lunes, noviembre 03, 2008

El ferrocarril, el carnaval y otros colores

Ah, los colores. La gente suele tomarse muy en serio los colores. Como si el dios del fútbol hubiera bajado con un montón de camisetas el día de la fundación, para entregarlas solemnemente a los jugadores. En realidad, casi todos los colores del fútbol salen de la necesidad o la casualidad. Muy pocos equipos visten los colores elegidos el primer día.

Consideremos, por ejemplo, el rojo que caracteriza a dos de los clubes más gloriosos de Inglaterra, el Liverpool y el Manchester United. La realidad es que ni unos ni otros querían jugar de rojo. El Liverpool nació en 1892 de azul y blanco, como su rival ciudadano, el Everton. Dos años después, para distinguirse del Everton, cambió a la camiseta roja con pantalón blanco. En 1964, el entrenador Bill Shankly convenció a sus futbolistas de que vistieran completamente de rojo. "Parece que midáis dos metros", les dijo. Y le creyeron.

El Manchester United empezó llamándose Newton Heath Lancashire & Yorkshire Railway, como la empresa ferroviaria para la que trabajaban sus jugadores, y, por lógica, asumió los colores de la compañía, el verde y el amarillo. Luego, durante un par de temporadas, usaron el azul. En 1893, la compañía de ferrocarril puso en venta el campo en el que jugaba el equipo y los futbolistas, cabreados, decidieron romper los vínculos ferroviarios y usar un color que no tuviera nada que ver. El rojo les pareció bonito.

Lo del Juventus fue más pintoresco. En su acto fundacional eligieron vestir camiseta rosa, pajarita y pantalón negro. Como el rosa descoloraba enseguida y quedaba blanquecino, pidieron a un fabricante inglés unas camisetas rojas como las del Nottingham Forest. El fabricante, no se sabe por qué motivo, les envió las camisetas blanquinegras del Notts County. Cuando las recibieron, las aceptaron: como buenos turineses, pensaron que el tejido era bueno y que ya habían gastado bastante.

La mayoría de los equipos empezaron de blanco, porque bastaba la ropa interior. Así empezó el Real Madrid, en calzoncillos. E hizo valer su condición de decano del fútbol madrileño para no tener que añadir colores adicionales al equipamiento. El River Plate no era decano, y, como muchos otros, tenía que fijar con imperdibles una banda de color en diagonal sobre la camiseta blanca. Un año aprovechó la tela roja sobrante de una comparsa de carnaval, llamada Los habitantes del infierno, y ya no cambió.

Boca Juniors tuvo que cambiar a la fuerza: después de probar con los colores blanco, celeste y azul, se quedó con las franjas blanquiazules. Pero los de San Lorenzo vestían casi igual. Se jugaron los colores a un partido, y los de Boca perdieron. ¿Solución? Adoptar los colores de la bandera del barco que entrara en el puerto de Buenos Aires, a una determinada hora. El barco resultó sueco. Y los colores, por tanto, azul y amarillo.

Enric González en El País

martes, octubre 28, 2008

Guardiola como síntesis del Barça














Los números del Barcelona de Pep Guardiola sólo admiten comparación con los del británico Vic Buckingham en la temporada 1970-71. Ambos empezaron el ejercicio como un tiro en su estreno como técnicos. El estupendo rendimiento del equipo, segundo y máximo goleador con 24 tantos, ha sorprendido al propio entrenador: "No es normal. Lo normal es llegar al minuto 30 empatados, perdiendo 0-1 o ganando 1-0 y no venciendo por 5-0".

Guardiola insiste en el trabajo y el compromiso como puntos de partida y a su equipo se le reconocen automatismos propios de la cantera azulgrana. No es casualidad que sea el primer jugador formado en La Masía que alcanza el banquillo y que, como epicentro que fue del dream-team, el juego de su equipo parezca primo hermano del que en su día montó Johan Cruyff. A Cruyff, primer valedor de la apuesta de Guardiola para el banquillo, sólo le ha sorprendido que "los jugadores hayan asimilado tan rápido las ideas". Como heredero de los valores recibidos, lo que predica engancha con la formación recibida por los canteranos que juegan ahora en el Camp Nou.














Por ejemplo, Piqué, que creció en el fútbol base, emigró a Manchester y, de vuelta a casa, se ha encontrado con un lenguaje conocido: "Muchos de los conceptos que nos pide Guardiola los escuché de niño. Me pasa a mí, a Messi, seguro que a Iniesta, a Puyol y a Xavi.... El entrenador nos pide cosas que ya hemos hecho antes, que nos han inculcado otros entrenadores". Entre otros, Tito Vilanova, ayudante de Guardiola en el primer equipo y entrenador de Piqué y Messi cuando eran cadetes. "Partiendo del sistema, un 4-3-3 con el que han trabajado toda la vida los equipos de la cantera, hay detalles como jugar abiertos, no reiterar el pase o mantener la posición que remiten a las enseñanzas que tanto Pep como yo recibimos en La Masía y que la gente de la cantera ha escuchado antes y escucha ahora en todos los ejercicios". Lo mismo le ocurre a Xavi: "Hablamos un idioma común porque hemos tenido casi la misma educación. Crecimos con una manera de entender el fútbol, tenemos la misma base y eso permite asimilarlo más fácilmente, aunque haya conceptos que sean diferentes de los habituales". Por ejemplo: los volantes juegan más cerca del área rival de lo que se acostumbra en las divisiones formativas y se presiona más arriba.

"El juego del Barça remite a los conceptos que se enseñan en el fútbol base desde hace años", conviene Jaume Olivé, que durante dos décadas trabajó en el fútbol formativo del Barça; "a veces, viendo jugar al primer equipo, parece que esté viendo al Infantil A. La diferencia sería la velocidad de ejecución, propia de jugadores de gran nivel técnico, pero por la utilización del balón, por el dibujo 4-4-3, por la insistencia en buscar el pase corto porque se juega muy junto y que el pase largo cruzado sea sólo un recurso, por la renuncia a posiciones neutrales -tocas y te mueves-, por la llegada del centro del campo, por los apoyos... Todo remite a la cantera". Y, por encima de todo, un axioma: "La voluntad de ganar los partidos haciendo las cosas bien, algo que se le nota al equipo de Guardiola, es un concepto que se inculca en la base: primero haz las cosas bien y luego gana".

Guillermo Amor asume la cultura del trabajo como parte fundamental de que sin esfuerzo no hay premio, un concepto muy asumido por la gente que ha pasado por la cantera: "Cuando hablamos del plus de haber crecido en el fútbol base y llegar al primer equipo, hablamos de sentimiento y de las ganas de seguir esforzándote por cumplir, hacerlo bien y quedarte", dice; "el equipo de Guardiola remite en muchos detalles al fútbol en el que nos hemos criado él, yo y otros muchos". Así, reconoce: "El sistema de juego, la combinación, el toque, el apoyo, la llegada, jugar abiertos, no ocupar posiciones neutrales... En la cantera se crece jugando así". El Barça habla el idioma de Oriol Tort, Laureano Ruiz y Olivé. Amor así lo entiende. "Mi hijo juega en el prebenjamín. Los ejercicios han evolucionado y se han perfeccionado desde que yo pasé por las categorías inferiores. Son juegos de posición por definición y ya los empezamos a hacer con Cruyff. Luego, cada entrenador aporta matices".

Llorenç Serra Ferrer fue responsable de la cantera de 1997 a 2000 y dirigió también al primer equipo: "El Barça tiene solidaridad, ambición, seriedad, esfuerzo, talento, humildad, seriedad... La mayoría son calidades que definían a Guardiola como jugador. La alegría se mezcla con el esfuerzo". "Lo que tiene el Barça es gol y muy repartido. Tiene esa filosofía", resume Radomir Antic, ex entrenador del Barça y ahora seleccionador serbio. "El Barça ha metido más goles de falta y saque de esquina este año que en las dos últimas temporadas. Es por algo". "Por calidad individual", acota Víctor Muñoz, al que Guardiola pedía la camiseta cuando era un recogepelotas; "Guardiola ha conseguido que jugadores de altísima calidad jueguen como un equipo y eso tiene mucho mérito. Ahora está por ver cómo se maneja en los tiempos complicados".

José Mari Bakero, ex compañero de Guardiola, sostiene que el protagonismo del técnico obedece a "un cambio de ciclo porque, al irse Ronaldinho y Deco, Messi, Iniesta y Xavi han dado un paso adelante. Pep es decidido y su equipo también. El Barça tiene ilusión, confianza, velocidad, profundidad... Remite a lo aprendido con Cruyff". "Lo que tiene el Barça es mucho palique", tercia Kiko, que coincidió con Guardiola en la selección española y en el curso de entrenadores; "cuando habla, convence. Se dio cuenta de que el problema estaba en la cabeza de los jugadores y metió el bisturí. Ante el Almería, excepto Alves, todos estaban ya el curso pasado, pero parecía otro equipo".

"No nos engañemos", concluye el propio Guardiola; "la clave es que los jugadores son muy buenos. No hay entrenador que haga milagros".

Luis Martín en El País

domingo, octubre 26, 2008

Guardiola y la terapia de cantera

El Barça va bien otra vez, tras un par de años de extrema confusión. Ha cogido el hilo y lo ha cogido a través de la cantera. Entre los que había más los que Guardiola ha sacado de la chistera, media plantilla y medio equipo titular son de la cantera. Y no son los peores. Veamos: Xavi, Puyol, Iniesta, Valdés, ¡Messi!, Busquets, Bojan... Es reconfortante que en estos tiempos de tránsito de tránsfugas de un lado para otro, viento alentado por la sentencia Bosman más la codicia de los agentes, uno de los grandes clubes europeos se presente tan lozano y firme con una base tan tremenda de cantera.

Me alegra porque justamente a partir de la sentencia Bosman corrió la teoría de que ya no merecía la pena trabajar la cantera. Puesto que casi cualquier jugador era contratable, ¿para qué molestarse en hacerlos? Bueno, pues miremos las cuentas: al Barça la cantera le sale, euro arriba, euro abajo, por unos doce millones al año. Eso es lo que te cuesta un buen medio con despliegue, quite, orden y aceptable juego. Por ejemplo, Busquets. Busquets ya justifica un año de inversión en la cantera. Sólo que el Barça no tiene uno, tiene media plantilla, varios de ellos de valoración bastante mayor.

Algún caso puede ser casi un milagro, como lo de Messi, que vino como niño con síntomas de enanismo y se convirtió en crack mundial. Pero otros muchos casos son puro y simple buen trabajo, escuela, estilo de la casa. La lástima es que haga falta un gran fracaso de la línea compradora, con déficit de títulos y de dinero, para que se recurra a fondo a la cantera. Y sin embargo, una y otra vez se comprueba que la buena inversión en ella (en dinero, sensatez, personal competente y atención) arma un equipo con más seguridad y menos dinero que ninguna otra política. Aunque con menos comisiones, eso sí.

Alfredo Relaño en As

sábado, octubre 04, 2008

Partidos históricos: At.Madrid 4, FC Barcelona 3.




Esta noche se juega el primer partido grande de la temporada en Liga: FC Barcelona-Atlético de Madrid en el Camp Nou. Las últimas temporadas este enfrentamiento nos ha mostrado a los aficionados noches de emoción, espectáculo y goles. Resultados de todos los colores, victorias de ambos equipos, sobre todo en la década de los 90.

