viernes, septiembre 24, 2010

Liverpool FC , 21 años de vejez


Desde 1990 no gana la Liga inglesa (Premier League al inicio de la temporada 1992/1993) el Liverpool FC. Por aquel entonces, Kenny Dalglish ocupaba el banquillo, el club aún se recuperaba de las tragedias de Heysel y Hillsborough y ni siquiera competía en Europa. Seguramente no eran los mejores días, pero el orgullo de Anfield eran los 18 títulos domésticos y las 4 Copas de Europa, palmarés insultantemente superior al de cualquier otro equipo de las Islas.

Desde entonces, subcampeonato en 1991, 2002 y 2009, pero sin opciones reales al triunfo, y durante y después, el abismo. En 21 años, el tiempo en que un bebé recién nacido alcanza la edad adulta, el Liverpool ha envejecido, su historía parece haberse detenido en el pasado con la fugaz excepción de Estambul, su presente es decepcionante y su futuro muy preocupante.

En apenas un mes de competición se han despedido, un año más, de la Premier (decimosexta posición pero ya a diez puntos del Chelsea), aún está vivo el bochorno de esta semana en la Carling Cup tras caer eliminados en casa por el modesto Northampton y esta temporada ni siquiera queda el consuelo de otro milagro en la Champions porque...ni siquiera la juegan. Roy Hodgson, sustituto de Benítez este verano, habla de salir de la tormenta pero apenas dispone de verdaderos remeros reales si exceptuamos a Torres y a Steve Gerrard, quien seguramente se pregunta cada noche por qué renovó el contrato y, además de dinero, qué está recibiendo a cambio de su fidelidad al rojo.

Dos décadas dan para mucho. Quizá en Anfield no han aprovechado el tiempo, pero ¿saben dónde sí lo han hecho, para escarnio de los creyentes de The Kop? Sí...allí. En los dominios de un escocés llamado Alex Ferguson que, casualmente, lleva en el banquillo del odiado Manchester United casi el mismo tiempo que dura la sequía liguera del Liverpool. Un poco más, de hecho. Ferguson llegó a Old Trafford en 1986. Aquella temporada el United acabó undécimo, sólo ganaron un partido fuera de casa...fue en Anfield, resultado que impidió a los locales revalidar el título 85/86. Fue el inicio de más de veinte años de tortura competitiva, de esclavitud de resultados y de inversión de una tendencia respecto al liderazgo del fútbol inglés; no sólo en victorias, sino en ingresos y en proyección mediática internacional.


Los aficionados de Liverpool se reían de Eric Cantona con pancartas que reivindicaban los 18 títulos, que en Manchester veían tan lejanos. Hoy, en 2010, el MUFC ya los ha alcanzado tras ganar 10 entorchados bajo el mandato de Ferguson, contribuyendo como nadie a la depresión que reina a una orilla del Mersey. Además, desde su privilegiada, casi despótica posición, Ferguson culpa a Benítez de la decadencia liverpooliana, más que a la situación social y/o financiera, y no le falta razón, viendo su trayectoria con perspectiva. Bastaría con repasar el listado de fichajes de Rafa. También históricos como John Toshack criticaron su trabajo y, quizá más importante, su incapacidad para comprender en qué club estaba. Es cierto que el equipo, los ocupantes del vestuario, no tira del club, pero tampoco al revés. El rechazo hacia los dueños Hicks y Gillett se generaliza, mientras ellos intentan deshacerse de su participación con la menor pérdida posible.



El Liverpool, seguramente el que fue el club que mejor encarnó las virtudes de los inventores del fútbol, el más influyente en cuanto a la creación de una cultura británica relacionada con este deporte, no camina hoy solo pero casi. Está desnaturalizado, sin referentes a los que agarrarse, sin un Bill Shankly al que girar la cabeza cuando vienen mal dadas. Figuras como la del legendario entrenador son únicas e irrepetibles; a lo que sí se puede y se debe recurrir es a su legado, al passing game, a la cultura de the boot room, esos pilares que sostienen un club cuando los resultados no llegan, sobre todo en tiempos de consumo rápido y de ausencia de memoria.

lunes, septiembre 20, 2010

Desprecio al fútbol

El fútbol es algo más que un deporte. Hoy día es un negocio gigantesco y al mismo tiempo una maquinaria que empaqueta sentimientos en una cadena de montaje y los sirve como producto listo para ser consumido de manera alegre y ociosa. Sin embargo, los altavoces mediáticos y los protagonistas continúan comportándose de manera interesada, irresponsable y casi amateur.

