campo. En esas, casi por sopresa, un error de Valdés casi llegando al descanso posibilita el empate y cambia el decorado. En seguida, y ya en la segunda parte, llegan las urgencias y todas las dudas que lleva arrastrando el Barcelona durante esta temporada.
Los nervios se apoderan del banquillo, y Rijkaard no encuentra la paciencia para ver con perspectiva la eliminatoria, compuesta obviamente por dos partidos, y se toma el encuentro como una final, no hay mañana.
Sale Iniesta por Motta p
ara ocupar el mediocentro, pero el manchego apenas interviene y otra vez, como en Valencia, el mediocampo se diluye ante el cuarteto del rival. El Liverpool caza su segundo gol en otro error flagrante de la defensa azulgrana (el fenomenal rendimiento individual de Zambrotta y, sobre todo, Puyol, sorprendentemente no consigue dar solidez global a los cuatro de atrás). Rijkaard elimina el mediocampo quitando a Xavi y metiendo a Giuly. Deja al equipo casi con un 4-2-4, con un impotente Ronaldinho en el centro, y no sólo no consigue encerrar al Liverpool y crear peligro, sino que deja una imagen de desfondamiento físico e impotencia muy perjudicial para el equipo. El 1-2, viendo todo el partido, se queda incluso corto para los reds.
El partido, por su importancia, y por suponer con muchas posibilidades el adiós a la Champions del vigente Campeón en octavos de final, debe traer bastantes conclusiones. El Barcelona arrastra una pesada (y bendita) carga desde 1988, cuando Johan Cruyff aterriza en el banquillo azulgrana. Apuesta por buen juego, toque, preminencia del juego ofensivo, casi desprecio por la defensa o el balón parado. Todos los barcelonistas, la gran mayoría, se sienten orgullosos de ese estilo, de esa identificación con un estilo que cualquier aficionado al fútbol puede hacer cuando se habla del club culé. Ha dado espectáculo, orgullo, ocho Ligas y dos Copas de Europa desde entonces, con la continuidad, en mayor o menor medida, de Van Gaal o Rijkaard. Pero esto también exige peajes. Y en muchas ocasiones caros. Obliga a tener una elevada posesión de balón, presión al rival para recuperar el balón rápido, no sufrir en defensa, y rapidez y desborde de los puntas. Pero si estas premisas no se cumplen, el rival, con un 4-4-2 de toda la vida medianamente trabajado, desactiva rápidamente este juego y deja al Barcelona en un equipo simple, lento, que toca y toca sin profundidad y que en casi cada ataque del contrario recibe ocasiones de peligro.
El último Barça existoso antes de la revolución holandesa, fue el de Terry Venables, un equipo compacto, luchador pero con buenas gotas de calidad como Schuster, Carrasco o Archibald, y logró una Liga y un subcampeonato europeo. Evidentemente eran otros tiempos. Ver cómo el equipo bordea el setenta por ciento de posesión en los partidos, para acabar perdiendo casi siempre de la misma manera, es frustante. Desde luego que este equipo, su entrenador y su estilo merece crédito por lo conseguido las últimas tres temporadas, pero ahora mismo no es competitivo como era la temporada pasada. El equipo carece de presencia en el mediocampo, la posesión tan elevada de la que hablaba antes es de los centrales, no de los centrocampistas. Y además, está el debate del mediocentro defensivo. Unos días Motta, Edmilson, otros Márquez, Xavi. Iniesta titular o no. Rijkaard no encuentra el plan, se han perdido los automatismos adquiridos en los últimos tres años. Están bien los cambios puntuales por descanso, y demás en las alineaciones, pero no hay casi ningún puesto en el equipo cuyo titular esté claramente definido.
¿Por qué? ¿Qué ha cambiado desde el mes de mayo pasado?
El juego por las bandas ha desaparecido. Los extremos, salvo Giuly a ratos, parten desde la banda, pero siempre van hacia el centro, no hay jugadas por sorpresa ni desmarques, la búsqueda del gol se convierte en una búsqueda estéril de paredes imposibles al borde del área.
Individualizando, es cierto que de los tres cracks del equipo, Etoo y Messi están volviendo de duras lesiones y que Ronaldinho es una auténtica sombra del jugador que enamoró al barcelonismo. Basta coger un vídeo de cualquier partido de los últimos dos años y comparar con todos los de esta temporada. Ha perdido su velocidad y su desborde, y su nula presencia defensiva deja siempre vendido al lateral izquierdo. Hoy, la delantera formada por Giuly, Messi y Saviola, lamentablemente no intimida a casi ningún rival ni tiene el menor atisbo real de gol.
La cruda realidad es que, a primeros de marzo, el Barcelona seguramente habrá perdido la Copa del Rey y la Champions League, más la Intercontinental y la Supercopa Europea. No se ha ganado esta temporada ni a Chelsea, Sevilla, Real Madrid, Valencia ni a Liverpool, y se sobrevive en la Liga más mediocre de los últimos años a base de goles a balón parado. La derrota hoy, más bien la forma, puede ser más o menos casual, pero la trayectoria del equipo no. ¿Hay solución? ¿Se impone una relativa revolución en verano? ¿Se ha acabado el ciclo ganador de este equipo? La solución, en un par de meses.
A los que no les importan los ciclos son a los aficionados del Liverpool. El canto del “You´ll never walk alone” al final del partido, en el Camp Nou, ha sido sencillamente espectacular. Cómo será en Anfield dentro de dos semanas, con The Kop en pleno… sana envidia.
Publicado originalmente en Notas de Fútbol