El fútbol español demuestra cada cierto tiempo que su
gestión y organización son manifiestamente mejorables. La Liga de Fútbol
Profesional (LFP) es un ejemplo paradigmático de ello. En lugar de garantizar
la fortaleza, visibilidad y adecuada fortaleza de la competición, la patronal
se pierde en intrigas e intereses particulares.
Sin embargo, en el fondo,
son los propios clubes quienes integran la LFP y los últimos y únicos responsables
de su funcionamiento. El circo es suyo pero parece que los acróbatas funcionan
por su cuenta. El Presidente del Sevilla FC, Del Nido, se erige estos días en
portavoz y motivador de una presunta mayoría de equipos (excluidos de momento
Real Madrid y FC Barcelona) para realizar cambios en la estructura de la LFP,
modificar la negociación de los derechos televisivos y proteger la segunda
división.
Para Del Nido, la Liga española es “la
porquería más grande de Europa”. La imposibilidad de discutir la élite deportiva
con los dos grandes ha llevado al presidente sevillista, siempre exagerado en
sus declaraciones, a equivocar el tono del discurso, distrayendo con las formas
el fondo, más aún cuando no hace tanto podíamos
leerle cosas como éstas.
Los clubes y Del Nido
tienen razón al respecto de los derechos de TV. El reparto en nuestra Liga es
el más injusto y desproporcionado de toda Europa, como rápidamente podemos
deducir con
estos datos. Pero al tiempo, la mayoría de equipos debe reconocer que
firmaron libremente sus respectivos
contratos con Mediapro, que no se quejaron cuando cada uno negoció de
manera individual sus cantidades, esas que les salvaban del apuro puntual y que
gastaban con más rapidez de lo que ingresaban, sin preocuparse entonces del
mínimo de los más modestos o de la división de plata. La negociación colectiva
era tan imprescindible en 2006 como ahora. Además, no
tiene ningún sentido desprestigiar el activo objeto de una negociación que
se pretende iniciar y que sea beneficiosa para todos.
Por su parte, Mediapro, como empresa privada tenedora de los
derechos, aspira a rentabilizar su inversión y ese objetivo siempre estará por
encima de cualquier otro. Son los clubes y por tanto la LFP quienes deben
evitar que el operador televisivo sea quien dirige la competición. Hasta los
horarios deberían ser consensuados.
Ocurre lo mismo con el actual problema de las radios. Los
clubes venden sus derechos audiovisuales –obsérvese la primera parte de la
palabra, que no siempre se hace–, que quedan también en propiedad del operador
según establece la sección tercera de la Ley General de la Comunicación
Audiovisual. La radio, fiel acompañante del fútbol durante décadas, también
rentabiliza (por ejemplo publicitariamente) de manera estupenda los partidos de
fútbol, como bien se aprecia revisando los sueldos y fichajes millonarios de
las principales cadenas para la nueva temporada. El fútbol profesional (no
hablo de segunda b y fútbol modesto, que esa es otra cuestión) no necesita más
a la radio que viceversa. El argumento de que durante toda la semana la radio
“habla y calienta los partidos” me parece insuficiente dado que nos encontramos
ante un producto que, para bien o para mal, en este país se vende solo. La
guarnición está bien, pero el solomillo se demanda día tras día.
La narración de un partido no constituye derecho a la información, por más
integrada que esté en nuestra vida diaria, como la propia radio. De nuevo, el
problema es que los equipos parecen no ser propietarios de sus derechos, y
quedan supeditados a las decisiones y cantidades que Mediapro considere
reclamar, incomodando a sus viejos y fieles compañeros de viaje de las ondas;
filtran que la decisión del canon no
es suya, los mismos que estamparon su firma (y quién sabe si también su sangre)
en los contratos vigentes. Los clubes, en lugar de dirigir la batalla, están en
mitad de una trinchera escuchando las balas silbar sobre sus cabezas. Es su
culpa.
Las reuniones están bien, aun cuando sería más lógico que
fueran en la sede de la Liga, sobre todo para que la gente no empiece a
sospechar que la patronal es una cosa y sus afiliados otra. Proceso kafkiano.
Las demandas del grupo de Del Nido son sensatas, lo mismo que válidos los
contratos en vigor. Un reparto más solidario de los ingresos puede que redujera
las distancias competitivas, pero seguro que no evitará que FCB y Real Madrid
sean superiores y que determinados directivos dilapiden dinero de suculentos
traspasos o que acaben con sus equipos en ley concursal. Ni todo el dinero de
Rupert Murdoch evitaría eso en España, propuesta como punto a añadir, debatir y
evitar en el orden del día de la próxima reunión. No parece lógico hablar de
ingresos y no de gastos.
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