Sin embargo, la teoría está pensada pero la práctica aún requiere mejoras. Los delanteros presionan y se posicionan, por lo que la línea defensiva debe empujar y acortar los espacios. El problema es que el equipo blanco quizá no tiene los defensas más apropiados para ello. A Carvalho le empieza a faltar la velocidad, que no puede suplir con su magnífica colocación si es arrastrado prácticamente a setenta metros de su portería como en el primer gol. Mientras, Pepe no es capaz de pensar a la misma velocidad que van sus piernas, y Ramos y el fuera de juego son conceptos incompatibles en muchas ocasiones. Los cuatro de atrás terminaron por comportarse como un acordeón que no siempre avanzaba o reculaba al mismo tiempo que el resto del equipo, implicando un equipo a menudo largo y lejano en distancias. El centro del campo quedó infrautilizado por momentos y el Barça, irregular pero no mudo, terminó por encontrar alguna estrofa de la partitura.
Fue discontínuo el equipo azulgrana, muy lejos de sus habituales monólogos. Durante toda la primera mitad, el Madrid solo cometió cinco faltas, y aún así fue capaz de contener a su rival, demostrando que las mal llamadas faltas tácticas (ciento veinte había cometido el Madrid en los últimos cinco clásicos, calculen la media) no son el único recurso posible. Alrededor de Xavi e iluminado por las arrancadas de Iniesta, el Barça se agarró a la efectividad y ganó en firmeza según pasaron los minutos. Abidal y Mascherano corrigieron todo lo corregible porque el Madrid continuó exigiendo, y Alves no pasó del medio campo pero contuvo en casi todos los duelos individuales a Cristiano, pletórico de velocidad tanto como exacerbado su individualismo. Encontró por fin su gol en el Camp Nou, pero si limitara su ego crecería exponencialmente su fútbol.
Y es que el contraste con Messi se acentúa. Cada día más dañino cuando interviene. Pase, regate, gol...Todo el fútbol que uno pueda imaginar posible en tres cuartos de campo, está en su cabeza. Añadió otros dos goles a su cuenta de resultados. El último, decisivo para el título, comenzó en las botas de Fàbregas. Ocho años más tarde de su último partido con una camiseta azulgrana, en su debut aparecieron ocho días. Jugó apenas diez minutos y su influencia resultó evidente. Tocó, ayudó, se hizo visible en un momento difícil y compartió el conocimiento del idioma. El fichaje del año para una década.
Tenía tanta ilusión Cesc por jugar que una vez terminado el partido restó importancia a la patada con la que Marcelo le obsequió como regalo de bienvenida y que desencadenó una infame escena impropia de un partido de fútbol, con Villa, Pinto, Özil...Ya en la segunda parte el juego fue dejando paso a los parones y a la refriega. Ni agosto, ni la categoría menor del trofeo, ni la ausencia de excesos mediáticos previos. Esta vez no hay demasiados culpables externos a los que señalar. Mourinho, complacido y sonriente con el jaleo, no tuvo otra ocurrencia que meterle un dedo en el ojo a Tito Vilanova, a sus espaldas, para luego en sala de prensa negar conocerle (sic). También acusó a Fàbregas de tirarse y al Barça emplear tácticas de equipo "pequeñito", quizá pensando en sus pasados desvelos por el césped. Antes pareció percibir olores desagradables en presencia de Messi y Alves. Casillas hizo el ridículo ante RTVE apoyando esa teoría de la ausencia de patada de Marcelo. Piqué y Xavi se despacharon a gusto contra el portugués en particular y el Madrid en general. Guardiola, celebrando como un poseso el título, disimulaba advirtiendo de que "esto acabará mal" ...
No hay inocentes en esta historia interminable, pero desde luego sí es fácilmente identificable el instigador que ha esparcido toxinas a su alrededor. La imagen del túnel de vestuarios, sin saludos, sin miradas entre viejos conocidos, en un torneo casi veraniego, impensable hace apenas dos temporadas, era paradigmática. Ni un solo miembro del Real Madrid presenció en el césped la entrega del trofeo, en feo contraste con la Copa del Rey de Valencia. La política de tierra quemada suele dar rendimientos, sobre todo si cuando la incendias no te preocupa cómo quedará para la próxima cosecha ni siquiera si serás tú el encargado de recogerla. "Cuanto más se acerca el Madrid al Barcelona, más lo aleja Mourinho", escribía el periodista Luis Fermoso en twitter. Mourinho hacia delante y sin frenos. Él sabrá por qué...
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