Tras el último enfrentamiento entre Inglaterra y España,
hace casi dos años en Sevilla, 1-0, el gran ausente hoy, Wayne Rooney, dijo “Tocan
y tocan la pelota y no haces otra cosa más que correr detrás del balón. La
verdad es que llega un momento en el que te aburres porque nunca la tienes”.
Así fueron los primeros cuarenta y cinco minutos recién terminados en Wembley.
El equipo de Capello, aceptando su presunta inferioridad, se parapetó tras el
balón sin demasiados buenos propósitos más allá de mantener la portería a cero.
La línea de cuatro muy cerca de Hart, el centro del campo
pensado para destruir y correr tras la pelota, con Jones avanzado desde la zaga
formando pareja con Parker y la idea que buscar alguna contra con Walcott, más
allá de la previsible e infructuosa lucha de Bent arriba. España opuso un medio
campo pleno de habilidad para el toque, el desmarque corto y la habilidad en
espacios reducidos. Xavi, Iniesta y Silva buscaron su oportunidad y alguna
entrada de Villa con bastante soltura, pero no encontraron la portería en ningún
caso, hay que reconocerlo. El fútbol fue fluido, autoritario y dominante, pero se
quedó sin un buen discurso de cierre, un corolario brillante. Sin un gol,
vamos. A veces ocurre.
Alonso y Busquets jugaron estupendamente pero se solaparon
por momentos, y la acumulación por el centro obligó a Jordi Alba y sobre todo a
Arbeloa a desempeñar funciones muy difíciles para un lateral que no se llame
Alves o Marcelo (incluso para ellos): desbordar y alcanzar línea de fondo sin
contar con el arma de la llegada por sorpresa. La posición adelantada pero
estática mató a los carrileros. Un medio campo con cinco futbolistas debería
permitir la presencia de alguno con capacidad de desborde uno contra uno cerca
de la cal.
Los cambios tras el descanso, propios de un partido
amistoso, la obligación de Del Bosque de repartir minutos (no solo por lo que
puedan decir desde Madrid o Barcelona sino por el propio interés de mantener en
buen estado su excelente materia prima), dejaron a España sin la continuidad
inicial. La presencia de Fàbregas o Torres, buscando sus llegadas frontales,
solo dio fruto al final, con el partido casi terminado, y es que los desmarques
hacen buenos los pases pero al tiempo no pueden existir sin ellos. España
necesitará más profundidad en choques similares a éste, pero dependerá más de
la intensidad que aporta un encuentro oficial y del acierto puntual en esas
combinaciones eternas en los alrededores del área que del estilo o de la idea
de juego. Tras ganar Europeo, Mundial y todos los partidos de la fase de
clasificación para Euro 2012, es evidente que la cuestión es interpretar
correctamente y con más inspiración el libreto, no cambiarlo. Ya quisiera
Capello, mucho menos sutil, en 2010
y también ahora. Inglaterra logró esconder las porterías y darle lustre al marcardor,
pero ni de lejos consiguió esconder el fútbol y las intenciones bajo el césped
de Wembley.
Foto: As.com
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