domingo, noviembre 18, 2012

Rosell, equilibrios en el aire




El pasado 10 de diciembre de 2010, en el Día de los Derechos Humanos, el FC Barcelona anunció un acuerdo de patrocinio con la Qatar Foundation para los siguientes años, con un beneficio para el club de 30M € por temporada más bonus por títulos y otras variables. Unos días más tarde, el Presidente Rosell se felicitaba por el acuerdo al tiempo que señalaba que respondía a las necesidades financieras del club y que la solución pasaba por un patrocinio así antes que vender patrimonio, subir los abonos o tocar las secciones.

La camiseta, principal activo del acuerdo, tendría publicidad por primera vez en la historia del club, pese a que desde la Asamblea de 2003 la Directiva estaba autorizada a plantearlo: “Lo que haremos será explicar bien el acuerdo. Si la Asamblea se muestra contraria, lo tiraremos atrás. La Asamblea es soberana”, declaraba Rosell. Su vicepresidente económico Javier Faus, calificó a la Qatar Foundation como un patrocinio "de calidad exactamente igual" al de UNICEF, además de definirla como una "organización sin ánimo de lucro" y "progresista".

Pese a que en junio de 2011 el club anunció la reducción de un 1% anual del presupuesto destinado a las secciones profesionales durante los próximos cinco años, con el objetivo de pasar de un 10% a un 5% al final del mandato presidencial, los socios ratificaron en septiembre de ese mismo año el acuerdo, aceptando la posibilidad de un nuevo anunciante a partir de la temporada 2013-2014. Así, el dinero qatarí combinado con la ausencia de gasto en variables por títulos de Liga y Liga de Campeones, permitió a la Junta de Rosell presentar el cierre del ejercicio 2011-2012 con un beneficio récord de 48,8M €. La fórmula del éxito no parece responder a un complejo algoritmo financiero, sobre todo teniendo en cuenta que (también) los abonos de facto se han subido al convertir la Supercopa en partido de pago (remítase el amable lector a la última línea del primer párrafo de este artículo). 

Con estos antecedentes, llegamos al reciente anuncio de que que la aerolínea Qatar Airways será el nuevo  patrocinador de la camiseta azulgrana a partir de la próxima temporada. Lo firmado con Qatar Sports Investment, verdadero poseedor de los derechos, ya posibilitaba el cambio a partir del tercer curso, y el club lo ha hecho público un día más tarde de que ocupara (casualmente) la portada de Mundo Deportivo y lo que es peor tras no haberlo ni mencionado en la pasada Asamblea (sí, ese órgano soberano) del pasado mes de septiembre 2012.  

Qatar Airways ha sido nombrada como la mejor aerolínea del mundo los dos últimos años. Perfecto. De ahí a leer que es "una marca ambiciosa con aspiraciones globales, siempre comprometida en conseguir la máxima excelencia en su ámbito. Estos son objetivos con los que el FC Barcelona se identifica plenamente", van más de los treinta mil pies de altura a los que vuelan sus Boeing 777. En el permanente (y cada vez más ridículo) equilibrio de esta Junta entre hacer ver que les importa el romanticismo y aquello del Més que un Club y la gestión profesional e interesada, de nuevo don Javier Faus nos ofrece la solución a nuestras objeciones: "Qatar Airways no tiene ningún valor que vaya en contra de los nuestros. Consideramos que es una marca perfectamente homologable a lo que es el FC Barcelona"

Por favor, déjenlo. Permitan que los valores, reales o inventados, cotidianos o simbólicos del club queden fuera de la recaudación de ingresos. No cuela y no es necesario. La competencia en el fútbol de élite del siglo XXI va mucho más allá del césped. El Real Madrid lucirá Fly Emirates en su camiseta la próxima temporada y hay pugnar por el mercado. Es lógico e inevitable. Sin embargo, lo que llama más la atención es la mención a la posibilidad de que otro de lo motivos de su elección como patrocinador sea la importante apuesta que Qatar Airways intenta desarrollar en el Aeropuerto de El Prat, incrementando sus frecuencias entre Barcelona y el emirato del Golfo. Explica Faus que "Dada la muy delicada situación económica del país y de la ciudad, Qatar Airways nos ha manifestado su voluntad de invertir más en el aeropuerto de Barcelona y nos ha parecido que una compañía, en este caso extranjera, que quiera venir a nuestro país con las circunstancias actuales, merece todo nuestro respeto ".

Akbar Al-Baker, jefe ejecutivo de la aerolínea, declaraba la semana pasada que abandonaron las negociaciones para la compra de Spanair ante las amenazas de sanciones por parte de la Unión Europea, en forma de devolución de las ayudas públicas que había recibido Spanair durante todo el proceso. En la pasada Diada del 11S, la actual Directiva no permitió que el club estuviera oficialmente representado en la multitudinaria manifestación que recorrió las calles de Barcelona, con Rosell primero anunciando que no asistiría y después haciéndolo bajo el eufemismo del "a título personal", filtrando eso sí al día siguiente un diseño de la próxima segunda equipación con la senyera que veremos si se concreta definitivamente. Por el contrario, ahora el club se preocupa de la situación del país y de la ciudad, cuando se entiende que lo prioritario debería ser la economía del club, tan catastrófica en 2010, felizmente recuperada en apenas dos años. ¿Qué pensará Ferrán Soriano desde su confortable nuevo destino en Manchester? De nuevo, equilibros forzados. En tierra y por aire.    

Foto: fcbarcelona.cat

martes, octubre 23, 2012

El Barça y los desequilibrios


Pep Guardiola siempre decía que, puestos a escoger, prefería como rival a un equipo encerrado atrás en su área que a otro más atrevido y presionando la propia salida del balón. En su época de jugador, Guardiola se hartó de jugar ese primer escenario, aglutinando balón en el círculo central y distribuyendo a izquierda y derecha, haciendo partícipes a los extremos que Cruyff situaba en la cal bien para tocar rápido y reiniciar, bien para cambiar el ritmo y barrer rivales mediante acciones de uno contra uno.

Laudrup era capaz de regatear en seco. Stoitchkov en velocidad. Ambos capaces de enviar pases en profundidad y de aprovechar las diagonales rudimentarias pero eficaces de aquellos interiores, Amor, Bakero. También de alimentar el apetito de gol y de pelota al pie de ese genio disfrazado de indolente impostor llamado Romario durante aquella febril temporada del 94. La banda era en definitiva, para Guardiola y para el equipo, un desahogo pero también un arma. Recurso y emblema.

Esta noche el Celtic de Glasgow, como estaba previsto, eligió la opción de repliegue intensivo. Se encontró un gol como (mínimo) cada equipo que últimamente se enfrenta al Barça, y se dedicó a defenderlo. Lógico. El equipo azulgrana sacó el manual del cajón y comenzó a leer, de memoria. Pero más que recitar, tartamudeaba. Sin Busquets, Song pasó absolutamente inadvertido. Atrás también, donde apenas restó. Todo para Xavi, como aquel Pep de los 90. Sin embargo, cada pelota que marchaba a la banda, regresaba igual o peor, nunca mejorada. Pedro es voluntarioso, inteligente y gran definidor. Pero le cuesta horrores eliminar rivales por si mismo. Lo mismo vale para Alexis, que hoy además pasó media hora como ariete y también decepcionó, en esa virtud apreciada por ejemplo en duras batallas con Pepe y Ramos. Engullido por los acontecimientos.

El equipo fue, una y otra vez, sin apenas lucidez. Solo empató al borde del descanso con una jugada culminada por Iniesta entre esos tres genios que iluminaron el estadio de Wembley en aquella noche de mayo de 2011, y únicamente ganó en el descuento cuando el Celtic ya defendía tan cerca de su portero que ni era necesario el linier.

La paciencia es imprescindible para ese decorado que indefectiblemente recuerda a la semifinal contra el Chelsea. El problema es que el Barça de Vilanova ahora mismo no disfruta del pegamento que le permitía atacar bien, recuperar rápido y mejor, para volver a atacar. Por eso se sufre, y por eso cualquiera llega a Valdés, más allá del drama asumido del juego aéreo y de la anécdota pasajera de los goles en contra. Las jugadas no se terminan bien, si no sería imposible ver a Adriano chutar y chutar. Messi retrocede su posición, tanto que en la primera parte por momentos tenía a Xavi e Iniesta por delante, y el área del Celtic era poco menos que un erial carente de pólvora azulgrana. La pelota llega a los extremos, muy adelantados, y la posición de remate está vacía. Y hoy no estaba Fábregas, por lo que no se le puede asignar su cuota de responsabilidad en la falta de ortodoxia.

