La temporada pasada, el
FC Barcelona ganó uno tras otro todos los partidos a domicilio de la primera vuelta en la Liga. Empezando por Santander, a últimos de agosto, terminando la racha a mediados de febrero en El Molinón de Gijón (1-1), habiendo visitado consecutivamente el Vicente Calderón, San Mamés, Zaragoza, Almería, Pamplona, Cornellá-El Prat, Riazor y Alicante. Solo la victoria en el Manzanares fue por menos de dos goles de diferencia (1-2).
Un año después, parece que las cosas han cambiado. Numéricamente, tras veinte partidos, la mitad más uno del campeonato, el
equipo suma diez puntos menos (cinco victorias menos, trece en lugar de dieciocho) y, pese a que las cifras goleadoras totales son parecidas (64-11 en la 2010-2011, 59-12 este curso), el desequilibrio en cuanto a los tantos en el Camp Nou y fuera de él es evidente (33-4 por 16-10). El Real Madrid, pese a lograr quince victorias en los últimos dieciséis partidos,
‘solo’ acumula un punto más que en la temporada pasada a estas alturas, 52 por 51.
El diagnóstico estadístico contiene información como para no ir más allá, pero conviene hacerlo. Las comparaciones oportunistas con el bienio negro de
Rijkaard y
el Decosistema, al menos de momento, no se sostienen en el césped. Con más o menos acierto, el equipo siempre terminó en el minuto 90 buscando la portería contraria en los partidos con marcador insuficiente (no más faltaría, por otra parte), si bien no en todos resulta válido el argumento de los deberes para el final. En Valencia y San Mamés el Barcelona fue seriamente discutido; es más, durante la primera parte en Mestalla el 3-4-3 fue superado por bandas con
Mathieu y
Jordi Alba hasta que
Dani Alves regresó al lateral. Y en Bilbao,
en un duelo inolvidable bajo la lluvia, el gol en el descuento de
Messi evitó una derrota cantada. Pese al buen despliegue futbolístico, los azulgrana no fueron mejores que el Ahtletic. Jugó peor en Gijón y Granada y allí ganó, por la mínima.
Quizá sea parte del problema. Lo que en valor absoluto supone un análisis de nobleza futbolística, asumir como normal que buenos equipos te discutan de vez en cuando partidos fuera de casa en una Liga de la importancia de la española, este año es síntoma de debilidad. Con el Madrid ganando sin parar, más preocupado por el marcador que ocupado en la retórica del juego, no queda espacio más allá del resultado. Debe ser normal quedar conforme tras buenos empates como los mencionados, incluso después del partido ante el Sevilla en el Camp Nou, cuando
Javi Varas hace el partido de su vida, penalti parado incluido, pese a la lógica frustración del momento.
Guardiola siempre lo refleja así en las ruedas de prensa, falta saber si lo siente realmente de esa manera. Sin embargo, cuando parpadeas, estás a siete puntos y el campeonato cuesta arriba.
El grupo barcelonista es tan esclavo de su excelencia que a veces parece anteponer el fútbol al marcador. Las caras y gestos de los jugadores barcelonistas tras el partido de vuelta de la Copa del Rey
no reflejaban excesiva alegría tras eliminar al eterno rival, sino más bien alivio tras el sufrimiento y sobre todo pesar por no haber jugado al nivel habitual. El Madrid hizo más daño el miércoles con su fútbol que si hubiera pasado ronda jugando debajo de su larguero. Sin embargo, para los azulgrana ya es demasiado tarde. Así vencieron en el pasado, así morirán en el futuro.
Por momentos el Barça jugó bien en Villarreal, ante la mejor versión del año del equipo castellonense, muy agresivo y motivado. La conexión Messi-
Fàbregas, muy criticada, puede tener menos frescura que, por ejemplo, en el partido inaugural de la Liga, precisamente ante el Villarreal, en el que destrozaron con paredes, desmarques y pases interiores al equipo amarillo (5-0), pero tuvo ocasiones suficientes para marcar. Puede que
Xavi esté sufriendo más de la cuenta para jerarquizar los partidos, pero en el partido de Copa, por ejemplo, tocó 112 veces la pelota, por 38 de
Özil, el mejor del Madrid esa noche, y los porcentajes de posesión no han variado tanto.
La exigencia es máxima, como cada una de las últimas temporadas. El Barça ha de afrontar la diferencia de ir por detrás en la tabla en lugar de por delante, pero la obligatoriedad de ganar cada partido no ha cambiado. Tres Ligas seguidas, una teniendo que ganar 2-6 en el Bernabéu, otra obligado a obtener 98 puntos, la última superando la resaca del Mundial, la final de Copa perdida en Valencia, la enfermedad de
Abidal o el ruido generado en el
playoff contra el Madrid. El clásico en el Camp Nou es en la jornada 35ª, en abril. Queda mucho, el calendario a corto plazo del Madrid no es tan exigente como será en primavera, pero la competitividad extrema con la que los blancos llevan castigando al Barça durante el último lustro debería ser suficiente estímulo. Con título o sin él.
'El revulsivo se llama Guardiola',
Ramón Besa en El País.
'Algunas posibles respuestas',
Martí Perarnau en El Periódico