Durante los primeros cincuenta y nueve segundos del partido, los que siguieron al pitido inicial, los jugadores españoles tocaron la pelota de manera ininterrumpida, sin que ningún futbolista de Portugal lograra entrar en contacto con el balón, para terminar con un disparo de Torres que desvió Eduardo. La jugada inevitablemente recordó al inicio de la final del Mundial 74, con Holanda tocando hasta que Berti Vogts derribó a Cruyff en el área y Neeskens transformó el consecuente penalty.
España no es aquella naranja mecánica de los años 70, pero en los siguientes cinco minutos la selección dispuso de dos ocasiones más de gol, con sendos disparos de Villa. No logró marcar en ese estupendo inicio de partido y Portugal, ultradefensiva, logró llevar el juego a su terreno durante el resto del primer tiempo.
Es difícil discernir el motivo por el que durante determinadas fases de los partidos, España juega pero no profundiza, amaga pero no da. O al menos eso dicen los impacientes. Casi siempre esos momentos coinciden con posiciones del equipo rival muy cercanas a su propia área, acumulando futbolistas muy retrasados. Portugal, pese a arrancar de forma pintona con tres puntas, Almeida por el centro y presuntamente Cristiano y Simao acometiendo las bandas, jugó igual que frente a Brasil; en cuanto fue consciente de su inferioridad en la disputa de la posesión de la pelota, retrocedió, armó dos líneas de contención y envió a CR a la pelea en solitario.
Difícil superar a un equipo así, con buenos defensas y centrocampistas expertos, si no juegas rápido. Pero la velocidad es una cosa y la precisión otra. Y se necesitan ambas. La idea de España, la gran diferencia entre construir y destruir, requiere habilidad de cirujano ante murallas defensivas, lo que necesita tiempo dentro del desarrollo de un partido. La jugada termina apareciendo, y hay que estar concentrado y listo para aprovecharla. ¿Algún equipo de este Mundial está capacitado para marcar un gol fruto de una jugada como la que hilvanó la selección y culminó Villa?
España no parece sobrada de condición física, por lo que dominar el juego y no conceder partidos directos y de ida y vuelta le beneficia, le da oxígeno. Será difícil que pierda cuando se adelante en el marcador. El debate del mediocampo está más que resuelto. No es una cuestión de nombres, sino de cómo los elegidos ocupen los espacios. Ayer Xabi Alonso y Busquets se escalonaron mejor, y los dos tienen calidad y sentido táctico de sobra para ser titulares. Iniesta y Xavi tienen la tarea más difícil, llegar o dar un pase definitivo, lo lograron con cierta fluidez. Villa, aun por momentos demasiado rígido en su posición de falso extremo izquierdo, es el jugador ideal para aprovechar el caudal de fútbol que llega desde atrás.
Y así llegamos a Fernando Torres. Lo intentó, pero ha llegado justito al Mundial. La lesión no le ha dejado sin confianza y sin intención, pero le falta toque, esa sutileza que un futbolista enrachado y en forma desmuestra en cada balón que recibe. El cambio por Llorente no me pareció tan decisivo (Del Bosque reconoció de hecho que "No hubo ningún cambio táctico. Simplemente, un cambio de refresco"). En realidad se aprovechó del cansancio de los defensores de Portugal y logró hacer el trabajo que Torres dejó a medias. Resultó desde luego un alivio para los centrocampistas, que contaron con una opción más. Pero que nadie se lleve a engaño: Llorente no es Urzaiz, ni Santillana, ni siquiera Van Nistelrooy. El '9' del Ahtletic está más cómodo con el balón por el césped que por el aire. Se le ve cuando remata de cabeza. Llega a los balones por su físico, pero aún no es un heterodoxo del juego aéreo. No le vean como un cuerpo extraño en un equipo de bajitos obsesos del balón. Él también puede hacerlo.
Paraguay espera. Del Bosque, tras alabar a toda la estructura defensiva del equipo, defendió a Torres y casi anunció que volverá a ser titular en el partido de cuartos de final. Buen gesto para el futbolista, cuya movilidad resultará clave ante lo que planteará el equipo suramericano. Paciencia en cantidades industriales. España no alcanzará las semifinales a base de pelotazos al área, pero es muy factible que lo consiga si no sucumbe a la prisa, como ante Suiza, y por el contrario busca la oportunidad. La encontrará.
No fue un Inglaterra-Alemania clásico, de los de toda la vida. Por cierta falta de carisma en los jóvenes futbolistas alemanes, y por la profunda desnaturalización que ha sufrido Inglaterra con el desarrollo del torneo. Pero sí fue un partido entretenido, a ratos emocionante, y al mismo tiempo desconcertante comprobar en él la fragilidad de dos selecciones con tanta historia a cuestas.
Cierto e innegable que el partido no puede explicarse sin citar ese disparo de Lampard que todo el estadio de Bloemfontein apreció medio metro de la portería alemana salvo el árbitro. Era el 2-2, cerquita del descanso. Pero resulta una insuficiente justificación para una mala actuación de Inglaterra, que ni fue fiel a su pasado ni respetuosa y obediente con el presente.
Capello, entre gruñidos más propios de otra profesión y repitiendo actuación de codazos y gritos a Stuart Pearce en el banquillo, no ha logrado combinar la tradicional alegría ofensiva inglesa con un mayor rigor táctico, mezcla que iba a resultar imparable y para la que fue contratado y es excelentemente bien pagado. De hecho, ninguna de los dos. Si un equipo recibe un gol tras saque de portería, otro con sus dos centrales en la línea de banda y dos más en inferioridad numérica, algo ha de decir el entrenador.
Muchos errores en el fútbol pueden purgarse con culpas individuales. Terry jugó un horrible partido. El balón le sorprendió y sobrepasó en el primer gol y en ningún momento de partido pareció fiarse de su compañero de zaga Upson. Los dos en muchas ocasiones ocupaban el mismo lugar. Pero el extraño tembleque del capitán del Chelsea no explica por sí mismo el coladero ofensivo que fue Inglaterra durante todo el partido.
Hasta en cuatro ocasiones Alemania avanzó en contragolpe con más futbolistas que defensores ingleses, y siempre tras falta o saque de esquina en contra. A la tercera fue gol, el 3-1, y pudo haber alguno más. Horrible balance defensivo, impropio en un equipo de élite. Se observó con más nitidez que nunca que el desbarajuste de medio campo, cuando se tenía la pelota, era peor aún a la hora de correr hacia atrás. Ni Gerrard es interior izquierdo, ni Lampard organizador, ni mucho menos Barry mediocentro, y se nota. Incomprensible la ausencia de Carrick. Los tres se solaparon infructuosamente para construir mientras que se olvidaron de Müller, de Özil, de Poldolski. Si ya de por sí los cuatro defensas de Inglaterra no necesitan mucho para ponerse nerviosos, imaginemos cuando les atacan por mayoría absoluta.
Alemania aceptó tanta facilidad para acceder a cuartos de final. Juega seguramente el mejor fútbol de las últimas dos décadas como selección, aunque necesitará mucha más contundencia para estar cerca de la final. Por ejemplo, en los balones aéreos y en la robustez de su medio campo. Si no, corre el riesgo de quedarse en un equipo blandito más. En cualquier caso excelente trabajo de Löw desde el banquillo, asumiendo el cambio de generación con valentía. Será un placer verles competir contra Argentina.