La mezcla necesita picante. El ingrediente agresivo de la amenaza exterior. Que el lateral de turno sepa que no le bastará con guardar la posición y rápidamente apoyar al centro. El uno contra uno, el desborde. Cuanto más desaparece ese desequlibrio individual del fútbol moderno, más lo necesitará el Barça. Ahora mismo, en octubre, la maquinaria en piloto automático no es suficiente. Resultados justos ante rivales competitivos pero que en un cercano universo serían goleados sin piedad. No deben distraer, el juego es muy mejorable. La única certeza del partido fue Marc Bartra. El primer balón del partido que colgó el Celtic, lo tocó innecesariamente sin ningún rival cerca en vez de dejarlo pasar hacia Valdés. Iban veinte segundos de partido. A partir de ahí, impecable. Rápido y luciendo personalidad y anticipación. La fama que le precede era ruidosa pero en este caso muy merecida. El futuro es suyo.


Foto: Manu Fernández (AP)

jueves, agosto 30, 2012

El Barça pierde el ancla



Un defensa tiene varias maneras de fallar. Con el balón en los pies, como Mascherano anoche en el partido de Supercopa, equivocando el momento de cerrar una cobertura desde el lateral, como Dani Alves en el gol de la Real Sociedad en la primera jornada de Liga, o no posicionándose correctamente ante un centro lateral como ocurrió en el gol de Osasuna en Pamplona con toda la zaga barcelonista, y que @eldeu trata de explicar en su cuenta de twitter.

Sin embargo, en el todo que supone un equipo de fútbol, la línea de cuatro atrás es una parte, indisoluble del resto. El reto al que se enfrenta un cuarteto de defensores, situados casi en el medio del campo, con cuarenta metros a la espalda obligados a recorrerlos entre desorden y caos, es mayúsculo e imposible en un estadio como el Bernabéu sin la ayuda del resto. Durante la primera media hora del duelo de ayer, bien por pases intencionados, bien por puros despejes, Adriano, Piqué, Mascherano y Alba fueron incapaces de contener las acometidas del Real Madrid, que ni siquiera necesitó el habitual filtrado de pases de medio tempo por Özil o Di María.

Quizá preocupado precisamente por el dañino contragolpe madridista, Tito Vilanova pensó que adelantando de manera progresiva la posición de Busquets podía aumentar la eficacia de la presión del equipo y limitar el rápido entrejuego del rival. Pero la idea no sirvió ante el ataque directo y además desfiguró el control de juego barcelonista. Durante muchos minutos de esa fase inicial, Sergio pareció estar por delante de Xavi e Iniesta, quedando por primera vez en tiempo el Barça falto de jugadores por delante del balón y sin apenas incidencia de los dos bajitos en la presión ni en la contención. Partido, fallando hasta los pases más sencillos, sin dominio de la situación y a merced del error propio y del acierto ajeno. Ni siquiera el azar. 2-0, Higuaín en bajos porcentajes y con 10, obligado Adriano a detener en falta a Cristiano con un océano de metros libres a su alrededor.

Paradójicamente, la expulsión serenó al Barça. Con Montoya en el lateral derecho y aprovechando el paso atrás del Madrid, satisfecho por el rápido botín, creció a través del balón y la inferioridad numérica solo se notó en ataque, no atrás. El gol de Messi anticipó lo que sería la segunda parte: dominio prudente del Barça, Xavi acompañando a Busquets, exhausto y despistado, sustituido de forma interesante por Song, que no rifó ni una sola pelota, y esperando la oportunidad. El Madrid se olvidó del galope, fue timorato con el balón y destemplado sin él, concediendo espacio en las bandas a Pedro/Tello y Alba en las bandas, cerrándose por el centro sobre Messi e Iniesta con más voluntad que organización colectiva. Tito prefirió al joven extremo del filial antes que a Cesc o Villa, encontrando las ocasiones pero no el gol. El déficit existe, pero más que conceptual o de caudal ofensivo, de la malicia que a veces demanda la portería contraria. La (mala) calidad de los remates, ya apreciada en Pamplona, no es una carencia técnica, sino del olvido del gol como objetivo y no como consecuencia. Como hace Messi, en la correcta combinación de los dos itinerario está el éxito. 

Foto: Paul Hanna (Reuters)

domingo, junio 03, 2012

Repensando la posesión



La final de la Champions League en Munich, con el triunfo del Chelsea FC, ofreció, además de un ganador, otra importante conclusión para algunos sectores del periodismo deportivo: la temporada futbolística no ha sido la mejor y es necesario repensar el juego de posesión

Ni siquiera el simbolismo de ver a John Terry levantando la Copa, vestido de futbolista pero sin haber podido jugar el partido por su indigna expulsión en el Camp Nou, culmen de la actuación de su equipo aquella noche, mereció demasiados comentarios. ¿Reflexión solo para los derrotados? Lógico si eres seguidor del Chelsea y llevas diez años persiguiendo el sueño europeo, olvidando para siempre la pesadilla de Moscú, absurdo para el resto de observadores más o menos imparciales. Si es que queda alguno, claro.

Cuando el Manchester United logró el título europeo en Barcelona en 1999 tras dos saques de esquina afortunados, jugó un mal partido, sí, pero participó del juego al mismo nivel que el Bayern. Sin Scholes ni Keane, sancionados, Beckham debió formar en el mediocentro con Butt y el equipo de Ferguson lo notó. Antes, habían dejado en el camino a Juventus e Inter Milán y jugado verdaderos duelos directos con el propio Bayern y el Barça en la fase de grupos. Comparar este título con el del Chelsea actual supone confiar demasiado en la ausencia de memoria del aficionado y buscar argumentos donde no los hay.

El debate se pervierte aún más cuando las opciones quedan reducidas al cincuenta por ciento: o intentar tener el balón o intentar ganar. Sin más. El lugar común de todos los estilos son válidos en fútbol es inútil desde el momento en que cada equipo puede jugar como le venga en gana a sus futbolistas, a su entrenador, a su dueño, a su afición o ni siquiera como deseen ninguno de ellos sino como buenamente salga cada partido, que también hay casos. Claro que son válidos. Y legítimos, mientras no irrumpan en el reglamento. 

La importancia del resultado. Cualquier manera de jugar, estilo o táctica, salvo en los Globetrotters, está enfocada a obtener los puntos en juego. Nunca Menotti, Bielsa, Cruyff, Guardiola o cualquier sospechoso habitual que pretendan encontrar negó eso. Lo que se plantea es el protagonismo en el reparto, el porcentaje con el que se participa en la discusión por la victoria, la proporción entre el talento de tus futbolistas y el uso que haces de ellos.

El combate a sangre y fuego entre FC Barcelona y Real Madrid durante las dos últimas temporadas ha contaminado el diálogo futbolístico hasta convertirlo en un erial sin matices. El Madrid no podía ganar al Barça si no era con un fútbol ultradefensivo, con Pepe como interior y con el césped al estilo piscina municipal. Falso. Con un once casi idéntico el equipo de Mourinho perdió 5-0 en el Camp Nou y luego fue capaz de llegar, atacar y poner en dificultades al Barça en el mismo escenario. Este año, con cien puntos y más de ciento veinte goles en Liga, el Madrid tentó a la suerte jugando en Barcelona agazapado, con un 27% de posesión y con Casillas con más intervenciones que cualquier otro de sus compañeros de campo. Nada tuvo que ver su plan con el resto de la temporada ni siquiera con la manera de obtener los dos goles en el partido, por mucho que lo emblemático y definitivo de aquel triunfo concluyeran lo contrario. Es la lógica aplastante del yo gano, tú pierdes.

