lunes, febrero 28, 2011

Mourinho muta en Sísifo

La mitología griega es rica en brillantes leyendas, tanto por su descripción como por su abundancia en los detalles. Sísifo, rey y fundador de la ciudad de Corinto, es presentado como inteligente y astuto, pero también como retorcido y mentiroso. Tras los días de vino y rosas, llega el castigo, relatado en la Odisea de Homero.

Quizá, en el improbable caso de que leyera esta humilde columna, el ego de Mourinho no permitiría que quedara decepcionado con la comparación. El entrenador portugués, como se encarga de recordar a menudo a los desmemoriados, logró títulos -Champions League incluida- con el Oporto, inició la exitosa Blue Revolution del Chelsea y regaló a los sufridos hinchas del Inter de Milán un triplete histórico. Sin embargo, el cosmopolitismo de Mourinho no le ha servido para comprender una última lección. Debió aprenderla en Barcelona, en su etapa con Robson y Van Gaal, pero no lo hizo. Y es que la dualidad BCN-Madrid no es comparable con ninguna otra íntima relación futbolística que se establezca en el mundo, y requiere inteligencia y paciencia para manejarla.

Con su experiencia, con demostraciones y gestos de ser un buen conocedor del fútbol y respetuoso con muchas de sus tradiciones, en lo que llevamos de temporada Mourinho se exhibe incapaz de convivir con esa enorme piedra a la espalda que parece suponerle el FC Barcelona. Resulta casi patológica la cruzada emprendida con todo lo que rodea al fútbol para lograr obtener cualquier ventaja competitiva sobre su rival: los árbitros, el uso de la prensa, los horarios, las tarjetas, la motivación de sus suplentes, la gestión con los directivos. Todo menos el balón. Porque acumular delanteros durante 20′ cuando no ganas, o introducir en cancha a Lass Diarra al conseguir el primer gol en un partido no parecen prodigios de táctica. El banquillo de un equipo grande produce tal estado de nervios que resulta difícil tomar buenas decisiones. Uno observa a Guardiola, Emery o Garrido y piensa en lo imposible que parece acertar con esa tensión. Si encima vives pendiente de alguien tan irrelevante (con perdón) como el cuarto árbitro, la tarea se torna monumental y la piedra termina rodando montaña abajo, para volver a empezar, paradigma de su tragedia griega.

Albert Camus escribió un ensayo llamado El mito de Sísifo, en el que entre otras cosas decía que “las vidas de los seres humanos son insignificantes y no tienen más valor que el de lo que creamos“. Nadie puede engañar durante todo el tiempo a todo el mundo. Si Mourinho no rectifica està condenado a no crear nada en el fútbol español que no sean polémicas de segunda fila y ruido de consumo rápido. Se ningunea a sí mismo convirtiéndose en una paradia del entrenador Campeón que siempre ha sido. Ningún rival futbolístico, tampoco este Barça, es invencible ni mitológico. La derrota deportiva es recuperable. Cada mes de julio comienza una nueva temporada. El ridículo, en cambio, dura siempre.

lunes, febrero 21, 2011

La pelota como antídoto al drama


Más del ochenta por ciento de posesión del balón no le sirvió al FC Barcelona para ganar su partido ante el Ahtletic de Bilbao de manera cómoda. Más bien, todo lo contrario; marcador ajustado y sufrimiento en buena parte de los noventa minutos.  Como buen ejemplo de la naturaleza volcánica, apasionada y casi exagerada de la afición barcelonista, los ochenta y tres mil espectadores presentes en las gradas del Camp Nou pasaron de uno de esos días de estado de expectación silenciosa a arder en combustión interna en apenas unos minutos.

En segunda posición, tras un buen partido contra el Real Madrid, no hay nada que excite más al Camp Nou que un flamenco árbitro que llevarse a la boca. No es lo más edificante, pero es real. Los ocupantes de las venerables tribunas del estadio azulgrana lo demostraron estallando en un característico rugido cuando en el minuto 58 Javi Martínez era el quinto jugador rojiblanco que intervenía para detener un eslalon de Messi. Fue en el área. Penalty. No fue pitado, pero la afición despertó. Pudo parecer que coincidió con la mejora del equipo, dominante pero sin peligro real ante Iraizoz. Y lo fue en el tiempo, pero no por esa ruidosa razón.