Inglaterra se despide del Mundial con la misma decepción de las últimas ediciones, más convertida en resignación que otra cosa. Pocas lágrimas derramaron tras el partido. Aceptaron la derrota y asumieron su inferioridad; mientras Gerrard decía que "Sería mentir utilizar ese gol como excusa y decir que hubiera cambiado el partido, fueron mejor equipo", y Lampard lanzaba un enigmático "Quizá hemos conspirado contra nosotros mismos", Capello se agarraba a un clavo ardiendo. Habló del gol fantasma y de la tecnología. Hasta ahí llegamos todos, don Fabio. Un error que podía ser comprendible en 1966 resulta grosero en 2010. Pero debería mirarse el ombligo. Sí, con mucha cuota de responsabilidad hacia los jugadores como usted mismo reparte en cuanto puede. Pero cuando su método, su sustento, su razón de ser, su Ítaca particular...el resultado, no llega, no puede justificarse con "las pequeñas cosas las que deciden el marcador final". Quizá se refiera a la jodida pelota.
Uno de los amigos con los que vi el partido España-Chile exclamó con el pitido final: "Con estos últimos minutos terminan dos años de fútbol de España". Puede resultar una frase exagerada motivada por la decepción de la puesta en escena de la selección, que jugó, pese al resultado, uno de los peores partidos que se le recuerdan, efectivamente, desde 2008.
Sí, se ganó y se logró el pase a octavos de final como primeros de grupo, pero las conclusiones futbolísticas son, cuanto menos, inquietantes. Por una vez, todas las previsiones leídas y escuchadas sobre un rival, en este caso Chile, respecto a su vitalidad, rapidez, presión y, en general, dificultad como adversario, se cumplieron. Bielsa ha formado algo más que un equipo de fútbol. La fe con la que juegan los chilenos excede la concentración o motivación deportivas. Un exceso de agresividad les cargó de tarjetas y les dejó con diez por expulsión de Estrada cerca del descanso, en una falta involuntaria que compensó los indudables méritos que el chileno ya había coleccionado previamente para irse a la ducha antes de tiempo.
Pero en los cuarenta minutos anteriores, Chile fue mejor que España. Sin crear ocasiones claras de gol, tuvo más la pelota y desquició a los creadores de fútbol de la selección. Marcajes individuales pero mirando lo que sucedía en el juego. Por increíble que parezca, España jugó al contragolpe. Así llegó el primer gol, en una pelota que persiguió Torres y que Villa, que pasaba por allí, recibió franca tras el rechace de Bravo para elevarla a la red con sutileza y precisión. Diez minutos más tarde, Iniesta recuperaba un balón y, de nuevo a la contra, embocaba a gol tras dos buenos apoyos con Torres y Villa.
De ocasión y media, dos goles. Todo lo contrario que ante Suiza y Honduras. La imprevisibilidad del fútbol. España juega de más a menos desde el inicio del Mundial. Puede agarrarse a la clasificación, pero las perspectivas no invitan demasiado al optimismo. Olvídense de la discusión sobre el doble pivote. Bien por indicación de Del Bosque, bien por el desarrollo del partido, lo que España planteó ayer en el medio campo queda fuera de la heterodoxia habitual del equipo. Busquets, Xabi Alonso y Xavi, con los añadidos de Cesc y Javi Martínez en la segunda parte y junto con las subidas de Piqué, formaron una mezcla en la zona ancha cuya densidad resultó insoportable. Cemento armado pero sin secar. Demasiado cerca unos de otros y, visiblemente estáticos, ahogaron el ritmo de la pelota. Siempre de espaldas, no tuvieron la inteligencia o la claridad de moverse, de alejarse del balón para arrastrar a los marcadores chilenos obteniendo así espacios para distraer al rival. Sólo Iniesta, de largo el mejor del equipo, comprendió lo que necesitaba el partido. Se movió entre líneas, cayó a ambas bandas, tocó y profundizó, e incluso presionó más que sus compañeros de demarcación. Ha regresado.
España no atacó ni defendió especialmente bien, pese a la superioridad numérica. Preocupante. Las noticias que llegaban del Suiza-Honduras también clasificaban a Chile para octavos así que el último cuarto de hora fue presidido por la neutralidad. Término generoso para describir un triste final; España primera de grupo con el 2-1, bien cierto que Chile renunciando a salir de su campo también clasificada, pero esos interminables minutos con los defensas españoles pasándose el balón, sin avanzar, esperando el final del partido, particularmente me avergonzaron. Silva durante más de cinco minutos en la banda para un cambio de los de perder el tiempo. No hizo falta. Se perdió en el césped con el balón en juego, mientras las cámaras de tv enfocaban a los espectadores y las gradas. Triste. Si criticamos actitudes similares de Italia o Inglaterra, si dudábamos de que México y Uruguay pactaran un empate, si de verdad aspiramos a jugar la final del Mundial, fue un borrón en el currículum. El estado físico del equipo no parece el idóneo, algo con lo que ya contábamos, temporada larga para la mayoría de los internacionales. Pero la falta de confianza, casi el miedo que mostró ayer el equipo, quizá no preparado mentalmente para una batalla a cara o cruz tan pronto en el desarrollo del torneo, deben superarse. Las eliminatorias y Cristiano Ronaldo esperan, y a partir de aquí ningún equipo va a firmar complacido pactos de no agresión.
La jodida pelota. La pelota "de mierda". Presiónenla. Lamento el lenguaje pero de esta guisa captaron las cámaras de tv ayer por la tarde a Fabio Capello, seleccionador inglés, en el final del partido que Inglaterra venció a Eslovenia y la clasificó para octavos de final de la Copa del Mundo.
Mientras atronaba el himno "Dios Salve a la Reina" en el estadio Nelson Mandela de Port Elizabeth, coreada y tomado por miles de hinchas ingleses y sus correspondientes banderas con la cruz de San Jorge, de nuevo las cámaras televisivas, elementos imprescindibles en el fútbol de hoy día, realizaban el habitual barrido por las caras de los jugadores previo al comienzo del partido. En algunos se veía concentración, otros trataban de soltar nervios cantando a pleno pulmón el God save the Queen como John Terry, y otros, la gran mayoría, parecían presa del pánico.
Se esperaba un comienzo de partido frenético por parte de Inglaterra. Encerrar al rival en su área y despejar las dudas. Pero no apareció esa energía. Ningún plus vital reservado a los grandes partidos. Sólo Rooney parecía convencido. Los pross se mostraban de nuevo como ese equipo dubitativo que no sabe si atacar como les enseñaron desde pequeños o por contra obeceder las precauciones marcadas por su entrenador. Inmersos en esas dudas existenciales se encontraban cuando James Milner, en uno de los escasos detalles técnicos del equipo inglés, envió desde la derecha un centro estupendo que Defoe convirtió en excelente al anticiparse a la defensa eslovena y marcar. One to nil, y Capello encantado.
El gol tranquilizó a Inglaterra, que ofreció sus mejores minutos en el campeonato. Nada extraordinario, no se vayan a emocionar, pero al menos jugó un buen rato de toque rápido y profundidad. En teoría, necesitaban más goles para compensar la diferencia en caso de una previsible victoria de EEUU ante Argelia y así liderar el grupo; por prestigio y, sobre todo para evitar a Alemania en el cruce. Pero ni eso sirvió de estímulo. Ni la visión cercana de un enfrentamiento con la bestia negra germana. Total, en cuartos de final podría esperar Argentina, así que casi mejor ni pensarlo.
Dos imágenes fundamentales de la segunda parte resumieron el partido y lo que es Inglaterra ahora mismo. La primera, ver a John Terry cruzarse de manera espectacular para salvar un remate esloveno y levantarse para, a ras de suelo, lanzarse en plancha con la cabeza pero recogiendo los brazos en busca del segundo disparo. No llegó, no hizo falta, pero ese gesto es uno de las más impactantes de lo que llevamos de Copa del Mundo. El prestigio como futbolista de Terry parece haber caído mediáticamente desde el affaireBridge, y es cierto que a final de temporada cometió algún error impropio de su nivel con el Chelsea, pero sigue siendo un magnífico central. Y un líder, que quiso hablar con Capello, fue señalado por su entrenador...pero continúa como titular. Hasta ahí podíamos llegar. La disciplina termina cuando comienza el valor del puesto de trabajo.