Cuando se recuerda que el Inter 2010 o el Chelsea 2012 negaron el juego del Barça y se duda del estilo, se elige, claro, hablar solo del resultado. Se obvia en ese caso el detalle y el resto de partidos, eliminatorias y títulos en los que la misma propuesta triunfó. Se otorga el mismo mérito, cuando no más, a un rebote afortunado, a un esforzado pero poco estimulante ejercicio defensivo por acumulación que al empeño por encontrar un pase, por lograr un regate o por conseguir que un remate supere a seis defensas y a un portero en el área pequeña. Todo vale, claro, pero no todo vale lo mismo.

La trinchera a la que a veces nos empuja el peso de los colores propios. La única justificación lógica a la permanente inquina en negar los méritos ajenos. El silencio de los seguidores del Chelsea en la tercera gradería del Camp Nou, sentados, inmóviles, aburridos durante 88', fue sepulcral hasta el gol de Torres, ¿a qué aficionado por muy leal que sea le gusta ver un partido en el que su equipo nunca tiene el balón? "El Chelsea pasa del balón, ¿y qué?" ¿Y qué?

En todos los deportes colectivos, el trabajo defensivo es imprescindible. Como en basket, balonmano. Bien ejecutado, es bello. El Milán de Sacchi, defendiendo a cuarenta metros de su portero. Pero es solo una parte del trato. ¿Qué sentido tiene defender si no es para atacar después? ¿Cómo puede ser el único objetivo en una final llegar a prórroga y penalties? ¿Cech, Cahill, Mikel, Lampard, Drogba, Mata o Torres, para despreciar el balón? ¿El fútbol solo tiene ese componente de azar y de juego cuando nos interesa, pero convertimos la ficción en matemáticas para ahorrarnos el fastidio y el riesgo de la valentía al competir de igual a igual, por si acaso? ¿También nos olvidamos de la inspiración, de la imposibilidad de rendir igual en cada uno de los sesenta partidos a jugar?  

La temporada de todos modos no terminó en el Allianz Arena. Concluyó en el Calderón con el último ejercicio sinfónico del Barça de Guardiola, que tras dos semanas de descanso compareció insultantemente fresco y dañino para el rival. Superó marcajes zonales e individuales, distrayendo y acelerando con el toque a partes iguales. Así fue durante casi doscientos cincuenta partidos, un muestreo bastante más relevante que un par de eliminatorias. Ante el Barcelona no se puede jugar así. Puede. ¿Y el resto de los partidos? Copenhague. Betis. Villarreal. Ahtletic. Valencia. Todos ellos le jugaron alguna vez de tú a tú al Barça en estas cuatro temporadas. Si perdieron no fue por eso, sino porque tenían menos talento. Al igual que la mayoría que se encerraron en su área. Esa debería ser la diferencia en el marcador, no la osadía ni las intenciones. Un deporte no debería dar espacio al término suicidio, tan utilizado para enmascarar la simple superioridad técnica.

Mientras, la Eurocopa ha llegado casi sin avisar y los amistosos previos ya nos han mostrado las dificultades de Inglaterra para dar dos pases seguidos ante Bélgica o el sufrimiento de Italia ante Rusia, y es que el catenaccio como teoría se debilita con la misma rapidez que la fortaleza individual de los futbolistas. Holanda, Alemania, Francia, Portugal y España pondrán su destino en el balón, cada una a su manera. Grecia, futbolística y vencedora, solo hubo una.

domingo, abril 29, 2012

La huella de Guardiola


17 de agosto de 2011. El FC Barcelona gana la Supercopa de España al Real Madrid con un gol postrero de Messi, el 3-2, cuando la prórroga parecía inevitable, aupado por la efervescencia del debut de Cesc Fábregas con la camiseta azulgrana. El Madrid saluda su derrota abandonando el césped mientras el rival recibe el trofeo y su entrenador explica su infame agresión a Tito Vilanova y el revuelo final con un "Pito, o como se llame. Yo no lo conozco. Que lo comenten las cámaras, yo soy educado". Minutos después apareció Guardiola en la sala de prensa para señalar que "Esas cosas no se deben hacer. Pero las imágenes hablan por sí solas. Algún día nos haremos daño y más bien fuera que dentro del campo. Algún día acabará mal".

Con la temporada llegando a su fin, el recuerdo de aquellos días adquiere protagonismo. Es ingenuo pensar que incidentes así, tristemente frecuentes durante los dos últimos cursos, no han colaborado en ese vacío de fuerzas señalado por Guardiola como motivo de su renuncia a continuar en el cargo. Sin embargo, su nueva mención nueve meses más tarde, en otro contexto, del riesgo del daño, explica mejor y más profundamente los verdaderos motivos: "Para estar aquí sentado cada tres días, el entrenador ha de estar fuerte, tener vida, pasión. La he de recuperar y solo se consigue descansando, alejándome, porque creo que nos hubiéramos hecho daño, esa era la percepción".

Los elogios entrenador-plantilla han sido constantes, públicos y recíprocos durante estos cuatro años. Salvo un par de partidos esta temporada, y ni siquiera completos (Pamplona, Getafe), pocos reproches caben en el rendimiento y esfuerzo de un colectivo asediado por importantes difucultades como enfermedades o lesiones. Seguramente, y eso solo lo saben en el vestuario, lo que progresivamente cambia y desgasta es la manera de asumir la toma de decisiones. Los tópicos de las luchas de vestuario, de jugadores que no se hablan, de excesos nocturnos o de compromiso únicamente aparecen en la ausencia del resultado; pueden ser condición necesaria pero no suficiente.

Guardiola describía el viernes cómo acogió la propuesta para entrenar...¡al filial, en tercera división! del FC Barcelona, en el final de la primavera de 2007: dando botes y rodillas en tierra. Lo mismo o parecido un año después, al ser elegido como primer entrenador. Su regreso al club seguro que le permitió observar privilegiadamente el final del equipo de Rijkaard, intuir o directamente tener la certeza de que Ronaldinho, Eto'o y Deco debían marchar, e iniciar la recuperación de lo bueno que aún tenía aquel equipo mezclándolo con sus agresivas ideas de presión, esfuerzo, toque e innovación táctica.

Desde la presentación, en cada rueda de prensa, en cada entrenamiento, durante cada partido, en el trabajo de despacho como detalló en su discurso tras recibir la Medalla de Oro del Parlament de Catalunya, la pasión e intensidad han identificado su trabajo. Posiblemente no más ni mejor que otro cualquier entrenador, pero el matiz de dirigir a tu equipo de la infancia, coronar una trayectoria en la que vives el club como jugador infantil, juvenil, filial, primer equipo, capitán, entrenador del filial, incluso candidato derrotado a secretario técnico...es una gran responsabilidad. Es muy difícil que sin ese grado de entusiasmo, rozando lo enfermizo, sin ese grado de vehemencia que trasladó a los jugadores, sobre todo para que creyeran casi a ciegas en lo que hacían, el Barça hubiera sobrevivido a tantas y tantas pruebas en su camino. El precio a pagar, evidente incluso en su evolución capilar. 

Por eso, conviene recordar las renovaciones de Guardiola, año a año, (y si hubiera podido, cada seis meses, como él mismo dijo alguna vez), para que la decepción actual sea más comprensible. Como dijo Wenger, posiblemente "no era el momento adecuado para tomar una decisión tras una decepción como la de esta semana, pero la filosofía del Barcelona está por encima de ganar o perder un campeonato"; estoy de acuerdo. Las duras derrotas de la semana pasada y la inversión en Cesc o Alexis aconsejaban un año más de Guardiola, para completar un lustro esplendoro, el mejor plan quinquenal pergeñado nunca en el fútbol. Pero no será así. Y en realidad, leyendo por ejemplo a Tito en mayo del año pasado, podía imaginarse. 

El 2-6, empezando perdiendo con la Liga en juego, con Messi iniciando su reinado como delantero mentiroso y al tiempo jugador verdadero; la fe de Iniesta en Londres en una noche sin apenas fútbol; Bojan y Yayá Touré en Valencia; la final de Roma sin Alves ni Abidal; las lágrimas de Messi tras perder una eliminatoria de Copa ante el Sevilla; la emoción de Abu Dhabi el día que Guardiola recordó Tokio en 1992; los 99 puntos frente al dignísimo Real Madrid de Pellegrini; el 5-0; aprender a tocar entre la maleza; Valdés siguiendo tocando con los pies tras regalar un gol; las segunda parte de la final de Copa; Wembley; el fair play de Sir Alex; la incredulidad del Santos; las eliminatorias europeas frente a Lyon, Bayern y Arsenal y decenas de partidos memorables en el Camp Nou; la regla del 70-30; ocho, nueve, diez canteranos; el aplauso del Camp Nou en la derrota; el saber ganar y sobre todo el saber perder.  