Aunque es una confrontación histórica (esta noche es la sexagésima vez que el Atlético visita al Barça en Liga), y sería injusto olvidar un montón de buenos partidos y futbolistas, todo empezó, al menos para quien suscribe, el 30 de octubre de 1993. Era la jornada 9 de aquella temporada, y el partido entre los dos equipos se jugaba en el Vicente Calderón. El Barcelona llegaba como líder con 12 puntos (y con tres Ligas consecutivas ganadas los años anteriores), el Atlético era décimo con 8 (la victoria aún valía dos puntos, e incluso se contaban los positivos y los negativos, ¿recordáis?).

Era la primera vez que veía al Barça en directo, aunque ya habia tenido oportunidad de visitar el estadio Santiago Bernabéu; no era por tanto mi primer día de fútbol en directo, pero desde luego fue mi primera noche de fútbol de verdad. La semana anterior al partido le pregunté a mi padre, no demasiado futbolero (o eso pensaba yo hasta aquel día) si me llevaba al partido. Tenía pocas esperanzas, la verdad. Además era televisado por las autonómicas.

Para mi sorpresa, me dijo que sí. Sacó un hueco entre semana para ir a las taquillas del Calderón y me pidió que le acompañara. Yo elegí el sitio y él pagó las entradas. No recuerdo el coste, pero sí que vimos el partido en un lugar estupendo y que mi padré no protestó demasiado por lo pagado.

Absolutamente inexpertos, no llevamos el típico bocadillo ni un mísero refresco. No importó. Desde que empezó el partido toda nuestra atención quedó exclusivamente para el césped. El Barcelona era el mítico Dream Team de Cruyff y Rexach en el banquillo. Aquel año añadió además al gran equipo que ya formaban a Romario. El brasileño había debutado un par de meses antes con un hat trick a la Real Sociedad mostrando sus capacidades. El Atlético de Madrid, a esas alturas de Liga, ya había cambiado de entrenador. Jesús Gil ya era presidente, y Ramón “Cacho” Heredia había reemplazado a Jair Pereira en la jornada 7. Aquel año también se sentaron en el banquillo rojiblanco Emilio Cruz, José Luis Romero, Santos Ovejero y Jorge D’Alessandro.

Lo que me primero me impresionó ya comenzado el partido fue la jerarquía de Ronald Koeman. Solo en el centro de la defensa, con Ferrer y Goikoetexea a su derecha e izquierda, mandaba con balón y sin él, y junto con Guardiola iniciaba el juego a su antojo. No tenía mucha cintura o velocidad, vale, pero era un placer observar a un libre de los de toda la vida.

La primera parte no tuvo historia. El Barcelona tejió una red en el medio campo a base de triángulos y toques cortos, con los ya mencionados Koeman y Pep acompañados por Amor, Eusebio, Txiki y Laudrup, imposible para el Atlético. Romario se encargó de materializar todo ese caudal ofensivo en goles: 0-3 al descanso, más un poste y un mano a mano fallado ante el portero. Mi padre alucinaba con Romario, pero aquella tarde descubrí que sí le gustaba el fútbol y que a quien realmente admiraba era a Cruyff. Ante mi asombro, me contó historias del holandés de su época de jugador, y que de los futbolistas de entonces quien más se le acercaba era Laudrup.

En la segunda parte, el objetivo azulgrana era obvio: seguir con el rondito, tocar atrás y aprovechar los huecos que dejara el rival. En esas estaban cuando un mal pase de Amor a Koeman dejó a Kosecki solo ante Zubizarreta: 1-3 al minuto dos de la segunda parte, y percepción rápida de que el partido no había terminado. Mi padre, lo recuerdo bien, me dijo: “el Barcelona no gana este partido”. Yo, ingenuo y confiado, le dije, claro, que eso era imposible.

Diez minutos más tarde, Pedro ya había marcado de falta el 2-3. El Barça, fruto de la relajación pero al mismo tiempo del miedo, había pasado de ser una máquina de tocar a otra de perder balones. Saque largo de Diego desde la portería, mal toque de cabeza de Ferrer y Kosecki empata. Cualquier cosa que llegaba al área de Zubizarreta era gol (algunas cosas no cambian aunque pasen quince años).

Quedaba un cuarto de hora de partido. López Nieto expulsa a Pirri y el Barcelona se decide a despertar y a recuperar un partido que tenía ganado. El Atleti, con un joven Kiko Narváez ya en el campo con el ‘16’ a la espalda, disfrutando y padeciendo al mismo tiempo de sus partidos favoritos, los épicos.

El Barça saca otro córner. La defensa local no está atenta y Eusebio le envío el balón por el césped a Romario dentro del área. Juanito le derriba, pero López Nieto no se entera y mientras los azulgranas protestan Kosecki ya va directo hacia la porteria. Contragolpe de libro que culmina Caminero. Minuto 88, 4-3 y delirio en el Calderón.

Mi enfado de joven barcelonista es notorio, pero cuando me giro a mi padre, recibo una bonita lección: “¿Cómo puedes enfadarte si has visto un partido memorable?”. Con el tiempo reconocí en mi padre a un aficionado al fútbol de verdad, con equipos que le resultan más o menos simpáticos pero por encima de todo degustador de buen fútbol y en los últimos años, lógicamente, del inglés.

Todavía hoy, sobre todo tras derrotas, pienso en aquella noche en el Manzanares. Seguro que hoy Messi y Agüero están a la altura de un gran partido como aquel.

30-10-1993, LIGA

ATLETICO DE MADRID-BARCELONA 4-3

At. Madrid: Diego, Quevedo, Pedro, Solozabal, Lopez, Juanito, Manolo (Pizo Gómez), Caminero, Luis Garcia (Kiko), Kosecki, Pirri.

Barcelona: Zubizarreta, Ferrer, Guardiola (Juan Carlos), Koeman, Eusebio, Bakero, Goikoetxea, Amor, Laudrup, Romario, Begiristáin (Nadal).

Arbitro: Lopez Nieto.

Goles: Romario (3), Kosecki (2), Pedro, Caminero.

Publicado originalmente en Notas de Fútbol.

Entrevista Radomir Antic

Antes de empezar con el fútbol, Radomir Antic se pregunta si alguno de los comensales que nos rodea habrá reparado en la perfección del rectángulo de geranios que aparece a nuestra espalda. Probablemente sólo la camarera, rumana, lamenta el técnico.

En su opinión, la abundancia opaca el valor de las pequeñas cosas. Antic la disfruta, con residencias en España y Serbia, pero cuenta que hace un esfuerzo diario por no extraviar las cotas de su propia perspectiva: quién es, de dónde viene... Por eso, cada vez que entra en su casa de Pozuelo, en Madrid, se detiene un instante en el jardín y bendice su suerte, como en el rito de una oración. No ha olvidado la lección de humildad que le dio su madre cuando le enseñó su primera fotografía como jugador en un periódico local: "Muy bien hijo, mañana todo el pueblo irá contigo al lavabo".

Ese pueblo, de hecho, ha acompañado a Antic en cada conversación, por ácidas que sus palabras resultaran para el maniqueo pensamiento occidental sobre los Balcanes, un laberinto que, como dijo Winston Churchill, "produce más historia de la que es capaz de digerir". Ajedrecista de excelente nivel, el técnico reorganiza ahora las piezas supervivientes sobre el tablero de la selección, a la que quiere devolver el "orgullo serbio".

Lo dice sin complejos, directo, como cuando recuerda su paso por el Atlético, el Madrid o el Barcelona: "Si algo me produce satisfacción es que muchos de los jugadores lograron conmigo los mejores registros de su carrera".
–Eso suena fuerte.
–Pero cierto. Por ejemplo, ahora vemos jugar a Xavi más adelantado, pero fue una apuesta mía. Cuando se lo propuse, me dijo que los centrales preferían que él sacara la pelota y yo le contesté que ese problema me lo dejara a mi. Lo mismo pasó con Butragueño. Le ordené que no presionara la salida del balón y él, soprendido, me dijo que podía hacerlo. Yo le expliqué que para eso ya estaba Aldana. Quería a Emilio con todas sus fuerzas para que probara su recorte en el área. Creo que sólo ha sido una vez pichichi, durante mi etapa.

También Hierro marcó muchos goles cuando lo adelanté al centro del campo. A Chendo, en cambio, le dije que era muy buen lateral, pero que no hacía falta que defendiera a su rival y a Míchel por delante.

Sin dinero

Habla con humor, pero también con mucha nostalgia por las obras que no pudo concluir, porque "siempre fui a los sitios en misión de rescate". En el Madrid lo cesaron cuando era líder y en el Atlético construyó un equipo campeón con poco presupuesto, en su primera etapa, para caer al descenso en una segunda de la que tiene muchas sospechas, de los árbitros y hasta de los propios jugadores.

De su paso más reciente por un grande, el Barcelona de Joan Gaspart, lo más parecido al camarote de los hermanos Marx, guarda un recuerdo agridulce, por la certeza de que puso buenos cimientos sin confianza de nadie, sólo de los jugadores.

"No nos acompañaron los resultados, pero otras cosas se hicieron de maravilla. Consolidamos a Valdés, que había sido apartado por Van Gaal, adelantamos la posición de Xavi, cambiamos de lugar a Motta y Overmars, y Kluivert y Saviola acabaron con 13 goles cada uno. El gran problema fue que se lesionó Cocu. Si no, habríamos aspirado a ganar la Champions. Fue muy duro. Teníamos partido, pero a nadie le interesaba hablar de eso, sólo de los líos del presidente y otras cosas. Cinco meses en el Barça fueron como cinco años", explica.

Bojan necesita sentirse valorado

–¿Qué habría hecho usted con Bojan?
–Necesita cariño, continuidad y, sobre todo, sentirse valorado. No va a ser el primer talento que por falta de esas cosas no llega hasta donde puede. Tuvo algunos problemillas con el propio Guardiola el año pasado y quizá ahora los está pagando. Como entrenador, leo entre líneas.

Para Antic, al que une una buena relación con el padre de Bojan, el caso está cerrado: "Escogió España, puedo entenderlo y le deseo lo mejor, pero yo también lo pretendía para mi país, nada más". Bojan lucha por un puesto en el Barça, entre otros, con Henry, del que el entrenador serbio cuestiona su actitud: "Nunca le he visto atacar un espacio. Espera a que llegue el balón. Si viene, bien; si no, aplausos. El partido contra el Espanyol –añade– demostró que al Barcelona le falta remate".

–¿Y qué le falta a su rival, a este Atlético de las ilusiones?. Su espasmódico castellano, que tanto se atropella y tanto comunica, se toma una pausa. Antic quiere ser preciso al hablar de un club al que, además de la profesión, le une el sentimiento. Es como hacerlo de la familia. No empieza por Agüero, como todos. "Maniche le ha dado algo que no tenía, movimiento en el espacio con y sin la pelota. Pero el compromiso del equipo con el balón no es regular. A veces da la sensación de que fuera deliberado, de que el Atlético no pretende dominar, sino aprovechar determinados momentos. Es un modelo fugaz, pero respetable", dice.

