La estadística, tan utilizada últimamente en el fútbol pero casi siempre
de forma cuantitativa sin el análisis cualitativo, define permutación
como una de las posibles ordenaciones de todos los elementos de un
conjunto. Sin
Alves,
Adriano y
Abidal, el FC
Barcelona se presentaba en Mallorca con dos opciones, bien defensa de
cuatro con un jugador del filial, bien teórica linea de tres con el
riesgo de la posición de
Mascherano, demasiado abierto (como en Valencia) para sus características como central corrector.
Guardiola eligió la segunda opción, pero acompañó la decisión con un sinfín de ajustes adicionales.
Busquets con su impecablemente sincronizado movimiento de ida y vuelta, para construir y para defender casi en la misma jugada.
Thiago, sustituto de
Xavi en el XI pero al tiempo con forzosa atención a la banda derecha, ante la avanzada posición de
Puyol y la correspondientes coberturas del resto de los defensas.
Del medio campo hacia delante, variación constante de posiciones, combinación de roles para jugar por fuera y por dentro,
Alexis,
Pedro. Solo
Fábregas pareció
quedar al margen. El infame estado del césped de Mallorca pareció
empujar al Barça a buscar el dinamismo habitual de su juego por esta vía
del intercambio zonal, dada la dificultad de lograrlo con el balón a
ras de suelo. El gol de
Messi premió la iniciativa de los azulgrana, aunque solo fuera por las intenciones.
Guardiola, justo antes del inicio de la segunda parte, avisaba a
Thiago haciendo el gesto de la tarjeta y llevándose el dedo índice a una
sien; no sirvió de nada. Thiago expulsado y durante cinco minutos, el
Barça pareció a merced del Mallorca. Muy mala pinta tenía el futuro del
partido y del campeonato para el equipo barcelonista. Mientras, su
entrenador, lejos de la histeria, dedicó esos minutos a pensar qué
hacer. Se decidió por
Montoya en lugar de Cesc. Defensa de cuatro
más convencional. Acertó. El lateral del filial se comportó con
competencia absoluta y Busquets inició con más tranquilidad la
recuperación de la posesión, primero para serenarse, después para buscar
una oportunidad y cerrar el partido.
Con
Iniesta ya convertido en dueño y señor,
Piqué y
Puyol decidieron quedarse tras un córner propio. Con 10 y con 0-1, sí.
Combinaron entre ellos para hacer llegar la pelota a Messi, y el rebote
en el poste permitió a Piqué adornar con gol su mejor partido en
semanas.
Desde Pamplona el Barça solo sabe ganar. La distancia con el Madrid
se ha recortado y está obligado a competir por la Liga. La evolución
permanente de su fútbol a veces alarga el camino en la búsqueda de los
puntos, pero es la mejor manera de no quedarse anestesiado al agradable y
cómodo calor de la complacencia ni sucumbir a la histeria de la excusa.
Foto: fcbarcelona.cat
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