Son algunos de los momentos estelares que quedan en la memoria y servirán para ilustrar el reinado de un equipo irrepetible. Los errores en la gestión de algunos fichajes como el de Ibrahimovic parecen casi irrelevantes dentro del balance final. El casi unánime reconocimiento de sus colegas de profesión y del fútbol en general, de reconocidos madridistas, el irreducible empeño en construir un equipo basado en lo más auténtico y primigenio del juego, pero al tiempo lo más difícil y meritorio, el pase del balón y la iniciativa en cada partido, con o sin marcador, formarán parte de su hoja de servicios.

En el club, el trabajo está hecho. Incluso Rosell, lejano al ideario cruyffista, agradecido como cualquier otro barcelonista, acepta el envite de Zubizarreta y, otorgando el mando a Vilanova, amortigua ligeramente la tristeza y la frustración y apuesta por la necesaria continuidad. El mejor legado de Guardiola será que sus ideas se perpetúen. No será fácil. El entorno deberá demostrar madurez y paciencia. Los jugadores, compromiso y ambición, sin olvidar aquello de todo ganado, todo por ganar. El presidente, inicia su mandato real, desprovisto ya del liderazgo de Guardiola fuera del campo, donde, muy a su pesar, fue escudo y portavoz en dos temporadas dificilísimas, por todo. Y Vilanova, un reto colosal, reemplazar al que es su mejor amigo pero a la vez una leyenda viviente. Preparado, parece estar.

Y cuando todo lo demás falle, detenerse unos minutos, reflexionar y recordar "No hi ha res més perillós que no arriscar-se. Persistirem".        

'Sentirlo', Pep Guardiola en El País, marzo 2007

'Entrenador por definición, Ramón Besa, mayo 2008'

'Paraula de Pep: I, II y III

'Seduits per en Pep', TV3 

'Guardiola siempre vuelve', Manuel Jabois

Foto: Guardiola, recogepelotas del Camp Nou en abril de 1986, con Víctor Muñoz, en la noche del Goteborg 


domingo, abril 22, 2012

Inspiración, paciencia...y ortodoxia



Pep Guardiola es un entrenador muy intervencionista. Lo fue antes de dirigir su primer partido del primer equipo, prescindiendo de Ronaldinho y Deco, y después, junto a Tito Vilanova, con cada alineación y con cada cambio táctico durante los noventa minutos. No acertó siempre, pero sí la mayoría de las veces. Con el 3-4-3; con Dani Alves de falso extremo, por primera vez en el Bernabéu en la Liga de Pellegrini con buen resultado; con la aparición de los jóvenes extremos Tello y Cuenca (antes Pedro); con la confianza para Thiago; con la libertad para Messi; incluso, logrando la improbable continuidad de Adriano. Ayer, no.

"Inspiración y paciencia" pedía Guardiola en la sala de prensa de Stamford Bridge para el partido de vuelta contra el Chelsea FC, pero era una receta perfectamente aplicable para el partido de anoche. Sin embargo, esas dos virtudes, en un equipo tan metódico y doctorado como el actual FC Barcelona, necesitan de una previa, la ortodoxia, en el juego de posición, en aquello que llamamos idioma Barça. Ayer, el despliegue pareció al de un 3-2-2-3, con esos cuatro puestos intermedios para Busquets-Thiago por un lado, Xavi-Iniesta por otro. Pero mediocampistas en paralelo no son propios de este equipo. Thiago, cuya valentía es de reconocer, jugó de mediocentro como si fuera un carrilero, conduciendo sin parar. Busquets, fallón por lo incómodo, no al revés, no reconoció su lugar habitual y por momentos se encontró al borde del área del Madrid sin saber qué hacer, incluso más adelantado que Xavi e Iniesta, incapaces de generar espacios, convertidos en mediapuntas sin delanteros, salvo algún desmarque de Tello, a los que asistir.

Las mejores noches del Barça, aquellas en las que el balón vuela y el rival resopla, fueron con Busquets como émbolo, Xavi e Iniesta mezcando el juego a ambos lados y Messi barriendo todo el frente del ataque. Ellos construyen y distraen, para cuando toca aprovechar los desmarques de Henry, Villa, Pedro, Alves, Cesc o Alexis. Así fue en el 2-6, en el 5-0, en Roma, en la segunda parte de la final de Copa 2011, en Wembley, en partidos europeos contra Lyon o Bayern y en tantas y tantas noches en el Camp Nou. Pero ayer no; esa, quizá ligera para los técnicos, modificación, desnaturalizó el juego del equipo azulgrana, convirtió lo acostumbrado en extraño, lo frecuente en incómodo, lo persistente en tortuoso. Más de cuarenta balones perdidos en la primera parte. Messi sin tirar a puerta. Cambios tardíos y carencia desde el banquillo de opciones para cambiar el negativo rumbo del partido. El Madrid, con menos de un 30% posesión, su peor cifra del curso, con Casillas siendo el jugador que más tocó el balón, logró exactamente las mismas llegadas al área y disparos a puerta que su rival. Datos devastadores para un equipo que acostumbra a dictar su ley con el balón y a defenderse con él. El Madrid tuvo su mérito, por supuesto. Solidaridad y concentración, buenas coberturas, un magnífico pase de Özil y Cristiano. Nada, por otra parte, que no hubiera hecho antes y, lo siento, lejos de ningún tipo de exhibición.

Si consigue superar la semifinal, el Barça tendría casi un mes para preparar a conciencia esa final de Champions League y la de Copa del Rey. Es mucho tiempo. El equipo terminó la Liga pasada pidiendo la hora y se presentó en Wembley como un rodillo de seda. Tiempo para que Xavi pueda recuperarse hasta donde sea posible. Para que Fábregas repiense su papel y comprenda que es capaz de jugar de interior o de llegador, que tiene condiciones para ambas cosas y que no es un drama fallar un gol. Para confirmar que Piqué no ha dejado de contar, que su temporada en lo físico ha sido muy difícil y que la forma reciente de Mascherano & Puyol ha dificultado su papel en el momento decisivo del año. Y, sobre todo, tiempo para volver al primer y único plan de este equipo. El A. El AAA del fútbol mundial. Con los retoques puntuales que ayuden a evitar la rutina y dificulten el trabajo de los rivales, pero sin perder de vista el objetivo: alimentar el ecosistema de Messi con balón, rápido, de fuera a dentro, impulsado por los mejores centrocampistas del mundo. Una pócima que ha triunfado y sobrevivido a todo durante cuatro años y que ahora se enfrenta a otro reto colosal, sus propios anticuerpos.


Foto: Sportyou

'Saber perder', por Francisco Cabezas




miércoles, abril 18, 2012

Chelsea FC vs FCB: Barroquismo ilustrado



El FC Barcelona se jugó en Londres la ida de una semifinal europea pero en realidad afrontó una situación futbolística muy parecida a la jugada en el campo del Levante el pasado sábado. Pocos y reducidos espacios, con el añadido de un exceso de balón aéreo del Chelsea FC que incomodó enormemente a los azulgrana en los primeros minutos. Al poco, Fábregas se retrasó un metros, envió un pase profundo para la descarga de Messi eliminando al tiempo a toda una la línea de centrocampistas rivales, hasta cuatro, permitiendo a Iniesta asistir al desmarque de Alexis. La jugada terminó en el travesaño pero inspiró al Barça. Mucha posesión y llegadas espaciadas, pero claras. Cesc, por dos veces. Messi de cabeza. Para entonces el Chelsea ya había asumido el papel que le tocaba, simbólicamente representado por un par de carreras de Mata detrás de Adriano.