De Agüero destaca que no hace nada "gratuito" en el campo: "Todos sus movimientos están orientados hacia el gol. No hace nada por hacer, como otros jugadores. Tiene mucho margen para mejorar, aunque eso es difícil cuando ya está encumbrado por todos". No quiere hacer comparaciones entre su Atlético y el actual, pero recuerda que el del doblete se edificó desde la contención del gasto: "Cuando me hice cargo había 35 futbolistas pero no había equipo. Hicimos fichajes con poco dinero, como Molina o Santi, del descendido Albacete. Luego vino Pantic. Al año siguiente, pedí a Ronaldo, que estaba en el PSV Eindhoven, y Zamorano, pero me trajeron a Esnáider".

–Pues ahora en Serbia tiene menos donde escoger.
–Pero me siento más entrenador, porque yo decido. Tenemos jugadores que no son titulares en sus equipos, como Zigic, pero las lágrimas no solucionan problemas. El serbio tuvo siempre orgullo como hombre, y eso es lo que hay que recuperar primero para la selección. Después, confianza en el campo, y eso se consigue buscando el equilibrio entre dos pases fáciles y uno difícil.

A Antic se le escapa el último, al encontrarse la cuenta pagada, algo difícil en Madrid e imposible en Belgrado, donde el entrenador siempre deja paso al anfitrión de lo que el Nobel Ivo Andric describió como "una humanidad derrotada".

Entrevista de Orfeo Suárez en El Mundo.

domingo, septiembre 21, 2008

El fin de los argumentos

En fútbol, el resultado no siempre da la razón a los argumentos. En su presentación como local ante el Racing, con Henry fuera de la convocatoria e Iniesta y Messi en el banquillo, el Barça creó cerca de 20 ocasiones de gol y concedió una. Tocó en todo el campo, recuperó el alto ritmo de juego, desbordó por los dos lados y, cuando perdía el balón, lo recuperaba de inmediato para volver a empezar la búsqueda, gracias a su agresividad y buena relación de las lineas.

Pedro y Busquets, canteranos que desplazaron de la titularidad a las grandes figuras, estuvieron entre los mejores. Pero el Barça empató, y con resignación cristiana, tuvimos que leer que "el equipo volvió a las andadas" -cuando el rendimiento fue muy superior a cualquier partido de la temporada pasada-; que "los esperimentos con gaseosa y no con champagne" -por la inclusión de los jóvenes-; y que "menos retórica y más goles" -como si los goles se cayeran de los árboles y no fueran consecuencia del juego-.

Se supone que los resultados se leen en el marcador simultáneo y los argumentos en el periódico. Pero como se sigan analizando los partidos de un modo tan rudimentario, el lunes iré al kiosko y, en vez del periódico, pediré el marcador simultáneo.

Jorge Valdano en MARCA

lunes, septiembre 15, 2008

¿Cómo se trabaja la aptitud?

Pep Guardiola alabó el sábado la actitud de sus jugadores, a los que no puede "reprocharles nada porque han sido mejores". Y es cierto, derrocharon actitud, les sobró actitud, pero -ojo- les faltó aptitud. Aquí todos levantamos la vista hacia el palco. El presidente y su junta de amigos del colegio son un severo lastre y no benefician al Barça, pues su endeble posición de gobierno impide que Guardiola disponga del tiempo exigible a todo nuevo entrenador para que vaya formando un gran equipo. Y en el palco está también Begiristain, que no ha derrochado precisamente actitud ni aptitud, sino dinero. Ha gastado en nuevas incorporaciones noventa millones, pero los fichados están por debajo de Deco y Ronaldinho, estrellas que fueron claves en el Barça que ganó su segunda Champions. La plantilla, pues, ha descendido notablemente en calidad. Hleb y Alves pueden aportar bastante al equipo, y también Busquets y Pedro. Pero falta un centrocampista y un delantero de alto nivel internacional. Sobre todo un centrocampista, un jugador que mejore a Deco, o bien que tenga de cara al gol mejor pegada que el portugués. Falta un centrocampista goleador a la media distancia, tipo Lampard o Xabi Alonso o, en su defecto, uno muy marchoso, tipo Danny, el portugués del Zénit de San Petersburgo. Y tampoco estaría de más un delantero importante que no dejara a Messi en la soledad del artista único.

Se han jugado sólo dos partidos de Liga, pero todos ya sabemos que únicamente con la actitud no vamos a ninguna parte y que Guardiola tendrá que trabajar mucho el aspecto de la aptitud si quiere construir su dream-team. Pero, ¿cómo se trabaja la aptitud? Guardiola dijo el sábado que el gol es lo más difícil de entrenar, y quiso saber si alguien sabía cómo se entrena un gol. Creo que la pregunta de Pep sirve también para la aptitud. ¿Alguien sabe cómo se entrena y se inculca la aptitud? Begiristain podría haberle echado una mano a Pep fichando dos estrellas que reunieran a la vez actitud y aptitud, y así le habría ahorrado el sobreesfuerzo innecesario que ahora le tocará hacer.

Con todo, el sábado empezamos a ver por dónde va el Guardiola entrenador. La alineación inicial que dispuso fue magnífica. Desde la pretemporada que, por ejemplo, soñaba yo con ver a Busquets en el equipo titular. Fue una alineación que me entusiasmó, y hasta me pareció que era cómo si Pep hubiera decidido hacerse pasar por Rijkaard en Numancia y hubiera esperado al Camp Nou para estrenarse verdaderamente como técnico, como técnico pipiolo por ahora, pero entrenador de imaginación y genialidad en la órbita de su maestro Cruyff.

Si una sublevación de la grada contra Laporta y el clan de los Maristas no aborta demasiado pronto las osadas ideas de Pep, nos divertiremos. Y puede que, haciendo ese sobreesfuerzo que podríamos habernos fácilmente evitado, incluso asistamos a la lenta construcción de una aptitud. Todo empezará a ir bien, el día en que asome un nuevo dream-team, y haya pañuelos para el palco, y Guardiola, en la rueda de prensa alabe la aptitud de sus jugadores, a los que no "puedo reprocharles nada porque se han hecho mayores, como yo, y mejores. ¿Qué como hemos trabajado la aptitud? Ah, eso os lo explico otro día".

Enrique Vila-Matas en El País

domingo, septiembre 14, 2008

Premier League: ¿Stop a los inversores?

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Aparentemente, la Premier League inglesa vive días de vino y rosas. Elevado nivel deportivo, incontestable repercusión mediática y difusión televisiva mundial con millonarias audiencias y también millonarios ingresos por los derechos audiovisuales.

La reciente y casi instantánea compra del Manchester City por parte del Abu Dhabi United Group ha sido la última aparición de capital extranjero para controlar la gestión de un club de la Premier. Los dólares estadounidenses ya poseen el Liverpool y el Manchester United, qué decir del desembarco de Abramovich en Londres o del pionero Al Fayed en el Fulham. Así hasta ocho clubes de la primera división inglesa esta temporada.

Los ingresos que obtienen son astronómicos. La temporada pasada, los 20 clubes ingresaron 2.234 millones de euros y la mayoría del dinero procede de los derechos de televisión, valorados en 1.117 millones por temporada. A eso hay que sumar el precio de las entradas (las más caras de las ligas europeas), el merchandising y también los derechos de televisión para el extranjero (259 millones de euros). Cifras astronómicas.

Para Abramovich, por ejemplo, el Chelsea es su capricho y su divertimento. Para Abu Dhabi, el City es parte de una gran estrategia para popularizar su emirato, que debe empezar a buscar alternativas al petróleo, y a la vez, para rivalizar con Dubai, que lleva tiempo tratando de apoderarse del Liverpool. Abu Dhabi quiere móviles City, bebidas City y taxis City porque entiende que los clubes de fútbol no generan suficiente dinero para mantener el nivel de gasto que se aproxima. Parece que al aficionado, esto no le importa mientras mejoren los resultados. Ayer hubo en las afueras de Anfield un amago de protesta contra los nuevos dueños Hicks y Gillet por la gestión deportiva y del nuevo estadio, pero todo se diluyó con la victoria ante el viejo enemigo United. A los seguidores no les importa, mientras los propietarios tengan dinero y prometan Robinhos y Ronaldos. “Lo mejor de tener a un jeque como dueño”, dice Noel Gallagher de Oasis, famoso aficionado del City, “es que por cada litro de gasolina que compre un hincha del United, unos céntimos son para el traspaso del próximo jugador del City”.

El fútbol tiene sus propios mecanismos correctores invisibles, y ayer, en el debut del City tras la nueva situación, perdió 1-3 con el Chelsea pese al gol inicial de Robinho. Y es que un medio campo, con todos los respetos, con Wright-Phillips, Hamann o Ireland, poca cara puede oponer a un Chelsea o a cualquier otro equipo grande. Eso sí, el mercado invernal llegará enseguida, y entonces se verá el verdadero esplendor inflacionista de los nuevos dueños con más fichajes, y si el City, con esta fortuna detrás que empequeñece los rublos de Abramovich, puede ser el mejor equipo de Europa.

Afortunadamente, el fútbol es el deporte menos empírico que existe. Abramovich no ha logrado la Champions (aunque seguramente este año la mereció), y no siempre gana el que más dinero pone. Además, la situación no parece coyuntural y única del futbol. El particular sistema financiero del Reino Unido permite que las empresas puedan adquirirse de un día para otro. De hecho, el país está inmerso en una venta de todas sus grandes empresas: Madame Tussaud, Bentley, Harrods, Mini, Boots… todas ellas pertenecen a propietarios extranjeros.

¿Consecuencias futuras? Los nuevos propietarios buscan el éxito inmediato y eso crea exigencias máximas, más despidos de entrenadores que nunca y el descuido de la cantera. Los jugadores ya no se sabe cuánto cuestan, y con estas fortunas al mando, los balances de ingresos y gastos dejan de tener sentido. Son míticas ya las deudas que acumula el Chelsea, pero que no le impiden seguir adelante…siempre que el dinero no vuele a otro sitio. Ese es el verdadero riesgo, que los magnates quieran marcharse a las primeras de cambio, como está ocurriendo en el Newcastle hoy mismo…

El principal opositor a todo esto, Arséne Wenger. Su Arsenal es el único grande inglés sin propietarios o capital extranjero. Pese a ser pionero en alinear un equipo con 11 extranjeros y para muchos no el más indicado para hablar, este verano ha rechazado gastar mucho dinero en fichajes y se ha contentado con renovar a Adebayor y en continuar con su proyecto de reclutamiento, formación y adiestramiento de jóvenes estrellas: “Es muy peligroso que el potencial de los clubes sea superior a sus fuentes de ingreso naturales. Los salarios crecerán y clubes como el nuestro no podrán pagarlos. Hay que regular esta situación, no tanto con un límite salarial, sino equiparando los sueldos a los ingresos naturales”. El francés continúa con la lucha. Antes del partido en Newcastle del sábado, acusó a los árabes de convertir el fútbol inglés en un supermercado.

El debate ha llegado también a la política. El jueves el gobierno británico instó a la Federación Inglesa (FA) a endurecer la normativa que regula quién puede comprar un club. David Triesman, presidente de la FA, contestó: “No podemos discriminar en base a la nacionalidad. La distinción es entre los que invierten y respetan los valores de los clubs y los que sólo compran”.

