Al igual que en los estrenos teatrales, el de la
Champions League
en el Camp Nou vino acompañado de los desajustes propios del inicio de
temporada. Pero nadie esperaba que en apenas medio minuto uno de los
tenores principales ya exhibiera su número estrella.
Alexandre Pato,
mientras el “triángulo ofensivo” que formaron de nuevo
Keita,
Busquets y
Mascherano casi posaban para los fotográfos, se plantó ante
Valdés para
marcar el 0-1. Tuvo alguna situación similar adicional mientras el
Barça permanecía en la lona, sorprendido de que el juego del Milan fuese
tan directo y dañino, lejos de esa imagen de equipo de medio tiempo que
arrastran.
El tembleque de los de atrás infectó de inseguridad al resto, y durante media hora el Barça resultó irreconocible. Solo
Messi,
vestido de
Ronaldo Nazario ante el Valencia, rescató con una jugada de
talento pero, sobre todo, repleta de fe hambrienta, un balón para el
empate de
Pedro.
El segundo acto, con el guión repasado y mejor asimilado, el Barça se
reencontró consigo mismo.
Abidal y Mascherano recuperaban más rápido el
balón en los tímidos ataques del Milan y empujaban como émbolos el
medio campo hacia el área visitante. Busquets, retratado al igual que en
Donosti en el gol, avanzó su posición para colaborar en la creación de
juego y confirmar que no puede jugar de central, al menos ante rivales
de la élite europea, y que el engranaje agradece su primer pase.
Sin embargo, y pese a los muy buenos minutos tras el gol de
Villa,
cuando el Barça apabulló al Milan ya liberado tras remontar el
marcador, no logró sentenciar el resultado del todo. El equipo de
Guardiola es de los pocos que ataca igual independientemente del
marcador. Es injusto dada la valentía que supone tal virtud, pero si no
lo hace, entran dudas y problemas. Como en Anoeta. Como este martes.
El Milan rubricó con ese córner postrero una actuación decepcionante
pero al tiempo no saldrá tan mal parado en las crónicas. Goles en el
primer y último minuto, y un muy recuperado
Nesta barriendo sin parar.
De tan tópico que fue, ni mucha gente en la grada se sorprendió al
intuir que ese saque de
Seedorf iba muy bien tirado. Puro teatro
clásico.
El fútbol del Barça todavía va conectado a corriente alterna. Todas
las baterías se emplearon en las Supercopas y en la puesta de largo
liguera ante el Villarreal, y el parón UEFA obliga a volver a empezar.
El juego está presente, pero su continuidad es directamente proporcional
al peligro que le permite crear al adversario y por tanto a la
incidencia que pueda tener quién juega de central y quién de
mediocentro. Esa presión que destacaba
Paolo Maldini en la previa como
distintivo del éxito azulgrana y que permite el brillo con el balón.
Todos son conscientes.
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