Agonizaba el primer tiempo, con el Barça orgulloso y confiado en su acierto para la reanudaciòn cuando Messi resbala, aparenta lesión en la ingle y desata el shock. Renqueante, recibe un balón en el medio campo, demasiado pronto y toma una mala decisión: regate. Ese balón perdido vuela hacia la banda donde Mascherano y Puyol, seguramente perplejos por lo inhabitual del fallo de su compañero, primero acuden juntos a cerrar el pase y después olvidan al único delantero a su espalda. Adriano no llega a la cobertura. Drogba se aguanta un momento en pie y marca. 1-0 y estupefacción general.

Una larga jugada, ya en la portería de 2009, culminada con un tiro raso de, claro, Iniesta, y un gran pase de Cesc a Alexis que no pudo finalizar en área pequeña, parecieron consumir el catálogo azulgrana tras el descanso. Espesor, exceso de juego por el centro y posiblemente cambios tardíos. El refresco de Pedro y Thiago ayudó a un equipo que perdía 1-0 con un partido de vuelta pendiente pero jugaba como si le quedaran un puñado de minutos de vida. Cabezazo de Puyol que encuentra Cech. Pedro al palo. Busquets a King´s Road. No hubo manera.

El Barça más goleador de la etapa Guardiola, en ocasiones, cual analista en dificultades, se encuentra con un ratio infame que no aporta lustre al juego y ocasiones generadas. El barroquismo suele señalarse como factor, pero se olvida de que, aun sobrecargado o pomposo, sigue siendo arte. Barça dominó de forma solvente y autoritaria. Fue ambicioso e inconformista. La inspiración se recibe, no se compra, y alguna noche tarda más de la cuenta.

Esa sutileza y precisión para seguir disfrutando con el juego por dentro que tanto gusta a este equipo pero acompañada por la paciencia de distraer por las bandas serán las claves para la vuelta. Ni siquiera hablaría de remontada, sino de jugar el partido de siempre y aprovechar las ocasiones como nunca. Quizá el sábado el clásico liguero ofreza una buena oportunidad para ejecutar y poner en práctica esas virtudes.

sábado, marzo 24, 2012

Barça, variaciones y permutaciones


La estadística, tan utilizada últimamente en el fútbol pero casi siempre de forma cuantitativa sin el análisis cualitativo, define permutación como una de las posibles ordenaciones de todos los elementos de un conjunto. Sin Alves, Adriano y Abidal, el FC Barcelona se presentaba en Mallorca con dos opciones, bien defensa de cuatro con un jugador del filial, bien teórica linea de tres con el riesgo de la posición de Mascherano, demasiado abierto (como en Valencia) para sus características como central corrector.

Guardiola eligió la segunda opción, pero acompañó la decisión con un sinfín de ajustes adicionales. Busquets con su impecablemente sincronizado movimiento de ida y vuelta, para construir y para defender casi en la misma jugada. Thiago, sustituto de Xavi en el XI pero al tiempo con forzosa atención a la banda derecha, ante la avanzada posición de Puyol y la correspondientes coberturas del resto de los defensas. 

Del medio campo hacia delante, variación constante de posiciones, combinación de roles para jugar por fuera y por dentro, Alexis, Pedro. Solo Fábregas pareció quedar al margen. El infame estado del césped de Mallorca pareció empujar al Barça a buscar el dinamismo habitual de su juego por esta vía del intercambio zonal, dada la dificultad de lograrlo con el balón a ras de suelo. El gol de Messi premió la iniciativa de los azulgrana, aunque solo fuera por las intenciones.

Guardiola, justo antes del inicio de la segunda parte, avisaba a Thiago haciendo el gesto de la tarjeta y llevándose el dedo índice a una sien; no sirvió de nada. Thiago expulsado y durante cinco minutos, el Barça pareció a merced del Mallorca. Muy mala pinta tenía el futuro del partido y del campeonato para el equipo barcelonista. Mientras, su entrenador, lejos de la histeria, dedicó esos minutos a pensar qué hacer. Se decidió por Montoya en lugar de Cesc. Defensa de cuatro más convencional. Acertó. El lateral del filial se comportó con competencia absoluta y Busquets inició con más tranquilidad la recuperación de la posesión, primero para serenarse, después para buscar una oportunidad y cerrar el partido.

Con Iniesta ya convertido en dueño y señor, Piqué y Puyol decidieron quedarse tras un córner propio. Con 10 y con 0-1, sí. Combinaron entre ellos para hacer llegar la pelota a Messi, y el rebote en el poste permitió a Piqué adornar con gol su mejor partido en semanas.

Desde Pamplona el Barça solo sabe ganar. La distancia con el Madrid se ha recortado y está obligado a competir por la Liga. La evolución permanente de su fútbol a veces alarga el camino en la búsqueda de los puntos, pero es la mejor manera de no quedarse anestesiado al agradable y cómodo calor de la complacencia ni sucumbir a la histeria de la excusa.

Foto: fcbarcelona.cat

sábado, marzo 10, 2012

Messi, dos fotos y carnet


Si no fuera porque son obvios los cuidados físicos y de entrenamiento que necesita un futbolista de élite, y más en su caso, con antiguas lesiones musculares, podríamos decir que lo único que requiere Leo Messi para jugar al fútbol son dos fotos y la ficha federativa. Así, como un chaval de 25 años que apura el tiempo con sus amigos por puro placer, se comporta, con una naturalidad que asusta.

Tres días más tarde de los cinco goles al Bayer Leverkusen, las portadas de la prensa, las reacciones por todo el mundo, contrastan con la imagen de un bajito, cabeza agachada, recogiendo un balón abandonado en el césped, mientras el resto de jugadores cumple con los saludos propios del final de un partido. Messi coge la pelota, la bota un par de veces y se dirige al vestuario, donde se la firmarán sus compañeros. Es otra pieza para la colección, pero es inevitable evocar a un crío que se marcha a casa porque ya no hay luz en el campo y su madre le espera para cenar.

Ni las cifras de goles y asistencias, ni los títulos con el equipo, ni los premios individuales resultan suficientes para ni siquiera acercarse a la dimensión que adquiere Messi en un terreno de juego, al tiempo que tampoco parecen modificar sus rutinas ni su comportamiento. Transportar la alegre irresponsabilidad del jardín de infancia a la seriedad del fútbol superprofesionalizado. No dejar de intentar ese regate que hacías con cinco años en un campo de tierra por los mejores estadios del mundo. Buscar a menudo al compañero con que mejor te llevas, como hacías con tu amigo en el cadete hace ocho años. Llorar tras perder una final de Copa porque se escapa la oportunidad de otra celebración.

El absoluto impacto del juego de Messi desde que Guardiola aquella noche en el Bernabéu le sacó de la banda, iniciando esa transformación para pasar de ser el mejor extremo derecha del mundo a discutir el trono de mejor jugador de la historia, el incremento de su influencia en un grupo con muchos otros grandes solistas, su silencioso liderazgo fubolístico, todo ha llegado de forma tan decisiva como espontánea. "Nuestra obligación ha de ser darle el balón a Leo en las mejores condiciones posibles y sentarnos a ver cómo acaba", Guardiola, privilegiado al poder ver al genio todos los días preservar la esencia del juego, cuando lo que ocurría en el verde era lo importante.

Los goles del FC Barcelona 7, Bayer Leverkusen 1, vídeo HD, audio RAC1 (Joan María Pou)

martes, febrero 14, 2012

Messi contra el azar


A cámara lenta, con un buen número de pases fallados, con Busquets de regreso, imprescindible para el juego pero dolorido y renqueante, como Iniesta, sin Xavi ni Piqué. La versiòn del Barça fue la original pero sin subtítulos. Ortodoxa pero incompleta. Necesitaba balón en cantidades industriales, aunque la manufactura resultante no tuviera la etiqueta negra habitual.

El equipo azulgrana se agrupó en las cercanías de la pelota mientras el Bayer lo hacía alrededor de sí mismo. Intimidado y ultradefensivo, consciente de su evidente inferioridad, el Leverkusen tiene pocos argumentos con el balón así que ni intentó jugarlo. Sí logro sin embargo reducir el ataque del Barça, que carente de agresividad y de uno contra uno se estrellò sin demasiado entusiasmo frente a los defensores alemanes. Contra toda lógica, un balón suelto en campo propio cazado por Messi sirvió para lanzar a Alexis y marcar el 0-1, en transición.