A este respecto, Wenger insiste. Su argumento es que los clubes ingleses tengan valores ingleses: “Llegará un día en que yo no esté, y tampoco los jugadores, pero los propietarios serán los mismos. Ellos son los que transmiten los valores”, declaró hace tiempo. Para mí, Wenger sólo tiene razón a medias. Los verdaderos custodios de los valores tradicionales de un club de fútbol no son los dirigentes, sino los hinchas, los aficionados que calientan los asientos tanto en las buenas como en las malas.
En las gradas del Emirates Stadium, o en Stamford Bridge, los espectadores son ingleses o extranjeros que han asimilado los valores locales. El alma y el deseo de que su equipo gane de esa gente no es diferente del alma de los espectadores en la época de Herbert Chapman, en los años ‘30. El problema es que esos aficionados pueden ser traicionados. Y el riesgo de traición aumenta a medida que el club se hace más poderoso y multiplica su capacidad de generar dinero. Ahí está el riesgo. ¿Sería imposible mantener la calidad y el nivel de la Premier sin este modelo económico tan agresivo y globalizador? ¿Es la única opción? Espero que no.

Publicado originalmente en Notas de Fútbol

viernes, agosto 29, 2008

El sentido trágico del fútbol

¿Quieren pruebas? Ahí tienen al Indio Abdón Porte con su fecha, el 5 de marzo de 1918. Se acuerdan del Indio Abdón, ¿no? Claro, todo el mundo se acuerda del Indio. Acabó el partido y el Indio, mediocentro de Nacional, gloria del fútbol uruguayo, festejó con los compañeros. Bebió y rió con ellos, y debió darles buenos consejos, porque el partido, para un buen mediocentro, no termina nunca. Luego, pasada la medianoche, se volvió al estadio del Parque Central. El club pensaba traspasarle por viejo: tenía ya 27 años, 27 años de los de 1918, y no le veían tan fuerte como antes. Pero el Indio iba a quedarse. Esa noche, la noche del 4 al 5 (los números del mediocentro), caminó hasta el centro exacto del campo (el territorio del mediocentro), sacó un papelito con el último poema (“Nacional, aunque en polvo convertido y en polvo siempre amante…”), empuñó un revólver y se reventó el corazón.

Nada, una casualidad, un mediocentro depresivo, dirán algunos. ¿Casualidad? Pues hablemos de Ago. ¿Lo recuerdan, al pobre Ago? Espigado, elegante, nunca un paso en falso: el mejor mediocentro que tuvo la Roma. Y en esa Roma estaba Falcao, cuidado. Agostino di Bartolomei, Ago, fue el capitán de la Roma en la temporada 82-83, la temporada del scudetto glorioso, el primero en más de 40 años y el segundo en la historia romanista. La temporada siguiente, la Roma irrumpió en la Copa de Europa con un fútbol espléndido. Y con malas artes, para qué negarlo: el árbitro de la semifinal fue sobornado, pero eso no fue culpa de Ago. El caso es que la final se jugaba en Roma, en casa, contra el Liverpool. Era el 30 de mayo de 1984. “El partido de mi vida”, anunció Ago. Empate en los 90, empate en la prórroga y, en los penaltis, victoria inglesa. Fue la noche más negra de la Roma.

La temporada siguiente llegó Eriksson al banquillo, y Ago fue traspasado al Milan. Riñó con sus antiguos compañeros y su juego se hizo más y más melancólico hasta que, en 1990, colgó las botas. Ago se lo tomó con más calma que el Indio y esperó 10 años. Exactamente 10. El 30 de mayo de 1994, décimo aniversario del desastre, Agostino di Bartolomei dejó un papel sobre el escritorio (“Me siento encerrado en un hoyo”), salió al balcón de su casa, empuñó un revólver y se reventó el corazón.

¿Les basta? Ni el portero, ni el ariete, ni el extremo: esos son neuróticos, maniáticos de lo suyo. Quien sufre de verdad, quien conoce el sentido trágico del fútbol, es el mediocentro. Y no hablo del que juega de mediocentro. Gente como Capello o Rijkaard, o tantos otros, sólo jugaban de eso. Estaban ahí, para entendernos. No, no, me refiero al que es mediocentro y no sirve para nada más, porque tiene un partido en la cabeza y necesita que encaje con la realidad; me refiero al que sufre el ansia del gran partido perfecto.

Ese inventor de partidos, ya lo han visto, es muy especial, raro y delicado. Como Guardiola y Schuster, sin ir más lejos: en los dos banquillos augustos se sientan dos de la estirpe. Por supuesto, no esperen que asome un revólver. Esperen ansiedad, eso sí. Será una temporada agónica, bajo el signo del mediocentro. Confío en haberles convencido.

Enric González en El País

martes, agosto 19, 2008

Regresa el Chelsea más ambicioso



Por fin comenzó la Premier League 2008/2009. Los JJOO son una maravilla: Phelps, Bolt, Isinbayeva, los españoles. Pero para los enfermos del fútbol, pocas cosas comparables a ver por tv por ejemplo la ilusión de la hinchada del Sunderland con su equipo o los rugidos de Old Trafford con el debut del Campeón.

La semana previa al inicio del fútbol oficial en Inglaterra nos dejó moral y buenas noticias para el Chelsea. En primer lugar, por fin, la renovación de Frank Lampard. Tras año y medio de negociaciones, coqueteos con Barça o Inter, el ‘8’ de los blues se queda. Seguramente, como cualquier otro jugador profesional, la espera se ha producido por motivos económicos, pero el orgullo de permanecer en su equipo de casi toda la vida (recordemos que Frankie creció en la cantera del West Ham) se hizo visible en sus declaraciones tras la firma.

Paralelamente, el otro capitán del equipo, John Terry, parece recuperado de la decepción de Moscú y realizó toda una declaración de intenciones, ambición y positivismo ante las medios de cara a la nueva temporada de su equipo. Se mostró encantado con Scolari, amenazó de manera afable a su ex-jefe Jose Mourinho anunciándoles que iban hacia sus registros de títulos, y por último quiso convencer a aficionados propios y rivales de que el Manchester United ha tocado techo. Que Cristiano Ronaldo no volverá a rendir como en el curso pasado y que la distancia entre ambos equipos ha disminuido.

Con Scolari en su seguramente última oportunidad de club de élite europea, Lampard renovado y contento, Terry embarcado en una misión, Drogba y Anelka garantizando gol, el talento de Joe Cole y la guinda de Deco, las palabras de Terry me suenan proféticas. Quizá nos riamos de esto allá por mayo del 2009 con el tercer título del United, pero para mi, favoritos este año, los dueños de Stamford Bridge. En el debut, un rotundo 4-0 al Portsmouth.

En Old Trafford, un poco de paciencia. El empate inaugural ante el Newcastle de Keegan no debe poner nervioso a nadie. El año pasado también empezaron titubeantes y todos sabemos cómo acabó la temporada. Además, sin Cristiano, Tévez, Nani, Hargreaves, Anderson o Saha, y Carrick y Rooney aún renqueantes por el virus contraído en Nigeria, pocos juicios de valor se pueden emitir. La duda importante ahora es si irán hasta el final a por Berbatov o si Ferguson está contemporizando y dará minutos al prometedor Campbell.

El Arsenal jugará por momentos mejor que nadie, seguramente, pero creo que ha perdido potencial con las salidas de Hleb y Flamini. Si Nasri mezcla bien con Fábregas, nos harán disfrutar. Pero de ahí a que ganen algo…

Y el Liverpool...¡ay, el Liverpool! Benítez necesita hacer algo ya en la Premier. No puede volver a deambular entre la tercera y la cuarta plaza otro año más. The Kop es fiel pero ansía el título, o al menos pelear por él, y de los dueños americanos ya ni hablamos. El manager sigue enfadado y reclamando dinero para fichar a Barry, pero quien ha fichado a esos grandes artistas del balón en mediocampo llamados Mascherano o Leiva, ha sido él. En Sunderland el sábado fue zarandeado por el apañado equipo de Roy Keane, hasta que Fernando Torres les sacó del lío y del previsible empate a cero. Deben mejorar.

¿Hay vida más allá del habitual top four? Todos los analistas citan a los Spurs de Juande y al City de Hughes. Mi apuesta, coincidiendo con la de Axel Torres, el Vila de Martin O’Neill…si retienen a Barry, claro. A disfrutar.

En NdF | Los fichajes de la Premier League 2008-2009
En Brit Corner | La primera jornada, en cinco imágenes

Publicado originalmente en Notas de Fútbol.

domingo, julio 06, 2008

Moción de censura 6-J: El entorno barcelonista en su máxima expresión


A las 14 horas de hoy, ya han votado un total de 20242 socios barcelonistas, el 17 % del censo, con lo que el resultado final de la moción de censura a la que se somete la actual Junta Directiva será perfectamente válido y vinculante. Los convocantes necesitan que dos tercios de los votos emitidos les sean favorables para que la moción propere, lo que implicaría de manera automática la gestión del club por una Junta Gestora y la convocatoria de elecciones en menos de tres meses.
Todas las personalidades blaugranas que ya han pasado por el Camp Nou para ejercer su derecho al voto, favorables o contrarias a la moción, coiciden en una cosa: este 6 de julio constituye una gran expresión democrática y de participación en la vida del club para todo el barcelonismo.
Hasta ahí de acuerdo. Sin embargo, el día de hoy también puede interpretarse como un nuevo ejemplo de la tradición cainita de este club, o de lo que Johan Cruyff llamó el entorno.
Hace cinco años Joan Laporta fue elegido presidente del club con el mayor número de votos y de participación de la historia del club: 27.138 y 51.618, respectivamente. Hace dos, fue obligado a convocar elecciones por mandato judicial por entenderse que sus primeros 8 días constituían un año de mandato y fue reelegido al no presentarse más candidatos. ¿Tiene sentido que ahora, el pleno verano, el club pueda verse abocado a unas nuevas elecciones?
Laporta y los sucesivos presidentes que vengan, tienen ya estatutariamente limitada su permanencia en el club a dos mandatos. ¿Dos malas temporadas deportivas merecen unas elecciones? La duda más importante que me asalta es saber si los motivos que llevan a Oriol Giralt y a los que apoyan la moción como Sandro Rosell son excluivamente altruitas y beneficiosos para el club o esconden luchas y ambiciones personales.
De Rosell no tengo dudas de que será presidente en 2010. Mantiene tirón entre el barcelonismo y fue protagonista de la construcción del equipo bicampeón de Liga y campeón europeo en París. Por eso me despistan tanto algunos de sus gestos. El libro en el que desacreditaba muchas de las actuaciones de la Directiva en la que él era partícipe, ese hipócrita “Nunca digas nunca”, su salto a la escena pública apenas una semana antes de la votación de hoy dando a la moción un claro matiz preelectoral…Creo que Sandro y su gente corren peligro de que su obsesión personal contra Laporta y creo que incluso más contra Cruyff les cieguen a la hora de tomar decisiones. Es muy fácil decir en la prensa que Ronaldinho tuvo que ser vendido en 2006 cuando valía 80 millones. Claro, con la Champions recién ganada. ¿Qué barcelonista hubiera aceptado eso? A posteriori todos acertamos.
Laporta se ha equivocado en muchas cosas. Muchísimas. Ha cambiado su perfil kennedyano que tanto ilusionó en 2003 por uno más presidencialista. Ha sido el primer complaciente, junto con Ingla, Txiki y Rijkaard, en permitir la ausencia de trabajo en el vestuario de unos jugadores claramente acomodados y en permanente ausencia de profesionalidad. Son célebres también sus arengas a las penyes, el ya mitico “que nos embaucan, que no estamos tan mal, oiga”, su nerviosismo durante todo el reciente viaje a Manchester… Sus emociones le llevan a mostrar sus ideas políticas (aunque muchas barcelonistas las compartan) en foros poco adecuados. Merece la atención y reprobación que el socio considere oportunas. Pero, ¿salir sin cumplir su mandato? José Luis Núñez recibió una moción de censura encabezada por el propio Laporta en 1998…¡tras veinte años de mandato!
El trabajo económico de Soriano está siendo razonablemente bueno. La moción ha obligado a fichar caro y rápido, y creo que Laporta no ha sigo egoísta en este caso, ya que no se ganan elecciones con Keita o Martín Cáceres...¿ya nadie se acuerda del caso de Figo en el verano de 2000? ¿O de la renovación de Kluivert? No creo que, con la Junta Gestora si hubiera que convocar elecciones el club quedara paralizado, pero cualquiera que sepa algo de fútbol asume que no es lo mismo, que la actividad diaria no es tan sencilla, y menos en un equipo que tiene nuevo entrenador y que ha de reconstruirse deportivamente tras dos años en blanco.
Los socios tienen la palabra. Quienes le conocen aseguran que la emoción de Laporta hace un par de días fue sincera. Es de esperar que el previsible voto de castigo que recibirá hoy le ponga en el camino de la autocrítica y de la humildad y que no exarcebe más sus defectos.
En The Digital Garden | ¿Tan difícil es hacer bien las cosas?
Publicado originalmente en Notas de Fútbol

