martes, diciembre 13, 2011

Auditoría Mourinho

Aquello del puntaje fue una de las letanías, entre otros muchos y conocidos factores, que condenó a Manuel Pellegrini a no continuar en el banquillo del Real Madrid. Más bien, lo que le hizo perder apoyo mediático, porque institucional nunca lo tuvo. Frente al fútbol del Barça, su equipo opuso bastante más que puntos, pero quizá no tuvo la habilidad para revalorizar sus virtudes públicamente.

Hoy, José Mourinho presumió de puntos en Champions League y en Liga, para equipararse después a Miguel Muñoz y no mostrar preocupación tras el reciente 1-3: "No cambiaría nuestra situación con nadie, con nadie". No es descabellado. Es más, hace bien en recomendar, a su manera, tranquilidad al entorno madridista, nervioso tras el desenlace del clásico, convencido en su mayoría de que las cosas serían, por fin esta vez, diferentes.

Mourinho, por más que sea obvio no es menos necesario recordarlo, es un magnífico entrenador de fútbol. O manager. Pero, al menos en su etapa madridista, parece más empeñado en enviar mensajes, más o menos velados, que en solventar los problemas que le devuelve el césped hacia el banquillo. Es paradigmático que Guardiola haga hincapié en la cantidad de pases perdidos en el medio campo por su equipo y Mourinho fundamente su conclusión del partido en "la suerte". Es infantil felicitar al portero propio por sus paradas y convertir las del guardameta contrario en carambolas. Es preocupante el estado de excitación con el que reclamó faltas al árbitro, como poco desaconsejable a la hora de analizar un rival que te está planteando constantes modificaciones tácticas en un mismo partido. Es dramático, si es cierto lo publicado por El Confidencial, decir a un vestuario derrotado: "Aquí está la manera de jugar que queríais. Este es el resultado”. Es ejemplarizante verle señalar a Özil justo después de escuchar a Guardiola defender a Valdés tras su lamentable error.

No se trata de que unos sean buenos ni otros malos, sino de nivel de exigencia. Mourinho siempre fue, como Guardiola, un entrenador intervencionista en el campo, más allá de los caracteres particulares en sala de prensa. Nunca pareció condicionado ni mediatizado; si tenía que recuperar el catenaccio de Helenio Herrera en el Inter para obtener el premio de una final europea, lo hacía. Si por momentos consideraba que lo mejor era que su equipo inglés, el Chelsea, jugara a la contra, allí desplegaba a Duff y Robben. Pero hoy parece distraído y ofuscado. Su análisis para toda esa gente que ayer quedó frustrada y decepcionada en el estadio y por tv, "Somos líderes". Eso ya lo saben, entrenador. La Copa del Rey no es suficiente. Los ultras le seguirán aclamando, pero los cheques en blanco en el fútbol solo son económicos. Seguro que en su despacho y con sus ayudantes, el estudio es profundo y detallado. Tras ocho partidos contra FC Barcelona y una única victoria, lo necesita más que nunca.

Posdata: Es francamente decepcionante escuchar a Sandro Rosell, casi siempre mudo, casi siempre patéticamente conciliador y sumiso, dejarse llevar y hablar de "baño" en casa del eterno rival. Al tiempo, los que pudieron verlo se mostraron sorprendidos por el nervioso comportamiento de Florentino Pérez en el antepalco del Bernabéu al terminar el partido. Más de mil millones de presupuesto en manos de forofos.

'Quinteto para clarinete', por Martí Perarnau
'El coleccionista de ciclos', por Kantinu

1 comentarios:

Salvador Ramírez dijo...

Cada vez se queda con menos discursos, q en realidad son pretextos para enmascarar su impotencia en cada clásico, antes fue el arbitraje, influencias del Barcelona, ahora se aferra a la suerte, si pierde el otro tal vez salga el clima o q su equipo no tenía ánimos :D En verdad desde el parado del Madrid y su actitud calculadora deja mucho q desear en estos clásicos, parece q hay más miedo de ser otra vez goleados q de ganar. Espero q pronto veamos clásicos peleados, sin guardarse nada, menos especulación... sobre todo de los blancos.

 
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