Se acerca el debut de España en el
Mundial 2010. Partido siempre rodeado de miedo, incertidumbre, dudas, ilusión emborronada por la presión del primer día. Es una cita clave para encarrilar la clasificación en la fase de grupos y para adquirir la confianza necesaria cuando lleguen los octavos de final. Imprescindible para saber manejar los tiempos cuando un partido decide la gloria o el regreso a casa.
Uno de los motivos que invitan al optimismo con la actual selección española es que, poco a poco, los tiempos van cambiando. Antes de la victoria europea de Austria, España ya había ganado en su particular inauguración en las dos últimas Copas del Mundo: 3-1 a Eslovenia en el 2002 (
Raúl,
Valerón y
Hierro) y un ilusionante 4-0 a Ucrania en Alemania 2006, con goles de
Xabi Alonso,
Villa (2) y
Torres…, ¿estos nombres os suenan frescos, verdad? Hace cuatro años
Zidane nos envió de vuelta justo después de que algunos irresponsables de los medios cacarearan el ingreso del francés en la nómina de futbolistas jubilados. 1-3, claro.
Pero insisto, esos dos debuts victoriosos invitan a creer. Porque no siempre fue así. Más bien nunca. España arrastra un largo historial de fracasos y decepciones nada más poner los dos pies en el torneo mundialista.
Dolorosa la derrota ante Nigeria en 1998 con el canto del cisne de
Zubizarreta y el atomizado equipo de Clemente. Injusto el uno a cero con el que Brasil nos ganó en México 86, favorecidos por el gol de
Míchel convertido en gol fantasma por la miopía arbitral.
Empates también hemos tenido. Humillantes como el uno a uno frente a Honduras en casa, en el 82, con
naranjito madurándose hasta la podredumbre en apenas unos días. Grisáceos como en Italia 90, con
Luis Suárez en el banquillo; sin goles ante Uruguay, y la prensa atizando desde el primer día. No se llegó muy lejos, claro. Sólo hasta que
Stoijkovic demostró que las faltas se tiran mejor si se mueve la barrera. Y dubitativos, como en Estados Unidos 94, en el que España no pudo mantener una ventaja de dos goles ante Corea del Sur.
Estadísticamente, un empate o incluso una derrota inicial no impide luchar por la Copa del Mundo hasta el final. Es un dato objetivo y numérico. Pero en España no sirve. Una derrota con Suiza destaparía el lado cainita siempre latente en nuestro país. Por tanto, a ganar para asentar la fe en el equipo, que por mucho que no necesite ser demostrada en noventa minutos, ya nos conocemos…
Escrito para El Reportero Sony Ericsson
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