domingo, junio 01, 2008

Juego y cultura

Proponer, probar y sostener la tesis de que fútbol es cultura precisa, en primer lugar, de una definición acertada del término "cultura", para lo cual el sentido común indica acercarse al diccionario. Arrimémonos entonces, ¡oh temerarios!, al camposanto de la RAE, y destaquemos la tercera acepción empleada: "f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.".

Vaya, al parecer "cultura" lo abarca todo -¡incluso el "etc."!- para los académicos de sillón, certeza significativa que en la realidad no hace más que amplificar una ambigüedad que poco colabora a la hora de desanudar la humilde tarea aquí emprendida.

Leído lo leído, podríamos ser más responsables y acudir a Lévi-Strauss, que en su Antropología estructural señala que "la cultura no consiste sólo en formas de comunicación que le son propias, como el lenguaje, sino sobre todo en reglas aplicables a toda clase de juegos de comunicación".

¡Por fin un académico en movimiento que asocia cultura a juego!

Al hilo del pensamiento del gran Claude, que nos ha obsequiado un balón de gol para, como metaforizaría Menotti, "pasárselo a la red", elaboremos una definición desde el potrero, es decir, desde esa porción de infancia dibujada felizmente por Villoro en Dios es redondo, aquel reino primigenio en el que "bajo una lluvia oblicua o un sol de justicia alguien anota un gol como si matara un leopardo". Entendamos pues la "cultura" como la capacidad que tiene el ser humano, armado de voluntad y poder, de afirmar el yo construyendo algo donde nada se oía, estadio al que por supuesto debe estarle prohibida la entrada a cualquier tipo de billete de compraventa.

Así definida, la cultura se juega en el aprendizaje de una soledad propia que nos permita relacionarnos con la conquistada entereza de los demás, fabricando, en el caso que nos ocupa, un balón hecho de calcetines anudados, una portería con dos montoncitos de arena, un larguero celeste a la altura del azar...

Del mito al rito (y viceversa). Habitualmente se relaciona el fútbol con un sinnúmero de conceptos vinculados a la Cultura, escrita con mayúscula. Emulando al Diego, que tenía ojos en la nuca, echemos un vistacillo panorámico al verde césped para, como Él solía, hacer fácil lo difícil con la cabeza levantada y la pelota pegada al pie.

Siguiendo al genio de Durkheim, el eminente pensador Norbert Elias asegura con conocimiento de causa, en Deporte y ocio en el proceso de la civilización, que resulta un hecho sociológico de primer orden comprender que numerosos deportes hundan sus raíces en la religión, y que es preciso recordar que "nunca ha existido sociedad humana sin algo equivalente a los deportes modernos". En esta línea, ahora que está sentado a la vera del Señor, el extrañado Manuel Vázquez Montalbán podrá corroborar las impresiones que en la tierra vertió asociando, en Fútbol. Una religión en busca de un Dios, el fútbol con la religión laica más cuidadosamente fabricada por el sistema; reflexiones que, como a todos los amantes del padre de Carvalho, habrán influido entre otros a Enric González cuando comenzó y terminó de trazar, a base de pinceladas y de patadas, de catenaccio y apuestas ilegales, el ajustado mapa de una disparatada Italia en Historias del calcio.

Para Vicente Verdú, que en Fútbol. Mitos, ritos y símbolos disecciona, con el poético escalpelo al que nos ha generosamente acostumbrado, todo aquello que nos regala y que nos vende el fútbol, "los equipos de una ciudad o de un país actúan como figuras totémicas". En sus páginas ni siquiera se salvan de la quema las porterías, cuando apunta por ejemplo que "un poste quemado es, en la tradición primitiva, el símbolo de la muerte y los postes de las porterías de fútbol se han cubierto tradicionalmente, para aumentar su visibilidad, con un zócalo de cuarenta centímetros de pintura negra: la marca de haber ardido". Dirá a su vez Verdú que, entre el saludo de manos inicial de los jugadores y el intercambio final de camisetas, transcurre la liturgia del partido, atrapado entre dos ritos que "depauperan su categoría de acontecimiento".

Por otra parte, en numerosos textos encontramos análisis que indican que el futbolista de hoy se ha convertido en la resurrección, vivita y coleando, de antiguos héroes mitológicos, o que el balón rodando -"brújula siempre estropeada que tiene las propiedades del imán y del chupete", como alguna vez me gustó escribir- actúa como un laberíntico hilo de Ariadna que sobrevuela la siempre compleja relación transferencial entre padre e hijo.

Sin embargo, es en el interior del juego del fútbol donde, en definitiva, se decide su ser cultural; es al abrigo de sus entrañas donde tenemos que descender, ¡oh valerosos!, para encontrar esa cultura que se escribe con minúscula y que así se transforma en cercana, en posible, en nuestra. Porque, como avisa Joyce Carol Oates en su obligatorio Del boxeo, "es el ser ancestral y perdido lo que se busca, por vanos que sean los medios. Como esos residuos de sueños de la niñez, que año tras año continúan eludiéndonos sin ser nunca abandonados, y mucho menos despreciados".

Y en las entrañas de la vida está la infancia.

Del juego a la vida (sin viceversa).

En el ámbito del potrero la inocente picardía no se ha transmutado, ¿aún?, en malicia industrializada. Quizás queriendo irse por esta misma banda y expresar un deseo nada pueril, en 'La identidad de los clubes de fútbol', magnífico artículo incluido en Cultura(s) del fútbol, un sagaz Galder Reguera se atreve con todo(s) para desmentir la trivial, la peligrosa asociación que suele hacerse entre el fútbol y la guerra, sentenciando por toda la escuadra: "El fútbol es diametralmente opuesto a la guerra. Por más que determinados equipos se entiendan como enemigos irreconciliables, no hay en ningún caso un anhelo de desaparición del otro. Sin él, no hay partido. El mismo acontecer del juego parte necesariamente de la base de la consideración de igual a igual entre los contendientes, aun cuando se formulen como enemigos irreconciliables".

De este modo, es en el interior de la infancia donde el fútbol se produce realmente como juego, como acontecimiento cultural relevante. Es alegría y risa, propiedad exclusiva del homo ridens que describiera Aristóteles; es libertad y misterio, propiedad intransferible del homo ludens que atrapara Huizinga en Homo ludens. El juego y la cultura. Así jugado, el fútbol cristaliza -diría el fantasista Dante Panzeri, que en Fútbol, dinámica de lo impensado nos pone el centro en la cabeza- como "la más perfecta introducción al hombre a la lección humana del cooperativismo, ya que una de las leyes naturales del fútbol que más hermoso lo hace es aquella de que todos necesitan de todos y nadie puede subsistir por sí solo".

Cuando se juega desde las entrañas el fútbol, consumado arte del imprevisto por sobre todo los previstos, nos recuerda al maravilloso juego de Alicia, donde "el terreno de juego era un campo surcado de ondulaciones, las bolas de croquet eran erizos vivos, tan vivos como los pájaros flamencos que con sus largos cuellos hacían las veces de mallos". Se trata -corramos antes del final de este encuentro a por el balón de oxígeno y sabiduría que Gilles Deleuze nos pasa al vacío en Lógica del sentido- de un juego "ideal" en el que "no hay sino victorias para los que han sabido jugar, es decir, afirmar y ramificar el azar, en lugar de dividirlo para dominarlo, para apostar, para ganar; un juego que sólo está en el pensamiento y no tiene otro resultado sino la obra de arte".

Cher Gilles: ese juego está en el pensamiento, en la obra de arte

... y en el potrero y la infancia (que son lo mismo).

Pablo Nacach es sociólogo y escritor. Es autor de Fútbol. La vida en domingo (Lengua de Trapo, 2006) y recientemente ha publicado Mascaras sociales: las relaciones personales en el mundo actual (Debate, 2008)

lunes, mayo 26, 2008

Las ilusiones resistentes

Estoy francamente preocupado: desde los siete años soy del Real Madrid, y el fútbol ha sido uno de los grandes placeres de mi vida. Llevo dos temporadas, sin embargo, sintiéndome muy frío respecto a mi equipo y bastante aburrido con ese deporte en general. Me he sorprendido celebrando los goles que el Getafe le marcó al Bayern Múnich, o el Liverpool al Arsenal en la Copa de Europa, o el Numancia a cualquiera en Segunda División, en mucha mayor medida que los de Raúl o Robinho a sus rivales. He intentado averiguar a qué se debe esta frialdad, porque la cosa llega tan lejos que casi he vivido con indiferencia que el Madrid se haya proclamado campeón de Liga. Cuando la ganó el curso pasado, me ocurrió otro tanto. Tal vez sea que los madridistas de antaño –los que en la infancia vimos a Di Stéfano, Kopa, Puskas y Gento– no nos quedamos conformes si, además de ganar, no creemos haberlo merecido. Y en estas dos últimas temporadas yo no estoy muy seguro de que mi equipo haya sido el mejor, ni siquiera el menos malo. Tengo la sensación de que estos dos títulos nos han caído de rebote, y de que bien podían haber ido a otra parte por el mismo procedimiento desganado y azaroso.