Tras una primera parte en la que las posiciones de Mascherano, Busquets y Pedro restaron ortodoxia a un equipo académico por excelencia, el Barcelona corría el riesgo de contagiarse del drama incipiente que se desataba encima de ellos y de su mejorado césped. Por todos es sabido que el equipo azulgrana gestiona mejor el fútbol en valor absoluto, con emoción pero sin electricidad ambiental, con ritmo pero sin urgencias. Sin embargo, cuando tienes la pelota en los pies ocho de cada diez minutos, es más difícil ponerte nervioso. Necesitas más precisión y frialdad que para presionar o despejar balones. Guardiola, además de estimular a la grada con su faceta más gestual, -recordando a su etapa como jugador-, ya había intervenido de verdad unos minutos antes, retirando a Mascherano por Maxwell. El argentino, jugador de talla internacional, conoce su oficio, sabe lo que es un mediocentro, es inteligente dentro y fuera de la cancha y su capacidad para interrumpir el juego debería ser interesante en un equipo de la vocación ofensiva del Barça. Pese a todo ello, necesitará algo más que un puñado de rondos para afianzarse. Hoy día, la distancia entre él y Busquets es sideral. El de Badía debiò ocuparse de su posiciòn de central y al mismo tiempo invadir el espacio del capitán argentino. Tuvo que multiplicarse como nunca. El cambio devolvió al equipo al esquema habitual y rompió a jugar.

Iniesta y Messi, sin abrir la boca, sin un gesto, desataron la maquinaria azulgrana ante un rival agarrado al corazón de Toquero y con Llorente ya sin opciones de seguir aguantando pelotas y peleando con un titubeante Piqué como en el primer tiempo. Al igual que en el partido copero, el Barça, con la conexión Xavi-Alves a pleno rendimiento obtuvo su premio con el segundo gol. Cuanto más se sufría en la grada, mejor jugaba el equipo. A la tragedia le sobraron incluso trece minutos. Interesante aprendizaje de cara a partidos venideros, el del Arsenal sin ir más lejos, y necesaria reflexión, reiterada para que no se olvide, sobre la obligatoriedad para un grupo de tanto talento de convertir un absoluto dominio del balón en mínimos réditos en ambas porterías.

Foto: Pere Puntí en Mundo Deportivo

jueves, febrero 17, 2011

Un Barça infiel

Ganada la batalla por el balón, con un adversario derrotado en el marcador pero no el césped, el FC Barcelona decidió en la segunda parte que ya estaba bien, que el 0-1 era un magnífico resultado para la vuelta y que con mantener la posesión de la pelota bastaría. El Arsenal, tras una primera parte en la que había logrado intercambiar golpes con la bestia azulgrana pero sin provocar sangre, parecía resignado a su suerte.

Quedaban veinte minutos de partido, y mientras Guardiola retiraba a Villa para introducir a Keita, Wenger guardaba a Song para apostar por Arshavin. Casualidad o no, le salió bien al entrenador francés. El Arsenal había aceptado su inferioridad desde casi el inicio del partido pero no su derrota. Muy agrupado, siempre detrás de la línea de balón azulgrana, se negó sin embargo a rezagarse en su propia área: defensa adelantada y a minimizar daños. Lo logró, en parte porque Messi no tuvo su noche de cara a gol y perdonó jugadas que normalmente no se le escapan. Liderados por Fábregas y construidos por un gigantesco futbolista llamado Wilshere, los gunners dieron la cara y se hicieron merecedores de su fama reciente. Si toda Europa dice que este es el mejor partido posible en la actualidad, contribuyamos a ello, debieron pensar. Así, Van Persie encontró el gol que persiguió durante todo el partido y ayudado por Valdés empató en medio de un impactante delirio sonoro en la grada. El Emirates fue por un día un Highbury duplicado y con mejores asientos.

Busquets, muy cerca de Cesc, se desplomaba en el césped segundos después de que Arshavin lograra el 2-1. Impecable, magistral, siempre en el sitio correcto y tras ofrecer una lección de buen gusto, fuerza e inteligencia como medio centro, vio, convertido en espectador de lujo, cómo ese  pase de su amigo de Arenys que no pudo cortar iniciaba la jugada del gol definitivo. Quedaban siete minutos. Ya era demasiado tarde. Al Barça le faltó ambición, es un equipo construido y pergeñado de tal manera que corre más peligro si es conformista que si arriesga. Defender con el balón debió ser la idea, pero la falta de tensión también se nota en los pases. Y en la manera de terminar las jugadas en los alrededores del área. Quizá más que en cualquier otro aspecto del juego.

"Con 0-1 y un partido de vuelta priorizas otras cosas", dijo Guardiola sobre el cambio de Villa, sustituido el día en que mostró más lucidez en las últimas semanas. Menos escorado en la izquierda que habitualmente, aprovechó los movimientos de Messi a la perfección. Se marchó al vestuario y el Barça se quedó sin pólvora, desfondado Iniesta y enredado Pedro. No fue el mejor final. Xavi hizo autocrítica mientras Messi ya afinaba la puntería. Difícilmente fallará tanto dentro de tres semanas.

