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En el último mes de competición, desde primeros de abril, cuando se despachan los títulos y se aprecia el valor del entrenamiento de todo un curso, el Barça perdió los cuartos de final de la Champions League y la final de la Copa del Rey. Además, terminó la Liga, los últimos seis partidos, con derrota en Granada, victorias agónicas ante Ahtletic y Villarreal y los tres definitivos y consecutivos empates, el último concediendo el título para el Atlético.
Anoche, minutos más tarde de que el presidente Bartomeu anunciara decisiones para "los próximos días", Martino se bajaba públicamente del barco arrebatado por la emoción pero sobre todo por las prisas, en el banquillo hacía semanas que apenas sin ejercer, mareado por una corriente que nunca pudo dirigir ni controlar. Reconociendo incluso que no participaba en las reuniones de planificación de la próxima temporada "sencillamente porque no existen". Tanto claudicó y desde tan pronto, que en la rueda de prensa previa al partido de ayer, Martino reconocía que el famoso 0-4 contra el Rayo, el de la pérdida del porcentaje de posesión de balón, fue mucho peor que otros partidos que no terminaron con victoria; aquella noche de septiembre dijo que "el debate me parece normal, sobre todo si el entrenador no es catalán ni holandés". En septiembre, no hoy con todo perdido sino en septiembre, Martino parecía ya con pocas ganas de afrontar el debate ni las alternativas a la propuesta anterior para las que se supone le ficharon. Nunca se trató de la posesión, mucho menos de la nacionalidad. Jamás el Camp Nou necesitó el recuento de minutos para valorar y disfrutar a su equipo. De hecho, algunas de las jugadas más aplaudidas año tras año no terminan en gol ni en nada. O cómo identificó con claridad, solo cuatro días antes de lo de Vallecas, aquello que tan bien se hacía en el pasado, pero esta vez en botas de unos ingenuos jugadores del Ajax que perdieron 4-0.
Pese a todo ello, a primeros de marzo, Bartomeu declaraba en la cadena SER que esperaba que el entrenador para la próxima temporada fuera Martino, y en Esport3 sus deseos de ampliarle el contrato hasta 2016. Llegado el momento, anoche, ni siquiera fue él quien confirmó lo evidente.
Los resultados. El juego. Ni siquiera el estilo. Nada se puede exigir a quienes dirigen un club de fútbol. Pero sí la coherencia. Porque en el caso del FC Barcelona, eso supone respetar la herencia, la recibida y la gestada, y también porque suele venir acompañada del estilo, que a su vez desemboca en el juego, que ayuda a la obtención del marcador.
Pero la coherencia en el Barça se ramifica en un árbol de toma de decisiones que hoy día apenas ofrece sombra ni comodidad al vestuario.
La Junta Directiva, ¿está convencida de mantener esta manera de jugar, basada en el juego de posición, o no? ¿Tomarán las decisiones en base a ella?
Los fichajes, ¿serán propuestos por la Dirección Deportiva, con Zubizarreta a la cabeza? El pasado verano, el fichaje fue Neymar (cuya historia ya es sabido cómo comenzó y se teme por cómo continuará), obsesión presidencial. Lo mismo que el entrenador, que a su vez confió en Puyol como refuerzo. "A este equipo le entrena cualquiera", dicen que se oía por el club hace tiempo. Ni Rosell ni Martino siguen en el club. Zubizarreta apostaba por Ernesto Valverde, por segundo año consecutivo sin éxito. ¿Luis Enrique participará en la elección de los nuevos futbolistas? ¿Las bajas, que el presidente ya deslizó anoche conocían los interesados?
Si el gasto que se afronta es elevado, ¿qué ocurre si la actual directiva apenas consigue alcanzar el fin de su mandato, dos años?
El filial. Samper, Adama, Munir, Ié, Suárez, Dongou. ¿El modelo les dará oportunidades? Esta temporada que termina, 72 minutos.
La 2013/2014 no ha resultado una temporada de transición. Ojalá. El equipo ha involucionado. Ni juego en largo, ni más verticalidad, ni las rotaciones. Nada sirvió para evolucionar ni competir. Es peor ahora que hace un año. El carácter, el pit i collons. Necesarios y sobradamente demostrados por esta plantilla en el último lustro. La disciplina, imprescindible y asegurada por la mayoría. Pero, de nuevo, todo ello va enlazado. Sí, con el juego. El fútbol. Salida de balón, defensas en la divisoria, mediocampistas, juego de posición, delanteros que abren el campo, Messi. La cohesión de once jugadores que fortalecía al club. Lo poco que quedaba se ha terminado marchitando. Messi, señalado por muchos, pitado ayer por alguno, ninguneado por la Directiva, aparece en el campo igualmente rodeado. De tanto pensar en el plan B el equipo terminó olvidando el plan A. Iniesta y Fábregas conectando cada vez menos con él. Xavi en el banquillo. Busquets sobrepasado ante el océano de distancia entre líneas. Los puntas lejos de facilitarle el espacio. ¿Neymar? 9 goles y preocupado por sus números individuales mientras vuela a Brasil.
El día en que te juegas la Liga, al séptimo córner, apenas en el minuto 50, ni un solo jugador del Barça salta en defensa mientras Godín empata el partido. Solo tímidamente Mascherano, encerrado entre rojiblancos y sin opción. Toda una metáfora de los tiempos en azulgrana. Sosteniendo al equipo cerca del 1-2, ya irreconocible, el argentino también habló después, en Barça TV. "Lo normal en la vida es perder". Hasta los números de la última década desmienten esa afirmación, pero ni siquiera es lo más importante. Como bien ha experimentado este equipo durante los últimos años, es mucho más difícil proponer que destruir. Ahora toca construir sin apenas red y con los primeros capítulos del libreto emborronados (cuando no definitivamente arrancados de cuajo). El futuro es más preocupante que el presente. Y ya es decir.
(Foto: fcbarcelona.cat)