Si no fuera porque son obvios los cuidados físicos y de entrenamiento que necesita un futbolista de élite,
y más en su caso, con antiguas lesiones musculares, podríamos decir que lo único que requiere
Leo Messi
para jugar al fútbol son dos fotos y la ficha federativa. Así, como un
chaval de 25 años que apura el tiempo con sus amigos por puro placer, se
comporta, con una naturalidad que asusta.
Tres días más tarde de los cinco goles al Bayer Leverkusen,
las portadas de la prensa, las reacciones por todo el mundo,
contrastan con la imagen de un bajito, cabeza agachada, recogiendo un
balón abandonado en el césped, mientras el resto de jugadores cumple con
los saludos propios del final de un partido. Messi coge la pelota, la
bota un par de veces y se dirige al vestuario, donde se la firmarán sus
compañeros. Es otra pieza para la colección, pero es inevitable evocar a
un crío que se marcha a casa porque ya no hay luz en el campo y su
madre le espera para cenar.
Ni las cifras de goles y asistencias, ni los títulos con el equipo,
ni los premios individuales resultan suficientes para ni siquiera
acercarse a la dimensión que adquiere Messi en un terreno de juego, al
tiempo que tampoco parecen modificar sus rutinas ni su comportamiento.
Transportar la alegre irresponsabilidad del jardín de infancia a la
seriedad del fútbol superprofesionalizado. No dejar de intentar
ese regate que hacías con cinco años
en un campo de tierra por los mejores estadios del mundo. Buscar a
menudo al compañero con que mejor te llevas, como hacías con tu amigo en
el cadete hace ocho años. Llorar tras perder una final de Copa porque
se escapa la oportunidad de otra celebración.
El absoluto impacto del juego de Messi desde que
Guardiola aquella
noche en el Bernabéu le sacó de la banda, iniciando esa transformación
para pasar de ser el mejor extremo derecha del mundo a discutir el trono
de mejor jugador de la historia, el incremento de su influencia en un
grupo con muchos otros grandes solistas, su silencioso liderazgo
fubolístico, todo ha llegado de forma tan decisiva como espontánea.
"Nuestra obligación ha de ser darle el balón a Leo en las mejores condiciones posibles y sentarnos a ver cómo acaba",
Guardiola, privilegiado al poder ver al genio todos los días preservar
la esencia del juego, cuando lo que ocurría en el verde era lo
importante.
Los goles del FC Barcelona 7, Bayer Leverkusen 1, vídeo HD, audio RAC1 (Joan María Pou)
3 comentarios:
Muy buen artículo. Seguiré pasandome de vez en cuando. Si tienes tiempo, pasate por el mío! Muchas gracias!
FUERA DE JUEGO: http://danipa86-fueradejuego.blogspot.co.uk/
ok
El absoluto impacto del juego de Messi desde que Guardiola aquella noche en el Bernabéu le sacó de la banda, iniciando esa transformación para pasar de ser el mejor extremo derecha del mundo a discutir el trono de mejor jugador de la historia, el incremento de su influencia en un grupo con muchos otros grandes solistas
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