La segunda, cargada de simbolismo, ver a lo que una vez fue la selección más ofensiva (sin demasiada cabeza pero con toda la valentía) del fútbol, intentar alcanzar el final del partido perdiendo tiempo en una esquina del campo. Ante Eslovenia, un pequeño fragmento de aquello llamado Yugoslavia. Como Carrasco en Basilea. Pero claro, para un inglés, aun hoy en 2010, en estos tiempos de maza y martillo, es difícil, y los que lo intentaban no sabían cómo se comporta uno en esa situación. ¿Qué hay que hacer, agarrarse al banderín? Por ridículo resultó gracioso, por historia pareció grosero.
Capello bramaba en el banquillo, con esos cariñosos adjetivos a (para su desgracia) su herramienta de trabajo. Con Alemania y, en un milagro, después Argentina en el horizonte, su equipo deberá presionar la pelota, luchar por recuperarla con buen espíritu. Of course. Pero después, tras hacerlo, aún les faltará un pequeño detalle...jugarla.
La presunta falta de pujanza ofensiva de España en el partido de Suiza llevó a Del Bosque a retocar la alineación para el partido frente a Honduras. Navas por Silva y Torres por un renqueante Iniesta, para que Villa entrara más por la izquierda que como delantero centro.
Inicio rápido y determinado, con un palo, un penalty no señalado y otra gran ocasión. Cuestión de tiempo hasta el 1-0, concretamente diecisiete minutos. Partido sentenciado que debe aprovecharse para analizar variantes sin correr el riesgo de tocar lo que sabemos que funciona.
El mediocampo. La piedra filosofal. Lo que más claro debería estar, parece lo más sujeto a debate. Busquets, Xabi Alonso, Silva...sí, no. Es lógico en prensa y aficionados, no tanto en el banquillo. Del Bosque, en una entrevista a José Sámano en la revista que el diario El País publicó antes del inicio del Mundial, decía: "No estoy muy conforme con Villa y Torres compartiendo delantera. Insisteremos en Villa partiendo desde la izquierda y Torres jugando solo en ataque. De medio campo para atrás tenemos pillados los hábitos y lo que queremos". Pues a las primeras de cambio, Vicente parece tener dudas.
Ante Honduras apareció la tristemente célebre figura del doble pivote; Busquets y Alonso. Xavi más adelantado, Navas en lugar de Silva/Iniesta y sí, Villa descolgándose desde la banda con Torres en punta. La presencia del extremo sevillista rompió parte de esos hábitos. Navas es un magnífico futbolista, pero no es un centrocampista. No mejoró casi ninguno de los balones que recibió, y no es lo mismo jugar a la contra como hace en el Sevilla, con espacios, que en un ataque posicional ante equipos muy defensivos.
Resultó alarmante ver a España partida en dos ante un rival tan débil, combinación de un estado físico preocupante y de la pérdida de la habitual solidez en la zona ancha del campo. La selección Campeona de Europa en 2008 jugaba con Senna por delante de la defensa, después Iniesta, Xavi, Silva y Villa, más Torres. Ese es el camino. Xabi Alonso encaja perfectamente. Conoce su oficio y tiene calidad y presencia para ello. Busquets demostró a los dudosos que como mínimo es igual de bueno que Senna. Posición, conocimiento del juego y toque. Pero lo de Navas es más difícil. Y los huecos que disfrutó Honduras en la segunda parte pueden ser mortales ante un mejor adversario.
El doble pivote es un error que España parecía haber superado. El aporte de dos futbolistas en línea, que con un buen pase son eliminados de la estructura defensiva con facilidad, es mínimo. Obliga mucho a los centrales, descompensa. Si le añades a un jugador desconectado en una banda, ya tienes la tormenta perfecta.
Parece que ante Suiza reclamábamos menos toque y más verticalidad, mientras que tras Honduras es todo lo contrario. Esto es lo que ocurre si se renuncia a un estilo. Cualquiera es debatible, todo es fútbol...pero en valor absoluto. Si hablamos de España, con los futbolistas que tiene esta selección y los exitosos precedentes, el margen de discusión se reduce. Con lo que cuesta encontrar en el fútbol un equilibrio que funcione, hemos de ser conscientes de que analizamos quizá el deporte en el que más influye un efecto mariposa. Basta con un sólo cambio, un único futbolista. El partido ante Chile sera durísimo, no lo hagamos más difícil aún con decisiones innecesarias.
Incluso la indesmayable afición inglesa, esos miles de seguidores capaces de pasar los lluviosos fines de semana del invierno británico viendo partidos de fútbol del Hull City o del Bolton y sentir que están viviendo algo único e irrepetible, incluso ellos, abucheraron ayer a la selección inglesa y a Capello tras su negligente ejercicio ante Argelia. Como sería la cosa que Wayne Rooneyabandonó el campo frustrado con su juego y con la reacción de su grada.
Si Capello y sus futbolistas van camino de cortar el histórico lazo afectivo del equipo con los hinchas, el asunto es serio. Lo cierto es que comprendo a los seguidores. Inglaterra casi siempre ha jugado mal en los grandes torneos. Salvo ratos de fútbol en el Mundial 86 e incluso en 1990. Siempre tuvo buenos peloteros, como Hoddle, Waddle, Barnes o Gascoigne, pero ninguno de ellos ofreció el nivel de sus respectivos clubes en la selección. Similar a lo que ocurre ahora con Lampard y Gerrard.
Pero jugando bien, mal o regular, los pross se comportaban en el césped como su gente en las tribunas. Ritmo, pasión, hambre a la hora de buscar el rechace de un pelotazo que ha volado cuarenta metros por encima de las cabezas de los centrocampistas. Sin demasiadas ideas pero ambiciosos, leales a una camiseta.
Hoy día, el aburrimiento de las concentraciones de Capello parece trasladarse al terreno de juego. Wenger, con hiriente ironía, decía que "Me sorprende que los hinchas pitaran, pensaba que estaban dormidos". Disparo a la diana de Capello. Es injusto responsabilizar por completo al italiano. Con McClaren ocurría igual. Incluso con Eriksson. Sin embargo, la combinación de ingleses + entrenador italiano me sigue pareciendo antinatura. Por mucho que el fútbol esté globalizado, Capello está acentuando la domesticación de la selección. Quizá el equipo no ha ganado nada (desde antes y después de 1966) ni lo vuelva a hacer jamás, pero nunca fueron uno del montón. Ayer, ni siquiera los saques de esquina iban más allá del primer palo. Sin un medio centro decente, pese a la disponibilidad de Carrick, Inglaterra no tiene fútbol. Si también prescinde de su histórica vitalidad, de la codicia, de la ingenua generosidad de lo que fue su estilo, no le queda nada. No future.
Lo peor de la derrota de España ante Suiza, junto con la evidente carencia de puntos, ha sido la necesidad de mostrar a todo el Mundial el plan B de su fútbol. De inicio, la alineación esperada por todos, con Iniesta recuperado moviéndose por la banda izquierda y Villa en punta. España es como el algodón, no engaña. Alrededor de Xavi, el resto de centrocampistas gravitan y tocan siempre buscando con el rabillo del ojo los desmarques de Villa.
Suiza lo sabía. Todos lo saben, y veremos quién se atreve a discutir el balón. Desde luego Suiza no. Se atrincheró en su campo a esperar acontecimientos y el paso de los minutos. A España no le sobró estilo, sino que le faltó velocidad. Supongo que Del Bosque y los técnicos conocían al rival, pero quiero pensar que de imaginar tal catenaccio alpino, Busquets se hubiera quedado en el banquillo para jugar con otro delantero. Porque no hizo falta esa acumulación de centrocampistas. Para recibir un gol tan esperpéntico como el de Fernandes, pocas sutileces tácticas son necesarias.
