Cesc, Silva, Ribéry, Rooney. Realizando un compendio de la prensa deportiva de las últimas semanas, estos jugadores serían los objetivos de Florentino Pérez para reforzar la plantilla del Real Madrid en el próximo verano. En condiciones normales, lo lógico sería poner estos fichajes en cuarentena sin calificarlos más de allá de rumores, esperar al final de la temporada (el Madrid ha perdido la Copa y la Champions pero mantiene opciones para ser campéon de Liga) y sobre todo decidir si Pellegrini continuará en el banquillo o si por el contrario aterrizará un nuevo entrenador.
Sin embargo, bien sea por filtraciones interesadas desde dentro del propio club, bien por la pericia de la prensa que sigue diariamente la información y los movimientos de las oficinas del Bernabéu, la temporada pasada prácticamente resultó un pleno de aciertos en lo referente a los nuevos futbolistas que se iban a vestir de blanco: Cristiano, Kaká, Xabi Alonso, Albiol, Benzemá… sólo la dura resistencia del Bayern Munich sobre Ribéry evitó el cien por cien de aciertos.
En un par de meses, la rueda volverá a girar. Florentino parece ocupar el tiempo no en evaluar decisiones pasadas sino en autoafirmarse en sus convicciones. Ha comprobado el impacto de Cristiano como lo mejor del curso, espera a Kaká y se convence de que los entrenadores continúan siendo un mal (in)necesario. Necesita resultados ya. La estadística de tres títulos sobre dieciocho posibles poco menos que le atormenta. Y si Mourinho es el hombre (o Scolari, o Capello), pues adelante. Nunca terminó de tener fe en loas halagos y recomendaciones que Valdano le sugería sobre los conceptos de estilo, de imagen propia de juego, de construcción…de Wenger. Mucho menos de Pellegrini. El intervencionismo de los entrenadores le resulta inconcebible.
No recuerdo haber leído o escuchado antes la opinión siguiente, seguro que alguien también la comparte: aunque con la perspectiva del tiempo suene casi a broma, Del Bosque hubiera sido un entrenador ideal para la forma de trabajar del presidente. Cauto, prudente, poco mediático, trabajador con los recursos aportados por el club sin demasiadas complicaciones. Pero Florentino no tuvo paciencia ni supo verlo. Pretendió llevar el oropel no sólo al césped sino también al banquillo. Y entró en la deriva de entrenador por año que debe cerrar en algún momento. Es normal que un hombre de la posición y trayectoria de Pérez tenga las ideas claras, conceptos financieros contrastados y firme toma de decisiones. Pero también debería ser capaz de permitir una mínima permeabilidad para comprender que el fútbol, un deporte centenario que ha proporcionado decenas de resultados increíbles, innumerables derrotas de grandes equipos ante otros muy inferiores, en todas las competiciones habidas y por haber, no es como jugar a la ‘Fantasy League’ o, mucho mejor, al ‘PC Fútbol’. En estos juegos, fichabas a todos los jugadores que tenían una media de más de noventa sobre cien, y tras unas cuantas partidas, ya podías poner a una de tus estrellas como portero que, a la hora de simular el partido, el resultado más corto era cinco a cero a favor. Afortunadamente, la química de equipo y los botes de la pelota del fútbol real no se pueden transcribir a un código de ‘0′, ‘1′ ó cuadros repletos de ‘€’…
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