El partido de Liga en Mestalla y la vuelta de cuartos de
final frente al Real Madrid en el Camp Nou condicionaron la puesta en escena
del FC Barcelona en la semifinal copera. Al más puro estilo cruyffista, con la misma intuición y
seguramente con más análisis, Guardiola
decidió que en lugar de tener que elegir la posición de Dani Alves, más o menos adelantado, directamente se quedaría en el
banquillo. Recordando el daño que le hicieron Mathieu y Jordi Alba en
el enfrentamiento liguero, el entrenador azulgrana envió a Puyol al lateral derecho, como en los últimos minutos del partido
contra el Madrid, y mantuvo la defensa de cuatro.
Sin Xavi,
obligado a descansar, y con la mimética presión adelantada que ambos equipos se
imponían de forma recíproca, el juego quedó encorsetado en apenas cuarenta
metros de castigado césped. En el Valencia dirigía Banega; en el Barça Busquets
y Fábregas buscaban a Messi hasta que el argentino se retrasó
tanto que ya no hizo falta. Cesc, como interior convencional, encontró esta vez
sí la pausa y el liderazgo ante la ausencia de sus acompañantes más ilustres.
Demostró que puede y sabe hacerlo, y que roza lo ridículo pretender reducirle a
un mero llegador con remate.
Pese a todos los planes, una furiosa acometida de Puyol en
una presión en medio campo, tan voluntariosa como innecesaria, permitió por
primera y casi única vez el avance de Mathieu por izquierda, dando el pase a Jonas para el 1-0.
El capitán barcelonista, imperial todo el partido, empató
tras un saque de esquina poco después y consiguió con ese gol serenar a su
equipo y administrarle confianza. Pese a muchas más pérdidas de balón de las
habituales, el exceso, de nuevo, de faltas en contra, más cerca de treinta que
de veinte, la imprecisión en los metros finales, penalti fallado incluido, y
los titubeos de Piqué (solo a la
hora de defender, ya que jugó bien la pelota), el Barcelona fue mejor. Si el
equipo soporta una exigencia desmesurada, en las espaldas de Messi incluso se
multiplica. No acertó Leo, sobre todo en el regate, ni siquiera desde los once
metros, pero el caudal más limpio de fútbol barcelonista siempre nació de sus
botas.
El Valencia compitió con solvencia pero una vez desactivada
su idea habitual de ataque vertical en pocos pases, una vez cargados de tarjetas
sus centrocampistas, se quedó sin plan B, pensando quizá en lo bien que hubiera
ido el partido con Pinto expulsado.
La Copa del Rey exige mucho. El trayecto es empedrado y desapacible
en invierno para disfrutar la Final en primavera. Los dos equipos se lo jugarán
la semana que viene. El marcador es corto para el Barça y no definitivo para el
Valencia. Lo mejor, que no les permite contemporizar, ya solo quedará uno.
Foto: Josep Lago, AFP
2 comentarios:
Al margen del análisis táctico que realizas, querido Daniel, creo que el partido fue un ladrillazo de aquí te espero para la mayoría de aficionados al fútbol que esperábamos algo de espectáculo sobre el terreno de juego. El único que sobresalió un poco fue Puyol en la segunda parte. El resto del encuentro fue un aburrimiento total.
Yo creo y mi amigo que es un agente pay per head también lo cree, fue un partido táctico pero no tanto como lo esperábamos, creo que el Valencia pudo hacer más
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