Los jugadores que comandan a la selección española no son veteranos pero sí expertos. Todos juegan en equipos grandes. Se han enfrentado decenas de veces a rivales pequeños que se encierran alrededor de su portero y confiando en el azar. Saben lo que hay que hacer. Tener paciencia, buscar los huecos, aprovechar el cansancio que acumula el adversario corriendo detrás del balón. Pero seguro que también son conscientes de que esa serenidad debe ir acompañada de ritmo, de vitalidad, de obligar a defender al contrario de manera real, empujándole al sufrimiento de sentir cerca el gol en contra casi en cada jugada. No vi complacencia en España; observé un clásico del fútbol, la imposibilidad terminar un puzzle cuando crees que todas las piezas están colocadas y te sobra una.
Ante la falta de lucidez y el gol recibido, Del Bosque envió a la arena a Jesús Navas. Xavi y Alonso le buscaron sin rubor, y el sevillista, pegado a la cal derecha, envió no menos de quince centros al área. El chico no se escondió para recibir el balón, pero sí un poco para jugarlo. Prácticamente ningún envío pasó más allá del primer palo, y de todos modos pareció difícil que encontraran rematador salvo las veces que Piqué se descolgaba de la defensa. ¿Llorente?
Así, España ha enseñado a sus rivales las otras armas de las que dispone, los jugadores específicos de banda. Demasiado pronto y, sobre todo, inútil. Los centrales suizos, como si fueran Samuel y Lucio, encantados de la vida. Quizá Fábregas hubiera colaborado mejor a aumentar el ritmo de juego. Fútbol ficción y ventajista, ya es demasiado tarde para saberlo. Para lo que sí queda tiempo es para aprender de la derrota, para que entrenador y futbolistas se convenzan del todo de que han de persistir en el estilo pero de manera ambiciosa, de no ser cómodos y, tras una jugada larga, arriesgar la posesión con algo diferente. Mientras sea cerca del área rival no hay ningún problema si se falla. Terminar jugadas, aunque sea sin gol, aporta más confianza que contemplar el paso de los minutos y ver que cualquier rival de medio pelo se cree Mourinho y su airbus 340.
Se acerca el debut de España en el Mundial 2010. Partido siempre rodeado de miedo, incertidumbre, dudas, ilusión emborronada por la presión del primer día. Es una cita clave para encarrilar la clasificación en la fase de grupos y para adquirir la confianza necesaria cuando lleguen los octavos de final. Imprescindible para saber manejar los tiempos cuando un partido decide la gloria o el regreso a casa.
Uno de los motivos que invitan al optimismo con la actual selección española es que, poco a poco, los tiempos van cambiando. Antes de la victoria europea de Austria, España ya había ganado en su particular inauguración en las dos últimas Copas del Mundo: 3-1 a Eslovenia en el 2002 (Raúl, Valerón y Hierro) y un ilusionante 4-0 a Ucrania en Alemania 2006, con goles de Xabi Alonso, Villa (2) y Torres…, ¿estos nombres os suenan frescos, verdad? Hace cuatro años Zidane nos envió de vuelta justo después de que algunos irresponsables de los medios cacarearan el ingreso del francés en la nómina de futbolistas jubilados. 1-3, claro.
Pero insisto, esos dos debuts victoriosos invitan a creer. Porque no siempre fue así. Más bien nunca. España arrastra un largo historial de fracasos y decepciones nada más poner los dos pies en el torneo mundialista. Dolorosa la derrota ante Nigeria en 1998 con el canto del cisne de Zubizarreta y el atomizado equipo de Clemente. Injusto el uno a cero con el que Brasil nos ganó en México 86, favorecidos por el gol de Míchel convertido en gol fantasma por la miopía arbitral.
Empates también hemos tenido. Humillantes como el uno a uno frente a Honduras en casa, en el 82, con naranjito madurándose hasta la podredumbre en apenas unos días. Grisáceos como en Italia 90, con Luis Suárez en el banquillo; sin goles ante Uruguay, y la prensa atizando desde el primer día. No se llegó muy lejos, claro. Sólo hasta que Stoijkovic demostró que las faltas se tiran mejor si se mueve la barrera. Y dubitativos, como en Estados Unidos 94, en el que España no pudo mantener una ventaja de dos goles ante Corea del Sur.
Estadísticamente, un empate o incluso una derrota inicial no impide luchar por la Copa del Mundo hasta el final. Es un dato objetivo y numérico. Pero en España no sirve. Una derrota con Suiza destaparía el lado cainita siempre latente en nuestro país. Por tanto, a ganar para asentar la fe en el equipo, que por mucho que no necesite ser demostrada en noventa minutos, ya nos conocemos…
Tras ver a Francia, Argentina e Inglaterra, apetecía presenciar el debut de Holanda. Su juego alegre, rápido, demasiado académico a veces pero que casi siempre ofrece buenos minutos de juego en los grandes torneos. Además, como amablemente suele ceder la disputa de los títulos al resto de selecciones, todos contentos.
Con Robben en el banquillo por precaución, Holanda no se desplegó en el campo como es habitual. El 4-3-3 no fue tal. Van Bommel y De Jong como doble pivote, compartiendo los mismos defectos y escasas virtudes en la construcción del juego. Les cuesta horrores enviar pases al primer toque; necesitan controlar, levantar la cabeza, posicionarse, mirar...traducción de este proceso: lentitud.
Van Persie en punta. Apenas ha jugado esta temporada en el Arsenal y debe ser su Mundial, pero su puesta en escena fue negativa y decepcionante: fallón y dubitativo. No pareció él y terminó sustituido. Quedaban trece minutos. Kuyt se situó como delantero centro y en tan poco tiempo demostró su habilidad, por ejemplo, para recoger un rechace del palo y marcar. Una virtud de ariete de toda la vida, claro. Kuyt había comenzado el partido en banda derecha como en el Liverpool. Benítez fichó del Feyenoord un goleador eficaz, intuitivo en el desmarque y rematador, y ha devuelto un futbolista trabajador y honesto pero al que correr tras el lateral izquierdo rival le deja sin frescura.
Así que toda la esperanza en Holanda quedaba en pies de Sneijder y Van der Vaart. Son dos futbolistas excelentes, pero no les gusta el toque paciente, en búsqueda de espacios generados entre ellos y sus extremos. Como el equipo apenas pisó la cal, estuvieron obligados a combinar entre sí, buscando rápidamente la portería o chutando. No consiguieron gran cosa, con lo que el perjuicio resultó doble: ni crearon peligro de verdad ni facilitaron controlar el juego e incrementar la confianza de tus compañeros con el balón.
Un gol afortunado y la intuición de Kuyt en el área proporcionaron a los orange una victoria exagerada acompañada de la tranquilidad de los tres puntos y del optimismo de Robben jugando el segundo partido. Pero sólo el prometedor lateral Van der Wiel y el descaro como sustituto de Elia se desmarcaron del aburrido y convencional libreto propuesto por Holanda. Y para esta selección, es la peor crítica que se le puede realizar.
Es incontestable la fase de clasificación para el Mundial que ha realizado Inglaterra, con Fabio Capello al mando. Después de tocar fondo y ni siquiera disputar la Eurocopa de Austria, los dirigentes de la FA lanzaron un órdago; ya se habían atrevido en el pasado con un entrenador no británico contratando a Sven Goran Eriksson, pero si hay un estilo en el extremo opuesto, absolutamente antónimo, al inglés en el fútbol es el italiano.
O al menos así era sobre el papel, en uno de los tópicos que siempre adornan el fútbol. Ataque frontal contra catenaccio, fair play versus argucias para perder tiempo, marcadores repletos de goles enfrentados al eficaz uno a cero. La realidad objetiva, es que en los últimos años Inglaterra ha jugado fatal al fútbol, con McCLaren en el banquillo, peor que cualquier equipo italiano. Así que, ¿por qué no Capello? Pleno de victorias en el grupo previo, optimismo en la prensa y en la hinchada, y a Sudáfrica.