El único jugador que me ha hecho vibrar en ocasiones, y que por suerte –ya era hora– ha sido titular muchas veces, ha sido Guti, un gran talento que el Madrid ha desperdiciado durante casi diez años, relegándolo al banquillo o permitiéndole saltar al campo unos míseros treinta minutos. En él, a veces en Raúl y a menudo en Casillas reconozco al Madrid de toda la vida: al ambicioso, al que nunca se rendía, al que se exigía imaginación e inconformismo constantes. En el resto de la plantilla, a duras penas. No logro acostumbrarme a ver con la camiseta blanca a individuos como Diarra, Gago, Baptista o Snejder, inconsistentes cuando no deprimentes. Tampoco me explico que los tres futbolistas mencionados en primer lugar, de los cuales dos ya han cumplido la treintena, sean los últimos canteranos en haberse instalado en el primer equipo. Téngase en cuenta que de esa escuela salieron Velázquez, Pirri y Grosso; Butragueño, Míchel, Martín Vázquez y Sanchis; o Urzaiz y Eto’o, aunque el Madrid los desaprovechara; y ahora están llenos los demás equipos de jóvenes destacados que proceden de ella: Arbeloa, Negredo, De la Red, Granero y tantos otros. Pero en el Madrid que los cría, ni rastro, mientras el Barça saca una joya tras otra.

Pero no es sólo mi relación con el Madrid lo que me preocupa. La impropiamente llamada Liga de Campeones lleva ya disputándose los suficientes años para que no canse ver, cada temporada, cómo el Madrid se enfrenta al Olympique de Lyon o al Bayern Múnich o a la Roma, o el Barça al Inter o al Chelsea, o el Chelsea al Liverpool o al Milan, o el Manchester United a la Roma o al Barça. Lo que antes se producía de tarde en tarde, y en verdad era un acontecimiento (hacía falta que cada equipo ganara la Liga de su país, y que el sorteo los emparejara luego), se ha convertido en reiteración y rutina. Los codiciosos responsables del fútbol y los patanescos presidentes de clubs se han encargado de que ya no haya nada excepcional, nada que pueda ansiarse. Hasta los mejores platos aburren si se sirven a diario, o en este caso cada año. Nada tiene ya de particular ver un Juventus-Arsenal, un Real Madrid-Oporto o un Liverpool-Celtic Glasgow. Y por ello se hace difícil recordar cada enfrentamiento. El último partido europeo del Madrid que mi memoria atesora es el de Old Trafford que acabó 2-3, y de él debe de hacer ya un decenio. Todo lo que ha venido después –exceptuando las tres finales ganadas, contra la Juve, el Valencia y el Ba¬¬yer Leverkusen– me parece indistinguible.

Este mes de junio hay además Eurocopa. Como con España es imposible ilusionarse, y más aún con Aragonés y su selección de medianías, yo suelo ir con Italia e Inglaterra, por ser los dos países en que más he vivido después del mío. Pero Inglaterra ya quedó eliminada, y con la Italia fascista de Berlusconi, Bossi y Fini, ir se hace muy arduo, más aún tras su decepcionante juego en el Mundial de 2006, que no obstante le sirvió para alzarse campeona, he ahí un buen ejemplo de la decadencia del fútbol. Y están los de siempre: la poco imaginativa, pesadísima Alemania; la siempre prometedora pero entristecida Portugal; la laboriosa República Checa, la decaída Rusia; la inverosímil campeona vigente, la tacaña Grecia. Faltará en cambio la mucho más divertida y anárquica Escocia, y Holanda se va pareciendo peligrosamente a su vecina y soporífera Bélgica. Y, pese a todo, sé que me pasaré las horas delante de la televisión, viendo cuantos partidos pueda. Animaré un poco a España hasta que me irriten y me impidan hacerlo el excesivo patrioterismo de los locutores y la injustificada chulería de los forofos. Iré con Italia, pensando en mis amigos de ese país horrorizados por el fascismo que los gobierna y rodea. El fútbol empieza a ser para mí como los toros para los viejos aficionados escépticos: han visto tanto bueno que no esperan encontrar ya nada comparable. Y sin embargo siguen acudiendo un día tras otro a las plazas. Será que hay ilusiones infantiles que no terminan de perderse nunca.

Javier Marías en El País

lunes, mayo 12, 2008

Giggs ya es un mito

Bobby Charlton, una leyenda de 71 años, lo vio en la grada. El Manchester United, su equipo de siempre, venció al Wigan (0-2), revalidó su título de campeón de la Premier League -el decimoséptimo de su historia-, y coronó a Ryan Giggs como mito del club. El Chelsea, empatado a puntos con el ganador al inicio de la última jornada, perdió el título ante el Bolton (1-1), y quizás se dejó algo más en la pelea: Terry, su capitán, se destrozó el codo tras chocar con Cech, aunque es probable que pueda jugar la final de la Champions, que enfrentará a los dos conjuntos el 21 de mayo.

Charlton, embutido en su gabardina de siempre, vio de todo en el partido. Golpes, lluvia y fútbol de pierna fuerte. No fue lo único que cautivó su atención. El hombre que sobrevivió a la tragedia aérea de Múnich para construir una carrera inaudita vio a su equipo adelantándose de penalti. A Ferdinand, central de los reds, cometiendo otro que no se pitó. A Alex Ferguson ganando su décima Liga como técnico del Manchester United. Y a Ryan Giggs marcar el gol que sellaba la victoria en su partido 758 con la camiseta del United. No es una cosa cualquiera. Con la final de la Champions por delante, Giggs iguala a un tal Bobby Charlton, campeón de la Copa de Europa y del mundo, como el futbolista que más partidos ha jugado con el equipo de Old Trafford.

"Los récords no me interesan. Lo que cuentan son los campeonatos y los títulos", dijo Giggs, el heredero de George Best, instalado en el altar del United tras superar la losa de las comparaciones -de heredero del Quinto Beatle pasó a Quinto Take That cuando el exceso de atención pareció superarle a principios de los años 90. "Ya tengo 10 Ligas y sólo espero poder ganar otra. Ha sido un tanto formidable, porque nos daba un margen de seguridad".

La importancia del extremo galés en el equipo sobrepasa lo espiritual. A pesar de su suplencia ante el Wigan, Ferguson no le reservó un papel menor en la disputa del campeonato. Giggs jugó 26 partidos de Liga como titular y 30 en total. Fue un jugador flotando junto a una raya, como en los viejos tiempos. "Recuerdo", suele contar Ferguson, "la primera vez que le vi. Tenía 13 años y flotaba sobre el campo como un cocker spaniel persiguiendo un trozo de papel plata llevado por el viento". Aquel encuentro tuvo dos consecuencias inmediatas: Giggs fue a entrenarse a The Cliff, la vieja ciudad deportiva del Manchester. Y Viv Anderson, de profesión lateral, casi pidió la baja. El chico, un tipo capaz de renunciar a los apellidos de su agresivo padre, es hoy un futbolista que mide los esfuerzos con la medida de sus años.

Los méritos del campeón se trasladan a las estadísticas. Cristiano Ronaldo, su jugador estrella, es el máximo goleador del campeonato (31). Es el equipo más goleador y el menos goleado. Y sólo el empuje final del Chelsea llevó la lucha por el título hasta la última jornada.

"Si hubiéramos perdido el título en el último partido", resumió Ferguson; "habría sido un golpe durísimo. Estoy orgulloso de haber sobrevivido tanto tiempo [en los banquillos]. Este equipo es joven, verdaderamente joven, y tiene mucho que ofrecer. El segundo gol me ha contentado especialmente. Hace diez títulos para Ryan Giggs. Es fantástico", cerró el técnico.

La victoria del Manchester United fue el fracaso del Chelsea. "Cuando Giggs marcó el segundo supe que todo había terminado", dijo Terry, ejerciendo como portavoz de la plantilla pese a su lesión. "Lo merecen. Hemos dejado que se nos escaparan puntos en momentos cruciales, y eso probablemente nos ha costado el título. Eso no debe quitarle ningún mérito al Manchester United. Ha sido un equipo brillante". La Liga inglesa ha terminado, pero dos de sus equipos siguen jugando. El 21 de mayo, Chelsea y Manchester disputan la final de la Champions. Giggs estará allí. Charlton, probablemente, también. Y si el galés juega, dos futbolistas de cuerpo entero dejarán de sentarse juntos en la historia del United.

J.J. Mateo en El País

En Ndf
And the Winner is: Manchester United

Entrenador por definición

Valentí Guardiola le ha montado un museo a su hijo en una de las habitaciones de la casa familiar de Santpedor con una serie de piezas de coleccionista. Algunas comunes y otras más sentimentales. La última que reunió las pasadas Navidades es una fotografía ampliada de Antonio Espejo en la que se aprecia cómo Pep Guardiola aplaude como recogepelotas del Camp Nou a Terry Venables mientras el técnico inglés es levantado a hombros por sus futbolistas la noche en que el Barcelona alcanzó la final de la Copa de Europa de Sevilla-86 después de ganar al Gotemburgo en los penaltis. Más que por amor de padre, Valentí supo desde que Pep salió de casa a los 13 años que no pararía hasta alcanzar el banquillo del Camp Nou porque siempre fue un entrenador por definición. Ocurre que Valentí nunca imaginó que sería justamente la misma temporada en que colgó la foto de Pep mirando a Venables. Así de caprichosos son los guiños del fútbol, al fin y al cabo una cuestión de fe como tantas cosas en la vida.

Joan Laporta anunció el jueves que Guardiola, de 37 años, técnico del filial, será el entrenador del Barça seguramente para las dos próximas temporadas, que son las que le quedan de mandato al presidente. Valentí se enteró un poco antes por boca de Pep. La condición de padre no le había servido hasta entonces para sonsacar a su hijo sobre las posibilidades de que se convirtiera en el técnico azulgrana por más que la prensa anunciara la buena nueva para la familia y que Pere Guardiola, hermano de Pep, le susurrara a su progenitor: "Prepárate porque te aguarda una noticia muy gorda". "El día en que esté hecho serás el primero en enterarte", respondió Pep a Valentí; "mientras tanto, piensa en el B". Valentí se enteró del ascenso de su hijo sólo unas horas antes de ser oficial y ayer, como es su costumbre, presenció el Barça B-Sant Andreu en el Miniestadi antes del Barça-Mallorca del Camp Nou como si nada hubiera pasado el jueves.

Al lobby, como maliciosamente se conoce a la gente más próxima a Guardiola, le aguardaba la misma respuesta que a Valentí hasta la semana pasada. ¿Es cierto que serás el entrenador del Barça? El demandante balbuceaba mientras preguntaba a Pep porque ya sabía la respuesta. Nadie que sea ajeno al club sabrá de los asuntos del técnico por su boca, y menos sus personas más cercanas, de manera que son sus críticos quienes llevan la voz cantante en los debates sobre el banquillo azulgrana. Los amigos le defienden frente a sus enemigos, y no necesariamente a partir de su obra, sino de su manera de ser. Alrededor de Guardiola, celoso de su intimidad, siempre ha habido mucha literatura porque el personaje abona el misterio.

Guardiola sospechaba desde finales del año pasado que era uno de los candidatos a sustituir a Frank Rijkaard siempre que Laporta prescindiera del técnico holandés ante una segunda temporada sin títulos, como al final ha sucedido. El director deportivo, Txiki Begiristain, y el vicepresidente deportivo, Marc Ingla, se han reunido desde entonces no menos de tres veces con Guardiola después de una toma de contacto con José Mourinho. También el presidente se ha entrevistado obviamente con el entrenador catalán y se sabe que Johan Cruyff acudió en su día al Miniestadi para contrastar su faena con el filial y que el pasado lunes tenían pactada desde hace tiempo una conversación.

