Los enfrentamientos entre
Mourinho y el FC Barcelona, contando las eliminatorias entre el equipo azulgrana y el Chelsea, el Inter y los enfrentamientos de esta temporada con el portugués al frente del Real Madrid, alimentan ese viejo e irresoluble debate que reaparece de vez en cuando del buen juego o el resultado. Una variación del mismo es aquello del
pensamiento único, traducido en la actualidad más o menos en que o juegas al toque como el Barça, como el estilo de La Masía, o tu fútbol no vale igual y hay que minusvalorarlo.
En el deporte, lo que manda es el resultado. Existen muchas maneras de llegar a él, distintas formas de recorrer el viaje y no todas se disfrutan igual, pero o bien se alcanzan unos objetivos mínimos en forma de títulos o victorias, directamente proporcionales a la historia, tradición, respaldo social y/o prespuesto del club en cuestión, o la baraja se rompe y las cartas con las caras de presidentes, entrenadores y al final jugadores se desparraman por el suelo.
Esto también ocurre en Barcelona.
Cruyff anunció en su día que saldría del Camp Nou en globo y así fue.
Van Gaal resistió en el cargo mientras ganó, para ser despedido junto con
Núñez con una pañolada gigantesca tras perder una semifinal de Champions contra el Valencia.
Rijkaard, con la ayuda de
Ronaldinho, recuperaron la ilusión para el club y obtuvieron el segundo doblete Liga-Champions en más de cien años de historia; en su caso la llegada rápida de resultados fue contraproducente y decidieron que ya era suficiente y que el esfuerzo de una tercera Liga era excesivo.
Guardiola se marchará en cuanto los triunfos no acompañen, porque la exigencia le devorará junto con los futbolistas.
Para lo que sirve el estilo es para atenuar los efectos del resultadismo. Para que en vez de 6 meses de paciencia con un equipo que no funciona sean dos años, para que cuando vienen mal dadas al menos haya algo a lo que agarrarse y la forma de juego no se ponga en duda, para que un secretario técnico pueda hacer su trabajo con una mínima independencia respecto al ocupante del banquillo, para que se pueda planificar el trabajo y la evolución de las divisiones inferiores con planes a largo plazo, para que la estabilidad de un presupuesto de quinientos millones de euros no dependa de un tiro al palo.
Es muy cierto que jugadores como
Xavi Hernández siempre creen que han jugado mejor que el rival, y que posiblemente ni contemplen otra manera de jugar al fútbol. Pero no es por elitismo, ni por desprecio. El propio Xavi, paradigma de este debate,
se declara en todas las entrevistas un
"enfermo del fútbol", de esos que se ven por tv partidos de casi cualquier liga y competición. El orgullo de Xavi y de gran parte del barcelonismo es la identidad, sentirse partícipes de una manera muy especial de entender este deporte.
El Barcelona es una rareza. No puede ser acusado de pensamiento único porque nadie juega igual. Quizá el Arsenal lo intente, pero desde que el Ajax Amsterdam abandonó la élite en ese molde no queda nadie más. Hay equipos que juegan muy bien al fútbol, este año por ejemplo el Borussia Dortmund, el Nápoles, partidos del propio Arsenal y del Manchester United, el Villarreal, el Real Madrid y el Milan de vez en cuando. Algunos de ellos ganarán algún título esta temporada, otros no. La afición del
Stoke City cantará orgullosa en Wembley en la final de la FA Cup, rugirá cuando
Delap seque el balón en el interior de su camiseta y lo envíe al área y le importará un pimiento el juego de
Sergio Busquets o
Iniesta.
Pero el buen momento de todos ellos pasará, deberán reconstruir, decidir si otorgan más poder a un entrenador o una directiva, si fichar a una gran estrella o a tres futbolistas de equipo. En Barcelona, con errores como en cualquier otro sitio, con malas temporadas, con etapas en las que el juego de toque parecerá balonmano y del peor, ese camino está recorrido y ese tiempo ganado.
Martí Perarnau en El Periódico de Cataluña -
"Volvió Capello"
1 comentarios:
Estoy de acuerdo... En fútbol todo vale mientras se consiga ganar, pero el estilo es incontestable y perdura años tras años. En el Barça así se demuestra, y de hecho si saliese Guardiola, que saldrá del tarde o temprano (ojalá no), se buscará a un entrenador que tenga una filosofía pareja a la del club.
Respetando la idea futbolística que tiene Mou (al que considero un entrenador de resultados), su filosofía no cuadra con la historia del Madrid, al igual que Capello, y el madridismo es tan exigente con ganar y además jugar bien, que supongo no tardará de hartarse de Mou y comerselo vivo. En fútbol todo vale, pero hay una historia que es incontestable y a la que se está faltando al respeto con este señor en el Madrid.
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