Los debates y reflexiones, por llamarlos de alguna manera, no se sitúan con perspectiva o al medio plazo. Sólo estallan cuando hechos concretos los traen a la actualidad. Uno de ellos es el recurrente reclamo de protección a los artistas del balón. Cuando Diawara, defensor del Marsella, caza la temporada pasada a Cristiano Ronaldo en el tobillo y le condena a meses de precaución y riesgo de recaídas constantes. Por supuesto, hoy, tras la infame entrada de Ujfalusi a Messi, que con suerte le dejará menos de un mes en la enfermería pero que pudo fracturarle fácilmente la articulación.

La tan cacareada protección sólo se invoca cuando interesa, según los colores y las camisetas a las que afecte.  Que jugadas como los pisotones sin balón de David Navarro o las groseras agresiones de Weligton en Málaga el año pasado quedaran sin castigo y sólo sirvieran para atizar discusiones partidistas y carentes de objetivos deportivos dice muy poco a favor de nuestro fútbol. Utilizamos el caso de Messi pero es válido cualquier otro ejemplo y con la camiseta que defienda el lector. Los hay a decenas.

Tendemos a culpar a los árbitros de la violencia. Yo me pregunto: ¿qué podía hacer esta tarde Fernández Borbalán para evitar que Ujfalusi perdiera por un momento su clondición de deportista? El partido se jugó bajo un ambiente eléctrico y apasionado, la afición del Atlético jugó su papel con un punto de exageración hacia el papel del colegiado, pero dentro de la normalidad. Un buen árbitro puede cortar o limitar con tarjetas un partido que se descontrola y pasa de competitivo a violento, de leal a mezquino. Pero nada más.

Los futbolistas, una gran mayoría al menos, se han contagiado del "aquí vale todo", del "ganar de cualquier manera" y de esa frase tan estúpida y tristemente célebre del "el fútbol es para pillos"; piscinazos, protestas, agarrones impunes en las áreas, todo ello lejos de la visión de los dos ojos del pobre árbitro. Y por supuesto patadas. Afortunadamente no ocurre todos los días, pero sí más de lo deseable. Ujfalusi demostró hoy no ser leal ni digno con un compañero de profesión al que no fue a disputar la pelota. Juande Ramos no se comportó como un profesional de su deporte ordenando a sus jugadores que se turnaran para atacar los tobillos de Messi para evitar expulsiones en el clásico de hace dos temporadas.

Mientras en Inglaterra se aplaude a los jugadores rivales cuando salen lesionados en camilla, en España se les desea que se mueran. Algún medio frivoliza en polémicas parecidas con términos desafortunados y de mal gusto. Mourinho habló de hostias como si fuera de boxeo y el tiempo le da la razón. Despreciamos nuestro deporte y lo condenamos al descrédito constante. Los primeros, los propios futbolistas, tan sumergidos en su propio individualismo que olvidan que su deporte (y su estupenda y merecidamente retribuida profesión) es un juego de equipo. De dos equipos, concretamente. Como el rugby, ¿les suena?

domingo, septiembre 12, 2010

Guardiola y los pasillos interiores


Ni el césped del Camp Nou, ni el desgaste físico ocasionado por la extraña y deficiente pretemporada que obligará a rotaciones y a diferencias de preparación en la plantilla antes casi de que haya empezado la competición. Guardiola sabe mejor que nadie que su equipo jugó fatal ante el Hércules y que eso fue el motivo principal de la derrota. No sucedió en el estupendo partido de Supercopa ante el Sevilla. El ritmo lento y confiado del FC Barcelona se convirtió en nerviosismo tras el primer gol de Valdez, en angustia tras comprobar que no era el día y que el buen arranque tras el descanso no se traducía en el empate, para terminar en absoluta impotencia la media hora final que siguió al 0-2.

La imagen del colectivo azulgrana recordó, aun sin tanto dramatismo, al partido ante el Inter de Milán; algo de eso había, como reconocieron Trezeguet y Esteban Vigo en zona de prensa tras el choque. Nada de "intentar discutirle el balón al Barça", como había anunciado el ex jugador azulgrana en la víspera. El Hércules se vistió de italiano pero sí se desplegó con sentido en ataque, dirigido y apoyado en Valdez, que ofreció un recital de cómo aguantar la pelota mientras el equipo avanza y llega. No se le puede reprochar nada a un conjunto recién ascendido, apenas cometieron faltas y actuaron como tantos y tantos equipos en el Camp Nou. Sin embargo, sorprendieron.

El Barcelona no lo esperaba, o al menos pareció frustrado, más bien perezoso: aburrido para construir y remiso a la hora de bajar a defender. Si al primer intento de presión no se recuperaba el balón, las defensa de las contras del Hércules ya quedaba como responsabilidad única de los zagueros. Pese a jugar de manera tímida, Mascherano recibió tarjeta muy rápido, y Keita tuvo que hacer el papel del mediocentro en la segunda mitad. Ni Touré, ni Cesc, ni el jefecito, ni Busquets.