Foto: Miguel Ruiz (FCB).

miércoles, febrero 09, 2011

Guardiola acepta el cuarto viaje


De manera discreta y simultánea, todos los canales oficiales de comunicación del FC Barcelona han anunciado esta tarde la renovación del contrato de Pep Guardiola como entrenador del primer equipo hasta final de la temporada 2011-2012. Un año más, en definitiva. Hasta el próximo viernes, en la rueda de prensa previa al desplazamiento a Gijón, no se podrá preguntar al entrenador por el tema, pero de nuevo se impone su deseo y el compromiso contractual repite duración y vuelve a ser inmediato, casi urgente, siempre enfocado al día a día, a ese tópico del “ir partido a partido” que se ha convertido en una razón de ser.

Guardiola cumplirá así su cuarto ejercicio en el cargo, desde que, tras ascender al filial de Tercera a Segunda División ‘B’, Laporta le ofreciera el puesto en el verano de 2008 y Pep -según cuenta la leyenda- le respondiera “No tendrás cojones de hacerlo”. Tanto el club como él juegan con la ventaja de que la situación actual del equipo es casi inmejorable, histórica. La Junta Directiva de Sandro Rosell puede permitirse ofrecer una renovación en el mes de febrero sin saber si se ganará algún título en abril y mayo. Es muy factible ganar algo, sería decepcionante para el barcelonismo no hacerlo, pero ni siquiera ya es imprescindible. También, asumen el riesgo de tener atado a uno de los mejores entrenadores del mundo sólo por un año porque conocen el compromiso afectivo de Guardiola con su club de toda la vida, desde que tranquilizaba a su madre en su primer día en La Masía allá por 1984 con un  “¡Oh, mare, cada día, cuando abra la ventana veré el Camp Nou!”, desde que siendo todavía un crío se abrazaba enfebrecido a Víctor Muñoz la noche de la remontada ante el Goteborg vestido con aquel chándal marca Meyba de los recopelotas del club, desde que…la lista es larga.

Paralelamente, Pep juega con la ventaja de conocer la casa mejor que nadie. De saber de primera mano cómo Rijkaard se quemó en una hoguera de vanidades y ausencia de profesionalidad y comprobar cómo aquel equipo Campeón del bienio 2004-2006 quedaba reducido en apenas dos temporadas a unas mediocres cenizas. Valdés, Puyol, Xavi, Iniesta y sí, Messi, ya estaban en esa plantilla y, contagiados o no, de forma corresponsable o por omisión, no pudieron seguir compitiendo igual. Guardiola sabe que lo ha conseguido, que les ha aportado el hambre perdida, que el sábado se frotó los ojos como los casi noventa mil espectadores presentes en el Camp Nou al ver a Messi recorrer con un poseso màs de cincuenta metros en busca del Kun Agüero para cortar una ocasión de gol del Atlético. Ese es uno de los mayores activos que ha aportado Guardiola, pero él sabe por su experiencia que también es uno de los valores más efímeros del fútbol moderno y está convencido de que los contratos cortos son el único modo de remediarlo, al menos parcialmente. Cruyff ya lo creía.

Pese a las habituales acusaciones de falsa modestia, Guardiola es muy consciente del equipo y jugadores que tiene entre manos, y que no es lo mismo entrenarles a ellos que por ejemplo al Numancia donde ha comenzado su carrera su buen amigo Juan Carlos Unzué. Su labor de motivación es incuestionable, plasmada en esa presión adelantada clave y complementaria para el estilo de juego propuesto, la llamada teoría de la araña de Laureano Ruiz. Puede ser que no haya inventado nada, pero tampoco admite discusión la apuesta por la cantera y la valentía en la toma de decisiones. Es oportuno recordar que cambió a Deco y Ronaldinho por Sergio y Pedrito. Es más discutible el caso de Eto’o, son palpables errores fichajes como Martín Cáceres o Hleb y las personalidades de Ibrahimovic y Chygrynskiy debieron ser mejor analizadas. Tampoco es infalible, y debió gestionar mejor las emociones propias y ajenas en la semifinal ante el Inter o en el reciente viaje a Pamplona.

En cualquier caso, el saldo es muy favorable al entrenador azulgrana. Guardiola es hoy el gurú del barcelonismo, la piedra filosofal sobre la que gravita un estilo, alejado de la inmediatez y del victimismo que siempre lo dominó. Guardiola es, tomando prestada la idea del libro de Eduardo Mendoza, el principal responsable de que el Camp Nou sea de nuevo “el estadio de los prodigios”, un lugar en que se ha ganado todo pero que, según repite machaconamente nuestro protagonista, está todo por ganar.

‘Sentirlo’, Josep Guardiola en El País
 
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