Tanto control no impidió que el Bayer empatara y tuviera alguna ocasión más. Pese a que el gol fue una de esas jugadas en que el balón no toca el suelo, esas que dan cuerda al tópico del fútbol alemán, que mientras tanto evoluciona, sobre todo en los pies de los futbolistas del Borussia Dortmund, el Barça evidenció una cierta carencia de contundencia defensiva, que esta vez pareció consecuencia de dudas individuales màs que de un mal funcionamiento colectivo.

Disfrazado el azar de gol de Kadlec, Messi apareció para eliminarlo. Empeñado pese a no encontrar portería, Leo inició su catálogo de combinaciones, en corto con Cesc, en largo con Alexis y luego Pedro, añadidas a sus habituales arrancadas. Ninguna de ellas fue groseramente agarrado y derribado como le suele ocurrir en la Liga. No se trata de ponerle una alfombra roja bajo los pies, obvio, sino de aceptar que una falta debe ser la excepción para defender, no la norma.

Con el final cercano, un mal pase dejó la pelota a la misma distancia de Messi que de un centrocampista del Bayer. Leo corrió a por él, enfiló la vertical de la portería, se apoyó en el desmarque de Alves y se deslizó hacia el segundo palo, seguramente con poca fe de recibir, rodeado de contrarios. Alves esperó y esperó, lo máximo posible, hasta enviar un pase que nada más salir de sus botas parecía demasiado largo y potente. La cazó Messi y obtuvo un merecido premio para su solidario partido. En noventa ocasiones tocó la pelota durante el partido. Como un centrocampista. El triple que un extremo. El doble que un mediapunta. Como el mejor.

Foto: Sportyou

Tribuneando


El tristemente célebre entorno barcelonista ni se crea ni se destruye, solo se transforma, desde el estado de letargo hasta la ebullición, pasando por las escasamente sutiles sugerencias diarias. Cuando en los opinadores y/o seguidores que medran sobre la influencia de un equipo de fútbol se utiliza el nombre de alguien clave en la historia de la institución con tinte despectivo, es que algo no funciona. Cruyffear.

Los años de sequía, algún intervalo de catorce años sin ganar la Liga, pero sobre todo los complejos, el victimismo y la ausencia de un plan futbolístico fueron desterrados para siempre por Cruyff, que aportó razones al orgullo barcelonista más allá de las incondicionales basadas en el sentimiento. Razones mucho más definitivas que un resultado. Se equivocó, claro, como cualquiera, en alineaciones y fichajes, menudencias comparadas con su ascendente y prestigio.

Pero claro, a este Johan Cruyff, la actual Directiva del FC Barcelona le discutió el cargo de Presidente de Honor, qué se puede esperar. Del palco a las tribunas hay solo unas cuantas filas y escaleras. Sufrir, quejarse por un mal resultado concreto englobado en una trayectoria de un lustro, dudar, comparar con el de más allá, mirar siempre hacia el sur. No, no son los rivales, son algunos socios del club y medios empeñados en la superviviencia de una rancia dualidad por el poder.

La crítica deportiva es necesaria, incluso imprescindible. La descomposiciòn del equipo campeón Rijkaard, tan cercana, así lo aconseja. Saludable. Aun atrevida en el caso de una alineación cuando el entrenador suma casi doscientas irreprochables, forma parte del juego. Pero cuando la cantera, tan nombrada y celebrada en la bonanza, se reduce a capricho y anécdota a la segunda derrota, las contradicciones retratan a los impostores.  

El Barça está lejos del Madrid en la Liga, las cifras de los partidos fuera de casa comparadas con el curso pasado lo explican. Pero salvo la reciente primera parte en Pamplona poco se puede afear al equipo, que siempre terminó acogotando al rival en su área los días que no ganó (como es su obligación, por otra parte). No es novedad el bache del Barça de esta época en enero y febrero. Nunca ha ganado desde 2008 la ida de los octavos de UCL: empate con Lyon y Stuttgart, derrota frente al Arsenal. Pero siempre llegó a final de temporada compitiendo, exigido por el Madrid en casa, ilusionado por la gloria en Europa. 

El azar. En todas sus conocidas y habituales formas y representaciones. Guardiola lo mencionó ayer. No como excusa, sino como objetivo. Eliminarlo. Regresar al dominio futbolístico que este equipo ha impuesto en las últimas temporada a sangre y seda con el monopolio del balón y la agresividad por recuperarlo como argumentos. Aumentar la influencia de lo esencial sobre lo accesorio. Empezando por Leverkusen.

jueves, febrero 09, 2012

Final de Copa, fútbol conquistado


Le cuesta al Barça últimamente quitarle el envoltorio a los partidos. Sí, cierto, ocurrió en la final de Roma, y después en Wembley. Y otras veces. Nada debería ser demasiado dramático, un poco de paciencia y recordar la teoría de las judías secas. Pero el reciente nerviosismo en los partidos frente a Real Madrid (evidente) y Real Sociedad (aparente), ocasiones y llegadas al área del rival nada más iniciados los partidos más el ancestral patirem azulgrana parecían abocar la semifinal copera a un encuentro largo en su desarrollo pero corto en el marcador.

El cuarto de hora inicial, con el Valencia plantando una línea de cuatro pero en el área azulgrana, casí propia del rugby, obligando a Pinto a sacar en largo y dejando al Barça desorientado y sin pelota, terminó cuando Messi, aún en campo propio, sobrevoló un desmarque de Fàbregas con un pase extraordinario y dejó al '4' delante de Diego Alves. El portero dudó y Cesc le superó por alto.

Esta vez el gol ayudó a encontrar el juego y no al revés, como suele suceder en el Barça. El Valencia ya no podía impedir que Piqué recibiera de portería e iniciara juego y el equipo barcelonista ofreció el mejor fútbol de 2012 en la siguiente media hora. Con Puyol empujando como un émbolo recién engrasado. Sin Busquets, Thiago no desentonó como medio centro, pese a que quien esto escribe le gustó más Jonathan Dos Santos el pasado sábado, más acostumbrado quizá a la posición. Fábregas tuvo mucha influencia en el juego, más peso que Xavi en ese tramo, pero seguramente gracias a la regia presencia de éste. Sus intervenciones aceleran el ritmo sostenido del fútbol azulgrana, y hoy le vinieron bien al conjunto, aprovechando el infrecuente tembleque de la habitualmente solvente pareja de centrales que componen Rami y Víctor Ruiz

La segunda parte se ajustó más a los parámetros habituales. Xavi, cuarenta pases en el 70', terminó con cien. Aún así, el Valencia, inferior en el juego pero a tiro de marcador, obligó a demostrar en un par de ocasiones que Pinto puede desempeñar un papel futbolístico y no solo grupal. La expulsión de Feghouli terminó con la resistencia visitante y el Barça acertó finalmente con el 2-0, tras varias opciones de Messi.

De Leo se analiza todo, hasta si se afeitó o no para jugar. Pero alguien que marca más de cincuenta goles en más de una temporada, sabe perfectamente cómo hacer gol y conoce su oficio. Está cercano el día en que a Messi se le pida marcar gol a pase suyo. De momento hoy casi fue Ronaldo Nazario.

Tercera final de Copa del Rey desde que Guardiola ocupa el banquillo barcelonista, para doce en total. Con bajas, con Copa África sin Keita y antes Yaya Touré, con frío, nunca desde su llegada se relajó el ritmo durante el mes de enero, donde desde hace años se ventilan rápidamente las últimas eliminatorias. L`Hospitalet, Osasuna, Real Madrid, Valencia...y Ahtletic Club Bilbao como desenlace. Será en mayo. Orgullo para unos, sueño para los otros, futbolistica para todos. Para ganar una final hay que jugarla...pero hay que jugarla bien, Guardiola dixit.