En ataque el funcionamiento fue aún peor. Los de perfil defensivo no mezclaron, e Iniesta no jugó ni en las posiciones de '6' o de '8', sino por el centro, como una especie de mediapunta que no salió bien. Quizá a eso se refería Guardiola cuando habló en la sala de prensa de "cosas" tácticas a revisar y de que no habían sido capaces de encontrar los pasillos interiores.

Abrir el campo con extremos para generar espacios y permitir las llegadas de los interiores. Ese es uno de los fundamentos de la ideología cruyffista que Guardiola abraza sin dudar y que ayer no apareció, coincidiendo claro con la ausencia de Xavi y la desnaturalización de la alineación. Cruyff, en sus primeros tiempos en el banquillo, situaba a Beguiristáin y Stoichkov en la cal, mientras que Laudrup, Bakero y los mediocampistas entraban y salían del área a su antojo. Cinco años más tarde, la calidad individual de Romario y el agotamiento de algunos jugadores le hizo cambiar de opinión y jugar con delantero centro estático; funcionó una temporada pero (junto con otros factores, por supuesto) supuso el inicio del final del dream team.

Guardiola posiblemente mantiene una ambivalencia al respecto: sabe que con Xavi, Iniesta, Messi e incluso Villa, está casi obligado a recuperar aquella idea. La salida de Ibrahimovic está muy relacionada con eso. Pero, al mismo tiempo, Pep gusta de delanteros altos y capaces de aguantar el balón y repartir juego de cara para los centrocampistas, como Kluivert, como Peter Crouch como escribió en 2006 y, claro, como Ibra, por eso le fichó. "Ten delanteros que no se asocien con los demás, ten delanteros que piensen que su partido es diferente al de los demás y tendrás un equipo largo, largo, largo". Esta frase de hace cuatro años adquiere plena relevancia y vigencia hoy día.

Tito Vilanova, la mano derecha de Guardiola, declaraba en una jugosa entrevista a El Periódico que "El Barça juega al revés que los demás". Es una realidad, pero al mismo tiempo supone una exigencia enorme para dar resultado. Si al primer rival que ofrece resistencia, los futbolistas se entregan a la ansiedad, resultará imposible.

Lectura interesante: "El baile de disfraces", Ricard Torquemada en El Mundo Deportivo

miércoles, septiembre 08, 2010

Argentina y Villar embaucan a España


El sentimiento que poseen los argentinos hacia su camiseta deportiva albiceleste merece absoluto respeto. Les convierte, en cualquier disciplina, en feroces competidores. Sin embargo, eso no es suficiente para obtener resultados y títulos. Es necesario talento individual (Luis Scola en el basket, por ejemplo) y/o organización colectiva que permita brillar la calidad, la rabia competititva e incluso el orgullo patrio.

"Desesperados por ganar siempre, en Argentina se han olvidado de jugar al fútbol"; así describía ayer en El País Ezequiel Fernández Moores, periodista de La Nación, la frustración del fútbol argentino, que no supera los cuartos de final de una Copa del Mundo desde Italia 1990. En la pasada edición de Sudáfrica, Diego Maradona, al mando del equipo, logró disparar los índices de motivación y de fe en la albiceleste. Lástima que olvidó confeccionar un equipo, por ejemplo dotando de equilibrio el mediocampo que permitiera el juego de Messi, o simplemente alineando a alguien más que Mascherano en esos treinta metros decisivos para el juego. Tras ganar en Berlín a Alemania en un amistoso previo al torneo, Müller, Schweinsteiger y compañía despacharon a Argentina en Ciudad del Cabo sin ser mejor equipo que ellos, pero aprovechando contragolpes y espacios.

Están faltos de triunfos y hambrientos de prestigio y gloria perdida. Justo lo contrario que España. "Para Argentina no hay partidos amistosos". Pues los necesitan más que nadie, para encontrar el camino perdido desde que Maradona evitaba las patadas de Gentile o regateaba ingleses hace más de veinte años. La puesta en escena de ayer fue razonable, con Mascherano, Cambiasso y Banega detrás de Messi, liberado de la obligación de sacar los córners y rematarlos, Higuaín listo para el remate y Tévez barriendo todo el frente de ataque. Argentina no jugó demasiado al fútbol, pero aprovechó sus oportunidades en los primeros minutos, la descoordinación de una defensa española inédita y la electricidad ambiental. Cuando se gana nunca es amistoso, claro.

