Cuatro partidos en diecisiete días. Correspondientes a tres competiciones distintas y dispuestos en el calendario de tal manera que componen un
in crescendo en importancia. Lesiones, molestias y tarjetas obligarán a los dos entrenadores a variar las alineaciones casi en cada choque, dejando las rotaciones para los partidos intercalados. En la Liga, dos recientes derrotas en el Bernabéu ante el eterno rival más un posible escenario de cinco puntos de ventaja para el FCB deberían obligar al Real Madrid a competir al máximo en el primer duelo. La final de Copa y unas semifinales de Champions League por supuesto no admiten reservas.
La obsesión interesada de
Mourinho con los arbitrajes hacia el Barcelona o la exagerada calificación de
Guardiola a un equipo como el Shakhtar Donetsk provocan debates gruesos en titulares y portadas pero minúsculos en importancia. Los dos entrenadores se enfrentan a uno de los más importantes retos en toda su carrera. Sí, el juego es de los fútbolistas. Ellos deben ser los principales protagonistas, pero la cercanía de los partidos entre sí obligará a los técnicos a maximizar todos los recursos de sus respectivas plantillas.
Marco Van Basten, hacia el final de su carrera se despachó a gusto un día diciendo: "
Si yo he tenido diez entrenadores, uno me enseñó algo, tres no me estropearon y seis intentaron joderme". También nos resulta común esa expresión de "ataque de entrenador". Existe un matiz muy importante (pero que a veces no es más que una delgada línea roja) entre el ajuste, la resolución de un problema concreto o una pincelada táctica y el intervencionismo reiterado desde el banquillo, basado más en el ego que en el fútbol.
No parece el caso que nos ocupa. Mourinho y Guardiola deberán soportar una tremenda presión en las próximas semanas y esforzarse porque cada partido no condicione de manera negativa al siguiente en función del marcador. Seguro que participarán en la partida buscando sorprender al contrario, pero resultará clave que no lleven la batalla a un duelo personal contra su antagonista en el banquillo rival.
Guardiola pergeñó hace tres años un plan a largo plazo. Con modificaciones como la posición de
Messi o la cercanía a la banda de los falsos extremos, o el coqueteo con el 3-4-3 y el 4-4-2 en momentos de rutina competitiva. Sin embargo la temporada pasada en el Bernábeu realizó un cambio puntual; al más puro estilo
Cruyff, aunque con menos intuición y más convencimiento de lo que podía ser el partido
a priori: situó a
Alves de extremo derecho y envió a
Pedro a la cal izquierda. El brasileño no rindió como siempre, acostumbrado más a
llegar que a
estar, y la cosa solo duró los primeros 45', pero esa amplitud de campo ayudó a que Messi y sobre todo
Xavi dominaran el partido a placer.
Mourinho por su parte, es más dado a modificar registros partido a partido. Sin el peso emocional de un estilo, es libre para ordenar cambios según la categoría que conceda al rival o la propia disponibilidad puntual de sus mejores futbolistas. El 4-2-3-1 habitual puede convertirse en un medio campo con trivote (aparecido en algunos de los partidos más importantes de lo que llevamos de temporada) e incluso con la llegada de
Adebayor puede estar por venir un 4-4-2 más clásico y versátil. Son habituales también sus cambios inmediatos durante los partidos tras marcar o recibir un gol. El resultado es su razón de ser. Tras el varapalo del 5-0 en el Camp Nou, el portugués declaró en Sky Italia que en los próximos partidos contra el Barça utilizaría la misma táctica ultradefensiva que con el Inter el año pasado en la vuelta de la semifinal. Parece difícil de creer, sobre todo cuando dos de los cuatro partidos son en el estadio Bernabéu.
"
En el Barça cualquiera puede ser entrenador. Cualquiera puede entrenar a un equipo con esos 22 jugadores. Para mí incluso no sería difícil hacerlo. Dicen que han ganado seis títulos, pero ¿quién no lo haría con ese equipo?" Esto declaró el pasado mes de octubre
Zlatan Ibrahimovic, empeñado en su berrinche con Guardiola. Algo de lo que carece el sueco, memoria futbolística y control de las emociones, (y lo que éstas puedan repercutir en la tasa de efectividad de cada equipo), también resultarán clave en la inminente sucesión de partidos. Por encima de todo ello, el talento futbolístico. Ojalá que las decisiones de los banquillos acudan a su rescate. Fútbol mejor que ruido.
'La mirada reflexiva', conversación en Barça TV de
Santi Segurola y
Martí Perarnau sobre los
Clásicos
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