
Sin embargo, el Barça empezó bastante bien. El Liverpool arrancó con cinco defensas, tres centrales con la sorpresa de Arbeloa por la izquierda, Finnan y Riise por las bandas, Sissoko y Xabi Alonso en el medio, Gerrard con libertad y Kuyt-Bellamy en la punta. El inicio del Barcelona obligó a Benítez a cambiar el plan, recuperando rápido el 4-4-2 habitual. Pero ni por esas. Un puñado de acercamientos del Barcelona y un golazo de Deco tras un gran centro de Zambrotta ponía el 1-0 en el marcador. Es cierto que en casi toda la primera parte el equipo azulgrana borró al Liverpool del campo. En esas, casi por sopresa, un error de Valdés casi llegando al descanso posibilita el empate y cambia el decorado. En seguida, y ya en la segunda parte, llegan las urgencias y todas las dudas que lleva arrastrando el Barcelona durante esta temporada.
Los nervios se apoderan del banquillo, y Rijkaard no encuentra la paciencia para ver con perspectiva la eliminatoria, compuesta obviamente por dos partidos, y se toma el encuentro como una final, no hay mañana.
Sale Iniesta por Motta para ocupar el mediocentro, pero el manchego apenas interviene y otra vez, como en Valencia, el mediocampo se diluye ante el cuarteto del rival. El Liverpool caza su segundo gol en otro error flagrante de la defensa azulgrana (el fenomenal rendimiento individual de Zambrotta y, sobre todo, Puyol, sorprendentemente no consigue dar solidez global a los cuatro de atrás). Rijkaard elimina el mediocampo quitando a Xavi y metiendo a Giuly. Deja al equipo casi con un 4-2-4, con un impotente Ronaldinho en el centro, y no sólo no consigue encerrar al Liverpool y crear peligro, sino que deja una imagen de desfondamiento físico e impotencia muy perjudicial para el equipo. El 1-2, viendo todo el partido, se queda incluso corto para los reds.
El último Barça existoso antes de la revolución holandesa, fue el de Terry Venables, un equipo compacto, luchador pero con buenas gotas de calidad como Schuster, Carrasco o Archibald, y logró una Liga y un subcampeonato europeo. Evidentemente eran otros tiempos. Ver cómo el equipo bordea el setenta por ciento de posesión en los partidos, para acabar perdiendo casi siempre de la misma manera, es frustante. Desde luego que este equipo, su entrenador y su estilo merece crédito por lo conseguido las últimas tres temporadas, pero ahora mismo no es competitivo como era la temporada pasada. El equipo carece de presencia en el mediocampo, la posesión tan elevada de la que hablaba antes es de los centrales, no de los centrocampistas. Y además, está el debate del mediocentro defensivo. Unos días Motta, Edmilson, otros Márquez, Xavi. Iniesta titular o no. Rijkaard no encuentra el plan, se han perdido los automatismos adquiridos en los últimos tres años. Están bien los cambios puntuales por descanso, y demás en las alineaciones, pero no hay casi ningún puesto en el equipo cuyo titular esté claramente definido.
¿Por qué? ¿Qué ha cambiado desde el mes de mayo pasado?
El juego por las bandas ha desaparecido. Los extremos, salvo Giuly a ratos, parten desde la banda, pero siempre van hacia el centro, no hay jugadas por sorpresa ni desmarques, la búsqueda del gol se convierte en una búsqueda estéril de paredes imposibles al borde del área.
Individualizando, es cierto que de los tres cracks del equipo, Etoo y Messi están volviendo de duras lesiones y que Ronaldinho es una auténtica sombra del jugador que enamoró al barcelonismo. Basta coger un vídeo de cualquier partido de los últimos dos años y comparar con todos los de esta temporada. Ha perdido su velocidad y su desborde, y su nula presencia defensiva deja siempre vendido al lateral izquierdo. Hoy, la delantera formada por Giuly, Messi y Saviola, lamentablemente no intimida a casi ningún rival ni tiene el menor atisbo real de gol.
La cruda realidad es que, a primeros de marzo, el Barcelona seguramente habrá perdido la Copa del Rey y la Champions League, más la Intercontinental y la Supercopa Europea. No se ha ganado esta temporada ni a Chelsea, Sevilla, Real Madrid, Valencia ni a Liverpool, y se sobrevive en la Liga más mediocre de los últimos años a base de goles a balón parado. La derrota hoy, más bien la forma, puede ser más o menos casual, pero la trayectoria del equipo no. ¿Hay solución? ¿Se impone una relativa revolución en verano? ¿Se ha acabado el ciclo ganador de este equipo? La solución, en un par de meses.
A los que no les importan los ciclos son a los aficionados del Liverpool. El canto del “You´ll never walk alone” al final del partido, en el Camp Nou, ha sido sencillamente espectacular. Cómo será en Anfield dentro de dos semanas, con The Kop en pleno… sana envidia.
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