Confiado.
Contento. Respetuoso con el estilo y con la herencia recibida. Así se había
mostrado Gerardo Martino en
las ruedas de prensa celebradas durante los
cuarenta días que
lleva ejerciendo como entrenador del FC Barcelona. Convencido de mantener las
virtudes ofrecidas por el equipo en el último lustro y empeñado en recuperar los ingredientes de la poción
mágica, comenzando por la presión adelantada.
Sin
embargo, Martino confesó anoche que, en primer lugar, es un entrenador de
fútbol; honesto e inteligente, pero convencional al fin y al cabo. «Lo más
importante de este mes de trabajo era ganar la Supercopa. No es el título más
relevante pero soy un entrenador nuevo aquí y no era lo mismo ganar que no
ganar. Me saqué un peso de encima».
Quién puede culparle de esa ambición, de aportar la guarnición de un
título a su carta de presentación. Y menos aún negarle el tiempo mínimo. Pero
llamó la atención su liberación ante los micrófonos y su llamada a la
paciencia: «A veces al inicio de una nueva etapa los equipos necesitan volver a
hacerse fuertes a través de los resultados».
Es
una lección dura de aprender, pero en el Barça los resultados, como el juego,
son condiciones necesarias pero no suficientes. La pasada temporada se ganó el
título con 100 puntos y la semifinal europea contra el Bayern Munich cubrió el curso de dudas y
desencanto. Anoche mismo el partido dejó más sombras que brillantez, pese a
levantar el trofeo, oscurecido entre patadas, juego deslucido, protestas y
melancolía restando las paradas de Víctor Valdés.
Preguntado
por la (ausencia de) conexión entre Messi y Neymar, Martino comenzó por señalar la
distancia entre ambos que impedía mayor frecuencia de asociación para terminar
invocando el avance del calendario que permita sumar entrenamientos, jugadores,
rendimiento y complicidades. También la condición física, cuya preparación el
entrenador argentino atribuyó principalmente a los partidos y no a los entrenos
por falta de tiempo, resultó señalada en la lista de pendientes, junto con la
velocidad, la precisión, el ataque de los jugadores invadiendo los espacios y
el movimiento que dificulte la toma de referencias a las defensas rivales.
«Cuando
hay un título en juego lo que
cuenta es ganarlo, aunque pretendemos más, seguir insistiendo en trabajar este
tipo de partidos». Martino reconoció la
poca cantidad de oportunidades de gol del equipo en relación con el tiempo de
posesión de balón, y la mejora necesaria en la velocidad de la circulación y
profundidad. Pero de nuevo, el tema estrella fue el balón largo y la presión:
«Por
momentos son necesarios pases largos para filtrar la pelota por el medio, a la espalda de los centrocampistas
del rival, pero esos
lugares los encontramos en los últimos minutos de los partidos, con la merma
física del adversario». Una cosa llevó a la
otra. Balón largo propio y balón largo ajeno. «Tendremos
pocas oportunidades durante el año de realizar esa presión alta; estaba
convencido de que teníamos que recuperar esa presión arriba pero atendiendo a
los rivales y cómo nos van jugando también debemos
preocuparnos de dividir y de cómo afrontar la
segunda jugada, tras saques del portero
o de los centrales».
La parte buena, que Martino se ha dado cuenta muy rápido,
antes de septiembre, de que eso de la presión no es tan sencillo. Que depende
del juego de su equipo pero que también hay un contrario que interviene en la
ecuación. La parte mala, que las incógnitas a despejar ni son pocas ni sencillas.
«Salvo
un rato contra el Levante los equipos no salen jugando desde abajo, y cuando vamos al
campo rival nos sentimos más cómodos que retrocediendo».
El Tata corre el riesgo de tomar la presión como su piedra filosofal pero olvidando sus causas y sus efectos. El juego de posición, continuado, paciente pero pujante, genera fútbol hasta cuando es interrumpido por el rival. Cruyff le decía a Guardiola hace veinte años que si recibía patadas o golpes era culpa suya, por no soltar el balón antes. El
exceso de faltas con el que el Atlético de Simeone interrumpió el juego azulgrana se
benefició del poco ritmo y del fallo en los pases, con un césped del Camp Nou
convertido en playa un verano más. Pero cuando la fluidez en la circulación de
balón se impone, para el rival ni siquiera es tan sencilla la decisión de jugar en largo, porque no
construye, a la manera que sea, sino que solo se defiende. No es lo mismo un despeje a ciegas que un balón en profundidad con sentido.
«Nos tenemos que acomodar a jugar partidos
diferentes: si el rival decide dividir la pelota y jugar en largo no hay más
remedio que retroceder y buscar la segunda jugada. Si resolvemos eso, si nos
hacemos fuertes ganando esa segunda pelota en la mitad de la cancha y a partir de ahí recuperarla y empezar a jugar,
vamos también a reconocer otra forma de jugar los partidos».
Si de luchar balones divididos se trata, poco sentido tiene que Xavi juegue casi completos los cuatro partidos que llevamos de curso, o la presencia de Iniesta. Ni siquiera Busquets, impecable en posición y corte...por bajo, claro. No se trata de eso. No se trata de disputar el balón largo, se trata de evitar que se dé y minimizar sus efectos.
«Buscamos
que el Barça recupere las distintas formas de jugar en estos últimos 5 años:
dinámico, profundo, resolver las distintas propuestas de los rivales. Igualar
intensidad para tener opciones ante rivales como Atlético». El equipo evolucionó desde 2008 a 2011. Guardiola y Vilanova introdujeron variantes y alternativas, esas que ahora busca Martino, pero la forma de jugar solo fue una. Eso sí, la intensidad es imprescindible. Estuvo y dejó de estar, eso bien lo percibió Martino o de forma sincera se lo contaron.
«Olvidemos Málaga y Atlético,
pensemos en lo que ocurriò vs Bayern: Mandžukić aguantando
balones de espaldas para los volantes de frente mientras los nuestros
retrocedían. No hay forma de cambiar ese sistema si el rival lo quiere hacer,
debemos prepararnos para que no nos cause problemas, aunque los partidos los
ganaremos con las formas de siempre». Nunca este Barça podrá contrarrestar a sus grandes rivales europeos en base al físico. Siempre deberá obligarles a bajar su centro de gravedad. Ya lo dijo el propio Martino en Málaga, presionar a 15 de altura es difícil...
El
equipo sigue en el mismo punto que en la pasada primavera, pese a las
apariencias y a las buenas intenciones, mejor expresadas que practicadas. El cuestionario sigue abierto. Hay tiempo, veremos si también lucidez.