España, aun con los cambios lógicos de Vicente Del Bosque, no fue de turismo, dejó tres postes por el camino y la percepción de resultado demasiado abultado. Sí, cambios lógicos. Estamos en septiembre, recién comenzado, se ha jugado una jornada de Liga y muchos de los venerados jugadores Campeones del Mundo no han realizado pretemporada y ya llevan dos viajes transoceánicos a las espaldas. La sinrazón del partido en México seguramente impidió ver ayer al '11' de gala español. Si los cuarenta y cinco minutos que jugó Puyol allí, las posibilidades de que no se hubiera lesionado aumentan, con lo que hubiera formado pareja con Piqué y quien sabe si limitado daños en los primeros goles de Argentina. Fútbol ficción pero con variables objetivas. Lo que sí es real es que la RFEF de Villar busca votos para organizar el Mundial 2018, que ese es el verdadero motivo del viaje a Buenos Aires de ayer, por mucho que se quiera ver como una puesta en juego de la corona de campeones, y que, como desde hace dos décadas, los amistosos son exlusivamente motivos recaudatorios. Si lo eran antes, mucho más ahora que el caché del equipo ha aumentado considerablemente.

Disfrutemos de la estrella en la camiseta y no nos disparemos en el pie a las primeras de cambio. Ha costado muchas decepciones y fracasos conseguirla. Dentro de cuatro años en Brasil la pondremos de verdad en juego, ante los anfitriones pentacampeones que también comienzan a acumular urgencias. Mientras tanto, preparar bien la Eurocopa y buscar opciones en posiciones que pronto deberán ser renovadas, como el central que acompañe a Piqué o el lateral izquierdo. Lo que hizo ayer Del Bosque, vamos.

Escrito para Sportyou

viernes, septiembre 03, 2010

Mourinho On (Press) Tour

José Mourinho domina un vestuario de fútbol casi con la misma facilidad con la que se acomoda ante un micrófono o una cámara de televisión. Se siente cómodo ante los medios y lo aprovecha en beneficio propio y por tanto en el de su equipo. Sin embargo, me cuesta creer que no se haya dado cuenta de que, por muy grandes que sean Chelsea e Inter de Milán, el Real Madrid no tiene nada que ver con ellos. Si es consciente de que "Si no aguantas la presión, mejor no vengas al Real Madrid", también terminará por darse cuenta de que no es lo mismo el aparato mediático de Madrid que el de Londres o Milán.

Por mucho que uno sea hábil ante la prensa, la excesiva presencia en primera línea acaba por pasar factura. Y Mourinho de momento no está siendo demasiado prudente. En la entrevista que le hizo Juan Cruz para El País Semanal, el portugués decía que "Esta entrevista que estoy haciendo con usted no sé si se volverá a repetir, durante la temporada apenas hago entrevistas, jamás voy a la televisión". Nada más lejos de la realidad.

En mayo, a unos días de jugar con el Inter la final de la Champions League en el Bernabéu, Mourinho concedía una amplia entrevista a Marca, en dos entregas (I y II), seguramente inoportuna para cualquiera que se jugara el título continental en apenas tres días y teniendo en cuenta que el banquillo madridista aún tenia inquilino.

A primeros de agosto, desde California, en plena pretemporada, nueva exclusiva, esta vez al diario El Mundo y a Carlos Carbajosa.  El pasado 1 de septiembre, ya con la Liga empezada, una nueva extensa entrevista, también en dos entregas (I y II), se publicaba en España, en este caso en AS, para ser complementada un día después con otra, en La Gazzetta dello Sport (reseña en ABC). Antes, nuevo encuentro con el diario Marca, con Inda, Rojo y Serrano. En medio de todas ellas, varias visitas a las emisoras de radio: El Larguero en la SER, en Radio Nacional de España, en Onda Cero.

Obviamente, Mourinho es un personaje que está a la altura y que da titulares, pero quizá resulta innecesario cargar las escopetas tan rápido: "Sé cómo jugarle al FCB", "El FCB juega a menudo contra diez" (con esa obsesión de recordar errores arbitrales en contra y obviar los favorables, que también los tuvo en su etapa en Stamford Bridge en aquellos tremendos duelos ante el Barça de Rijkaard), definir como "fácil" la eliminatoria ante el Chelsea en la pasada Champions, presumir de la ida de semifinales (el 3-1 también ante el Barcelona) sin mencionar cómo llegó el rival al partido y su viaje en autobús por al caos aéreo del volcán islandés...

El pasado domingo, en su debut en Mallorca, ya ofreció un pequeño show en la banda, y después habló de "ocasiones perdidas que nos impidieron ganar" ante un rival con futbolistas que casi debutaban en primera. Hoy mismo, Sportyou comparaba declaraciones pasadas y actuales sobre Cristiano Ronaldo con un resultado que no le deja en muy buen lugar: habrá más de este tipo si continúa con esa verborrea...¡y ni siquiera lleva diez ruedas de prensa post partido!

Mourinho ha cultivado un excepcional personaje y se lo cree firmemente. Los beneficios, sobre todo mientras gane partidos, son incuestionables. Sólo corre un riesgo, que el personaje devore al estupendo entrenador que lo sostiene.
 
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