Foto: Pep Morata en Mundo Deportivo

jueves, febrero 02, 2012

Valencia CF vs FCB: La Copa invita a la táctica




El partido de Liga en Mestalla y la vuelta de cuartos de final frente al Real Madrid en el Camp Nou condicionaron la puesta en escena del FC Barcelona en la semifinal copera. Al más puro estilo cruyffista, con la misma intuición y seguramente con más análisis, Guardiola decidió que en lugar de tener que elegir la posición de Dani Alves, más o menos adelantado, directamente se quedaría en el banquillo. Recordando el daño que le hicieron Mathieu y Jordi Alba en el enfrentamiento liguero, el entrenador azulgrana envió a Puyol al lateral derecho, como en los últimos minutos del partido contra el Madrid, y mantuvo la defensa de cuatro.

Sin Xavi, obligado a descansar, y con la mimética presión adelantada que ambos equipos se imponían de forma recíproca, el juego quedó encorsetado en apenas cuarenta metros de castigado césped. En el Valencia dirigía Banega; en el Barça Busquets y Fábregas buscaban a Messi hasta que el argentino se retrasó tanto que ya no hizo falta. Cesc, como interior convencional, encontró esta vez sí la pausa y el liderazgo ante la ausencia de sus acompañantes más ilustres. Demostró que puede y sabe hacerlo, y que roza lo ridículo pretender reducirle a un mero llegador con remate.

Pese a todos los planes, una furiosa acometida de Puyol en una presión en medio campo, tan voluntariosa como innecesaria, permitió por primera y casi única vez el avance de Mathieu por izquierda, dando el pase a Jonas para el 1-0.  

El capitán barcelonista, imperial todo el partido, empató tras un saque de esquina poco después y consiguió con ese gol serenar a su equipo y administrarle confianza. Pese a muchas más pérdidas de balón de las habituales, el exceso, de nuevo, de faltas en contra, más cerca de treinta que de veinte, la imprecisión en los metros finales, penalti fallado incluido, y los titubeos de Piqué (solo a la hora de defender, ya que jugó bien la pelota), el Barcelona fue mejor. Si el equipo soporta una exigencia desmesurada, en las espaldas de Messi incluso se multiplica. No acertó Leo, sobre todo en el regate, ni siquiera desde los once metros, pero el caudal más limpio de fútbol barcelonista siempre nació de sus botas.

El Valencia compitió con solvencia pero una vez desactivada su idea habitual de ataque vertical en pocos pases, una vez cargados de tarjetas sus centrocampistas, se quedó sin plan B, pensando quizá en lo bien que hubiera ido el partido con Pinto expulsado. 

La Copa del Rey exige mucho. El trayecto es empedrado y desapacible en invierno para disfrutar la Final en primavera. Los dos equipos se lo jugarán la semana que viene. El marcador es corto para el Barça y no definitivo para el Valencia. Lo mejor, que no les permite contemporizar, ya solo quedará uno.   

Foto: Josep Lago, AFP

miércoles, febrero 01, 2012

Guardiola, 31 de enero de 2012

Rosell comunica



La habilidad para comunicar, para expresarse en público, para obtener empatía y comprensión por parte del receptor del mensaje, se posee o no, es difícil impostarla. Sin embargo, cuando alguien ocupa un cargo de importante responsabilidad y representatividad, los contenidos de las declaraciones públicas sí son manejables; quiero decir que nadie está obligado a pronunciar palabras que no desea, ni hacerlo cuando no procede. Esta mañana, el presidente del FC Barcelona, Sandro Rosell, asistió a un acto institucional con la ONG Intervida en el que se presentaba  un acuerdo de colaboración con la Fundación del club para la gestión de centros de educación infantil y promoción del deporte en Senegal, Burkina Faso, Mali o Ecuador. Después, le preguntaron sobre fútbol  y respondió. Bueno, fútbol sería mucho decir. Árbitros, ya saben.

No tocaba, pero mucho menos si la respuesta era algo así como "en lo que va de año la cosa no pinta demasiado bien". ¿Para qué dice eso? Desacredita los esfuerzos del vestuario para mantenerse al margen de esa penosa polémica, por mucho que se exageren comentarios recientes de Xavi o Messi. No supone defensa alguna de los intereses del club, ni resulta oportuno cuando el equipo pasa por la peor situación clasificatoria de las últimas temporadas. Si ya resulta un argumento pobre quejarse de los árbitros con quinientos millones de presupuesto, al menos no lo hagas cuando pierdes o empatas un par de partidos.
Rosell insinuó también que el ‘análisis’ definitivo de la actuación de comités disciplinarios y demás debería realizarse a final de temporada, para añadir que “no hablo en nombre del Barça sino del fútbol y del deporte”. No, mire. Cuando esté en casa con su familia o en sus empresas haga lo que quiera, pero cuando represente al Barça con el escudo detrás sea consciente de que lo hace, y que no es lo mismo que Nike o Viagogo. Los socios que le votaron y los aficionados en general que respaldan al club desean que lo defienda, pero de manera correcta, administrativa y proporcionada. Hechos graves ha tenido para hacerlo en año y medio, como las acusaciones de dopaje o fraude deportivo, los acontecimientos de Pamplona o la reciente fuga de información en el canal tv oficial del club. Ahí sí es necesaria la presencia solvente de un Presidente y una Junta Directiva capaces y resolutivos, no para criticar al árbitro de turno como si estuviéramos en los salvajes palcos de los años 80 o en el reinado de Gaspart.

Para terminar, Rosell se envalentonó con esta pregunta a un periodista pero parece que dirigida a los socios: ¿Preferís ganar la Liga o que renueve Guardiola?" ¿Pero qué elección es esa? Es tan absurda que ni llega al nivel de ese traicionero juego infantil sobre querer más a mamá o a papá. Durante todo el curso pasado, el Presidente calló, contemporizó, se fotografió con quien le acusaba y mantuvo en primera línea de fuego a Guardiola, quien cuando interesa es más que un simple empleado, claro. Este año, rizando el rizo, ya ni siquiera son cuestiones externas, sino que Rosell le mete al entrenador el agua en el vestuario, mientras cambia una y otra vez el departamento de Comunicación del club.

Casi cincuenta minutos ha durado la rueda de prensa de Guardiola esta tarde, presuntamente previa a la semifinal de Copa frente al Valencia.  Solo dos preguntas sobre el partido. Lógico. Árbitros y entorno.  Pese a ello, el ejercicio de identificación, orgullo y exaltación barcelonista de Pep ha resultado impecable. Sobre los del silbato y sobre todo lo demás.  Se ha mostrado en toda su crudeza la diferencia entre el fondo y la forma del mensaje de Presidente y entrenador, el abismo que les separa. Para el primero, el equipo está supervivo y ultrasólido (sic), tiene crédito y los tres títulos ya ganados convierten en buena la temporada. El segundo, dijo, entre otras cosas, “En estos cuatro años, hemos intentado ser modélicos, sobre todo en el empate y en la derrota, impecables, como tiene que ser este club. Quedaremos en la memoria de nuestra gente y en la de muchos aficionados, pero el crédito en el deporte no existe y hemos de intentar alargar esta etapa”

Rosell siempre ha presumido de barcelonismo de cuna. Es socio desde 1970. Su padre, Jaume Rosell, fue gerente del Barça durante la presidencia de Agustí Montal, y él, el presidente más votado de la historia centenaria del club. A veces cabe preguntarse de qué le sirve. En su mayoría, el socio barcelonista quiere estar orgulloso de su equipo y de quienes lo representan. Con títulos o sin ellos. Ahí tiene su respuesta.


lunes, enero 30, 2012

FC Barcelona 2012


La temporada pasada, el FC Barcelona ganó uno tras otro todos los partidos a domicilio de la primera vuelta en la Liga. Empezando por Santander, a últimos de agosto, terminando la racha a mediados de febrero en El Molinón de Gijón (1-1), habiendo visitado consecutivamente el Vicente Calderón, San Mamés, Zaragoza, Almería, Pamplona, Cornellá-El Prat, Riazor y Alicante. Solo la victoria en el Manzanares fue por menos de dos goles de diferencia (1-2).

Un año después, parece que las cosas han cambiado. Numéricamente, tras veinte partidos, la mitad más uno del campeonato, el equipo suma diez puntos menos (cinco victorias menos, trece en lugar de dieciocho) y, pese a que las cifras goleadoras totales son parecidas (64-11 en la 2010-2011, 59-12 este curso), el desequilibrio en cuanto a los tantos en el Camp Nou y fuera de él es evidente (33-4 por 16-10). El Real Madrid, pese a lograr quince victorias en los últimos dieciséis partidos, ‘solo’ acumula un punto más que en la temporada pasada a estas alturas, 52 por 51.