Begiristain apostó por Guardiola desde que ambos resolvieron sus cuitas por un comentario del secretario técnico que incomodó al futuro entrenador del Barça. Resulta que Evarist Murtra, responsable deportivo en la candidatura de Lluís Bassat a las elecciones de 2003, anunció en la presentación de Guardiola como futuro secretario técnico que su contrato era tan ejemplar que era digno de figurar en el Museo del club. La afirmación provocó un comentario irónico de Begiristain y Guardiola se lo tomó a mal. Txiki vino a decir que sería su acuerdo el que se expondría después de que Laporta accediera a la presidencia.

Begiristain se mantuvo al margen de las elecciones, justo lo contrario que Guardiola, muy visible en la foto de campaña. A Guardiola se le reprochó precisamente que no prometiera un sólo fichaje como cebo frente al álbum de cromos que exhibió Laporta con Beckham a la cabeza. Hubo incluso quien le responsabilizó de la derrota de Bassat mientras otros le tacharon de ingenuo por quemarse cuando se imponía aguardar el resultado de la votación, como hizo Begiristain. Guardiola quería tener el refrendo de los socios para el cargo y, una vez que no fue elegido, tocó a retirada del escenario azulgrana para continuar su carrera en Qatar y México, pleitear después con la justicia italiana hasta ser absuelto de la acusación de dopaje con la que fue penalizado en el Brescia y sacarse finalmente el título de entrenador en España (2006).

A Guardiola le apeteció desde entonces coger un equipo. Descendido el filial, Begiristain preparaba una reestructuración técnica y había pensado en incorporar a Guardiola como coordinador de las categorías inferiores hasta que supo por boca de Murtra, uno de los directivos que se había incorporado a la junta de Laporta desde la candidatura de Bassat, que prefería un trabajo de campo en el fútbol base. Y Guardiola se sintió especialmente dichoso cuando se convino que entrenaría el Barça B. Laporta le presentó con una frase lapidaria: "Toda mi vida quise ser Guardiola". Herederos ambos de la cultura cruyffista, a Laporta le seducía sobre todo la manera cómo Guardiola había interpretado en la cancha el juego del dream team cuando los más ortodoxos del fútbol le tenían por un jugador muy limitado.

Nunca fue rápido, jamás tuvo regate ni tiro, tampoco desbordaba y huía de las acciones divididas, y, sin embargo, el equipo jugaba a la velocidad de la luz cuando Guardiola tiraba la línea de pase desde su puesto de 4. Tic-tac, tic-tac, pim-pam, pim-pam, fiuuu... Un remate cada tres minutos. Tenía el partido en la cabeza, visualizaba la jugada un segundo antes que el rival y más que la extensión del entrenador era el entrenador en persona, circunstancia que alimentó la maledicencia por entender que su intervencionismo y gestualidad no sólo eran excesivos, sino que comprometían al banquillo. Por defecto o por exceso, siempre fue protagonista. A los 19 años ya jugaba en el Barça; a los 30 competía en Italia; a los 32 se presentaba para secretario técnico, a los 36 entrenaba al Barça B y a los 37 dirigirá al Barça.

Guardiola siempre salió ganador de los desafíos que sus propios valedores consideraban desproporcionados en el tiempo. Los técnicos del filial pensaban que Cruyff cometía un infanticidio cuando le llamó para el Camp Nou después de que le negaran a Molby. Hubo mucha burla cuando salió del estadio para jugar en el Juventus y recaló en el Brescia porque Lippi no pensaba lo mismo que Ancelotti. Y pocos saben que Mazzone, el técnico del Brescia, le recibió diciendo que no le necesitaba y acabó siendo el capitán. Aprendió Guardiola qué eran las jugadas episódicas cuando recaló en el Roma de Capello, conversó cada tarde con Pepe Macías, extremo del Santos, sobre el Brasil de Pelé en Qatar, fue el único que le quitó la palabra de la boca a Lillo en México y recuerda con gratitud a Clemente y Camacho en la selección española.

Absorbió como una esponja y procesó la enseñanza con su experiencia barcelonista para finalmente sentarse en el banquillo. Nacido en el Barça, se había convertido en un hombre de mundo. No es un cruyffista cualquiera, sino que asume un estilo por amor y no por adulación, así que su obsesión es generar las mejores condiciones de juego para que se impongan las esencias del fútbol. Le preocupa la táctica, la medicina, la alimentación, la preparación..., y, evidentemente, las aplicará porque le interesa especialmente el fútbol y entiende que el oficio sólo se dignifica con la dedicación. A fin de cuentas, Guardiola entrena como jugaba y vivía, expuesto a la crítica, sabedor de sus limitaciones, pero convencido también de su verdad.

No comparece antes de los partidos, practica a puerta cerrada y en algún campo de Tercera División le tienen por un exhibicionista. Nada nuevo. En su día, cuando no jugaba por una lesión, le acusaron de tener la peste, de ser víctima de un nacionalismo enfermizo, de ramplonería por su alineamiento con Martí Pol y Lluis Llach. Ajeno al run-run y al qué dirán, Guardiola camina feliz por la Ciudad Deportiva, hasta hace muy poco un escenario alejado, poco valorado, nada conocido, incluso repelente para los profesionales del fútbol barcelonista. Hoy, en cambio, en la nueva fábrica del Barça luce tanto el sol y se trabaja tan a gusto que muy bien puede ser el futuro campo de prácticas de la plantilla azulgrana.

El entusiasmo de Guardiola es contagioso y la Ciudad Deportiva transmite salud, credibilidad, fútbol al natural. En juego está el ascenso del filial y a Guardiola no hay quien le distraiga, ni quienes le suponen víctima de lo que fue el banquillo (Rijkaard) o de lo que pudo ser (Mourinho), ni los que le anuncian como el nuevo mesías del Barça. ¿Acaso a Rijkaard no le fue peor cuando más experiencia tuvo? ¿O es que Mourinho le garantizó la Champions al Chelsea? La honradez y el talento le permiten callar para que hablen los demás. La opera prima de Guardiola se rodará en el escenario con el que sueñan consagrarse los mejores. Su carrera empieza donde los demás entrenadores sueñan con acabarla, señal inequívoca de que una vez más se ha salido con la suya.

Así que cualquier día de estos Guardiola llamará a Orobitg, su agente, y, al igual que ya hizo cuando fue contratado para el filial, le dirá: "Josep María, ve y firma. No preguntes". Ninguno de los suyos le pregunta nada a Guardiola, sino que las cosas se imponen ahora con la misma naturalidad que cuando debutó como futbolista, estrenó capitanía o decidió complementar su formación barcelonista en el extranjero.

Valentí tiene prohibido encargar su foto del estreno en el banquillo hasta que un día le saquen a hombros como a Venables. Quienes piensen que jamás habrá ocasión para tal retrato son personas de poca fe.

Foto: Migueli y Clos aúpan a Terry Venables en presencia de un niño recogepelotas llamado Pep Guardiola. 1986.

Ramón Besa en El País

domingo, mayo 04, 2008

Siempre Cruyff




Alguien le recordará hoy a Johan Cruyff (Ámsterdam, 1947) que se cumplen 20 años de su fichaje como entrenador del Barça. Jamás tiró de agenda ni utilizó la memoria para las efemérides. Ni falta que le hace. El fútbol vive pendiente de Cruyff porque su legado trasciende su revolucionaria carrera como jugador, su fabuloso impacto como entrenador y su preciado ascendente como asesor. Así que normalmente se entera de los aniversarios por boca de la gente del fútbol que le evoca como un Dios. El cruyffismo es una religión que no tiene fronteras, que se expande por todas partes, especialmente manifiesta en el barcelonismo.

Aunque acaba de regresar de Estados Unidos, a Cruyff se le supone siempre en la capilla del Camp Nou, dispuesto a escuchar al director deportivo, Txiki Begiristain, y al presidente, Joan Laporta, preocupados por quién debe ser el futuro entrenador del Barça. La leyenda urbana dice que no se toma una decisión en el club sin consultar con Cruyff, y las personas más próximas a Cruyff responden que le consultan menos de lo que la gente piensa. Incluso advierten de que las reuniones que ha mantenido con los gestores azulgrana para hablar de fútbol se cuentan con los dedos de una mano.

Al parecer, no es cierto que a Cruyff le hayan preguntado si le parecería bien Mourinho. Tampoco ha bendecido a Guardiola. Y puede que Laudrup le haga tilín. Cruyff ha llegado a preguntar a personas de su máxima confianza: "¿De quién se habla como técnico para la próxima temporada?". Ya ocurrió en su día con Rijkaard. El presidente Laporta le demandó. "¿Qué te parece Rijkaard?". Y Cruyff respondió: "Un bien persona" [sic]. Ni más ni menos. Nada sale más barato que encomendarse o remitirse a Cruyff, ya sea de manera maquiavélica o reverencial, siempre protagonista de la historia del Barcelona.

A Cruyff no le importa que le pidan consejo, pero lo que le gusta de verdad es decidir. Hoy condiciona la vida sin abrir la boca. Laporta, Begiristain, Laudrup, Guardiola, se explican desde el cruyffismo. No hace falta preguntar a Cruyff sino que basta con interrogarse sobré qué haría Cruyff y proceder en consecuencia. Ocurre que no siempre se acierta, y puede que hasta a veces no se acuda a su asesoría porque se sabe que su respuesta sería la contraria a la que le interesa al interlocutor. Nadie le inquirió por ejemplo sobre Ronaldinho y, sin embargo, se supone que le habría dado puerta.

Cruyff distingue entre tres clases de entrenadores: los que ganan y pierden un partido sin saber por qué; los que ganan y pierden un partido y saben por qué; y los que ganan y pierden un partido y no sólo saben por qué sino que tienen la solución para continuar ganando o evitar seguir perdiendo. A decir de Cruyff, la vida consiste simplemente en tomar decisiones, circunstancia que explicaría el poco caso que Laporta, Begiristain y Rijkaard le han hecho las dos últimas temporadas. Un directivo sentenció esta semana: "Yo habría fichado a Cruyff como director técnico en verano y el problema del equipo le habría durado cinco minutos".

"¿A que vienes si sabes que Núñez te ficha por conveniencia?", le advirtió un futuro colaborador antes de que Cruyff firmara como técnico del Barça. "Vengo porque me necesitan para hacer lo que más me gusta, que es tomar decisiones". Hoy se cumplen justamente 20 años de la llegada del holandés al banquillo azulgrana. Acosado por el motín del Hesperia, cuando los jugadores pidieron su dimisión, el presidente Núñez pagó las deudas bancarias de Cruyff y le entregó la llave del Camp Nou. El triunfo del cruyffismo fue apoteósico y en el estadio se vivió una catarsis sin precedentes.

Cruyff pemitió la reelección de Núñez frente a la candidatura del nacionalismo catalán, auspiciada por Convergència y suscrita por una generación de cruyffistas, personajes sorprendidos par la decisión del técnico y que en su día fueron capitales para la contratación de Cruyff como jugador en 1974, fundadores algunos del Grup d'Opinió Barcelonista, escuela ideológica del futuro Elefant Blau, con Armand Carabén a la cabeza. Laporta es hijo natural de ese momento, de ese cruyffismo, de esa manera de entender el fútbol.