En el debut ante Estados Unidos, se confirmaba la baja de Barry en el centro del campo. Y Capello, sin ningún rubor y con un par de galones, teniendo por ejemplo a Carrick, decidió jugar sin mediocentro. Porque Lampard y Gerrard no lo son. Es un debate interminable en Inglaterra, si mezclan bien o si pueden jugar juntos. Capello había encontrado el equilibrio situando a Gerrard como falso interior izquierdo, Barry y Lampard en rombo. Pero hoy no mantuvo esa apiuesta; jugó Milner, que indispuesto tuvo que ser sustituido antes del descanso por Wright-Philips. Y no funcionó en absoluto. Inglaterra fue incapaz de sacar el balón jugado con un mínimo de criterio. Fue un equipo demasiado rígido, sin flexibilidad para descifrar el partido y abandonar por unos minutos el guión de la pizarra. Gerrard, pese a encontrar rápido el gol en una buena pared de Heskey, y Lampard apenas acompañaron el juego de ataque, permanecían en línea uno con el otro y sin asomarse al área.
Más bien era Rooney el que bajaba a recibir. Wayne ofreció una exhibición de compromiso y ganas de fútbol. Parecía un futbolista de una selección distinta a la que defendían sus diez compañeros restantes. Mereció el gol, pero el grosero error de Green al conceder el empate de EEUU enviará su gran partido al olvido. En los tabloides británicos no se hablará de otra cosa, debate en la portería al canto. Pues cuidado porque se equivoca el entorno inglés si pone el foco en este asunto. Su problema es el de siempre, fútbol. No digo que tengan que jugar como España, ni mucho menos. Perfecto que planteen un fútbol rápido, directo y agresivo. buscando moverse siempre como un bloque, de banda a banda. Pero que lo hagan. Porque Inglaterra, sí, aquel equipo que podía no ganarte pero que te agotaba a pelotazos y te empujaba hacia tu portería, ni siquiera colgó balones. Y eso que Crouch jugó veinte minutos. ¿Dónde quedó el kick and rush? Lo que quiere Capello, con esta disposición, deja a los dos mejores futbolistas del equipo, Lampard y Gerrard, desconectados y realmente, ni atacan ni defienden.
Inglaterra sólo ha ganado un Mundial, en 1966. Todos los aficionados deseamos verles jugar en los grandes torneos; siempre aportan algunos buenos futbolistas, el show habitual en la portería y el rastro que dejan sus aficionados. Pero casi nadie les da nunca como favoritos a nada. La presencia de Capello ha modificado ese estado de opinión, y analistas de todos los estilos sitúan a los pross ganando la Copa del Mundo o disputándola hasta el final. Ojalá. Me declaro ferviente seguidor del football. Por eso mismo lamento haber visto, hoy al menos, a la misma triste, ambigua, acomplejada e indefinida Inglaterra de los últimos veinte años.
Por mucho que Parreira ocupe su banquillo, pese a los sutiles beneficios que disfrutan los equipos anfitriones en el Mundial (sobre todo si son modestos), Sudáfrica abrió su Copa del Mundo frente a México mostrando esperadas virtudes y también nos enseñó a los sospechosos habituales. Pero, de momento, y hasta que no veamos el debut del resto de selecciones, los defectos son solo suyos. Sí, parecen ingenuos para el fútbol de élite, pero generalizarlo para todos los equipos africanos como si fuera un solo equipo es lo mismo que si afirmamos que España, Francia, Inglaterra o Alemania juegan igual por ser todas europeas. "Una de las selecciones africanas llegará seguro a las semifinales", dijo ayer Lothar Mathäus. Supongo que el alemán compartiría que Costa de Marfil es mejor equipo que Argelia, o que Camerún no tiene nada que ver con Nigeria, ¿no?
Pero sigamos con Sudáfrica. Estremecidos por la responsabilidad, sin Mandela en el palco por una desafortunada tragedia familiar, los bafana bafana no parecían ese equipo digno y alegre que vimos en la Copa Confederaciones el año pasado y en algún amistoso reciente. Sin atrapar el balón, desplegados en un 4-4-2 demasiado rígido, excesivamente académico, y agolpándose atrás para defender, sin presionar al rival. Media hora larga tardaron en quitarse los nervios. Mientras tanto, ¿qué hacía México? Tuvo alguna ocasión, sobre todo en remates tras saques de esquina, pero por lo general, perdieron el tiempo. El equipo de Aguirre ejemplifica y da sólidos argumentos a todos aquellos que ningunean el juego de posesión. Claro, si te equivocas de deporte y lo conviertes en balonmano, es aburrido. Alrededor de Márquez México tocaba y tocaba, pero siempre lejos de la portería rival y a una velocidad insuficiente, siendo generosos, para desequilibrar a los sudafricanos. Sólo Gio dos Santos abandonaba el guión de vez en cuando, pero pareció el mismo futbolista que irritaba en el Barcelona: mucho ruido, pocos frutos.
La primera vez que Sudáfrica agarró el balón de verdad, lo tuvo con criterio y engarzó varios pases. Llegó a portería. La segunda, un poquito mejor. A la tercera, ya en la segunda parte, alcanzó el gol, un excepcional disparo de Tshabalala. México, aumentando un 0,1 por ciento el ritmo de su fútbol, con Hernández y Blanco en el campo, logró cazar un empate tras un centro en el que ocho sudafricanos realizaron bien el fuera de juego...salvo uno, a dos metros del resto de sus compañeros y cerquita de Márquez, que lo aprovechó en el segundo palo.
En los partidos inaugurales nadie quiere perder. Sudáfrica, con demasiada y comprensible emotividad, tuvo coartada. México no. Sobre todo por dar razones a los que se aburren con el toque.
De jugar en la Serie B italiana, de lograr debutar en la Serie A, a ser máximo goleador de una Copa del Mundo, en apenas doce meses. En ese breve período ocurrió la sorprendente historia de Salvatore ‘Toto’ Schillaci, entre 1989 y 1990.
El Mundial de aquel año se celebraba en Italia. Estadios tan hermosos como San Paolo, San Siro, el Olímpico de Roma o el San Nicola de Bari adquirían una mayor estética de fútbol de verdad al verlos en su plenitud…de color. Sí, ya no era el adormecedor blanco y negro televisivo de México 86, y la camiseta azul de Italia parecía más brillante y más amenazadora que nunca.
Azeglio Vicini era el seleccionador azzurro, y el equipo estaba definido de la mejor y más aprovechable forma posible, con el patrón que siempre ha funcionado para Italia: buenos defensas como Baresi y Maldini, mezcla de mediocampistas con De Agostini, Donadoni y Ancellotti, talento trescuartista con Giannini y Baggio, y, para terminar, gol, con Vialli y Aldo Serena. ¿Y Schillaci? ‘Totó’ había estado seis temporadas jugando en el Messina, en segunda división, sin abandonar por tanto su Sicilia natal, hasta que en un movimiento aconsejado por Dino Zoff la Juventus le fichó para iniciar el curso 89-90. Schillaci debutaba por tanto en la máxima categoría del fútbol italiano…con veinticinco años de edad.
Logró marcar quince goles. La Juve no ganó el scudetto pero sí la Coppa y la UEFA. Y su rendimiento convenció a Vicini para incluirlo en la lista del Mundial. Eso sí, sin duda sería el último delantero en la rotación. Con un Olímpico de Roma repleto y excitado, Italia debuta en su torneo ante Austria. Juega bien, pero pasan los minutos y el marcador no se nueve. Hasta que, a menos de un cuarto de hora para el final, un jugador pequeño, poco esbelto, con una incipiente alopecia y una extraña mirada, mezcla combinada de ilusión y locura, juega el primer partido de su carrera con Italia y consigue el uno a cero definitivo. Era ‘Totó’ Schillaci.
