Como un anacrónico reducto de la primera sociedad
industrializada, en ocasiones parece que un empleado no debe nunca superar su
papel de peón alienado de la organización que le paga un sueldo a cambio de un
cargo o trabajo. Obediencia debida al patrón sin molestar mucho y a pasar las
jornadas laborales lo mejor posible.
Es evidente que Pep Guardiola no es solo un empleado del FC
Barcelona. Por supuesto no en salario, pero tampoco en representatividad del
club (entre cuatro y seis ruedas de prensa semanales, más que cualquier otro
cargo) ni mucho menos en importancia.
Es propio del fútbol el debate de hasta dónde debe alcanzar
el poder de un entrenador. Referido, eso sí, a fichajes, sueldos, ayudantes,
instalaciones de entrenamiento o incluso política de comunicación de los
futbolistas. En el Barça no. Todo lo anterior está, mientras la pelotita siga
entrando, indiscutiblemente a criterio de Guardiola.
El problema aparece cuando Pep no sigue la corriente. Si
apoya a Qatar está muy bien y, claro, “lo que diga Guardiola va a misa”; si por
el contrario menciona a la Junta Directiva anterior, pasa de gurú a empleado,
de voz autorizada a partidista, de hacer siempre lo mejor para el Barça a ¿hacer
siempre lo mejor para el Barça?
Guardiola no abandonó puntualmente el sábado su discurso
institucional. Por mucho que algunos se empeñen en negarlo, Laporta también
forma parte de la historia del club. Como Montal o Núñez, como Gaspart y como ahora
Rosell. Jugadores, entrenadores de todas esas épocas incluídos.Con reparto de aciertos y errores que deben ser analizados y esclarecidos cuando proceda, no escondidos debajo de las alfombras ni manipulados.
Sea legal o no según los tribunales deportivos de Catalaña, veremos en el Supremo, es una incongruencia aplicar un año de mandato por quince días en un club de fútbol, pero más aún que Joan Gaspart y el amigo Enric Reyna no fueran igualmente investigados por su nefasta gestión financiera. Más aún al ver cómo explicó el socio responsable de la demanda, Vicenç Pla, sus motivos en el juicio oral.
¿Dónde empieza y termina la responsabilidad barcelonista? ¿En 2000? ¿2001, 2003? ¿Es lógico repetir en cada acto institucional el desastre que ha supuesto el fichaje de Ibrahimovic o justificar malamente la venta de Chygrynskiy, tras presentar balances con más de cuatrocientos millones de euros en ingresos? ¿Contra quién o quiénes dirigen Presidente y Secretario de la Junta unos ridículos "toma, toma ya" entre dientes, más propios de Belén Esteban, tras aprobarse una votación en Asamblea, ellos mismos cartulinas afirmativas en ristre?
Guardiola es más que un empleado. Pero no por capricho o egolatría propios, sino por su trabajo, por su cualificación, por su manera de expresarse, por su sensibilidad futbolística y barcelonista, por sus éxitos y también por cómo afronta sus errores, en el césped y fuera de él. A determinados grupos mediáticos que le toleran siempre que hable y obre a beneficio de inventario, cabe sugerirles, dado su pragmatismo, que aprovechen esos ingresos adicionales en ventas y publicidad que siempre dan los títulos y las victorias, para cuando lleguen las épocas en que algunos empleados dejen de estar en nómina y las cuentas de resultados lo noten.