Mientras
se cumplía el vigésimo quinto aniversario del segundo advenimiento de Johan Cruyff,esta vez al banquillo, la afición y el periodismo del FC Barcelona pasaron días ofuscados entre celebrar como merece el titulo de Liga o asumir e iniciar las consecuencias de la debacle europea contra el Bayern
de Munich.
En la mayoría de casos, al aficionado azulgrana la Liga no le sabe a poco, ni nadie tiene que recordarle que la valore o celebre. Pero la numéricamente extraordinaria primera vuelta, 18 victorias y un empate, sentó la base del título cuyo desenlace era esperado. El ilusionante inicio contra la Real Sociedad (5-1), las esforzadas victorias por la mínima ante Osasuna y Valencia mientras se alcanzaba la velocidad de crucero hasta enero, equipo a toda máquina impulsado por las comparaciones con Guardiola y motivado por la Liga de los 100 puntos de la "mejor plantilla de la historia", con excelentes minutos de fútbol vs Málaga y Espanyol. Las dudas sobre el exceso de verticalidad del equipo o la preponderancia en el juego de Cesc quedaban en un segundo plano tras el rendimiento y la clasificación, sumadas la recaída, operación, tratamiento y recuperación de Tito. Busquets, Iniesta, Piqué, Alba, Pedro y Xavi, muy cerca de su mejor versión, envueltos en la omnipresencia de Messi.
El 17 de enero, dos semanas más tarde de declarar en rueda de prensa que "siempre se ha dudado de mí" y "no descarto conocer otras culturas, otros tipos de fútbol, otros países, lo que venga", Víctor Valdés y su representante comunicaban a Zubizarreta sus intenciones irrevocables de no renovar el contrato, vigente hasta 2014, del portero, ni siquiera iniciando conversaciones económicas. La agencia EFE fue la elegida para difundir la noticia. Justo un mes antes, el club anunciaba las renovaciones de Xavi, Puyol (ambos hasta 2016) y Messi (2018). Cinco meses de perspectiva revelan aquella decisión mínimo como discutible y quizá motivo de algunas otras, como la de Valdés.
Enero y febrero trajeron al equipo carbón y plomo en forma de partidos pesados, carentes de fluidez y ritmo, la eliminación copera vs Real Madrid siendo inferiores y sometidos por la ecuación despeje + velocidad del equipo blanco (tras un partido de ida en el Bernabéu (1-1) en que se perdió la oportunidad de casi liquidar la eliminatoria ante el único sostén de Varane por parte local) y el infame día de Milán.
La derrota de San Siro supuso el fin del experimento. Sin partidos de ida y vuelta, con espacios sobrevenidos o provocados, la pujanza de Cesc y facilidad para el gol en transición desaparecieron. El embudo central que tantos rivales propusieron en la etapa Guardiola regresó sin demasiadas respuestas para desentrañarlo. Xavi sin referencias ni posibilidad de triángulos, Messi desorientado, Cesc desaparecido y los extremos sin capacidad alguna de desequilibrio. En pleno debate Alexis. En aquellos días le preguntaron a Iniesta si se sostenía alguna comparación del momento del equipo con la última etapa de Rijkaard: "No tiene nada que ver, pero nada, en absoluto", enfatizó el jugador. "Aquí no estamos solo para ganar el triplete y decir ¡qué buenos somos! Cuando vienen mal dadas hay que recuperarse y aprender de lo que ha sucedido". Reconocía eso sí la importancia de la ausencia de Vilanova, en Nueva York. Los días en los que todos pensaban que no se notaría la falta del primer entrenador habian terminado.
Después de perder en el partido liguero en el Bernabéu, el equipo afrontaba la vuelta contra el AC Milan con ganas de verdadera afirmación. Recuperando la presión adelantada, la verdadera, basada en la posición grupal y no en los kilometrajes individuales, con Busquets al mando, Alves de interior y Messi siendo Messi, la remontada fue un hecho y el foco en la Champions League una consecuencia lógica. Los partidos de Liga se sucedieron de manera funcionarial y la eliminatoria contra el PSG anticipó lo que esperaba en semifinales: el reconocimiento final de que el equipo ya no podía competir de igual a igual con la élite del fútbol europeo. Todo ello ya sin Puyol, que decidió operarse por sorpresa y con relativo consenso con el club, tras ser suplente contra el equipo lombardo. Solo la reaparición de Abidal ha podido calificarse de buena noticia hasta la confirmación final del título número 22, el duodécimo tras la llegada de Cruyff en 1988.
El título es especial, como lo son todos en realidad, cada uno impregnado de recuerdos y de momentos espectaculares, tras nueve meses de viaje. La demoledora presencia de Messi. La dignidad de Piqué. El regreso de Alves, La profesionalidad de Valdés. El ingenio de Iniesta. La rebeldía de Abidal. La victoria de Tito sobre el cáncer y sobre el mal gusto de el Pito. Pero también aspectos menos positivos que obligarán este verano a tomar decisiones. Las que anticipó y quizá se vio demasiado solo para afrontarlas. El resultado del Bayern obligará a fichar y a traspasar, y al Presidente Rosell, tras conquistar su primer gran trofeo, a asumir, por primera vez desde que accedió al cargo, verdaderas responsabilidades y con su sello, no con el heredado, del que aún obtiene réditos.
En
2006, Rosell publicó un libro. Se publicitó como un interesante tratado de marketing y de management
empresarial aplicado al fútbol, pero en la práctica se convirtió en un interminable ajuste de cuentas contra Txiki Beguiristáin y, de forma obsesiva, contra Cruyff, y una excusa de 324 páginas que
preparaba el camino. Rosell pasaba directamente del episodio de Zubizarreta en Atenas, al "esperanzador renacimiento deportivo dirigido por Bobby Robson, secundado por el no suficientemente valorado Jose Mourinho", (pág. 160). Opiniones futbolísticas sobre el trabajo de Rijkaard, sus apuestas como Gratacós o Scolari como plan B...siempre en la superficie su verdadero desvelo: las cuestiones deportivas.
El mencionado libro termina citando su propia carta de despedida del club en junio de 2005: "finalmente dejé claro que no he aspirado, ni aspiro a la presidencia del Barça, pero era obligado incorporar una coletilla, y es que, como dice un amigo mío, nunca digas nunca". Pero empezaba, en la introducción, con una confidencia. El libro estuvo a punto de titularse "Cuando ganan los malos", imaginen dirigido a quiénes, pero finalmente se llamó "Bienvenido al mundo real", en homenaje o inspiración de la película Matrix. El final de los fotógrafos, de los focos, del público. El mundo sin el Barça, según Rosell. Guardiola y las coartadas se han terminado. Recién anunciadas sus intenciones de presentarse a la reelección, puro comportamiento nuñista con tres años de mandato aún por delante. Los árbitros sin venir a cuento. Fichajes como Neymar con negociaciones convenientemente filtradas en prensa, sin saber muy bien a qué obedecen. La austeridad como leitmotiv de un club de fútbol. El lenguaje excluyente hasta en el triunfo: "Después del partido ante el Bayern, mucha gente quería quemar el estadio, al equipo, a la directiva...supongo que ahora no querrán quemar tanto". El equipo estará siempre obligado a sostener al club. Bienvenidos, todos, al mundo real.
1 comentarios:
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