En el siguiente partido, ante Estados Unidos, Giannini marcó el único tanto pero Schillaci entró en la segunda mitad. Estaba preparándose para ser titular en el tercero y último de grupo, ante Checoslovaquia. Italia ya estaba clasificada, pero ganó dos a cero, uno de ellos de nuestro protagonista.
Comenzaba lo serio, las eliminatorias. Octavos de final ante Uruguay. Italia necesita sesenta y cinco minutos para abrir el marcador, y lo hace Schillaci. La mejor versión de Irlanda durante toda su trayectoria internacional esperaba en cuartos. Esta vez, Schillaci sólo necesitó cuarenta minutos. De nuevo, marcaba el primer gol de su equipo, el más difícil y el más importante, incalculable valor en un torneo tan fugar como el Mundial. Cuatro goles en cinco partidos de Copa del Mundo; cuatro goles y cinco partidos en su recién comenzada carrera en la selección.
Estadio San Paolo de Nápoles. Semifinales. Argentina. En la segunda casa de Maradona, el público napolitano silbó el himno argentino, provocando las lágrimas de rabia de Diego antes de iniciarse el partido. La magia, el momento de su vida, esa sensación de que todo era posible, continuaban. En el minuto diecisiete, Schillaci estaba aparentemente enredado en una jugada en banda izquierda, rodeado de defensas y lejísimos de la portería. En un buen ejercicio de habilidad, consigue sacar el balón hacia el centro, donde esperaban Gianini y Vialli. A trompicones, la jugada termina con un disparo de éste que rechaza como puede Sergio Goycoechea, hasta que Schillaci aparece por allí para enviar el balón a la red. La fiesta no pudo ser completa y el portero argentino, especialista, eliminó a los anfitriones en la tanda de penalties, enviando a Italia a un doloroso tercer y cuarto puesto ante Inglaterra en Bari, que terminó 2-1, siendo el gol definitivo un penalty muy bien tirado… sí, por Schillaci.
Aquellas calurosas semanas terminaron en un fugaz canto del cisne. El jugador sólo volvió a marcar un gol más con la selección en toda su carrera, se marchó con poco éxito al Inter de Milán y cuminó su vida futbolística en Japón. Eso sí, aquella varita mágica con la que convertía cualquier cosa en gol, ese delirio anotador en el que convirtió cada partido de aquel Mundial, ese sueño de humildad cumplido, permanecerán siempre en el recuerdo suyo y de millones de aficionados. No muchos pueden decir lo mismo.
Días decisivos para el resultado de las elecciones a la presidencia del FC Barcelona, que se celebrarán el próximo domingo 13 de junio. Actividad frenética de los cuatro candidatos que obtuvieron las firmas necesarias y que por tanto pueden presentarse. Ayer, debate entre todos bajo la moderación de Manel Fuentes en Catalunya Radio, entrevista en Radio Marca a Marc Ingla y programa especial en Gol T con la presencia de Agustí Benedito (durante toda la semana tendrán presencia en el mismo programa los tres restantes).
Dejando a un lado las habituales acusaciones más o menos fundamentadas en este tipo de elecciones, el debate principal gira en torno a la continuidad del "modelo" de club, social pero sobre todo deportivo presuntamente constituido por Laporta y su Directiva desde su llegada al club 2003. Como suele suceder en el fútbol, nadie parece tener memoria, y los presidenciables del Barça, mucho menos.
La victoria de Laporta hace siete años tuvo muchísimo mérito. Un grupo de gente joven, con cierto nivel intelectual, derrotando con menos apoyos mediáticos a la candidatura de Lluis Bassat (y Pep Guardiola como secretario técnico) y significando una necesaria ruptura con el pasado de Núñez y Gaspart; resultó cuanto menos sorprendente por el ancestral conservadurismo del socio barcelonista, pero Laporta fue, con algo más de veinticinco mil votos, el presidente más votado en la historia del club.
Modernizaron el club, optimizaron los ingresos y, como cualquier directiva de fútbol en España, lo utilizaron en beneficio propio. Por supuesto, se ha de reconocer que ha resultado el período más fecundo en cuanto a títulos y expansión de la masa social, pero hagamos memoria en el ámbito deportivo. En aquel verano de 2003 la directiva recién elegida, con el asesoramiento de Cruyff, toma la decisión de no renovar a Radomir Antic, apuesta por Hiddink o Koeman para el banquillo y por Beckham, Ayala, Aimar y Albelda como refuerzos. Pocas semanas después, se anuncian los fichajes de Rijkaard y Ronaldinho. El entrenador no era la primera opción, y el equipo no funcionó en absoluto hasta la llegada de Edgar Davids en el mercado invernal. Parece reconocido por todos que Sandro Rosell quiso cambiar a Frank por Scolari aquellos primeros meses de malos resultados. Después llegarían dos Ligas, la Copa de Europa de Paris y el abrazo a la autocomplacencia de aquel equipo, llamado a mantener su dominio durante un par de temporadas más y al que le faltó ambición para conseguirlo.
Terminada la temporada 2007-2008, con el equipo sufriendo culminando dos años en blanco con un 4-1 y un pasillo al Real Madrid en el Bernabéu, Laporta es obligado a someterse a una moción de censura en la que casi veinticuatro mil socios (cifra similar a los que eligieron presidente cinco años antes) votan en su contra. 61 % de rechazo, sólo el 66% necesario marcado por los estatutos le permite seguir en el cargo. Su continuidad y su negativa a abandonar la poltrona conducen a la dimisión de ocho directivos, Murtra, Ingla y Soriano, entre ellos. Esto fue el 10 de julio de 2008. Un mes antes, Guardiola ya había sido presentado como nuevo entrenador, y su trabajo estas dos temporadas ha sepultado tantos debates que sólo la campaña electoral resucita estos días.
Rosell presume de buena relación con él pero nadie aporta demasiadas pruebas al respecto. Ingla, es capaz de criticar un día sí y otro también a Rosell por "intervencionismo deportivo" para afirmar inmediatamente después en la misma frase que "yo he trabajado con Pep, yo aposté por Pep, yo construí con Pep y Txiki este equipo campéon"...tras reunirse con Mourinho en Lisboa. Ferrer no ha demostrado ninguna personalidad tras aceptar ser el candidato oficial de Laporta cuando ni siquiera fue su primera opción (Godall, con lágrimas del todavía presidente en su presentación) y mucho menos no confirmando el despido del director general Joan Oliver tras el vergonzoso episodio de las escuchas y espionajes varios pagados con fondos del club. Y Benedito, que también estuvo en los inicios con Laporta, aporta una oratoria amable pero sin demasiado contenido.
El modelo deportivo que triunfa en el FC Barcelona actual no es mérito de ninguno de estos cuatro señores. A Laporta sí hay que reconocerle la valentía de firmarle a Guardiola un contrato como entrenador, pero nada más. Pep, convertido en el gurú del barcelonismo, aporta sus cualidades técnicas y su casi siempre educado verbo en la representación institucional, pero sobre todo es identificado por la gente como "uno de los nuestros"; él sabe, porque lo ha vivido en primera persona los últimos treinta años, que es el público del Camp Nou el que airea pañuelos blancos con un marcador de 8-0 a favor porque no le gusta el juego que está viendo, es el socio el que, desde 1988 en que llegó Cruyff, no valora sólo el resultado y desea diferenciarse de los demás equipos, no conformándose con menos. Es el barcelonismo el que forzó la dimisión de Núñez y Van Gaal tras dos ligas porque, entre otras cosas, las formas no eran las adecuadas, o el que vota una moción de censura contra un presidente que está ganando títulos pero que se comporta como un energúmeno en un aeropuerto o en el palco de Old Trafford por una jugada dudosa.