Los cuarentones son deudores emocionales del Cruyff futbolista, del 0-5 del Bernabéu, de un acto de afirmación barcelonista y catalanista durante la agonía del franquismo, del as volador retratado en aquel escorzo que significó el gol imposible ante Reina. Cruyff convirtió en campeón a un equipo tan excelente como acomplejado e invitó a la gent blaugrana a un desafío futbolístico para combatir el miedo. Tuvo el don de la oportunidad como jugador y como entrenador porque acabó con el victimismo y convirtió a su equipo en una referencia del fútbol.

El dream team jamás morirá porque como anunció Vázquez Montalbán "el público asocia a Cruyff a una edad de oro que a veces no lo fue, pero que consta como tal en el imaginario colectivo. Cruyff dejó una memoria dorada de jugador excepcional y volvió para instalar su estilo poético de juego". Y precisó Santiago Segurola en este diario: "Lo hizo todo con inteligencia, estilo y precisión. A Cruyff se le puede explicar desde la belleza del juego que practicó su equipo, desde tal o cual éxito, desde la fascinación que provocó en todo el fútbol, desde cualquier ángulo, porque volvemos al principio: Cruyff lo impregna todo".

Protagonista de momentos memorables, la obra capital del dream team, el encuentro que funciona como compendio de las virtudes de aquel equipo fue el que le enfrentó al Dinamo de Kiev en septiembre de 1993 y que acabó 4-1. El Barça remató una vez a portería cada tres minutos y alcanzó una actuación perfecta desde el punto de vista coral. Los azulgrana practicaron con Cruyff el fútbol de ataque por excelencia. Bien jugado, bien ganado: cuatro Ligas y una Copa de Europa le coronan.

A partir de los extremos, Cruyff abrió el campo, dispuso once uno contra uno en la cancha y el Barça acabó con las urgencias históricas y con la indefinición del estilo. La agresividad sólo se hacía manifiesta en la manera de atacar la pelota, propuesta que obligaba a jugar con más delanteros que defensas, siempre con descaro. Desde entonces, la institución azulgrana ha tenido un ADN, una pauta inconfundible, no siempre bien interpretada porque el éxito está precisamente en hacer sencillo lo difícil, reto que cuando no se alcanza invita a tachar a Cruyff de loco y no de visionario. Romario, punto y final del dream team, concluyó su paso por el Camp Nou con una declaración inequívoca: "El fútbol se mira con los ojos de Cruyff".

Cruyff nunca recibió una pañolada, ni siquiera después de la final de Atenas, y cuando tuvo la ocasión de vengarse por su despido mandó tocar el himno del Barça en el homenaje al dream team. Nadie pudo combatir su sombra por más pintadas que afloren en su casa. Cruyff está todas partes. Hoy, veinte años después de su fichaje como técnico azulgrana, se le supone cerca del palco, no se sabe muy bien en calidad de qué, pero su legado se extiende por todo el estadio y por la Liga. Laporta, Begiristain, Guardiola, Laudrup. Todos tienen algo que ver con Cruyff. Veinte años con Cruyff de entrenador, toda una vida de cruyffismo.

Ramón Besa en El País

viernes, mayo 02, 2008

Y los azulgrana abandonaron Old Trafford sin despedirse


Analizando un poco más en frío la eliminación europea del FC Barcelona en Manchester, puede llegarse a varias conclusiones, ya detectadas a lo largo de los últimos dos años: el equipo está acomodado, sin ritmo ofensivo ni sacrificio defensivo, sin respuestas desde el banquillo y con un mínimo compromiso de los futbolistas desde el césped. Así, no es de extrañar que se hayan perdido los últimos diez títulos en juego y que no se deba considerar un drama no alcanzar la final de Moscú; sencillamente, el Barça no tiene a día de hoy nivel para ello, lo demás es engañarse.

Sin embargo, hay momentos en los que un mínimo de sensibilidad es irrenunciable. Pese a lo descrito, pese a las frustraciones acumuladas en las dos últimas temporadas, pese a la pública falta de profesionalidad de muchas de las estrellas barcelonistas, más de cuatro mil barcelonistas se plantaron en Manchester, en mitad de semana, para, olvidándolo todo, mostrar un apoyo máximo al equipo. Yo tuve la oportunidad de ser uno de ellos, y puedo asegurar que, no el club pero sí los actuales futbolistas que lo representan, no merecen la afición que tienen.

Algunos previsores que con tiempo pudieron comprar billetes de avión de bajo coste, viajaron a Liverpool y de allí realizaron el corto desplazamiento a Manchester. Otros seguidores blaugrana agraciados con entrada para el partido buscaron la previsible comodidad de viajar con el RACC: ida y vuelta en el mismo día en vuelo chàrter, traslados aeropuerto-estadio y presencia de guía. Todo ello a un precio módico: casi cuatrocientos euros.

Nada era demasiado para contrarrestar la ilusión de ver al equipo en una nueva final europea. Prueba de ello es que sin conocer el resultado de la final el club ya tenía casi veinte mil peticiones para asistir a Moscú. El viaje comenzaba a las 6 de la mañana del martes en el aeropuerto de El Prat, y para los seguidores llegados de fuera de Barcelona el día anterior como poco, buscando la mejor combinación.

Todo eran comentarios optimistas pero realistas a la vez; ya se sabe que el aficionado culé es de su equipo pero ni está ciego ni es un forofo, y la trayectoria del equipo la conocemos todos. Eso sí, se daba por descontado la implicación de los futbolistas y entrenador para el partido. Si no les motiva una semifinal de Copa de Europa, mejor que se dediquen a otra cosa.

Aterrizados en Manchester, baño de barcelonismo por toda la ciudad. Paseos, cánticos por el centro de la ciudad, sonrisas y comentarios cómplices con aficionados ingleses que no olvidaban el buen trato recibido en Barcelona una semana antes. Antes de ir al estadio, parada en el hotel del equipo. Laporta baja a la calle, a la terraza del restaurante al aire libre, se hace fotos, nos saluda y canta el himno con nosotros, pero acaba mostrando su perfil más déspota a las primera de cambio, en cuanto un aficionado, respetuoso aunque quizá con un término desafortunado (“estafador”), le muestra que la ilusión no está reñida con el descontento. Casi dos horas de ánimo al equipo. Iniesta y Deco se asoman a las ventanas pero rápidamente desaparecen.

Llegados al estadio en autocar, percibimos que no estamos en un campo cualquiera. Se visita el Megastore del United. Muy profesional. Hay de todo aunque un coleccionista como yo echa de menos camisetas preimpresas de Scholes y Giggs. La tienda está repleta y los nervios no permiten fijarse excesivamente en los productos. Salida rápida y acceso al campo. La curiosidad por conocer por fin cómo será Old Trafford en directo no desanima, aunque quedan casi dos horas para el inicio del partido.

Precioso. Old Trafford hace justicia a su mística, y eso que está vacío. Sí que parece más pequeño de lo que dicen los números, casi setenta y cinco mil personas de capacidad. Todos estamos situados en un fondo, y la tribuna que lo cubre quizá nos impide disfrutarlo del todo. Es lo de menos. Hace casi doce horas que salimos de Barcelona y el momento ha llegado.

Los jugadores saltan a calentar. Ovaciones individuales y ánimos a todos ellos. Sólo algunos saludan, y Messi, Valdés y Puyol parecen sorprendidos de la euforia de la afición. La gente no está sentada esperando. Se canta sin parar. Es el deseo de volver a sentirse partícipe de un equipo ganador y comprometido. Como sucedió en la ida, los once elegidos por Rijkaard terminan el calentamiento y se reúnen en una especie de melee conjurándose. ¿Gesto para la galería? Seguramente, pero en la grada nos lo creemos, y se transmite.

El partido empieza, y ya nos damos cuenta de que lo que siempre hemos visto en tv y escuchado por radio de los estadios ingleses no es ninguna broma. Impresiona. Y si no fuera porque en este caso juegan contra tu equipo, diría que te dan ganas de ir con ellos. Los noventa minutos dan lo que dan. El Barça controla, apenas sufre, empieza bien. Zambrotta, impecable toda la eliminatoria ante Cristiano Ronaldo, tiene la mala suerte de hacer un mal despeje…a los pies de Paul Scholes. El canterano del United, seguramente el futbolista más inteligente de la última década en Inglaterra, no lo desaprovecha. Ya se perdió la final del 99 por sanción y, haciend buenas las palabras de su entrenador Alex Ferguson que garantizaba su titularidad en la posible final, ponía el camino libre hacia Moscú con un disparo imparable.

El resto fue una agonía barcelonista. Balones a Messi buscando el milagro rodeado hasta de cinco defensores, y cierta colaboración de Deco y Touré Yayá. Sin noticias del resto, ni del banquillo, haciendo los cambios correctos pero, como de costumbre, tarde. En nuestro fondo, donde atacaba (o jugaba al balonmano) el Barça la segunda parte, no se perdió la fe ni con el gol inglés, ni con las decenas de jugadas inacabadas, ni con el desacierto de Eto’o ni con la apatía de Henry. Hasta el minuto 94 creímos en el gol.

No llegó, y lejos de reproches ni pañuelos, con el pitido final llegó un nuevo aplauso. Lo habíamos intentado, seguramente en el mejor escenario posible junto con Anfield Road, donde caímos el año pasado. Decepción sí, por supuesto. Pero, ingenuos de nosotros, esperábamos un poco de comprensión, un gesto que nos reconfortara y que pudiéramos llevarnos para el duro viaje de vuelta a España. Pues señores, por increíble que resulte, después de casi dos horas de apoyo constante, mientras recuperábamos el aliento y asumíamos que estábamos fuera, en apenas un par de minutos, casi todos los futbolistas del Barça estaban en el vestuario. Ni saludaron a los rivales.

Sólo Puyol y Gudjohnsen, tímidamente desde el medio campo, sin acercarse mucho, saludaron a su grada. Nada más. Qué menos que acercarse, tirar una camiseta, agradecer algo. Nada, cero. Ni siquiera hay ánimo para el enfado. Ese desplante es paradigma del resto del año. Tampoco lo hicieron en la ida, en la que el Camp Nou fue el de las mejores ocasiones. Ni el día de la visita del Madrid en Liga. Ni les ha importado el club que les paga y les ha resuelto su vida y la de sus nietos, menos les importa el esfuerzo y el cariño de unos modestos aficionados. ¡Hasta los jugadores ingleses saludaron más! Se fueron sin despedirse, igual que desde que comenzaron la pretemporada allá por el mes de julio.

Al menos, y obviaré los detalles del penoso viaje de regreso por la deficiente siendo generosos organización del RACC, nos llevamos los aplausos y el respeto de la afición del United: inmejorable anfitrión, como lo fue la gente de Liverpool la temporada pasada y la de Londres en Stamford Bridge hace dos. Son aficiones que siempren respaldan a sus equipos, que jamás sacarán un pañuelo a un futbolista ni le pitarán o abuchearán: saben que a cambio tendrán el esfuerzo máximo en el césped de los suyos, aunque hayan nacido en Madeira, en Amsterdam o en Buenos Aires. Es otra cultura, la del profesionalismo bien entendido. Algunos tienen mucho que aprender al respecto.

En NdF | Sin gol no hay final

Publicado originalmente en Notas de Fútbol

 
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