El diagnóstico estadístico contiene información como para no ir más allá, pero conviene hacerlo. Las comparaciones oportunistas con el bienio negro de Rijkaard y el Decosistema, al menos de momento, no se sostienen en el césped. Con más o menos acierto, el equipo siempre terminó en el minuto 90 buscando la portería contraria en los partidos con marcador insuficiente (no más faltaría, por otra parte), si bien no en todos resulta válido el argumento de los deberes para el final. En Valencia y San Mamés el Barcelona fue seriamente discutido; es más, durante la primera parte en Mestalla el 3-4-3 fue superado por bandas con Mathieu y Jordi Alba hasta que Dani Alves regresó al lateral. Y en Bilbao, en un duelo inolvidable bajo la lluvia, el gol en el descuento de Messi evitó una derrota cantada. Pese al buen despliegue futbolístico, los azulgrana no fueron mejores que el Ahtletic. Jugó peor en Gijón y Granada y allí ganó, por la mínima.

Quizá sea parte del problema. Lo que en valor absoluto supone un análisis de nobleza futbolística, asumir como normal que buenos equipos te discutan de vez en cuando partidos fuera de casa en una Liga de la importancia de la española, este año es síntoma de debilidad. Con el Madrid ganando sin parar, más preocupado por el marcador que ocupado en la retórica del juego, no queda espacio más allá del resultado. Debe ser normal quedar conforme tras buenos empates como los mencionados, incluso después del partido ante el Sevilla en el Camp Nou, cuando Javi Varas hace el partido de su vida, penalti parado incluido, pese a la lógica frustración del momento. Guardiola siempre lo refleja así en las ruedas de prensa, falta saber si lo siente realmente de esa manera. Sin embargo, cuando parpadeas, estás a siete puntos y el campeonato cuesta arriba.

El grupo barcelonista es tan esclavo de su excelencia que a veces parece anteponer el fútbol al marcador. Las caras y gestos de los jugadores barcelonistas tras el partido de vuelta de la Copa del Rey no reflejaban excesiva alegría tras eliminar al eterno rival, sino más bien alivio tras el sufrimiento y sobre todo pesar por no haber jugado al nivel habitual. El Madrid hizo más daño el miércoles con su fútbol que si hubiera pasado ronda jugando debajo de su larguero. Sin embargo, para los azulgrana ya es demasiado tarde. Así vencieron en el pasado, así morirán en el futuro.

Por momentos el Barça jugó bien en Villarreal, ante la mejor versión del año del equipo castellonense, muy agresivo y motivado. La conexión Messi-Fàbregas, muy criticada, puede tener menos frescura que, por ejemplo, en el partido inaugural de la Liga, precisamente ante el Villarreal, en el que destrozaron con paredes, desmarques y pases interiores al equipo amarillo (5-0), pero tuvo ocasiones suficientes para marcar. Puede que Xavi esté sufriendo más de la cuenta para jerarquizar los partidos, pero en el partido de Copa, por ejemplo, tocó 112 veces la pelota, por 38 de Özil, el mejor del Madrid esa noche, y los porcentajes de posesión no han variado tanto.

La exigencia es máxima, como cada una de las últimas temporadas. El Barça ha de afrontar la diferencia de ir por detrás en la tabla en lugar de por delante, pero la obligatoriedad de ganar cada partido no ha cambiado. Tres Ligas seguidas, una teniendo que ganar 2-6 en el Bernabéu, otra obligado a obtener 98 puntos, la última superando la resaca del Mundial, la final de Copa perdida en Valencia, la enfermedad de Abidal o el ruido generado en el playoff contra el Madrid. El clásico en el Camp Nou es en la jornada 35ª, en abril. Queda mucho, el calendario a corto plazo del Madrid no es tan exigente como será en primavera,  pero la competitividad extrema con la que los blancos llevan castigando al Barça durante el último lustro debería ser suficiente estímulo. Con título o sin él.

'El revulsivo se llama Guardiola', Ramón Besa en El País.
'Algunas posibles respuestas', Martí Perarnau en El Periódico

jueves, enero 26, 2012

A partido único



Mourinho parece empeñado desde que llegó a Madrid y comenzó la serie de eliminatorias contra el FC Barcelona en jugarlas a partido único. En el partido de ida, equipo cerrado, táctica defensiva y búsqueda de marcador ajustado con pocos goles. La decisión, más si es fuera de casa, mejor para la vuelta, aprovechando el mayor valor de los goles a domicilio y la conclusión del enfrentamiento ya sin más tiempo.

Esta vez lo consiguió. Su equipo fue mejor esta noche en el Camp Nou y mereció el pase a semifinales de Copa del Rey. Barnizó el partido de drama y agonía pero, lo reconozca o no, añoró un mejor resultado tras el 1-2 de la ida. Presionando muy arriba, desde el principio, como en la Supercopa del pasado verano. No necesitó, sin embargo, apretar para que Piqué, en apenas diez segundos, tras saque de centro de sus propios compañeros, realizara un ridículo quiebro dejando pasar la pelota permitiendo a Higuaín encarar a Pinto. El Pipa falló pero la jugada denotó las intenciones del Madrid y el estado de parálisis con el que afrontó el partido el Barça.

Un marcador a favor condiciona, te hace esperar, ser más conservador de lo habitual. En el caso del equipo azulgrana, es un tóxico casi mortal. Gripa todo su engranaje, sobre todo el ofensivo. El Barça no tuvo agresividad pero no física, que no posee demasiada, sino con la pelota, ni pudo contrarrestar el juego entre líneas de Kaká y sobre todo Özil. Se combinó el entumecimiento del Barcelona con la obligada ambición del Madrid, que fue el equipo abrasador, poderoso, incansable, veloz y dañino de casi toda su historia.

Sin Iniesta, el Barça se agarró a Xavi a partir de la media hora de juego, el único rato en que el '6' azulgrana pudo pesar en el partido, y, claro, a Messi. Leo aprovechó una buena recuperación de Alves, arrancó, absorbió cuatro marcadores y dejó a Pedro para marcar. Después, un disparo increíble del lateral supuso el 2-0, y fue imposible no recordar el larguero de Özil solo un rato antes, que pudo convertir el azar en táctica, tres milímetros en mil justificaciones.

En la segunda parte, la habitual gota malaya del Barça con el balón, anestesiando y deprimiendo a su rival, esta vez fue ajena. El Madrid no perdió la fe y, sin nada que defender, insistió. Por el centro, superando a Puyol y al dubitativo Piquè, marcó dos goles, Cristiano y Benzemá, y quizá por primera vez en la etapa de Guardiola en el banquillo, obligó a poner en juego en Mascherano buscando velocidad en el cruce, enviar a Puyol al lateral y tratar de detener la sangría. El equipo de casa, pese a la entrega de la grada, estaba tocado y al borde de la derrota. La sintió. No defendió con balón, y sin él no pareció muy eficaz que digamos en esa tarea. Jugó con el reloj, hecho inédito, y agradeció con un suspiro que el árbitro, nefasto, se comiera el descuento y pitara el final antes de tiempo.

Mal haría el Barça en agarrarse a la practicidad, la pegada y demás lugares comunes tras este partido. Simplemente, sobrevivió. No ha construído su leyenda ni permanecerá en el legado histórico del fútbol por virtudes como esas, sino por las ya conocidas. Esta vez fue superado, y si no corrió la misma suerte del Espanyol ayer fue de chiripa. El Madrid, por su parte, supongo que ya quedará definitivamente convencido de que sí, sí puede mirar a los ojos a su rival y mantenerle el duelo. Entrenador al margen, pensé que los jugadores así lo creían. Empatar suele ser un buen resultado en la vuelta de una ronda de Copa. No, no es imposible ganar en el Camp Nou, el fútbol debió ahogar los gritos de túnel de vestuarios.

Foto: Pep Morata MD
 
Copyright 2009 ADN Fútbol. Powered by Blogger Blogger Templates create by Deluxe Templates. WP by Masterplan