
Su mejor virtud, el aprovechamiento implacable de su gran talento en las posiciones más ofensivas mientras el proyecto de Pellegrini crece y se consolida (sólo cinco jugadores madridistas repetían titularidad respecto al último clásico) abandonó al Real Madrid quizá el día en que más lo necesitó y en un partido en el que no mereció perder.
Ambiente de partido grande. Finalmente la lluvía no apareció y la grada del Camp Nou, mosaico incluído, atronó como nunca. Como ejemplo, veinte minutos antes del inicio se escuchó el himno barcelonista, con la megafonía apagada por un rato, con el aforo casi completado. Algo inaudito en el Estadio.
El Madrid, pese a que Casillas retrasaba incomprensiblemente todos los saques, tuteó al Barcelona. No se aculó en el área como otros años, adelantó la defensa e impidió el juego azulgrana en tres cuartos, el mismo que ilustró el pasado 2-6 del mes de mayo. Asumió su evidente papel de equipo grande, jugó al equipo local de igual a igual y fue muy inteligente: sin excesivo tránsito en el medio campo, ofreció muy a menudo balones para sus delanteros. En uno de ellos, Valdés evitó un gol cantado a Cristiano Ronaldo. Hubo más durante todo el partido. El Barça fue igual de valiente, pero, mezcla por su propia osadía y también por el juego del rival, su presión habitual, que existió, no fue tan sólida y homogénea como otras veces. Más distancia entre líneas, pocas ayudas de los hombres de ataque y bastante debilidad de Dani Alves por la banda derecha. Gran parte de estas dificultades las solventaron Piqué y Puyol; tremendos al cruce, sobre todo el capitán que mostró una auténtica exhibición de concentración y velocidad. Aún así, el Madrid, en arrancadas letales de Kaká o en rápidas combinaciones cerca del área, mereció algún gol. La imprevisibilidad del fútbol, parece increíble que ninguna de esas jugadas acabara en la red.
Mérito también para el FCB la última media hora, con 10 por expulsión de Sergi Busquets (Guardiola sabía que tenía que cambiarlo, tenía tarjeta amarilla había errado un par de pases fáciles tras una buena actuación y Touré ya calentaba en la banda. En su evidente cabreo con el jugador por esa mano voluntaria seguro que también existía esa duda de no haber movido ficha antes). Un poco antes, el gol de Ibrahimovic ya estaba en el marcador, y en general la presencia del sueco aportó oxígeno y líneas de pase a los centrocampistas. Casi sufrió menos el Barcelona en esa última fase, con Iniesta ya más centrado en el campo al mando, y pudo sentenciar con una gran ocasión de Messi, que lo intentó todo pero estuvo falto de ritmo y al mismo tiempo un poco acelerado. También pareció coincidir esta situación con la salida del campo de Cristiano; estuvo rápido y peligroso, pero por imperativo médico Pellegrini dijo que no estaba autorizado a jugar más de sesenta minutos. El partido estaba para él.
El futuro tras éste resultado nos dejará lo que ya teníamos. Un Barça reafirmado con los dos partidos de esta semana en el camino que inició en junio de 2008 y un Real Madrid que debe convencerse de que puede seguir creciendo como equipo, que por supuesto es competitivo y que si aumenta su juego de mediocampo disfrutará enormemente con la calidad de sus delanteros. Si, como demostró el partido, es capaz de tutear al Barcelona, debe dar un paso más en el juego y no refugiarse en el cómodo contragolpe (por momentos hoy lo consiguió). Tiene mimbres para hacerlo.