"Técnicos de la casa y jugadores de la cantera", así definen muchos el famoso modelo. Sólo hace dos años que Guardiola es entrenador, los mismos que Xavi Pascual en el basket desde que Joan Creus decidiera el despido de Ivanovic y apostara por él. "Lo que funciona no se toca", defiende a menudo el candidato Ferrer. Afortunadamente, el verdadero leitmotiv azulgrana, la esencia que hoy día enorgullece al barcelonismo, no es algo material ni modificable de manera táctil. Creerse tan importante como para sentirse responsable de que un día Guardiola, Xavi, Messi, Iniesta, Puyol, Piqué y Valdés se encontraran trabajando juntos en un mismo vestuario resulta, como mínimo, sonrojante.
Nota: el vídeo que acompaña a esta entrada corresponde a un programa de TV3 sobre el día a día de la campaña electoral...casi dice más acerca de cada uno de los candidatos que sus declaraciones y notas de prensa oficiales.
Compartimos este puñado de preguntas con Martí Perarnau, ex-atleta de élite, productor publicitario y periodista, actualmente colaborador en Sport, El Periódico de Catalunya y el radiofónico 'Tú dirás' de RAC1. Uno de los mejores analistas deportivos del país nos habla de la actualidad futbolística: el Mundial con España, Inglaterra, Francia e Italia; Mourinho, las elecciones al FC Barcelona y algo un poco más personal...a continuación.
Si Rosell no comete algún error garrafal antes de la votación será Presidente indiscutible del FCB
ADN: El Mundial está a punto de comenzar...¿recuerdas tantos lesionados en los amistosos previos a una Copa del Mundo? ¿Puede ser sólo casualidad? Salvo la española casi todas las ligas europeas han terminado a mediados de mayo...
MP: Siempre hay bajas de última hora, pero quizás pocas veces se han acumulado tantas en apenas 72 horas. La de Drogba ha sido un accidente del juego, pero el resto muy probablemente deban atribuirse a dos factores de riesgo: la carga de partidos tras la temporada ordinaria (50 partidos de promedio) en un entorno con cada vez menos recuperación entre temporadas; y el cambio de dinámica de trabajo desde el club a la selección. Cambian métodos y cargas y en ocasiones eso es caldo de cultivo de algunas lesiones. De hecho, este segunda factor incluso puede ser más relevante que el primero.
España. Del Bosque parece tenerlo claro, y la apuesta por el toque es definitiva. ¿Prevees problemas en el típico partido en que el rival se cierra y los huecos no aparecen, y las consecuencias mediáticas que puedan venir?
Ese problema puede darse por descontado. Los rivales conocen perfectamente que el antídoto contra España es similar al que se emplea contra el Barça: cierre de filas en una doble muralla. Para quien aún tenía dudas, el Inter las despejó totalmente en la semifinal del Camp Nou. A España le espera ración y media de la misma medicina. Deberá atacar en estático y sufrir los contragolpes rivales. Es decir, la peor ecuación del fútbol. Pero es así y hay que manejar emocionalmente esta realidad. Las consecuencias mediáticas son previsibles: críticas a Del Bosque y exigencia de cambio de rumbo radical. Por suerte, creo que seleccionador y jugadores tienen claros los conceptos a aplicar.
Capello e Inglaterra. Los analistas o bien les sitúan como Campeones o bien como principal decepción del torneo, no parece existir término medio...¿les concedes opciones reales? Ese mediocampo que lleva años sin funcionar bien (Lampard con Gerrard y ahora más Barry)...¿qué ha cambiado Capello? En este contexto, posibilidades de Italia y Francia.
Me cuesta mucho ver a Inglaterra disputando la final. Sin embargo, debería estar en cuartos. Tiene nivel para eso y también para semis. Con Capello al frente no creo que les veamos caer antes. El entrenador italiano ha aportado la fortaleza mental que le faltaba a un equipo dedicado a frivolidades, novias y zarandajas diversas pero que no estaba centrado en el fútbol. Más que en lo táctico, Capello es fuerte en la mente y seguramente hará un buen recorrido mundialista. Lo mismo digo de Italia y de Lippi. Son los actuales campeones con lo que, de entrada, un respeto grande para la "azzurra". Futbolísticamente está lejos de su mejor hora, pero Italia es especialista en triunfar a partir de sus propias cenizas: lo vimos en el 82 y en 2006. ¿Por qué no ahora, cuando todo el mundo les da por jubilados? Lippi es mucho Lippi. Pero me cuesta más creer en Francia: por la terrible miseria de sus centrocampistas, la decadencia de Henry y el titubeo perenne de Domenech. Hace cuatro años perdieron el título en un penalty lanzado al larguero, pero ahí estaba aún el gran Zidane. Hoy, Francia es un equipo más que sospechoso de estar fuera de onda.
Barça y Real Madrid 2010-2011. Mourinho protagonista indiscutible en Madrid. Se presumen refuerzos en el medio campo, pero Cristiano marca mucho el estilo...¿le ves jugando al contragolpe sin más o hay opciones de una propuesta algo más elaborada? ¿Será capaz Mou de no montar un incendio en cada rueda de prensa? ¿Cómo crees que será la relación con Barcelona, recordando lo que desquició a Rijkaard y casi a Guardiola? ¿La habitualidad de escucharle dos veces por semana serenará las cosas?
El Madrid afrontará dos tipos de partidos: los de Liga, en los que mayoritariamente será muy superior a su rival y, por tanto, se ordenará a partir del control del balón. Sin poseer la perfección y velocidad del Barça, el Madrid también se maneja muy bien en este aspecto. Mourinho ha demostrado en Chelsea e Inter que no le hace ascos al juego de construcción. Ahora bien, en cuanto abra la lata, muralla atrás y aprovechamiento del contragolpe feroz, posiblemente el más eficaz del mundo. Luego estarán los partidos "grandes", apenas un 10% del total. Ahí, el Madrid tendrá relativa inferioridad en la construcción y muy probablemente su entrenador apueste por el estilo que le vimos al Inter en la final de la Champions.
Mourinho será el gran protagonista de la temporada. Su intervencionismo es elemento esencial en su estilo futbolístico y le veremos metido en todas las salsas. Pero eso será más útil para los medios que para desestabilizar a los rivales. Los aficionados quizás picarán el anzuelo; los futbolistas contrarios, no lo creo.
En el FCB, Villa fichado y Cesc cerca...¿impacto de las posibles bajas de Ibrahimovic y Touré? ¿Opciones reales para Jonathan y Thiago? ¿Deportivamente Ibra merece un segundo año? Fue fichado para partidos en los que hay que jugar un poco más en largo, buscando llegadas, con un ariete alto que aguante el balón...esa era la idea, algo que Eto'o no tenía, pero la realidad es que el Barça ha jugado mejor, y cuando más presionado estaba en Villarreal y Sevilla, agarrado a su patrón habitual: la pelota y los pequeños, Bojan incluído.
Ibra ha confirmado que aporta una alternativa real al juego habitual del Barça. Pero ahí termina su aportación: es "la" alternativa. No es la norma. ¿Se quedará para ser el hombre que cambia algunos partidos? Tengo dudas al respecto, del mismo modo que la temporada me confirma que más que nunca la asignatura pendiente del Barça será atacar en estático. Y para eso hacen falta jugadores con movilidad y desmarque: Villa, Bojan, Pedro, Mata... ¿Para qué querría el Barça a un extremo como Di María si no hay espacio para arrancar? ¿Para qué soñar con Fernando Torres si hay que jugar en veinte metros cuadrados?
