Precocidad feroz. Bajo ese estímulo pero también condicionado
por esa losa emocional, Bojan Krkić vivió
rápido el barcelonismo y ahora intenta no ya morir deprisa, sino sobrevivir en
el fútbol lejos del Camp Nou. Rescatado por Luis Enrique para la aventura romanista, ayer el último ‘9’ maldito de Guardiola tras Eto’o e
Ibrahimovic recibió en
su casa de Roma al programa El Convidat
de TV3, y entre otras cosas se
sinceró al respecto de su relación con el entrenador azulgrana y su último año
en el equipo.
Con el demoledor aval de más de ochocientos goles en las
categorías inferiores del FC Barcelona, en 2007 Frank Rijkaard le ascendió
definitivamente al primer equipo, convirtiéndose con apenas diecisiete años en
el jugador más joven en marcar un gol en Liga con la camiseta azulgrana. En
plena decadencia del equipo Campeón de Europa en París, con Deco y Ronaldinho dejándose ir y Eto’o cada
vez más centrado en sí mismo, Bojan tuvo que aprender a golpes, la letra con
sangre entra, la responsabilidad de ofrecer al aficionado azulgrana el
rendimiento y la ilusión que las estrellas, los verdaderos responsables, ya ni
podían ni querían. Incluso se encontró abiertas las puertas de la selección
española. Demasiado y demasiado pronto.
Con la llegada de Guardiola al banquillo, la situación
pareció estabilizarse. Improbable que Bojan fuera titular indiscutible; un club
de la importancia del FCB siempre va a invertir en gol, en delanteros centros.
Si le añadimos el factor Messi, la noche del 2-6 en el Bernabéu en la que dejó
de ser un extremo regateador para convertirse en el jugador más determinante
del mundo, era el más difícil todavía. Pero Bojan tuvo una participación
destacada en ese primer año, sobre todo en la Copa del Rey, con cinco goles, uno
de ellos más la titularidad en la final de Mestalla ante el Ahtletic,
El fichaje de Ibrahimovic al año siguiente no fue una buena
noticia, pero la posición de falso nueve o extremo podría estar disponible de
vez en cuando. Quizá todo hubiera cambiado si aquella noche de abril frente al
Inter el árbitro De Bleeckere no hubiera apreciado mano en lugar de pecho de
Yayá Touré y el gol de Bojan a Julio César hubiera enviado al Barça a la final
del Bernabéu. Pese a ello, desde aquel partido ocupó la posición en el once del
dimitido Ibra y fue titular en los tres partidos que dieron la Liga, frente a Tenerife,
Villarreal y Sevilla, marcando goles y participando del fútbol vertiginoso a
ras de suelo dirigido por Xavi y Messi, anticipo de la evolución futbolística
que vendría el año siguiente.
El perfil Villa, jugando por banda y realizando diagonales
en búsqueda de pase, podría haber sido válido para Bojan, añadiendo además la
renovación de su contrato hasta 2015 a inicios del curso pasado como motivación. Pero su juego pareció estancarse. Diluida su mayor
virtud, el gol, y acentuadas sus carencias, el control al primer toque y el
juego asociativo, la ansiedad por querer hacerlo todo, quién sabe si por
querer ser Messi, pasó a invadir por completo su fútbol. También,
con poca
presencia en las alineaciones, es claro e innegable, pero en estos casos
es difícil saber si el jugador no juega porque no está en forma o si no
está en forma porque no tiene minutos.
Lo que sí es evidente es que Bojan ha expresado su falta de ganas
para entrenar, reclama públicamente minutos, jugar en una final. Lo que no
hicieron Xavi o Iniesta en 2006, ni Pedro en Roma en 2009, ni por supuesto
Puyol en Wembley. Línea roja. Palabras mayores. Su contrato aún pertenece al FC
Barcelona, pero ahora está solo, en Roma, sin la protección de un vestuario
repleto de canteranos y ante un público igual de exigente. Ojalá allí si se
porten bien con él.
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