Eso me lleva a pensar que Ibra, como Touré, Henry y Márquez, se irán y habrá cinco fichajes: Villa, un lateral diestro para rotar a Alves; un mediocentro que supla a Touré, sea un francés jovencito, sea Javi Martínez; un delantero izquierdo, posiblemente Mata, más difícilmente Luis Suárez; y la guinda, dependiendo de cuestiones económicas, que sería Cesc Fábregas. En cuanto a los jóvenes, Thiago está creciendo exponencialmente y va a tener un papel serio en el equipo: puede ser el Deco del futuro. Jonathan, mucho más blando, será algo más residual.
¿Cómo es posible criticar el duopolio de Real Madrid y Barça en la liga, hablando incluso de torneo a la escocesa, mientras desde la prensa e instituciones públicas se fomenta y aplaude que manejen presupuestos de 400 millones,que gasten lo que gastan en fichajes y salarios arrastrando al mismo tiempo deudas de similar cuantía? ¿No es un poco hipócrita?
La hipocresía está instalada profundamente en nuestra sociedad. Somos prisioneros de ella y tenemos poca solución. Reprobamos una fórmula y también la contraria. Somos así.
Elecciones en el FC Barcelona. ¿Opciones de Ferrer sin desmarcarse de Oliver y por tanto del bochorno de las escuchas? ¿Ingla realmente tuvo algo que ver en la apuesta por Guardiola, como cuenta? ¿La entrevista para conocer a Mourinho de verdad se realiza por insistencia del entorno del portugués o van a buscarle? ¿El intervencionismo de Rosell y su excesiva exposición empresarial puede apartar del cargo a un barcelonista de cuna como él?
Si Rosell no comete algún error garrafal en los pocos días que restan para la votación será presidente indiscutible. El interrogante es si sabrá manejar sus relaciones de futuro con Guardiola o las estropeará. En ese caso, nadie le perdonará haber dilapidado el gran caudal de credibilidad del entrenador. Ferrer se descalificó a sí mismo a raíz del caso del espionaje. Parece un buen tipo que no ha sabido administrar sus tiempos. Es brutal que una presidencia exitosa como la de Laporta no haya sabido construir una candidatura triunfadora. Ingla es un tipo inteligente, que fue a por Mourinho para explorar de verdad esa opción, pero acabó aceptando la opción Guardiola, que fue una apuesta de Evarist Murtra aceptada por Txiki Begiristain y que Laporta bendijo para frenar la llegada de Mourinho.
Periodismo deportivo en España. ¿Tiene esperanza? Cualquier empresa privada es lógico que busque la rentabilidad, ¿pero es imposible realizar prensa de calidad sin abrazar el forofismo y la propaganda al servicio del poder y de la influencia del presidente de turno del Barcelona o de Florentino Pérez? ¿Seguro que el público demanda eso, o lo compra porque es lo único que le ofrecen?
El periodismo deportivo está muerto en España. Lo que hay es fanatismo vestido con ropajes mediáticos.
Libros sobre fútbol y alrededores. ¿Te gustan, alguna recomendación?
Os sorprenderá: no me gusta la literatura creada alrededor del fútbol. ¿Soy raro?
Series de TV. The Sopranos, The Wire, The West Wing, ¿has visto alguna, compartes la opinión de que en los últimos años muchas de las mejores historias de cine se han realizado para televisión, con cadenas como HBO al frente?
Esta es una teoría erigida por Carlos Boyero a la que me adhiero por completo. Los Soprano y el Ala Oeste me cuentan entre sus fanáticos que han visto todos los capítulos.
Blogosfera. ¿Lees algún blog deportivo? ¿Posibilidades a medio plazo de recuperar el tuyo? Muchos lo añoramos...
La vida está muy complicada como para plantearme recuperar el blog. Inviable, pero hay grandes blogs futbolísticos, consolidados y maduros.
Al fin lo ha conseguido. Tras abonar el terreno durante seis meses, el tristemente célebre Dimitri Seluk, representante de Touré Yayá, está muy cerca de lograr su objetivo y tramitar la salida de "su" (escrito con toda la intención) jugador rumbo a Inglaterra, posiblemente al Manchester City. El último episodio de esta triste tragicomedia, hoy mismo: "Si a Laporta le gusta tanto Touré, le podía haber explicado por qué ha jugado tan poco. Este año no hemos hablado ni una vez, y si Yaya se va es porque ha faltado esto".
Para deleite general, a Seluk le ha salido un digno adversario en el difícil arte del funambulismo que reina en los traspasos de futbolistas: Mino Raiola, agente de Ibrahimovic. Su última perla, apostar por el ingreso en un hospital psiquiátrico de Pep Guardiola si Ibra no es titular, con el argumento del elevado precio pagado por el Barça al Inter este pasado verano.
Otros casos inolvidables fueron Pitta y Martins, capaces de agotar la paciencia de Núñez y Gaspart en 1997 y enviar a Ronaldo, tras la mejor temporada de su carrera y en un entorno ideal para él, a Milán...para años más tarde ser detenidos y condenados a once años de prisión por un delito de evasión y fraude de divisas. Y cómo olvidar a José Veiga y el verano de 2000, con Figo, Florentino, Gaspart...y el portugués vestido de blanco. Todavía hoy, dice la leyenda que si Figo duerme en un hotel de la cadena de Gaspart, éste ordena que le dejen mensajes en la habitación...Podríamos seguir, pero la lista sería interminable: Robinho, Adebayor, Ashley Cole, Vieri, Rivaldo, Anelka...con todos sus agentes miembros destacados del club del 10%.
Lo grave no son las declaraciones delirantes a la prensa, la búsqueda (lícita) de mejorar los contratos de sus representados o incluso forzar fichajes no previstos y renovaciones anuales disfrazadas de "falta de cariño"; lo verdaderamente importante es comprobar, de manera cada vez más frecuente, cómo los representantes poseen el poder suficiente para condicionar el día a día y la politica deportiva en clubes que manejan más de cuatrocientos millones de presupuesto. Una de las honrosas excepciones de la profesión, según cuentan quienes han tratado con él, es Jorge Mendes. Absoluta profesionalidad, seguro que así es. Trabajar tan bien, por añadidura, le permite a Mendes y su empresa cerrar operaciones múltiples, llevar por ejemplo dos jugadores a un equipo cuando realmente sólo estaban interesados inicialmente en uno...beneficios colaterales.
Para no ser menos, en cuanto un chaval en edad cadete comienza a destacar mínimamente con la pelotita, se le busca un representante para que "lleve sus asuntos". Si el progenitor tiene formación suficiente, él mismo. Así, desde el principio se inicia la carrera en búsqueda del mejor postor, de mudanzas frecuentes que dejan suculentas comisiones por el camino, y futbolistas que demuestran muy poca personalidad permitiéndolo. Los one-club men, jugadores que comienzan y terminan su carrera en el mismo equipo son una especie en vías de extinción: en activo actualmente, Del Piero, Giggs, Scholes, Gary Neville, Totti, Carragher, Raúl, Casillas, Xavi, Puyol (¿Gerrard?) lo tienen cerca aunque aún no lo han conseguido. Retirados hace relativamente poco, Guerrero, Maldini, Costacurta, Baresi, Tony Adams, Augenthaler, Bergomi, Le Tissier, Ricken, Sanchís, Ricardo Bochini...la antítesis del mercenario.
En la NBA, ejemplo recurrente en este tipo de reflexiones, los jugadores no tienen prácticamente ni voz ni voto mientras tienen contrato en vigor; son las franquicias quienes deciden los traspasos. No dudo de la pasión con la que se van a vivir las finales en L.A., Boston y todo Estados Unidos, pero, en una muestra más de ingenuidad, me gustaría creer que no es lo mismo, que el sentimiento que evoca un club de fútbol en los aficionados puede ser, en algún caso, compartido por los propios futbolistas, y que un puñado de euros no sea, siempre, motivo de traslado...